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Maestro Alberto
Correa:
la música como medicina
del alma |
| Hernando
Guzmán Paniagua - Periodista - elpulso@elhospital.org.co
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| Creó la
Orquesta Filarmónica de Medellín que dirige y
vendió su casa una vez para salvarla, fundó la
primera cooperativa de prostitutas y es pionero de la musicoterapia
en Colombia. Alberto Correa Cadavid, músico y médico,
es un caso patológico de amor a la música. Cualquier
miembro del Estudio Polifónico de Medellín, su
hijo dilecto, recuerda su amenaza: ¡Al próximo
que se equivoque, lo opero sin anestesia, y yo veré de
qué!. Y su cálida sonrisa |
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cuando las cuatro voces
del Coro afianzan su canto en un ensayo, y él clama:
Ahora todas las voces, ¡la armonía, Dios!.
Las vocaciones de Alberto, música y medicina, parten
de una crisis juvenil de fe: En mi transición
de niño a adolescente estaba impregnado de las ideas
de los años 50´s, leía a los existencialistas:
Sartre, Simone de Beauvoir
y veía hasta la negación
del primer principio (Dios existe) como cosa normal.
En esto me ayudó la compañía del maestro
Fernando González, relación importante porque
el famoso Don Benjamín Jesuita Predicador era un tío
mío, recibió órdenes menores, enseñó
en el colegio San Ignacio la cátedra de filosofía;
el primer día de clase enunció el famoso 'Primer
principio: Deus est (Dios existe)'. Fernando González,
uno de los alumnos, levantó la mano y dijo: 'No, padre,
eso de Deus est es muy fácil, ¿por qué
no probamos mejor lo contrario: Deus non est (Dios no existe)?'.
Cogido por sorpresa, mi tío dijo: 'Está bien,
mañana probemos que Dios no existe; esta es la premisa
y completemos el silogismo. Corrió la voz de
que habían negado el Primer Principio en el Colegio
San Ignacio, al día siguiente echaron a Fernando y
lo recibieron en el Liceo Antioqueño, y a mi tío
lo echaron de la Compañía de Jesús. Se
volvieron muy amigos, Fernando lo llamaba 'mi amigo del alma,
Benjamín jesuita predicador', el libro narra sus felicidades
en una casa de prostitución en Lovaina, y el descanso
de esos ajetreos en una manga, donde filosofaban sobre el
reposo del guerrero, etc. Después del famoso Viaje
a Pie, mi tío cogió para Copacabana y Fernando
para Envigado, nunca se volvieron a ver. El nadaísmo,
otras expresiones literarias con fondo existencialista, y
mi profesor Fernando González, me generaron una crisis
de fe; el dilema era: ¿negar a Dios o buscarlo para
reafirmar la fe de mis antecesores? Había entrado a
la Coral Tomás Luis de Victoria a los 9 años,
ya había dado conciertos y mi solución fue el
Seminario de Misiones de Yarumal, contra la voluntad del rector
monseñor Jesús Emilio Jaramillo, para quien
yo no tenía vocación, pero me dejó entrar
porque insistí, vio mi lucha de fe, y además
podía servirle mucho en la música. Cuando me
salí, Monseñor me dijo: 'Yo le dije que no tenía
vocación, váyase tranquilo', y me fui sin saber
qué hacer con mi vida.
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Entre monjes
anda el Diablo
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| Para Correa, el Seminario
fue el momento más enriquecedor de mi vida: me
enseñó la organización vital, la convivencia,
a perseguir metas altas, a resistir y nunca desistir. Venía
del antiguo Liceo Marco Fidel Suárez, fundado por el
padre José Gómez-Isaza, adonde mandaban a todos
los expulsados de los colegios buenos de Medellín
como San José y San Ignacio. |
| Llegué en
cuarto bachillerato después de perder todas las materias,
menos música. Me encontré con los hermanos Gustavo
y Mario Yepes, fui organista, y director de dos coros que creamos:
La Pentafilía (los 5 mejores cantantes del Seminario)
y la Coral Santa Cecilia. Mario, director de escena, hacía
guiones para el teatro musical; nos sirvió para la ópera
más tarde. Ninguno de los tres, enamoradizos y sin ver
mujeres, era para eso y buscábamos el momento preciso
para salir. Una vez toqué una misa en el convento de
las Teresitas y conocí unas muchachas hermosísimas
que servían en labores domésticas, nos juntamos
con tres más para el plan de bajar del último
piso por unas sogas y acostarnos en el techo de las monjas a
mirar las chicas en el dormitorio, en paños menores.
