MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 18    No. 234  MARZO DEL AÑO 2018    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 

Pascua

Abraham Chams Anturi, Director Unidad Funcional Materno Infantil de San Vicente Fundación. Profesor Asociado de Cirugía Pediátrica, Universidad de Antioquia. - elpulso@sanvicentefundacion.com

Desde la antigüedad las grandes culturas y pueblos celebran hechos y acontecimientos históricos, por un lado para recordarlos, y por otro para garantizar que estos se vuelvan a repetir. Uno de los mejores ejemplos son aquellos que van de la mano con los fenómenos naturales, estos al sobrepasar el entendimiento humano y demostrar su gran poder creativo y destructivo, hicieron surgir, en el hombre primitivo, un sin número de preguntas que demandaban respuesta.

Al revisar la mitología y los diferentes estudios antropológicos en diversos pueblos y culturas encontraremos que ante estos hechos surge la repuesta divina, como ente más allá de lo que el hombre es capaz de entender y controlar. Un buen ejemplo son las estaciones, el invierno es una época del año en donde el frío, la nieve y el gris del cielo evocan tristeza y si a esto le sumamos que no florece ni da frutos la vida vegetal y los animales se esconden o invernan, casi que podemos asemejar esta época con la muerte misma. De pronto llega la primavera con su calidez, sus colores, todo florece, el canto de las aves, la música y las fiestas de los hombres. La mitología greco romana explica esta conjunción de características con el rapto que Hades, dios del mundo de los muertos que hace de Perséfone, hija de Deméter, diosa de las cosechas; en común acuerdo se dispuso que Perséfone permanecería una parte del año en compañía de su esposo en el recinto de la muerte y la otra parte del año en compañía de su madre, la cual se ponía muy feliz y hacia florecer la tierra; así explican los griegos las estaciones.

Los pueblos primitivos ofrecían sacrificios y oblaciones a sus diferentes dioses, ofrecían el producto de la tierra (cultivos) y de sus rebaños (animales), y de esta forma creían asegurarse buenos augurios y excelentes cosechas. De una forma especial era vertida en la tierra la sangre de los animales a las afueras de los campamentos (en ocasiones sangre humana), donde las moscas se daban un gran festín, evitando que estas entraran a las tiendas y de esta manera alejaban las enfermedades e inmundicias, dicho de otra forma, se aseguraban de alejar el mal (Baal, “el señor de las moscas”).

Los semitas no son ajenos a este comportamiento antropológico, ya que existen evidencias arqueológicas que confirman que celebraban el ocaso del invierno y la llegada de la primavera. (El pueblo judío es también semita). Ocurre un salto en la naturaleza, un salto de la muerte a la vida. Precisamente la palabra “Pascua” del hebreo “Pésaj” de la raíz “Psh” significa cojear o saltar, palabra que evoca las danzas rituales entorno a un sacrificio. Otra forma de entenderlo es con la expresión “pasar por alto” o “perdonar”. Dios pasa por esta tierra y el invierno se convierte en primavera, la esclavitud en libertad, la muerte en vida.

Cuando los Israelitas fueron por una hambruna a vivir a Egipto, inicialmente gozaron de prosperidad y posteriormente fueron duramente esclavizados bajo el dominio del Faraón. Moisés era de origen hebreo, pero salvado de las aguas fue criado como un príncipe egipcio; un día descubrió como maltrataban duramente a su raza y tratando de ser libertador por sus propias fuerzas mato a un capataz, pero todo salió mal y tuvo que huir del poder del faraón. Un día Moisés conoció al Dios de sus antepasados, mientras pastoreaba las ovejas de su suegro.

“He visto la aflicción de mi pueblo, he escuchado el clamor ante sus opresores y conozco sus sufrimientos. He bajado para liberarlos y para llevarlos a una tierra que mana leche y miel”. Dios no es ajeno al sufrimiento del hombre, conoce sus esclavitudes y miedos e interviene en la historia para liberarlos. “Yo estaré contigo”, es la promesa de Dios, que se cumple plenamente en el Mesías (Dios con nosotros), “desde la libertad me daréis culto en este monte”, Una verdadera alianza, un verdadero pacto, no puede ser sellado por esclavos, solo un hombre libre puede aceptar el señorío de Yahvé. “Yo Soy El que Soy”, Él es el que realmente existe, las demás cosas existen en El, Él es el único que hace que las cosas lleguen a ser.

Moisés y su hermano Aarón, le piden al faraón permiso para que el pueblo celebre fiesta y holocausto en honor al Señor, pero este lo niega. Como el rey de Egipto se niega a la petición de Moisés, Dios envía diez plagas sobre su pueblo: El Nilo se convierte en sangre, ranas, mosquitos, tábanos, se enferma el ganado, llagas, granizo, langostas, oscuridad y por último la muerte de los primogénitos. De esta forma Yahvé, El Dios de Israel, sentencia a los dioses egipcios, y demuestra su poder. El Nilo era considerado un dios, al igual que el sol (RA), y por último Anubis dios del mundo de los muertos que no logra salvar los primogénitos egipcios.

