Los hospitales de Colombia siguen muriendo en la peor crisis
financiera de los últimos tiempos, mientras que las
entidades responsables de esta asfixia, y el gobierno a
quien compete la rectoría del sistema de salud, siguen
de espaldas a la realidad.
El panorama de los hospitales y clínicas es realmente
desolador, incluso en hospitales públicos categorizados
con riesgo fiscal y financiero bajo o sin riesgo, pero con
frágil equilibrio financiero. En todos los niveles,
la muerte ronda por las salas, los grandes deudores encabezados
por algunas EPS, mantienen sometidos a asfixia mecánica
a hospitales y clínicas, víctimas de su inveterada
cultura de no pago. La iliquidez para seguir funcionando
es el común denominador y realidad única en
centros asistenciales, y no un invento de sus directivos
y trabajadores como pretenden los voceros gubernamentales,
empeñados en disimular la crisis con el subterfugio
de casos aislados.
Una cartera total que en marzo de 2015 superaba los $12.3
billones, $5.3 billones de los hospitales públicos
y $7 billones en los privados, más de la mitad de
este pasivo por encima del año de antigüedad
y sin atisbo de pago, sin mencionar los cierres de servicios
esenciales en hospitales y clínicas, la penuria de
miles de empleados sin salario durante meses y las suspensiones
de pagos a proveedores y contratistas, no son cosa insignificante
como lo ven quienes piensan que los hospitales se sostienen
con buenas intenciones. Más aún: con una morosidad
superior a 60 días y pagos a 6, 7 u 8 meses: ¿qué
sector, actividad económica o empresa aguantan esos
plazos de pago?
Una situación tan dramática como ésta,
apenas ha servido para desnudar el mundo irreal que vive
el alto gobierno. Se anunció un plan de choque con
inyección de $1.5 billones. ¿Qué es
esto, un chiste de mal gusto o la prueba de la incapacidad
gubernamental frente a un sistema que hace aguas en medio
de la improvisación y el caos normativo? ¿Qué
son billón y medio de pesos frente a un hueco de
más de $12 billones? Ante semejantes cifras, el gobierno
compra cartera por $100.000 millones, un porcentaje ridículo:
con esta plata no se cubre siquiera lo que debe una sola
EPS como Savia Salud en Antioquia.
Pese a la billonaria cartera, el gobierno insiste en negar
la crisis, alegando que muchos hospitales tienen grandes
utilidades. Otro infortunado chiste: las cifras que a veces
figuran como utilidad en el balance de un hospital es dato
de ejecución presupuestal, soportado en valores incluidos
en la cartera no ingresados en caja, ajenos al flujo real
de recursos.
Por enésima vez: ¿Hasta cuándo tolerará
el gobierno el incumplimiento en el pago a muchas EPS y
a sus propias entidades? ¿Dónde están
las sanciones de Supersalud? ¿Cuál es el peso
de las conciliaciones de cuentas? Frente a la irresponsabilidad
de las aseguradoras, responsables directas del deterioro
en la atención de la gente, el Estado actúa
como un árbitro más miope y desentendido que
los de la FIFA.
Total, ni muchos deudores pagan, ni el gobierno le cumple
a las EPS con sus deudas, ni el sistema cambia, ni terminan
los remiendos cosméticos. El gobierno del Presidente
Santos ni cuenta se ha dado del desastre sanitario, empeñado
como está en practicar la política del avestruz
y dar pildoritas de acetaminofén burocrático
a un enfermo terminal.
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