Nos cogió el padre rector que nos alumbró desde
arriba con una linterna; asumimos la responsabilidad, echaron
a los demás pero a nosotros tres nos dejaron. |
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Otra vez montamos
una pieza teatral titulada 'Lázaro el mudo'. Como en
el prólogo se bebía en la cantina del puerto,
compré en Yarumal 3 o 4 botellas de Ron Antioquia y se
las repartí a los actores antes de salir a escena, luego
el cura les echó vino en las copas; al cerrar el telón
después del prólogo, todos estaban borrachos,
en el auditorio había 10 o 12 obispos, ministros, congresistas,
era una fiesta con Monseñor Builes y todo. |
Una monjita me trajo
unos chicharrones que le pedí, a ver si hacíamos
vomitar a los actores, la gente esperaba, el médico dijo:
'No hay nada qué hacer, están borrachos'. A la
hora y media suspendimos el espectáculo, llevaron el
seminario menor a su sede, 10 kilómetros a pie, nosotros
nos acabamos de tomar el ron que teníamos guardado y
bajamos completamente beodos al Seminario donde tenían
expuesto el Santísimo por ese escándalo, oímos
la predicación en medio de la rasca, cantando y burlándonos.
Yo asumí la culpa, echaron a 4 o 5 pero a mí tampoco
me echaron esta vez y al fin del año me salí.
El papá de Alberto siempre se opuso a su música:
No se lo permito, porque los músicos son malos
esposos, malos padres, malos hijos, bohemios, alcohólicos....
Tras mil peripecias llegó al umbral de la Facultad de
Medicina de la Universidad de Antioquia, única que existía,
y abrazó esa carrera como una posibilidad inmensa
para servir.
Nació un hermoso niño...
En su segunda etapa, el Estudio Polifónico de
Medellín nació en el Pabellón Infantil
del Hospital San Vicente de Paúl, como cualquier bebé.
Alberto Correa, papá del hermoso niño que está
cumpliendo 40 años como coro mixto, relató la
historia desde la primera etapa, la masculina: arrancó
el 22 de mayo de 1964, de los restos de la Capilla Polifónica
de Coltejer (el ciclista Honorio Rúa; doctor Jorge Giraldo;
cinco Llanos, ex miembros de la Coral Tomás Luis de Victoria
como Gustavo y Mario Yepes, Luis Alberto Restrepo), 16 miembros.
Cantó hasta 1968 cuando Alberto se graduó de médico:
el coro se acabó.
Reapareció en una huelga de la Universidad en 1971, con
refuerzos de la de Antioquia y la Nacional. Ensayaban
-cuenta el gestor- en la sede de la Asociación Médica
de Antioquia (AMDA), cuando me llamaron; me vine del trabajo
en Barbosa en una ambulancia, hice una rápida colocación
de voces y ensayamos la primera obra. Toda una noche copié
partituras a mano, pues no había fotocopiadoras. La mayoría
de los coristas trabajaban en el Hospital, nos dejaron ensayar
6 años en el auditorio del pabellón infantil o
en un aula; luego estuvimos 5 o 6 años en la ONU (Ortopedia,
Neurología y Urología). A algunos médicos
no les gustaba, para los pacientes era buenísimo, entraban
con sus sueros y todo a oír el ensayo, y se entretenían
hora y media.
Hermana melliza del Coro es la musicoterapia en Antioquia, que
arrancó en el San Vicente con música en vivo:
Empecé en 1964 experiencias de musicoterapia, y
en los años 71 y 72 las continué en Gineco-obstetricia:
el umbral del dolor subía mucho, las maternas se quejaban
menos, experiencia bellísima que repliqué en Bogotá
con primi-gestantes. A algunos médicos que ignoraban
esos principios no les gustó que un quinteto de solistas
cantara durante el parto, nos sacaron de allá y bregaron
a sacarnos del Hospital. A uno del coro que lo operaron le cantamos
en el Pensionado, un médico que ya murió nos sacó
de la pieza. |
Jueves
Santo milagroso
Dos milagros ocurren en Semana Santa y Pascua de 1983.
El primero, cuenta Alberto Correa, la creación de la
Filarmónica de Medellín, ante la necesidad de
una orquesta de cabecera para el Coro: El primer ensayo
fue el 16 de abril, sábado de Pascua, acabábamos
de llegar de Popayán donde ocurrió el terremoto
el 11 de abril. La vida y Dios no querían que muriéramos
ese Jueves Santo. A las 8 a.m. teníamos ensayo con la
Orquesta Sinfónica de Colombia In-Universitas de Bogotá,
Estudio Polifónico de Medellín, Coro de Cámara
de Popayán y un coro de la UIS. Los buses nos debían
recoger a las 7.45 y no llegaron, nos dedicamos a calentar,
los de la Orquesta salieron a tomar tinto, los buses llegaron
a las 8.17, acababa de ocurrir el terremoto: si llegan a tiempo,
hubiéramos muerto todos, porque el techo del teatro se
desplomó sobre el escenario.
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En 35
años de medicina asegura no haber tenido unas solas vacaciones,
descansaba sólo el 25 de diciembre y el 1° de enero:
Los médicos sabíamos que las EPS nos quitarían
los pacientes; después de tener un promedio de 30 diarios,
el 16 de mayo de 2004 me fui para la casa y le dije a mi señora:
No trabajo más. Yo era de los médicos de antes,
el amigo, el consultor, amaba ayudar a los pacientes. Y siempre
me parecía horrible verme escribiendo en el computador
sin mirar siquiera a los ojos del enfermo.
