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Don Tomás
Carrasquilla
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El doctor Adolfo Arango Montoya, reconocido industrial y pariente
del maestro, cedió a EL PULSO un texto suyo sobre el
genial escritor antioqueño, leído en la tertulia
literaria del Club Unión de Medellín. Un retrato
familiar del inolvidable Carrasquilla, "el Tolstoi de los
colombianos", como lo llamara el filósofo de Otraparte,
Fernando González..
Adolfo
Arango Montoya Medellín |
Quiero en primer
término expresarles mi agradecimiento por la invitación
que recibí para que dialoguemos sobre la vida y obra
de don Tomás Carrasquilla, congregados en la Biblioteca
del Club Unión que lleva su nombre. Aunque debo reconocer
que no soy la persona más calificada para comentar
su obra literaria, pues por fortuna hemos contado con excelentes
críticos nacionales y extranjeros que la han analizado
con profundidad, sin embargo me une a su nombre una relación
de parentesco, ya que era el único hermano de mi abuela
Isabel; además, figuró como mi padrino de bautismo.
Tales motivos me hicieron obligante atender este llamado de
Ustedes y presentarles algunos apuntes referentes a la vida
familiar.
Oriundo de la población de Santo Domingo (Antioquia),
Tomasito, como lo llamábamos en la familia, vino a
Medellín cuando tenía 16 años a hacer
sus estudios secundarios en la Universidad de Antioquia, junto
con su gran amigo Francisco de Paula Rendón. En el
informe escolar de su comportamiento existe otra curiosa anotación:
"La lectura constante de novelas perjudicó mucho
a este alumno". El informe consigna además que
el avance del estudiante en gramática castellana es
"regular", y que en composición en castellano
está muy "atrasado".
La guerra civil de 1876 hizo que se suspendieran las clases
y decidió regresar a Santo Domingo, donde se empleó
en el oficio de la sastrería, previendo tal vez que
ese arte pudiera convertirse en el futuro en algo tan importante
como la empresa Everfit. Asímismo, como era infatigable
lector, en compañía de Rendón, de mi
abuelo Claudino Arango y de otros amigos, fundaron la Biblioteca
del Tercer Piso; esto les facilitó la compra de libros
y la dotación de la misma con la contribución
de todos los socios.
La fiebre por la lectura afectó por parejo a los dominicanos,
quienes se reunían a comentar los últimos libros
llegados. Fue así como Carrasquilla compuso su primer
cuento "Simón el mago", destinado a llenar
el requisito de ingreso y a atender la invitación formulada
por el Casino Literario, círculo intelectual que en
Medellín presidía el doctor Carlos E. Restrepo,
y que además integraban don Pedro Nel y don Tulio Ospina,
don Nicanor Restrepo y otros más. Este cuento lo firmó
con el nombre de Carlos Malaquita, anagrama de su propio nombre.
Tras la buena acogida de su primer cuento, entró a
participar en las sesiones del Casino Literario donde se discutía
si había o no había en Antioquia materia novelable,
o sea si el medio ambiente antioqueño era propicio
a la pro-ducción de novelística. A invitación
de su presidente Restrepo de que probara que sí había,
Carrasquilla lo hizo escribiendo su primera novela con acción
en Medellín, que tituló inicialmente "Jamones
y solomos", pero que habría de rebautizar más
tarde como "Frutos de mi tierra".
Para convenir y vigilar la edición de esta obra viajó
a Bogotá, donde logró que saliera publicada
el 18 de enero de 1896, financiada por su abuelo Don Juan
Bautista Naranjo (mi padre Bautista) y hecha en la imprenta
de Merardo Rivas. Un año más tarde escribió
dos cuentos: "Blanca" y "En la diestra de Dios
Padre".
Al morir su abuelo Bautista, quien era el eje de la familia
tras la muerte prematura de sus padres, Tomás decidió
trasladarse junto con su hermana Isabel y familia a Medellín,
a comienzos de siglo, y para ello hicieron reconstruir la
casa de la Calle Bolivia en donde vivieron hasta el fin de
sus días. Para sufragar los gastos de su construcción,
contaron con el legado de su abuelo.
La quiebra del Banco Popular en Medellín en 1904, afectó
duramente los haberes de la familia y obligó a Tomás
a dejar el ocio y a conseguir trabajo. Por tal motivo se trasladó
a la mina de San Andrés, cerca de Sonsón, dirigida
por don Carlos Arango J., hermano de don Claudino, donde permaneció
tres años, en compañía de su sobrino
Rafael, como ecónomo de la empresa. De este período
quedan numerosas cartas escritas a sus parientes y amigos.
