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La problemática del talento humano en salud tiene
muchas facetas, cada problema es un mundo, y sin resolver
este cúmulo de situaciones es imposible una solución
de fondo a la crisis del sistema. Todo sistema de salud
tiene como componentes fundamentales a las personas: usuarios
y pacientes que son su razón de ser, y el personal
de salud, médicos, enfermeras, especialistas, directores
de hospitales, secretarios de salud, ministros. Por tanto,
no se concibe un buen sistema de salud sin un conglomerado
de personas que cada uno en su campo aporte su conocimiento
y su voluntad de servicio.
Pero ello no significa que la existencia de un equipo óptimo
de personas en todos los niveles garantice un sistema efectivo:
se necesita que el entorno en que trabajen sea adecuado,
funcional, que tenga sentido humano, y para esto se requiere
una filosofía de servicio, lo cual pasa por unos
profesionales y técnicos dotados de esta virtud para
diseñar un modelo y un sistema que ponga a las personas
por encima de todo.
Eso es no lo que no tenemos en Colombia. Nuestro sistema
de salud es a todas luces inhumano; ello lo demuestran los
diagnósticos de distintas instituciones, incluso
del propio gobierno, sobre la situación del talento
humano en salud. Para analizar esta problemática,
varios expertos del mundo académico señalan
que el asunto hay que ubicarlo primero en la formación
médica, y dentro de ella en el que consideran punto
crucial: el registro calificado para facultades de medicina
y programas académicos específicos.
El proceso seguido en el país es un camino errado
en principio y ello se aprecia, sobre todo, a partir de
la situación creada con la ley 100. En todo el tiempo
de vigencia de la norma con sus retoques, el Ministerio
de Educación no ha hecho otra cosa que poner todas
las trabas, talanqueras y barreras a facultades acreditadas
en alta calidad para la obtención del registro, mientras
da vía libre a la apertura de universidades, facultades
de medicina y programas de pregrado y especialización,
en una laxitud e irresponsabilidad sin explicación
en términos administrativos, y que contrasta con
la actitud pasiva del Ministerio de Salud, convidado de
piedra cuando es protagonista de primer orden.
Da la casualidad que la inmensa mayoría de universidades
favorecidas con la aprobación de registros y licencias
son PRIVADAS, no tienen experiencia acumulada en programas
que pretenden impartir, ni ostentan pergaminos que tienen
instituciones de prestigio como las universidades de Antioquia,
del Valle, Industrial de Santander, de Caldas, Javeriana,
entre otras, y que son hoy irrespetadas cuando se les demora
hasta 5 años la renovación de registros o
se les niegan, argumentando ridiculeces de procedimiento
o el no llenar requisitos insulsos en sus campos de práctica,
tratándose muchas veces de hospitales universitarios
de calidad y prestigio internacional. Es esta la forma más
aberrante de imponer una privatización de la educación,
por la vía de universidades de garaje.
Estamos preparando talento humano para un sistema inhumano,
inhumano por lo privatizador. Inhumano porque nunca antes
los médicos, enfermeras, auxiliares e incluso especialistas
tuvieron tan baja remuneración por tan alta carga
de trabajo (el documento de Política Nacional sobre
Talento Humano registra esos bajos promedios). Inhumano
porque no remunera a los egresados en el servicio social
obligatorio. Inhumano porque
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