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Árbol de látex,
de Alberto Baraya, plasma una larga historia de conquista,
explotación y apropiación del secreto farmacológico
natural. Al fondo, el video digital JFH Redentor
de Néstor Gutiérrez, recreación del monumental
Cristo de Río de Janeiro (Foto cortesía de Galería
Alcuadrado).
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¿Qué
más puede hacer el arte sino mostrar la historia de la
desprotección social?, afirmó la crítica
de arte Mariángela Méndez, curadora de la exposición
titulada Sin remedio, colgada recientemente por
la Galería Alcuadrado de Bogotá, en la abandonada
Clínica Santa Rosa. Las obras expuestas allí por
10 artistas y los mismos pabellones fantasmales, habitados por
el abandono y la desolación, que aún sueñan
con ser algún día hospital universitario, mostraron
una esfera autónoma de resistencia, de crítica
ante la actual situación social y política,
dijo esta barranquillera de 33 años, señalada
como promisoria figura del ambiente artístico nacional.
Sin remedio exigió un severo diagnóstico,
tres meses para la selección de los artistas y un aplicado
estudio de la situación social y de la salud en Colombia.
Mariángela buscó quien plasmara en collages, performances,
instalaciones, látex vulcanizado, fotografías
y videos, una realidad tan amarga como ésta que expresa:
Hoy 24 millones de colombianos (54% de los habitantes)
están por debajo de la línea de pobreza. En la
década de los 90's, el 10% más pobre de la población
recibió una parte cada vez menor de sus ingresos totales.
Para 2008 se estima un promedio de 3 millones de desplazados
por la violencia y el desempleo sólo disminuye en 0.57%.
El marco teórico considera también
la desproporción entre el aumento de los afiliados al
sistema de salud y el creciente cierre de hospitales por quiebra
en la última década. |
En Retorno, de María
José Arjona, aunque la acción insinúa
una violencia anterior, también abre la posibilidad
misma de la vida (Foto cortesía Alcuadrado).
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El
hospital, metáfora del país
Lejos de la porno-violencia, Sin remedio
es huella y testimonio de una realidad lacerante, donde el
deseo de estas obras de tomar riesgos no es otra cosa que un
deseo por el futuro y requiere una forma, un cuerpo, señala
Mariángela Méndez, quien interpretó una
por una las obras de la muestra.
Para ella, el Árbol de látex de Alberto
Baraya, nos remite a la selva como depósito natural de
recursos, objeto de explotación de conquistadores españoles,
exploradores imperiales y científicos europeos de los
siglos XVII y XVIII, para aprovechar los secretos farmacológicos
de la naturaleza, y muestra también el genocidio indígena.
Del Medioevo conquistador se salta a las guerras del narcotráfico
con el video La raíz de la raíz de
Francois Bucher, el cual muestra que lo que sí
ha cambiado, por la historia sangrienta de Colombia, es la progresiva
satanización del tema.
Retorno de María José Arjona, es una
reafirmación del cuerpo a pesar y en contra de la violencia
sugerida por diferentes procesos históricos del país
que han buscado desaparecerlo y donde el color rojo,
asociado con la sangre, fluye gracias a la sístole y
diástole del corazón a través del sistema
circulatorio.
Estado de coma (de la serie Tejido Blando) de María
Elvira Escallón recrea el marasmo del Hospital San Juan
de Dios y de todo hospital público, donde la cama
es el único espacio privado de una persona y el
último enfermo es el hospital mismo que lleva en estado
de coma más de 7 años. Citando una bella
frase de La Vorágine de José Eustasio
Rivera, María Elvira titula otra obra Recelaron
del cielo que no se divisaba por ninguna parte, con una
instalación in situ que plasma un hospital, metáfora
del sistema de salud y del país en general, la
selva urbana de la sin-razón y la sin-salud.
Implementos de Néstor Gutiérrez, instalación
de objetos de madera y fórmica, es una prótesis
del edificio que promete ayudar a este sistema de salud, pero
al faltarle la muleta derecha en lugar de apoyo se convierte
en estorbo.
Jaime Ávila retrata el drama de la emigración
con Se vende Colombia, mientras que en Manos
de seda, las ratas de ojos luminosos aparecen como íconos
del paisaje nocturno en una ciudad peligrosa y como testigos
de la economía informal.