Estando allá recibió una triste noticia que
lo conmovió casi tan profundamente como la muerte del
padre Bautista: el fallecimiento de Amalia Salazar, de quien
decía que fue para él una hermana incomparable,
no por la sangre, pero por el alma, por la convivencia, por
todos esos lazos que vinculan en la vida. Expresaba además
en una de sus cartas, la falta que le hacía ese ser
tan noble y tan inteligente que desde niño encontró
en su hogar al lado de su madre. Amalita, como familiarmente
se la llamaba, ingresó al hogar de los Carrasquilla
como costurera, y allí vivió amada y respetada.
Al regresar de la mina volvió a vivir y a formar parte
del hogar constituido por don Claudino Arango, su esposa doña
Isabel Carrasquilla y sus hijos. En este período reanudó
su vida bohemia. Solía frecuentar cantinas como La
Bastilla, Chantecler y El Blumen. En estos sitios se reunía
con sus amigos a discutir y a hacer críticas literarias
y charlas de sociedad, acompañadas de abundante libación
del aguardientico de mi Dios.
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Se reunía con sus amigos a discutir
y a hacer críticas literarias y charlas de sociedad,
acompañadas de abundante libación del aguardientico
de mi Dios.
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Era
Carrasquilla también muy dado a las tertulias sociales
y literarias. Entre las primeras sobresalían las de su
gran amiga doña Susana Olózaga de Cobo y las del
Club Brelán y del Club Unión. Nuestro Club Unión
lo hizo socio honorario de la época en que actuó
como presidente don Pablo Echavarría, y se dice que nadie
en este centro social ha congregado a su alrededor tantos contertulios
como lo hizo él, donde pasó varias veladas disfrutando
de la conversación, que era uno de los principales soportes
de su existencia.
De las tertulias literarias de aquella época la más
famosa fue la del Negro Cano, para la cual se reunían
en un rincón de la librería de Antonio J. Cano.
En 1914 se trasladó el Maestro a Bogotá, donde
ocupó un puesto menor en el Ministerio de Obras Públicas,
además de escribir con frecuencia para el periódico
"El Espectador". Su opinión sobre Bogotá
no era favorable, tal como se nota en sus cartas y páginas
escritas durante su permanencia en la capital.
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Leer, escribir, charlar

Al regresar a Medellín en 1926, le dieron la bienvenida
sus amigos y parientes, especialmente su hermana Isabel y
su cuñado Claudino y los sobrinos, todos los cuales
se disputaban por complacerlo y con quienes vivió en
su casa de Bolivia que pertenecía por partes iguales
a Don Tomás y a su hermana.
Durante los siete años siguientes, su actividad consistía
en leer, escribir y charlar, no permitiendo que ninguna otra
actividad lucrativa lo perturbara. Buena parte de su producción
era publicada en "El Espectador" de Medellín.
"La Marquesa de Yolombó", escrita en ese
período, es una de las pocas obras suyas que se conservan
manuscritas. Este es un documento del máximo valor
literario, hecho con la clara caligrafía del Maestro,
donde se nota su forma de escribir, con frecuentes correcciones,
puliendo y repuliendo muchas frases y en ocasiones eliminando
párrafos enteros. Con uno que otro dibujo al margen,
es una pieza magnífica, no obstante sus numerosas correcciones
e inserciones.
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Hoy
pertenece el manuscrito a Félix Mejía, hijo. Esta
novela está dedicada al padre Félix, el arquitecto
Félix Mejía Arango, más conocido como Pepe
Mejía, quien influyó insistentemente sobre Carrasquilla
para que la escribiera.
Varios miembros de su familia le sirvieron de inspiración
para los personajes de la Marquesa, como fueron el Taita Moreno,
su hijo don Vicente, esposo de doña María de la
Luz Caballero, y el hijo de estos, Don Martín. En una
de sus cartas comentaba así el maestro la mala impresión
que el libro había producido entre alguno de sus familiares
Moreno: "No me perdonan las vagabunderías de su
abuelo y tatarabuelo; no pueden perdonarme las palabrotas y
pendejadas de mi mamita Luz. Ellos querían que los sacara
tomando té, hablando el frances..." |
Cuando escribió la Marquesa de Yolombó,
su actividad consistía en leer, escribir y charlar,
no permitiendo que ninguna otra actividad lucrativa lo perturbara.
Buena parte de su producción era publicada en El Espectador.
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Contaba
también el maestro que estando él muy niño,
oía extasiado las charlas de su bisabuelo, don Martín
Moreno, con su abuelo Bautista sobre el viejo Yolombó
y su Marquesa. Este lo urgió para que escribiera algo
sobre tales temas, pero sólo 30 años después
de fallecido el abuelo se decidió a hacerlo.
Pepe Mejía le fue de gran ayuda en la búsqueda
e investigación de datos en los archivos de Yolombó
y Medellín, y por ello no es de extrañar que iniciara
la obra con esta dedicatoria: "Pepe, te dedico este mamotreto
ya que tanto me has empujado para que lo escriba".
Por el año 1926 sufrió don Tomás un trastorno
circulatorio o un ataque de ciática que lo inmovilizó
para siempre, al salir de una función del Circo España.