Alberto Correa tiene dos grandes amores: su esposa Emma Elejalde,
cómplice de mil locuras y su novia, igual
de fiel: la música. En los 60´s tocó la
flauta dulce. Hoy, el clavicémbalo y el chelo son parte
de su oración diaria: El clave nos lo regalaron
cuando iniciamos El Mesías en el 78, lo toco en casa
todos los días, generalmente Bach. Y con el mismo
ímpetu de un colegial, a los 60 años decidió
estudiar violonchelo: Lo toco con mucha responsabilidad,
pero no para quitarle el puesto a ningún chelista.
La Filarmónica es su hija y el coro su familia. Para
él, la dupla de música y salud es parte
de esa sensibilidad que desarrolla el gremio médico en
su profesión, de ahí su inclinación a la
música, la literatura, el teatro, etc. Su amor
a la música resistió una prueba de fuego: una
de las veces en que la Orquesta estuvo a punto del naufragio,
vendió su casa y otros bienes para salvarla.
Después de fundar la Filarmónica de Medellín,
el Estudio Polifónico, la Orquesta de Cámara de
Medellín, la Coral Ciudad de Envigado, el Grupo de Música
Antigua de Medellín, de realizar temporadas de ópera,
de dirigir 2800 conciertos al frente de todas sus orquestas
sinfónicas del país, de la Sinfónica de
Guayaquil (Ecuador), de ser invitado a dirigir varias de Europa
-adonde no pudo viajar por una operación de corazón
abierto-, de llevar la Filarmónica de Medellín
a sus barrios y a pueblos de Antioquia, de ponerla a sonar
como las mejores del país -al decir de los últimos
directores invitados-, de gestar el Festival Internacional de
Música de Medellín, de fundar y presidir la Sociedad
Colombiana y la Sociedad Antioqueña de Musicoterapia,
de recibir 42 distinciones -entre ellas Premio a las Artes y
las Letras del Gobierno de Antioquia para la Filarmónica,
Gran Cruz de Oro de Antioquia, Orden de Maimónides del
Gobierno de Israel, Doctorado Honoris Causa Especialista en
Gestión y Promoción Cultural Universidad de Antioquia,
dos Medallas al Mérito Cultural del Ministerio de Cultura
y de intervenir en el Congreso Mundial de Musicoterapia y en
un Encuentro Interamericano de Educación Musical, Alberto
Correa declara ante el Estudio Polifónico: Si yo
dejo la dirección de este coro, sólo les pido
que me permitan seguir cantando aquí el ratico de vida
que me queda. De esa vida que es una partitura sin fin,
con éxitos sostenidos y con todos los bemoles del mundo,
y al final de la cual su obra seguirá resonando como
un calderón perpetuo. |
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Fundó cooperativa
de prostitutas
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Alberto
Correa señala como experiencia terrible su
año rural en Tarazá, Bajo Cauca antioqueño:
Llegué en1968, en plena época de violencia,
un año angustioso pero muy lindo, sin música,
sin agua, sin luz, casi sin comida, mi oficina servía
de hospital y de dormitorio. Me tocó atender a guerrilleros
del ELN, al Ejército, al pueblo. Hicimos una Cooperativa
de Prostitutas del Bajo Cauca. A los soldados que no pagaban,
las muchachas los señalaban y 'les cortaban los servicios'.
Como cada mes tenían que ir a mi consultorio, las unimos,
y con lo que conseguíamos comprábamos leche en
polvo y pañales que en ese tiempo no eran desechables
sino de tela, ropita para los bebés y atención.
En ese momento aparece la píldora y empezamos campañas
de planificación familiar con ellas.
El músico-médico fue hasta gestor de paz: Me
dieron la orden de unir a liberales y conservadores en Tarazá,
y jugando póker con ambos caciques, los volví
amigos. Uno de ellos era el dueño de la luz y hasta que
no terminara de jugar, no la quitaban. Yo alargaba el juego
siquiera hasta las doce de la noche y así las cantinitas,
que también eran prostíbulos, vendían más
cerveza helada, las muchachas tenían más clientecitos,
se movía la plata; la guerrilla tomaba trago al frente
de la base del Ejército, que quedaba en una colina cercana,
eso mejoraba las finanzas del pueblo. Estaban los hermanos Vásquez
Castaño en el ELN, Fabio Vásquez tenía
su amante allá; cuando llegaba, todo el mundo sabía,
nadie lo delataba, o el Ejército sabía, yo no
sé...Hasta me retuvo la policía dizque por ayudar
a la guerrilla, lo cual no era cierto, me llevaron preso a Cáceres,
el médico me sacó de la cárcel y me llevó
a dormir a su casa; una mañana llamé al gobernador,
Jorge Pérez Romero, quien ordenó que me soltaran.
¿Qué pasó? la Gobernación nos encargó
al cura y a mí para la fiesta de la policía, y
en hojitas del centro de salud pedíamos la colaboración
para la carne a los patrones de las fincas. Como yo hice en
Tarazá 385 autopsias, una por día y había
días de diez o doce, en los mismos papelitos, los autores
de los homicidios dejaban notas por detrás: Esto
es por sapo y cosas por el estilo. Entonces creían
que yo era el que los mataba, pues veían mi firma por
detrás. |
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