El Sistema Nacional de Salud (SNS) se modificó
con el Sistema de Seguridad Social en Salud, buscando resolver
3 problemas: falta de cobertura, falta de calidad en servicios
y crisis hospitalaria. Se cambió el subsidio de oferta
a demanda y se creó un sistema de aseguramiento,
que "automáticamente" resolvería
el tema hospitalario. Pero no fue así. Los problemas
hospitalarios no son exclusivos de Colombia, porque iguales
dificultades atraviesan en el mundo, más cuando tienen
que entrar a competir por mercado cual si fueran entidades
financieras, siendo en realidad entidades técnico-científico-asistenciales.
Los hospitales públicos tienen grandes exigencias
en auto-sostenibilidad y competencia en el medio, condicionados
al comportamiento del mercado; tienen dificultades financieras
por la naturaleza misma de su misión, más
históricamente muestran sostenibilidad. En el SNS
no se cerraron hospitales aunque había crisis, pero
para los ministros actuales más que un preciado recurso,
los hospitales parecen solo un problema laboral y financiero.
Según el gobierno, los hospitales están en
crisis por su corrupción e ineficiencia y por falta
de interés de los dirigentes locales. Ante la situación,
las únicas propuestas del gobierno son las exigencias
de ajuste para garantizar equilibrio financiero y sostenibilidad
(art. 36 - Ley 1151/07, Plan de Desarrollo 2006-2010), y
el Programa de reorganización, rediseño y
modernización de redes, o reestructuración
hospitalaria. El Ministerio de Hacienda propone emprender
la segunda fase del proceso, que las más de las veces
fue peor remedio que la enfermedad: en la experiencia y
en estudio de la Academia Nacional de Medicina, que compara
hospitales reestructurados y sin reestructuración,
los resultados mejoran en los 2 primeros años luego
de la reestructuración, y caen al nivel de no reestructurados
al tercer año. Además, se considera que el
artículo 36 de la Ley 1151 es contrario a los fines
del Estado Social de Derecho, porque el funcionamiento de
entidades públicas de salud no puede condicionarse
a su sostenibilidad financiera.
Las reformas en salud están orientadas desde la Ley
100, a que el Estado tenga menos intervención en
la seguridad social y que ésta la asuma el sector
privado, porque prima el criterio de rentabilidad económica
sobre la social, en el sentido de que entidades viables
financieramente se mantienen, y las que no, pueden ser liquidadas.
Los hospitales públicos cumplen una misión
especial, son imprescindibles, porque no hay sistema de
salud que no los tenga. Y el sector público, el Estado,
el gobierno, no pueden renunciar a su responsabilidad de
garantizar la prestación de servicios de salud en
hospitales públicos. Ya se vio como la Ley 100 puso
a competir instituciones públicas con privadas con
ánimo de lucro: las públicas acabaron desmontándose
porque no soportaron la competencia con instituciones que
no tienen funciones sociales.
Muchas veces, voceros oficiales salen a la defensiva a reafirmar
que "este gobierno no está ni por liquidar ni
por privatizar, sino que busca la optimización de
instrumentos y sistemas". Más puede verse como
el mercado de la salud creado por la Ley 100, en sus inicios
dominado por el sector público en un monopolio estatal,
ahora casi cerró el círculo, con la gran parte
del aseguramiento en el sector privado y la prestación
de servicios orientada ineluctablemente hacia él
también, ante las dificultades de la oferta pública.
Es una actitud mercantilista para un bien preferente como
la salud, que promueve al sector privado en la prestación
de servicios, con imperativa mentalidad de supervivencia
financiera. ¿Qué empresa puede sobrevivir
si no le pagan? La crisis de los hospitales está
en la transformación de recursos de oferta a recursos
de demanda, que como tales quedaron sujetos al no pago.
¿Se puede esperar que si los hospitales públicos
se ven en calzas prietas para atender la población
más pobre y vulnerable, que en Colombia es la gran
mayoría, los operadores privados sí lo lograrán,
dando resultados económicos y rentabilidad, cuando
salud es un componente de rentabilidad social y no económica?
Mientras el gobierno hace cuentas alegres sobre su política
de concesión de hospitales públicos a operadores
privados, gerentes de importantes centros asistenciales
coinciden en un resultado fundamental: la reestructuración
genera riesgo financiero que amenaza la sostenibilidad de
los hospitales, en la medida en que la conversión
de recursos de oferta a demanda acrecienta la cartera morosa
con excedentes de facturación por los que no responde
el gobierno. A su vez, la concesión a operadores
privados es una privatización disfrazada, para la
cual es un insumo la debilidad institucional y todo ello
incide en la disminución de la calidad de la atención
en salud. Ante la situación, el gobierno no está
considerando las secuelas en el detrimento del patrimonio
público y en los indicadores concretos de la salud
pública.
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