MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 3    NO 39   DICIEMBRE DEL AÑO 2001    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 

En picada, vacunación en Colombia en los últimos años

Nicolás Gutiérrez Periodista, Medellín
No es para alarmar, es simplemente para prevenir: Si en Colombia no se tiene en cuenta el problema generado en Haití y República Dominicana donde las bajas coberturas de vacunación, acumuladas por años, permitieron que el polivirus vacunal tipo 1 derivara en cepas neurovirulentas ( parecidas al poliovirus salvaje ), vamos a sufrir brotes como los 18 de polio paralítica que se presentaron recientemente en esos países latinoamericanos.
En Colombia, la vacunación descendió vertiginosamente desde 1997 y apenas se notó una mejoría el año pasado pero no la suficiente para igualar las antiguas coberturas; es posible que la última jornada permita alcanzar mayores porcentajes, aunque los registros hechos hasta septiembre de esta anualidad, dejan abierta la duda.
Si bien el modelo colombiano de vacunación fue ejemplar, en los últimos años el descenso de la cobertura ponen al país por debajo en América Latina, hasta el punto de que países como Perú lo superan ampliamente.
¿Quienes son los responsables?
Existe una sumatoria de elementos que dieron al traste con la cobertura inmunológica. Mientras que en el "Informe Colombia " (Ministerio de Salud- OPS, 1999), se señalaba a la descentralización administrativa de la salud y su aplicación en los municipios como la culpable de las bajas coberturas, hay quienes controvierten esa posición debido a que las cifras muestran que fueron las localidades con mayor porcentaje de Necesidades Básicas Insatisfechas - NBI - las que presentaron el gran descenso de la cobertura, las que presentaron el gran descenso de la cobertura.
Esos municipios, por lo general, no han recibido la autonomía en el manejo de los recursos para la salud, lo cual desvirtúa la apreciación. Ahora bien, el mismo informe expresa que desde 1997, con la aparición de los actores creados por la reforma de la salud, se presentan problemas que afectan las coberturas. Eso parece indicar que las EPS y las ARS se confundieron con la nueva estructura, y su responsabilidad frente a la prevención quedó en el aire.
Pero los conceptos de algunos expertos apuntan a que hay otras situaciones por analizar, tanto en la gestión administrativa central como en la parte técnica, por ejemplo en la promoción y en la propia aplicación del método de vacunaciones. Ellos admiten que los presupuestos del Ministerio de Salud bajaron al mismo ritmo de la situación financiera del país, aún cuando la población mantiene su crecimiento. Así se evidenció entre 1998 y el año 2000, cuando en muchos departamentos escasearon los biológicos y sólo fueron entregados para las jornadas especiales.
Cuadro de cobertura en Colombia
de las 5 principales vacunas, 1995 - 2000
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* Nd: no hay datos.
Precisamente, esas jornadas especiales son de gran importancia pero no más que las campañas permanentes, olvidadas por las EPS y las ARS, y hasta dejadas a un lado por las ESES e IPS. En ese sentido, manifiesta el exviceministro de Salud David Bersh, existió bajo interés en actividades de prevención por parte de las aseguradoras a los regímenes. La prueba de ello son las bajas ejecuciones presupuestales en el rubro para prevención.
Esos actores se dedicaron, francamente, más a la parte asistencial. Por fortuna ahora el Ministerio le hace un seguimiento a las actividades de protección específica y detección temprana de cada EPS y le pide razón de lo que hace y no de lo que invierte o deja de gastar. Para fortuna adicional, la medida tiene gran aceptación entre las Instituciones Prestadoras de los servicios de Salud, destacó el ex viceministro Bersh.
Sobre el mismo tema, el miembro de la OPS, Luis Carlos Ochoa Ochoa, expresó que en Colombia se hace mucho énfasis, como en otras partes del mundo, en la asistencia médica que permite la facturación y la subsistencia de las entidades.
