DELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 16    No. 201 JUNIO AÑO 2015    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 

 


“Eduardo Galeano, vigía de la dignidad de América
Hernando Guzmán Paniagua - Periodista - elpulso@elhospital.org.co

“Para garantizar la usurpación del pan, hay en el mundo 25 veces más soldados que médicos. Desde 1980, los países pobres han aumentado sus gastos militares y han reducido a la mitad sus gastos en salud pública”.
Eduardo Galeano
Eduardo Galeano, profeta mayor de América Latina, vigía de su historia, centinela de su dignidad, y quien de niño quería ser santo, decía de esta tierra: “Desde hace cinco siglos, está entrenada para escupir el espejo: para ignorar y despreciar lo mejor de sí misma”, y agregaba: “La historia real de América Latina, y de América toda, es una asombrosa fuente de dignidad y de belleza; pero la dignidad y la belleza, hermanas siamesas de la humillación y el horror, rara vez asoman en la historia oficial”.
Así hablaba el escritor nacido en Montevideo en 1940 y muerto en esa ciudad el 13 de abril de 2015, en sus “Apuntes sobre la memoria y sobre el fuego”. Y anotaba: “Memoria del fuego está escrita en tiempo presente, como si el pasado estuviera ocurriendo. Porque el pasado está vivo, aunque haya sido enterrado por error o infamia, y porque el divorcio del pasado y el presente es tan jodido como el divorcio del alma y el cuerpo”.
Razón tenía. Todo sigue igual en Colombia y en Latinoamérica desde que el maestro dijo en 1989: “Está el mundo tan triste que hasta el arco iris sale en blanco y negro, y tan feo está que vuelan de espaldas los buitres que persiguen a los moribundos (…) Y alguien dice, en Colombia: 'El costo de la vida sube y sube y el valor de la vida baja y baja'”. Hoy también, “a falta de guerras mundiales, el hambre combate la explosión demográfica” y aunque cada persona puede morir sólo una vez, existen armas nucleares almacenadas que podrían matar doce veces a cada ser humano.
“Más soldados que médicos”
Galeano estudió como pocos nuestro gran pecado original: la desunión. En “Las venas abiertas de América Latina”, consigna: “Para nosotros, la patria es América”, había proclamado Bolívar: la Gran Colombia se dividió en cinco países y el libertador murió derrotado. 'Nunca seremos dichosos, ¡nunca!', dijo al general Urdaneta”.
Sus gritos contra los enemigos de la paz, de la democracia, de la libertad y de la alegría, son un solo grito por la vida de un mundo “enfermo de peste de muerte, que mata a los hambrientos en vez de matar el hambre”, de la cual mueren muchos mientras unos pocos mueren de indigestión. “Para garantizar la usurpación del pan, hay en el mundo 25 veces más soldados que médicos. Desde 1980, los países pobres han aumentado sus gastos militares y han reducido a la mitad sus gastos en salud pública”.
“Hoy más que nunca la alegría es un
artículo de primera necesidad, tan urgente
como el agua o el aire. Nadie nos va a regalar este
derecho de todos. Es preciso pelearlo”.
Eduardo Galeano