El Señor le dijo a Moisés: “Escogerán un corderito [...], tomarán su sangre para untar los postes y la parte superior de sus puertas. Lo comerán todo asado, con su cabeza y sus entrañas, con panes sin levadura. [...] Yo recorreré Egipto y daré muerte a todos los primogénitos de los egipcios y de sus animales. [...] Al ver la sangre del cordero pasaré de largo de vuestras casas.” Esa noche el Exterminador hirió de muerte a Egipto pero pasó por alto la casa de los Israelitas, la sangre del cordero pascual marcó al pueblo de Dios. Un pueblo pobre, esclavo, sin futuro y sin esperanzas, fue liberado de la injusticia de un rey rico, poderoso. Para el pueblo judío esta es una fecha especial y con el tiempo la fiesta de agricultores y pastores se convierte en la prueba de que Dios está de parte de ellos.

La pascua judía se celebra durante el plenilunio del equinoccio de primavera, el 14 del mes de Abib, llamado Nisán después del exilio (marzo-abril). Con el tiempo a esta fiesta inicialmente de pastores nómadas, se le junta la fiesta de agricultores conocida como “Los panes ázimos”, esta va del 15 al 21 de Nisán. Los irrealitas sacaban la levadura de sus casas para la celebración de pascua, la levadura es símbolo de mentira y falsedad, por eso el pan que se consumía era ázimo (sin levadura). Durante la reforma de Josías, se instituyó que la fiesta era en Jerusalén y el sacrificio pascual en el templo. La víctima era un cabrito, macho sin defecto, separado desde el día 10 del mes, no se le debía romper hueso alguno, dice la tradición que era escogido del huerto de los olivos. El sacrificio era ofrecido por el sumo sacerdote, la sangre del sacrificio era untada en el dintel de la puerta, este se comía en familia y vestidos listos para viajar. En la tierra prometida los comensales descansaban sobre el costado izquierdo (símbolo de que eran hombres libres). En la actualidad no existe el templo, este fue destruido por los romanos en el año 70 DC.

Todo comienza en la tarde del Seder, que significa orden, porque en esta cena todo está rigurosamente ordenado, pues se trata de la tarde más solemne del año. La cena tiene una hermosa estructura pedagógica, que permite que los niños aprendan experimentalmente a ser judíos, a convertirse en miembros del pueblo elegido. Después de encender las luces y del lavado ritual de las manos se sirve la primera copa de vino (la copa de la santificación), que se bebe mientras se pronuncia una oración de alabanza, el padre de familia moja entonces la verdura en un agua salada, pronuncia una bendición y da algo a cada uno. Luego reparte un pan ázimo, del que separa la mitad la cual se esconde para ser encontrada después de la cena.

Se sirve entonces la segunda copa (la copa de acción de gracias). El menor de los asistentes pregunta sobre la razón por la cual se celebra en esta forma la fiesta. Todos responden: “Un día fuimos esclavos del Faraón en el Egipto; entonces nos condujo el Eterno, nuestro Dios, fuera de allí.” Se narra entonces la historia de la liberación. Con ocasión de la narración del recuerdo de las diez plagas, cada uno mete un dedo en la copa de vino, toma diez veces una gotita y la derrama. No se debe beber completamente la copa de la alegría, pues entonces hubo mucho sufrimiento entre las gentes en el Egipto. A la narración de la historia de la liberación responden todos con el Hallel, el conjunto de salmos de alabanza que tienen que ver con la liberación del Egipto. Se bebe entonces la segunda copa. El padre de familia toma el pan, pronuncia la acción de gracias, lo parte y da de él un trocito a cada uno y aquí se come el plato fuerte, “el cordero pascual”.

Después de comer se sirve la tercera copa (la copa de la redención), el padre de familia comienza una oración y finalmente la cuarta copa (la copa del cumplimiento). Se abre la puerta para que pueda entrar el mensajero del Mesías, el profeta Elías. En medio de la mesa se pone una copa llena de vino para él. Se canta la segunda parte del Hallel y se bebe la cuarta copa y con una oración de conclusión se termina la celebración.

En tiempos de Jesús, los judíos eran pobres súbditos de Roma, su clase política y religiosa era corrupta, hacía mucho tiempo que no existía un profeta que anunciara de parte de Dios ni que denunciara el abuso de sus gobernantes. El pueblo era pecador, no habían respetado el pacto con su Señor, Dios se había callado, se habían cerrado los cielos, solo esperaban que Dios se acordara de ellos y cumpliera las promesas hechas a sus antepasados. Los judíos esperaban que el Mesías viniera en una noche de pascua. Jesús tenía claro que su pueblo estaba cautivo y esperaba libertad, libertad para poder nuevamente entrar en comunión con Dios. Cumpliendo el rito pascual fue entregado por el sumo sacerdote, pero Pilatos se lavó las manos (como en la tradición pascual) y no se hizo responsable de la sangre de este inocente, todo el pueblo respondió: “Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros Hijos.” Aquí comienza el camino al calvario, el evangelio según San Juan afirma que ese día era 14 de Nisán y que a la misma hora del sacrificio de los corderos en el templo era sacrificado Jesús en el Gólgota. Jesús cumple el ritual pascual, la copa a la que se refiere los textos es la tercera, la de la salvación.

Para los cristianos Jesús es el verdadero pan ázimo, el cordero pascual sin mancha, su sangre derramada es signo de una nueva y definitiva alianza, su resurrección significa que la muerte fue derrotada y que el amor es más fuerte que el odio. Es el paso de la muerte a la vida, es el paso de este mundo al Padre. En conclusión es una transformación ontológica en donde se pasa de ser simplemente creatura a adquirir la dignidad de hijos.

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