EDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 8    NO 100 ENERO DEL AÑO 2007    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co

Fundado en Medellín, el 30 de julio de 1998. Director: Julio Ernesto Toro Restrepo. Comite Editorial: Juan Guillermo Maya Salinas, Alba Luz Arroyave, Jairo Humberto Restrepo, Javier Ignacio Muñoz y Gonzalo Medina. Dirección Comercial: Diana Cecilia Arbeláez. Editora: Olga Lucía Muñoz López. Asesoras comerciales: Amparo Abril Rojas y María Eugenia Botero. Web master: Santiago Ospina Gómez

Cien ediciones
de soledad

Esta edición es la número cien del periódico El Pulso. Se cumplen cien meses de esta publicación y algo que parece tan sencillo como es registrar un hecho, el hecho de haber logrado cien meses consecutivos sacar El Pulso, entraña un esfuerzo económico, intelectual, de disposición de ánimo, de entereza y de decisión, realmente muy valioso.
En su intención, El Pulso quiere poner de presente los hechos y apoyar la información presentada con columnas responsables y juiciosas, y conformar con todo el conjunto un aporte para todas las personas del sector de la salud. Este aporte siempre contiene la pretensión de que finalmente, se realicen acciones, importantes acciones que beneficien a todos los destinatarios de las tareas de salud, es decir los pacientes.
La construcción y el desarrollo de un sistema de salud nos compromete a todos, tanto en sus intenciones como en sus maneras, y en sus logros o fracasos; y bajo esta creencia, en cien ediciones se ha tomado una voz que hacía falta y se han expresado pensamientos, opiniones y juicios que se suscitan desde la vivencia misma de una propuesta de un sistema de salud que debe mejorar, y mejorar permanentemente, para que el futuro no sea, con el pasar del tiempo, un presente agobiante y excluyente; para que las intenciones sí sean en realidad las que se predican en los enunciados y declaraciones de un sistema que debe ser justo, universal, eficiente, integral, y para que prime el sentido humano que entraña el ejercicio médico sobre otros intereses, que aunque legítimos, no pueden ser la razón primera de un sistema de salud y menos en el contexto de la seguridad social, tal como fue declarado en 1993 en la Ley 100.
En la vida social todos parecen aceptar que la salud no puede ser un bien con el cual se negocie y se entregue al juego de la oferta y la demanda; todos parecen aceptar que el alivio del dolor y del mal estar físico, no pueden estar supeditados al dinero que se ponga sobre la mesa; en la vida social, igualmente, todos parecen estar de acuerdo en la importancia de ampliar las coberturas hasta la totalidad de los colombianos, y también parecen estar todos muy de acuerdo cuando se habla en público, que los servicios asistenciales de salud no pueden estar disponibles sólo para algunos. En privado y en la vida real, las cosas se ven distintas. Por esto hay que estar atentos para que no sean intereses de mercado las fuerzas que actúen sobre el médico y sobre el enfermo, sino las fuerzas de una rigurosa e independiente conducta médica y las necesidades sentidas del paciente, y debe haber alguien que lo diga.
Igualmente, debe haber alguien que diga que la medicina no puede subordinarse al capital; que alguien diga que no es el médico, en el ejercicio de su profesión, quien deba responder por las pretensiones de un sistema económico; debe alguien decir con claridad que el Estado no puede entregar las intenciones redistributivas a terceros y que no es el médico quien debe asumir los costos de ella recibiendo el impacto de salarios lánguidos y de incertidumbre laboral develada sólo por tablas de rendimiento. Igualmente, alguien debe decir que la medicina es la medicina, y que la medicina no es economía, ni es de su competencia ni de su alcance indicador financiero alguno. Y alguien debe decir e insistir, que sí tienen valor y sentido las relaciones interpersonales entre médico y paciente; y que sí hay allí un valor terapéutico en ello. Alguien debe decirlo, y El Pulso en cien ediciones consecutivas ha sido tribuna y lugar para exponer y explicar el sentido fundamental del ejercicio médico, es decir, para estar del lado del paciente siempre. La tarea elegida ha sido un poco solitaria, y por eso mismo, valiente. Creemos que los motivos valen esa pena y las intenciones valen, sin ninguna duda, el esfuerzo de cien ediciones de soledad.

 
 




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