Esta edición es la número cien del periódico
El Pulso. Se cumplen cien meses de esta publicación
y algo que parece tan sencillo como es registrar un hecho,
el hecho de haber logrado cien meses consecutivos sacar
El Pulso, entraña un esfuerzo económico, intelectual,
de disposición de ánimo, de entereza y de
decisión, realmente muy valioso.
En su intención, El Pulso quiere poner de presente
los hechos y apoyar la información presentada con
columnas responsables y juiciosas, y conformar con todo
el conjunto un aporte para todas las personas del sector
de la salud. Este aporte siempre contiene la pretensión
de que finalmente, se realicen acciones, importantes acciones
que beneficien a todos los destinatarios de las tareas de
salud, es decir los pacientes.
La construcción y el desarrollo de un sistema de
salud nos compromete a todos, tanto en sus intenciones como
en sus maneras, y en sus logros o fracasos; y bajo esta
creencia, en cien ediciones se ha tomado una voz que hacía
falta y se han expresado pensamientos, opiniones y juicios
que se suscitan desde la vivencia misma de una propuesta
de un sistema de salud que debe mejorar, y mejorar permanentemente,
para que el futuro no sea, con el pasar del tiempo, un presente
agobiante y excluyente; para que las intenciones sí
sean en realidad las que se predican en los enunciados y
declaraciones de un sistema que debe ser justo, universal,
eficiente, integral, y para que prime el sentido humano
que entraña el ejercicio médico sobre otros
intereses, que aunque legítimos, no pueden ser la
razón primera de un sistema de salud y menos en el
contexto de la seguridad social, tal como fue declarado
en 1993 en la Ley 100.
En la vida social todos parecen aceptar que la salud no
puede ser un bien con el cual se negocie y se entregue al
juego de la oferta y la demanda; todos parecen aceptar que
el alivio del dolor y del mal estar físico, no pueden
estar supeditados al dinero que se ponga sobre la mesa;
en la vida social, igualmente, todos parecen estar de acuerdo
en la importancia de ampliar las coberturas hasta la totalidad
de los colombianos, y también parecen estar todos
muy de acuerdo cuando se habla en público, que los
servicios asistenciales de salud no pueden estar disponibles
sólo para algunos. En privado y en la vida real,
las cosas se ven distintas. Por esto hay que estar atentos
para que no sean intereses de mercado las fuerzas que actúen
sobre el médico y sobre el enfermo, sino las fuerzas
de una rigurosa e independiente conducta médica y
las necesidades sentidas del paciente, y debe haber alguien
que lo diga.
Igualmente, debe haber alguien que diga que la medicina
no puede subordinarse al capital; que alguien diga que no
es el médico, en el ejercicio de su profesión,
quien deba responder por las pretensiones de un sistema
económico; debe alguien decir con claridad que el
Estado no puede entregar las intenciones redistributivas
a terceros y que no es el médico quien debe asumir
los costos de ella recibiendo el impacto de salarios lánguidos
y de incertidumbre laboral develada sólo por tablas
de rendimiento. Igualmente, alguien debe decir que la medicina
es la medicina, y que la medicina no es economía,
ni es de su competencia ni de su alcance indicador financiero
alguno. Y alguien debe decir e insistir, que sí tienen
valor y sentido las relaciones interpersonales entre médico
y paciente; y que sí hay allí un valor terapéutico
en ello. Alguien debe decirlo, y El Pulso en cien ediciones
consecutivas ha sido tribuna y lugar para exponer y explicar
el sentido fundamental del ejercicio médico, es decir,
para estar del lado del paciente siempre. La tarea elegida
ha sido un poco solitaria, y por eso mismo, valiente. Creemos
que los motivos valen esa pena y las intenciones valen,
sin ninguna duda, el esfuerzo de cien ediciones de soledad.
|