Clama contra la privatización de la educación, de la salud, de sectores claves de la economía, y reivindica la felicidad: “Hoy más que nunca la alegría es un artículo de primera necesidad, tan urgente como el agua o el aire. Nadie nos va a regalar este derecho de todos. Es preciso pelearlo”. Contra la falsa disyuntiva entre capitalismo y socialismo, así concluye el libro “Ser como ellos y otros escritos” (1991): “Al Oeste: el sacrificio de la justicia, en nombre de la libertad, en los altares de la diosa Productividad. Al Este: el sacrificio de la libertad, en nombre de la justicia, en los altares de la diosa Productividad. Al Sur, estamos todavía a tiempo de preguntarnos si esa diosa merece nuestras vidas”.
Las venas siguen abiertas
“Es América Latina, la región de las venas abiertas. Desde el descubrimiento hasta nuestros días, todo se ha transmutado siempre en capital europeo o, más tarde, norteamericano, y como tal se acumula en los lejanos centros de poder”, decía Eduardo Galeano en 1971 en su obra cumbre, “Las venas abiertas de América Latina”, nuestra radiografía social y política, la historia no contada.
Tras varias generaciones, mantiene plena vigencia “La Biblia latinoamericana”. Hace 44 años, Galeano decía: “El Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial nacerán juntos para negar, a los países subdesarrollados, el derecho de proteger sus industrias nacionales, y para desalentar en ellos la acción del Estado (…) Los países hipotecaban de antemano su destino, enajenaban la libertad económica y la soberanía política”.
Hoy es igual y la burguesía sigue asociada a la invasión extranjera “sin derramar lágrimas ni sangre”. El latifundio sigue “multiplicando las bocas pero no los panes”, las mayorías siguen en una eterna Semana Santa sin Resurrección, y prosigue el desarrollo como “un viaje con más náufragos que navegantes”. Y, “seguimos siendo 'los nadies': los hijos de nadie, los dueños de nada. (…) Que no son seres humanos, sino recursos humanos. (…) Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata”. Y a merced de “Los banqueros de la gran banquería del mundo, que practican el terrorismo del dinero” (“El libro de los abrazos”).
Es certera la conclusión de Galeano: “Es mucha la podredumbre para arrojar al fondo del mar en el camino de la reconstrucción de América Latina. Los despojados, los humillados, los malditos tienen, ellos sí, en sus manos, la tarea. (…) Hay quienes creen que el destino descansa en las rodillas de los dioses, pero la verdad es que trabaja, como un desafío candente, sobre las conciencias de los hombres”.

 
“En Colombia, es raro
morir de enfermedad”: Galeano
Eduardo Galeano, notario del drama de Colombia desde antes de llamarse así, pinta sus cosmogonías aborígenes, los crímenes de la conquista, la explotación colonial, escribe crónicas noveladas de los siglos XVIII y XIX y la contemporaneidad, en los tres volúmenes de “Memoria del fuego”. Por allí discurren Galán y la gesta comunera, el robo de Panamá por Estados Unidos, la epopeya del banano en la costa atlántica, “cuando el tren amarillo de la United Fruit Company llegó desde la mar (…) y al emerger en la fulgurante claridad anunció, silbando, que la Edad del Banano había nacido”, parejo con la muerte: “De pronto, revienta el mundo, súbito trueno de truenos, y se vacían las ametralladoras y los rifles. Queda la plaza alfombrada de muertos. (… ) No lejos del cementerio, un niño berrea en la cuna. Pasarán los años y este niño revelará al mundo los secretos de la comarca que fue atacada por la peste del olvido y perdió el nombre de las cosas”.
Loa a nuestro Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, y al caudillo Jorge Eliécer Gaitán, quien denunció la matanza. En una vívida crónica de “El Bogotazo”, habla de la violencia en donde “los políticos ponen las palabras y los campesinos ponen los muertos.
Colombia, inmenso cementerio
“Las venas abiertas de América Latina” trae un recuento de los “Diez años que desangraron a Colombia”, período 1948-1957, que “convirtió el país entero en un cementerio: se estima que dejó un saldo de ciento ochenta mil muertos”.
Preludia el desastre social de la costa atlántica: “Quemando pueblos y matando indios, arrasando bosques y clavando alambradas, los señores de la tierra han ido empujando a los campesinos contra las riberas de los ríos, en la región de la costa colombiana.