El cubano Wilfredo Prieto, único artista foráneo
en la muestra, creó con su Alfombra y Polvo,
una alegoría de la carcoma que acompaña
cualquier estructura de poder, en tanto que Miguel Ángel
Rojas planteó en su Buró el dilema
entre nacer para morir, entre olvidar para recordar, entre la
esperanza y la resignación, y en Borde de
Pánico atestiguó que el arte en ocasiones
también se queda mudo, se paraliza, ante los horrores
de la vida y la muerte.
Ambulatorio de Oscar Muñoz propone una vista
aérea de Cali y un mapa de la violencia formado en las
grietas de un vidrio de seguridad roto. Y en Itinerarios
de Juan Fernando Herrán, fotografías de barrios
de invasión, una escalera protagonista subraya la distancia
entre la morada del invasor y esa ciudad que se vislumbra
como distante, ajena y referencial.
En síntesis, una muestra interactiva que no podría
tener más dramático escenario que la desolada
clínica, testigo y víctima de la enfermedad
política: la corrupción, los malos manejos, la
indolencia, aseveró Mariángela Méndez.
Te acompaño en tu dolor
La exposición -dijo su curadora- fue más
allá de la salud: El tema de Sin remedio era más
grande, y tal vez, aún más desolador, pues se
trataba de la condición social y política de Colombia
que padece la enfermedad crónica de la corrupción
hace muchos, pero muchos años. |
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Quien vea
esto y luego esté en una situación de poder,
talvez lo piense dos veces antes de volverse indolente con
la realidad nacional.
Mariángela Méndez.
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Manos de seda, de Jaime Ávila. (Foto cortesía
Galería Alcuadrado). |
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Mi preocupación
siempre fue si las obras de arte en su denuncia, serían
tan elocuentes como el hospital mismo; me inquietaba que la
queja del hospital se tragara a las obras, pero al final fue
toda una ecuación de partes iguales. Cada una hizo su
trabajo, el hospital prestó su espacio y las obras a
cambio le proporcionaron un público que lo viera y se
lamentara a la vez de su estado. Algo como la compasión
que en su raíz latina significa te acompaño en
tu dolor o algo así.
¿Para qué sirvió esta muestra? Mariángela
reveló: Muchas personas evocaron recuerdos de su
paso por la clínica, desde suturas de puntos por una
caída en bicicleta hasta partos, o al mismo ex Presidente
Samper, a quién le salvaron la vida.
Algunos médicos -agrega- que trabajaron y aún
trabajan en el hospital, reconocieron el valor simbólico
del arte, en el que hasta yo misma había perdido la fe.
Uno que laboró en la sala donde estaba el performance
de María José Arjona, dijo haber visto sangre
de verdad, haber visto morir gente allí, y negociar la
toma de decisiones de vida o muerte con sus pacientes; sin embargo,
nunca se había sentido tan conmovido en esa sala como
ahora que estaba intervenida por María José: necesitó
que el arte le mostrara la verdadera dimensión de su
trabajo. Quien vea esto y luego esté en una situación
de poder, talvez lo piense dos veces antes de volverse indolente
con la realidad nacional.
El arte es espacio para expresar lo bello, pero ante todo, lo
real. ¿Y qué cosa más real que el dolor?
A Mar Cobos, diplomada en Bellas Artes de la Universidad Complutense
de Madrid, le preguntaron si un hospital es espacio adecuado
para mostrar la belleza y ella contestó: Cualquiera
lo es. Más aún en lugares por los que transita
el dolor.
Más de 200 obras de prisioneros de los campos de concentración
nazis, expuestas en el Museo Brooklyn de Nueva York en 2003,
mostraron que pese a sus atroces suplicios, los cautivos siempre
albergaron el anhelo de la belleza. En el caso colombiano, como
corolario, Mariángela Méndez constató:
Todos los pacientes de ese hospital que volvieron a visitarlo,
con la exposición reconocieron y recordaron que el hospital
era un desastre. Bueno, pues ahí está. Las cosas
no pasan solas ni por nada. Nosotros somos los que las ayudamos
a que sean mejores o peores . |
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