El ex viceministro de Salud David Bersh pone también en discusión algunos puntos más sobre la caída de las coberturas de vacunación en el país. Al bajo interés de los actores de la salud por la prevención, se suma la falta de buenas campañas educativas. Las EPS y las ARS tienen la obligación de inducir la demanda y eso implica motivar; esto se ha hecho apenas parcialmente.
La educación de los padres es fundamental para sostener buenos índices de cobertura. A ellos hay que hacerles entender que son el motor de los programas de vacunación y que las consecuencias económicas y las secuelas físicas y psíquicas de un hijo enfermo por algo que se pudo prevenir con una vacuna sencilla, gratuita, son enormes.
En eso coinciden los dos expertos. También coinciden Bersh y Ochoa, en que la respuesta de los alcaldes es pobre en lo referente a la prevención, con algunas excepciones, porque no le dan la importancia suficiente a la promoción con los recursos del PAB. Está claro que si en una localidad no se insiste en la información acerca del lugar, la fecha y la hora de las jornadas de vacunación, que ojalá fueran permanentes, no asistirán los padres con sus hijos.
Esa es una responsabilidad de los alcaldes y las autoridades locales de salud. Como ese problema de difusión, existen también otras barreras técnicas que no permiten ampliar la cobertura de vacunación. El subsecretario de Planeación en Salud de Medellín, Antonio Abad, considera que el modelo de regímenes de aseguramiento presenta problemas para identificar la población. Las bases de datos del régimen contributivo y del régimen subsidiado presentan dificultades, y más aún, las bases de información del personal Vinculado.
Llevar una historia clínica completa y un esquema de vacunación sin distorsiones, sin tener bases de datos actualizadas, es imposible, más cuando la población de vinculados crece ostensiblemente con el desplazamiento que a diario se presenta en nuestro país, por las condiciones de orden público.
Sugiere el subsecretario de Salud de Medellín, que se debe concertar un modelo que permita a la población de cero a 5 años, tener esquemas de vacunación completa a pesar de la movilidad de los grupos poblacionales. Se debe evitar en adelante la repetición de las dosis a los niños, caso usual, y recuperar la información fiel para las estadísticas de la cobertura. Podría ser necesario, incluso, volver a los sistemas antiguos, costosos pero confiables, como el barrido casa por casa en los niveles uno y dos del SISBEN o en los estratos sociales menores, para asegurar la mejor cobertura de la inmunización, puntualizó el funcionario de la Secretaría de Salud de Medellín.
Algunos directores de hospitales consultados por EL PULSO, también relacionaron problemas técnicos que no permiten ampliar las coberturas de vacunación y por ende, prevenir enfermedades. Entre otros puntos admitieron que los programas de promoción y prevención se ven afectados por el modelo impuesto, que deja la subsistencia de las IPS supeditada a la facturación. Así, es evidente que en oportunidades se nieguen, indolentemente, los servicios de vacunación, porque los niños no están inscritos en un régimen de aseguramiento o simplemente porque los padres no tiene con qué pagar los elementos utilizados, como es el caso de una jeringa cuando la vacunación se solicita por fuera de las jornadas especiales.
Inclusive, en algunas IPS ponen horarios restrictivos y discriminatorios para la vacunación permanente, a los cuales no pueden atender los asalariados o quienes laboran tiempo completo. Ellos no obtienen permisos para llevar a los niños a vacunar o simplemente no se dan por enterados del sistema que allí opera.
En ese sentido hay acciones por destacar. Vale la pena reseñar la organización y la unión de las EPS en Bogotá, donde se vacunaron recientemente los niños y las mujeres en edad fértil, sin distinguir a cuál entidad estaban inscritos. Lo importante fue el trabajo conjunto de prevención y la importancia que se le dio a la gente.
Hay otros errores para enmendar, porque hacen parte de la sumatoria de elementos que inciden en la baja cobertura. Por mala costumbre del colombiano, muchos dejan para última hora su presencia en las jornadas especiales. Lamentablemente se quedan sin atención muchos niños porque no alcanzan a llegar en la fila o simplemente los padres renuncian a continuar allí, muchas veces a la intemperie, y dejan la vacunación para cualquier otro día, con la consabida despreocupación posterior. La barrera notoria allí es la falta de personas que puedan atender rápidamente la demanda de vacunas, no sólo en el instante final, sino durante toda la jornada.