Muchos campesinos se han negado a servir de peones esclavos en las haciendas y se han hecho pescadores y artistas del aguante y del rebusque”. Recuerda a Camilo: “'Sabemos que el hambre es mortal', decía el cura Camilo Torres. Y si lo sabemos, decía, ¿tiene sentido perder el tiempo discutiendo si es inmortal el alma?”.
Retrata la vida cotidiana de los gamines de Bogotá y el narcotráfico en Santa Marta, en 1980: “Por cada dólar de sueños que compra el fumador de marihuana en los Estados Unidos, apenas un centavo llega a manos de los campesinos colombianos que lo cultivan. Los otros noventa y nueve van a parar a los traficantes, que en Colombia poseen mil quinientos aeropuertos, quinientos aviones y cien barcos”.
“El libro de los abrazos” contiene, a más de crónicas y poemas humanos, miles de episodios de la violencia cotidiana de América, el mundo y Colombia: “A fines de 1987 Héctor Abad Gómez denunció que la vida de un hombre no vale más que ocho dólares. Cuando su artículo se publicó, en un diario de Medellín, ya él había sido asesinado. Héctor Abad Gómez era el presidente de la Comisión de Derechos Humanos. En Colombia, es raro morir de enfermedad”, y refiere la vida del sicario que “carga la pistola y se persigna”.
“El crimen paga”
En “Ser como ellos y otros escritos” (1991), recuerda que “en el Tercer Mundo, 'morir de bala' es natural” y que “desde hace años en Colombia, el poder enseña que el crimen paga. A la sombra del poder, y por él alimentadas, han crecido las bandas paramilitares que vienen lloviendo muerte sobre el país. (…) Hoy Colombia está peor que Chicago en los años de Al Capone y la Ley Seca. (…) La gente muere de plomonía”.
Registra el holocausto de Armero: “El volcán vecino la mató. Nadie pudo correr más rápido que la avalancha de lodo hirviente: una ola grande como el cielo y caliente como el infierno atropelló a la ciudad, echando humo y rugiendo furias de mala bestia, y se tragó a treinta mil personas.
La diatriba contra el glifosato no es de hoy. En 1991, Galeano denunciaba: “La naturaleza humillada, ha sido puesta al servicio de la acumulación de capital. Se envenena la tierra, el agua y el aire para que el dinero genere más dinero sin que caiga la tasa de ganancia”.
Contra el dolor y la muerte, Colombia y el continente son un “nacer incesante”. Eduardo Galeano, activista del verbo “recordar”, reitera que esta palabra viene del latín re-cordis = “Volver a pasar por el corazón”. Por eso, recalca esta consigna: “Más que nunca, creo que la memoria colectiva está porfiadamente viva: mil veces matada, pero mil veces viva en los refugios donde se lame las heridas”.

 
Ocioso lector
El sistema /1
Eduardo Galeano
Los funcionarios no funcionan.
Los políticos hablan pero no dicen.
Los votantes votan pero no eligen.
Los medios de información desinforman.
Los centros de enseñanza enseñan a ignorar.
Los jueces condenan a las víctimas.
Los militares están en guerra contra sus compatriotas.
Los policías no combaten los crímenes, porque están ocupados en cometerlos.
Las bancarrotas se socializan, las ganancias se privatizan. Es más libre el dinero que la gente.
La gente está al servicio de las cosas.
 
Medicina en la pintura

“El triunfo de la muerte”, de Pieter Brueghel
Isabel Cristina Rueda Calle Comunicadora Corporativa - elpulso@elhospital.org.co
“El triunfo de la muerte” es una pintura de Pieter Brueghel, “El Viejo”, de quien no se conoce la fecha de nacimiento dados los pocos registros de la época; se sabe que vivió entre 1525 y 1569, y es considerado uno de los grandes maestros del siglo XVI.
La pintura muestra un panorama de un ejército de esqueletos causando estragos a través de un paisaje desolado. Los incendios arden en la distancia, en las montañas de la derecha se ven cadáveres empalados y colgados de los árboles. El historiador de arte James Snyder hace hincapié en la "quemada, tierra estéril, carente de cualquier tipo de vida".

