DELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 10    No. 122 NOVIEMBRE DEL AÑO 2008    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 

 
Exposición
“Sin remedio”
Una historia de la des-protección social
Hernando Guzmán Paniagua elpulso@elhospital.org.co
“Árbol de látex”, de Alberto Baraya, plasma una larga historia de conquista, explotación y apropiación del secreto farmacológico natural. Al fondo, el video digital “JFH Redentor” de Néstor Gutiérrez, recreación del monumental Cristo de Río de Janeiro (Foto cortesía de Galería Alcuadrado).
“¿Qué más puede hacer el arte sino mostrar la historia de la desprotección social?”, afirmó la crítica de arte Mariángela Méndez, curadora de la exposición titulada “Sin remedio”, colgada recientemente por la Galería Alcuadrado de Bogotá, en la abandonada Clínica Santa Rosa. Las obras expuestas allí por 10 artistas y los mismos pabellones fantasmales, habitados por el abandono y la desolación, que aún sueñan con ser algún día hospital universitario, mostraron “una esfera autónoma de resistencia, de crítica ante la actual situación social y política”, dijo esta barranquillera de 33 años, señalada como promisoria figura del ambiente artístico nacional.
“Sin remedio” exigió un severo diagnóstico, tres meses para la selección de los artistas y un aplicado estudio de la situación social y de la salud en Colombia. Mariángela buscó quien plasmara en collages, performances, instalaciones, látex vulcanizado, fotografías y videos, una realidad tan amarga como ésta que expresa: “Hoy 24 millones de colombianos (54% de los habitantes) están por debajo de la línea de pobreza. En la década de los 90's, el 10% más pobre de la población recibió una parte cada vez menor de sus ingresos totales. Para 2008 se estima un promedio de 3 millones de desplazados por la violencia y el desempleo sólo disminuye en 0.57%”.
El “marco teórico” considera también la desproporción entre el aumento de los afiliados al sistema de salud y el creciente cierre de hospitales por quiebra en la última década.
En “Retorno”, de María José Arjona, “aunque la acción insinúa una violencia anterior, también abre la posibilidad misma de la vida” (Foto cortesía Alcuadrado).
El hospital, metáfora del país
Lejos de la porno-violencia, “Sin remedio” es huella y testimonio de una realidad lacerante, donde “el deseo de estas obras de tomar riesgos no es otra cosa que un deseo por el futuro y requiere una forma, un cuerpo”, señala Mariángela Méndez, quien interpretó una por una las obras de la muestra.
Para ella, el “Árbol de látex” de Alberto Baraya, nos remite a la selva como depósito natural de recursos, objeto de explotación de conquistadores españoles, exploradores imperiales y científicos europeos de los siglos XVII y XVIII, para aprovechar los secretos farmacológicos de la naturaleza, y muestra también el genocidio indígena.
Del Medioevo conquistador se salta a las guerras del narcotráfico con el video “La raíz de la raíz” de Francois Bucher, el cual muestra que “lo que sí ha cambiado, por la historia sangrienta de Colombia, es la progresiva satanización del tema”.
“Retorno” de María José Arjona, es “una reafirmación del cuerpo a pesar y en contra de la violencia sugerida por diferentes procesos históricos del país que han buscado desaparecerlo” y donde “el color rojo, asociado con la sangre, fluye gracias a la sístole y diástole del corazón a través del sistema circulatorio”.
“Estado de coma” (de la serie Tejido Blando) de María Elvira Escallón recrea el marasmo del Hospital San Juan de Dios y de todo hospital público, donde “la cama es el único espacio privado de una persona” y “el último enfermo es el hospital mismo que lleva en estado de coma más de 7 años”. Citando una bella frase de “La Vorágine” de José Eustasio Rivera, María Elvira titula otra obra “Recelaron del cielo que no se divisaba por ninguna parte”, con una instalación in situ que plasma un hospital, “metáfora del sistema de salud y del país en general”, la selva urbana de la sin-razón y la sin-salud.
“Implementos” de Néstor Gutiérrez, instalación de objetos de madera y fórmica, es “una prótesis del edificio que promete ayudar a este sistema de salud, pero al faltarle la muleta derecha en lugar de apoyo se convierte en estorbo”.
