“Beau Sancy”
Abraham Chams Anturi, Director Unidad Funcional Materno Infantil de San Vicente Fundación. Profesor Asociado de Cirugía Pediátrica, Universidad de Antioquia - elpulso@sanvicentefundacion.com
El carbono es el décimo quinto elemento más abundante en la corteza terrestre, en masa el cuarto en el universo y el segundo en el cuerpo humano (aproximadamente el 18,5%). Tiene un número atómico de 6 y una masa atómica de 12, es un no metal tetravalente, disponiendo de cuatro electrones para formar enlaces químicos covalentes. Tres isótopos del carbono se producen de forma natural, los estables 12C y 13C y el isótopo radiactivo 14C, que decae con una vida media de unos 5.730 años. El carbono forma aproximadamente 10 millones de compuestos y es el pilar fundamental de la química orgánica. Entre sus formas alotrópicas encontramos una de las sustancias más blandas (el grafito) y una de las más duras (el diamante) y desde el punto de vista económico es de los materiales más baratos (carbón) y uno de los más caros (diamante).
El diamante es un cristal transparente conformado por átomos de carbono enlazados tetraedralmente (sp3) que se cristaliza en red de diamante. Tienen muchos usos debido a las excepcionales características físicas, las más notables son su dureza extrema, su conductividad térmica, su banda prohibida y alta dispersión óptica. Los diamantes naturales se forman en condiciones de presión y temperatura extremas existentes a una profundidad de 160 km del manto terrestre, y en un período aproximado de 2,5 mil millones de años, lo que corresponde a la mitad de la edad de la Tierra y son llevados cerca de la superficie a través de erupciones volcánicas.
La palabra diamante deriva del griego ad?µa? (adámas), «inalterable», y se relaciona a su vez con el hebreo adamá «tierra» y Adam «hombre». Su uso se remonta a unos 5000 años, utilizado por primera vez en la antigua India como gemas e iconos religiosos, en esta región geográfica se encuentran las minas de Golconda, donde fueron halladas piedras de leyenda tales como el diamante Hope, el Koh-i-Noor o el Regente, y por supuesto el “Beau Sancy”. Este último avaluado en el año 2012 por 9,7 millones de dólares, muy superior a otros diamantes con similares características.
El “Beau Sancy” es un diamante tipo IIa, de 34,98 quilates, de una gran pureza química, constituido por un 100% de átomos de carbono, sin rastro de nitrógeno, con una transparencia excepcional que solo poseen el 0,8% de los diamantes conocidos. Esta joya tiene forma de pera y tallado en rosa doble, es decir sobre sus dos caras con una multitud de facetas triangulares (55 sobre cada cara, 110 en total), cuyas facetas más pequeñas están centradas alrededor de una estrella de ocho puntas, que da a este diamante su carácter único; la luz que penetra en el cristal es reflejada, dispersada y refractada, de modo que hace brotar del diamante los colores de un arco iris.
Las primeras referencias históricas no son muy claras, nombran como su primer propietario a Carlos I de Valois llamado el Temerario, quién habría perdido la joya en la batalla de Morat en 1476, posteriormente fue vendido por un florín por un mercenario suizo. Posteriormente aparece en propiedad de Nicolas Harlay señor de Sancy, quién fue miembro de la corte de los Valois; y quien además del Beau Sancy, también poseyó el gran Sancy, un diamante todavía más grueso, de 55,23 quilates, que vendió a principios del siglo XVII al rey de Inglaterra Jacobo I.
El Beau Sancy fue adquirido por Enrique IV de Francia para su esposa María de Médici en 1604, por un valor de 25.000 escudos y utilizado por ella durante el momento de su coronación en Saint Denis el 13 de mayo de 1610. Al día siguiente, el 14 de mayo de 1610, a consecuencia del asesinato de rey Enrique IV, María de Médici fue proclamada regente de su hijo Luis XIII. En 1630 María es desterrada de Francia, privada de toda pensión vivió de los préstamos contraídos con bancos de los Países Bajos y Alemania, que garantizaba gracias a una importante colección de joyas entre las cuales figuraba el Beau Sancy.
María de Medici perdió la propiedad del diamante, que fue comprado en 1642 por el príncipe Federico Enrique de Orange-Nassau, estatúder de las Provincias Unidas por la suma de 80.000 florines. Este último se sirve de la piedra para sellar el matrimonio de su hijo Guillermo con María Enriqueta, princesa heredera del rey Carlos I de Inglaterra y de Enriqueta María de Francia. La viuda de Federico Enrique fue nombrada tutora de su nieto Guillermo III de Inglaterra y tuvo la tarea de recuperar el Beau Sancy entre otras joyas que la princesa María Enriqueta había tomado en Inglaterra y que fueron igualmente reclamadas por la familia Estuardo; este problema fue resuelto en 1677 con el matrimonio de Guillermo III con su prima María de Estuardo. La unión de Guillermo y María no produjo descendencia y el diamante pasó a formar parte de un largo desacuerdo entre los herederos.
Cuenta la leyenda que pasó por múltiples manos, las de Luis XVI, las de Napoleón, y que incluso estuvo en el casco de un general que lo perdió durante una batalla, aunque fue encontrado en el fango y tragado por un criado para evitar que fuera robada por unos asaltantes. En 1701 fue adquirido por Federico I rey de Prusia y valorado en 300.000 Reichstalers, el Beau Sancy se convirtió en la piedra más importante del tesoro de Prusia y el ornamento principal de la nueva corona real. Durante la Segunda Guerra Mundial fue escondida detrás de una pared de ladrillos en una cripta en Bückeburg, en la Baja Sajonia. En 2012 y después de doscientos años de pertenecer al tesoro de la casa de Prusia, fue sacado a subasta por su propietario el príncipe Jorge Federico de Prusia.
El inmenso valor de esta joya no solo está en sus características gemológicas, es una obra de arte de un especial tallado, testigo de la historia de cuatro casas reales europeas. Como su nombre lo indica: “Diamante” ad?µa? (adámas), es inalterable, sin importar las peripecias sufridas por Beau Sancy nunca ha perdido su valor. Así es el Hombre “Adam”, es inalterable; ninguna situación por extrema que sea nos hace perder nuestra dignidad humana, ni la enfermedad, ni el hambre, ni el dolor. Dicho de otra forma ninguna piedra, diamante o joya, por costosa que sea, puede superar el valor de una vida humana.
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