Esa falta de recursos humanos se presenta porque ahora no se permiten los voluntarios que apliquen los biológicos. El Sistema Obligatorio de Garantía de la Calidad, importante desde todo punto de vista, sólo permite que sea un auxiliar de enfermería capacitado y debidamente autorizado, quien intervenga en la aplicación de la dosis.
Antioquia fue modelo nacional
Un departamento que siempre fue modelo de cobertura comenzó a hundirse, en ese sentido, desde 1997. Penosamente cayó la vacunación Antipolio del 92 al 82%, entre 1996 y 1999. Tan sólo se notó una mejoría en el 2000, cuando la cobertura de inmunización contra la polio subió al 85%.
Algo parecido ocurrió con la vacunación contra el sarampión, que estaba en 116% y bajó al 95%, índices más aceptables pero no óptimos, si se compara con los obtenidos anteriormente.
Las estadísticas tomadas hasta septiembre del presente año muestran que aproximadamente el 60% de los menores de Antioquia están protegidos contra polio, tuberculosis meningea, difteria, tosferina, tétanos y hepatitis B. Sólo el 33% de esos niños están vacunados contra enfermedades causadas por Haemophilus Influenza tipo B, y el 66 por ciento de los niños se encuentran protegidos contra sarampión, rubéola y parotiditis. Los datos revelan que Antioquia, un departamento modelo, decayó en la cobertura hasta convertir a su población en vulnerable.
Tener bajas coberturas se convierte en atentado contra la salud nacional, pero permitir que haya municipios con apenas 20% en inmunizaciones es casi criminal. Es hora de que nos pellizquemos, porque la prevención no es un lujo sino una necesidad, y todos, desde el gobierno nacional hasta los padres de familia, cargamos con esa responsabilidad.
La vergüenza
Es de conocimiento que en algunas localidades del país las condiciones de transporte son críticas. En esas zonas rurales hay que hacer recorridos amplios, que duran hasta días, para que los encargados de la vacunación lleguen o para que los interesados accedan a ese mecanismo de prevención de enfermedades. Eso dificulta la cobertura en municipios de los Llanos Orientales, Chocó y Antioquia, entre otros, pero no puede ser considerado punto de diferencia con la cobertura de antes de 1997, porque las dificultades de transporte fueron hasta peores en los años en que la cobertura fue superior. En consecuencia, en ese aspecto no hay disculpa para la caída de la vacunación en sitios apartados.
Diferente es lo que ocurre donde las condiciones de orden público no favorecen la movilización de los pobladores que tienen conciencia de la necesidad de la vacunación, como tampoco se favorece el transporte y movilización del personal de salud que efectúa la inmunoprevención. Por esta razón se puede salvar la responsabilidad de las autoridades locales, valga decir los alcaldes, y de las encargadas de la salud a todo nivel, aunque no se puede dejar de lamentar la situación que pone en riesgo a la población por fuera del conflicto nacional.
Lo más triste es que existen municipios de nuestro territorio que no tienen ni el problema del transporte ni son afectados directamente por la violencia. En diferentes partes, como en algunos departamentos de los antiguos territorios nacionales y aún en otros del centro y occidente del país, han bajado las coberturas de vacunación, tanto que sus indicadores van desde 60 hasta 20%.
Con todo lo anotado hasta ahora y quizás otros puntos que faltan por sumar, como el crecimiento de la población y los recortes presupuestales; las desviaciones de los recursos de la salud por corrupción o desconocimiento de las normas y otros más que no examinaremos no por falta de importancia, quedamos con las puertas abiertas a las epidemias. Estar por debajo del 95 por ciento de cobertura en vacunación es un riesgo de salud pública que el país no puede ignorar.



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