En esta obra, legiones de esqueletos avanzan atacando la vida la cual huye por el terror o trata en vano defenderse. Las personas son conducidas a una trampa adornada con cruces, mientras que esqueletos aguardan su caída. La pintura representa a personas de diferentes orígenes sociales -de campesinos y de soldados a nobles, así como a un rey y un cardenal-, siendo tomadas por la muerte de manera muy democrática, como suele hacer La Parca.
Esta pieza muestra aspectos de la vida cotidiana en la mitad del siglo XVI y a pesar de que no se relaciona directamente con una enfermedad, históricamente se usa como símbolo de la Peste Negra de 1346 a 1353, debido a la gran cantidad de vidas que cobró en Europa en el sigo XIV, pues se calcula que fue la causa de muerte de 25 millones de personas tan solo en Europa (el 30% de su población) y unos 40 millones más en Asia, no solo debidas directamente a la infección, sino también por el hambre y el abandono de los niños y ancianos que quedaron sin sus familiares.

 
Durante la Edad Media las explicaciones que daban de las enfermedades contagiosas podían tener distintos orígenes, como la corrupción del aire provocada por organismos en descomposición, la posición de las estrellas y planetas, y la cólera de Dios por los pecados de la humanidad. Sólo pasados 5 siglos los bacteriólogos Kitasato y Yersin encuentran una razón científica para lo que podría ser la peste: la bacteria yersinia pestis, que afectaba a las ratas negras y se transmitía por las pulgas de esos roedores a los humanos a través de su picadura. El nombre de peste negra se debía al síntoma característico de uno de los tipos de peste bubónica, en la que se presentaba la aparición de pústulas, hemorragias cutáneas de color negro por una infección en la sangre.
En sus primeros momentos, esta peste también tenía los síntomas de una gripe común: fiebre alta, escalofríos y debilidad hasta no tener fuerzas para ponerse en pie. Sólo al salir sus heridas en la piel, se detectaba con seguridad que se trataba de dicha enfermedad.
Los médicos que la trataban eran hombres contratados por pueblos que tenían muchas víctimas de peste en tiempos de epidemia. Como la ciudad pagaba su salario, ellos cuidaban de todos los ciudadanos, fueran ricos o pobres.
No eran profesionales con instrucción tradicional como otros médicos o cirujanos experimentados, muchos eran doctores que no se habían establecido exitosamente en la profesión o médicos jóvenes tratando de hacerse camino.
En “El doctor Pico de Roma” de Paul Fürst se aprecia el traje inventado más de 200 años después de la mayor crisis de la peste negra. Fueron utilizados por primera vez en París, pero luego su utilización se extendió por el resto de Europa. El traje de protección consistía de un saco de gruesas telas encerado, una máscara con agujeros con lentes de vidrio y una nariz de cono con forma de pico para cargar sustancias aromáticas como hojas de menta, mirra, pétalos de rosa, alcanfor y clavo de olor, para protegerse de los malos aires. También utilizaban un bastón de madera para examinar los pacientes sin tocarlos, además de ser utilizado como herramienta para el arrepentimiento de pecados.
Bibliografía:
Sobre la enfermedad:
http://edadmedia.cl/wordpress/wp-content/uploads/2011/04/LaPesteNegra.pdf
http://arquehistoria.com/historiasla-peste-negra-en-europa-384
http://www.nlm.nih.gov/medlineplus/spanish/ency/article/000596.htm
Pintura el triunfo de la muerte:
http://franciscojaviertostado.com/2013/02/04/la-peste-negra-del-siglo-xiv-el-triunfo-de-la-muerte/
http://en.wikipedia.org/wiki/The_Triumph_of_Death
Reseña de Pieter Brueghel:
http://es.wikipedia.org/wiki/Pieter_Brueghel_el_Viejo
Primera plaga documentada:
http://franciscojaviertostado.com/2013/12/18/la-medicina-en-el-arte-pintura-la-primera-epidemia-documentada/
 



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