Jaime Ávila retrata el drama de la emigración con “Se vende Colombia”, mientras que en “Manos de seda”, las ratas de ojos luminosos aparecen como íconos del paisaje nocturno en una ciudad peligrosa y como testigos de la economía informal.
El cubano Wilfredo Prieto, único artista foráneo en la muestra, creó con su “Alfombra y Polvo”, una alegoría de “la carcoma que acompaña cualquier estructura de poder”, en tanto que Miguel Ángel Rojas planteó en su “Buró” el “dilema entre nacer para morir, entre olvidar para recordar, entre la esperanza y la resignación”, y en “Borde de Pánico” atestiguó que “el arte en ocasiones también se queda mudo, se paraliza, ante los horrores de la vida y la muerte”.
“Ambulatorio” de Oscar Muñoz propone una vista aérea de Cali y un mapa de la violencia formado en las grietas de un vidrio de seguridad roto. Y en “Itinerarios” de Juan Fernando Herrán, fotografías de barrios de invasión, una escalera protagonista subraya la distancia entre la morada del invasor y esa ciudad “que se vislumbra como distante, ajena y referencial”.
En síntesis, una muestra interactiva que no podría tener más dramático escenario que la desolada clínica, “testigo y víctima de la enfermedad política: la corrupción, los malos manejos, la indolencia”, aseveró Mariángela Méndez.
“Te acompaño en tu dolor”
La exposición -dijo su curadora- fue más allá de la salud: “El tema de Sin remedio era más grande, y tal vez, aún más desolador, pues se trataba de la condición social y política de Colombia que padece la enfermedad crónica de la corrupción hace muchos, pero muchos años.
“Quien vea esto y luego esté en una situación de poder, talvez lo piense dos veces antes de volverse indolente con la realidad nacional”.
Mariángela Méndez.
“Manos de seda”, de Jaime Ávila. (Foto cortesía Galería Alcuadrado).
Mi preocupación siempre fue si las obras de arte en su denuncia, serían tan elocuentes como el hospital mismo; me inquietaba que la queja del hospital se tragara a las obras, pero al final fue toda una ecuación de partes iguales. Cada una hizo su trabajo, el hospital prestó su espacio y las obras a cambio le proporcionaron un público que lo viera y se lamentara a la vez de su estado. Algo como la compasión que en su raíz latina significa te acompaño en tu dolor o algo así”.
¿Para qué sirvió esta muestra? Mariángela reveló: “Muchas personas evocaron recuerdos de su paso por la clínica, desde suturas de puntos por una caída en bicicleta hasta partos, o al mismo ex Presidente Samper, a quién le salvaron la vida”.
“Algunos médicos -agrega- que trabajaron y aún trabajan en el hospital, reconocieron el valor simbólico del arte, en el que hasta yo misma había perdido la fe. Uno que laboró en la sala donde estaba el performance de María José Arjona, dijo haber visto sangre de verdad, haber visto morir gente allí, y negociar la toma de decisiones de vida o muerte con sus pacientes; sin embargo, nunca se había sentido tan conmovido en esa sala como ahora que estaba intervenida por María José: necesitó que el arte le mostrara la verdadera dimensión de su trabajo. Quien vea esto y luego esté en una situación de poder, talvez lo piense dos veces antes de volverse indolente con la realidad nacional”.
El arte es espacio para expresar lo bello, pero ante todo, lo real. ¿Y qué cosa más real que el dolor? A Mar Cobos, diplomada en Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid, le preguntaron si un hospital es espacio adecuado para mostrar la belleza y ella contestó: “Cualquiera lo es. Más aún en lugares por los que transita el dolor”.
Más de 200 obras de prisioneros de los campos de concentración nazis, expuestas en el Museo Brooklyn de Nueva York en 2003, mostraron que pese a sus atroces suplicios, los cautivos siempre albergaron el anhelo de la belleza. En el caso colombiano, como corolario, Mariángela Méndez constató: “Todos los pacientes de ese hospital que volvieron a visitarlo, con la exposición reconocieron y recordaron que el hospital era un desastre. Bueno, pues ahí está. Las cosas no pasan solas ni por nada. Nosotros somos los que las ayudamos a que sean mejores o peores” .
 



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