Este golpe fue tan duro para él como para doña
Isabel su hermana. El no poder volver a caminar hizo que las
tertulias tradicionales continuaran alrededor de su silla de
inválido. Un peregrinaje de visitantes ayudaba a olvidar
sus dolencias, y cuando faltaban las visitas, hacía llamar
a sobrinos y sobrinas a que armaran charla, que en buena parte
se circunscribía a oírlo. A pesar de la solícita
asistencia de familiares y amigos, pasaba muchos ratos deprimido.
Permanecía sentado en una silla mecedora y de esterilla,
abrigado con su chaqueta y manta para los pies, usaba un gorro
bordado de terciopelo y mantenía al alcance de la mano
un paquete de cigarrillos Dandy 108, que encendía uno
tras otro, lo cual hizo que sus dedos se fueran manchando con
la nicotina. A este mal le siguió el gradual desarrollo
de la ceguera, primero en un ojo y finalmente en ambos, de modo
que para 1931 ya casi no veía. En los tres años
siguientes dictó su obra monumental "Hace tiempos",
para lo cual sus sobrinos Eduardo y Constanza Arango le servían
de amanuense y mecanógrafa respectivamente, muchas veces
hasta altas horas del amanecer. Por esta obra le fue adjudicado
el Premio Nacional de Literatura y Ciencias Vergara y Vergara,
de parte de la Academia Colombiana de la Lengua. Para recibirlo
y representarlo en la sesión oficial, designó
a su pariente y amigo el abogado Miguel Moreno Jaramillo, en
la imponente ceremonia celebrada en el Teatro Colón de
Bogotá, y presidida por el señor Presidente de
la República. En su aspecto material, el premio consistió
en un aporte de 500 pesos, que, según palabras del maestro,
"a lo sumo alcanzarán para una rasca".
Esta obra la escribió ante la insistencia de nuestra
abuela Isabel, quien al verlo tan decaído de ánimo
debido a sus achaques, lo convenció para que reconstruyera
la mina "El Criadero", ofreciéndole la ayuda
de su privilegiada memoria para revivir los hechos que a ambos
les había tocado presenciar durante su niñez,
transcurrida en el ambiente de las minas. Bien sabía
ella cuál era la mejor manera de hacerle olvidar sus
achaques, puesto que las remembranzas constituían su
mejor distracción. Fue doña Isabel, la hermana
que supo amarle, comprenderle y cuidarlo, como la luz que alumbró
la oscuridad y las tribulaciones del maestro. |
Miembros de su familia inspiraron personajes.
En una de sus cartas comentaba la mala impresión que
el libro había producido entre alguno de sus familiares
Moreno: No me perdonan las vagabunderías, las
palabrotas y pendejadas... Ellos querían que los sacara
tomando té, hablando el francés...
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Escribir, una chifladura
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Creo oportuno mencionar que fue opuesto a las inclinaciones
y deseos de escribir de sus allegados y familiares, pues consideraba
la tarea del escritor como una chifladura de la cual, si llegaban
a contaminarse, él se sentiría culpable por
haberles dado el mal ejemplo. Sin duda pensaba que así
les evitaría seguir la vida bohemia y desordenada tan
característica de quienes se dedicaban en su tiempo
a las artes, y que él mismo por varios años
practicó.
En cambio, no vaciló el maestro en impulsar a los de
su casa con entusiasmo a que se lanzaran intrépidamente
a la aventura industrial, cual fue la de promover y fundar
la Compañía de Cemento Argos a comienzos de
los años 30.
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Vale la pena recordar que, durante
las contingencias iniciales ocurridas en la compañía,
cuando las acciones se cotizaban por debajo de su valor
nominal, en el momento en que se requería de capital
adicional para poder continuar los montajes de la fábrica
e iniciar la producción, fueron don Tomás
y su hermana doña Isabel quienes animaron y levantaron
el decaído espíritu de don Claudino y de sus
hijos, ofreciendo ella hasta sus joyas y efectos personales
para contribuir a que la empresa pudiera salir del callejón
sin salida en que se había visto colocada.
Era don Claudino parco en palabras.
No obstante, con frecuencia era consultado y acatado por
su sensatez y buen sentido, y siempre supo comprender y
apreciar a "Tomás", por quien estaba listo
a dejar cualquier ocupación. Su personalidad se dibuja
en el Miguel de "Hace tiempos", así como
la de Isabelita se vislumbra en la Elisa de la misma obra.
A la muerte de Carrasquilla, sus sobrinos se han encargado
de divulgar y recopilar sus producciones literarias. Primero
editaron en 1952 las "Obras completas" en Editorial
Epesa de Madrid, y posteriormente, para conmemorar el primer
centenario de su nacimiento, ordenaron a la Editorial Bedout
la edición en dos tomos de todas sus obras, e inclusive,
de cartas familiares inéditas.
Varias de sus creaciones, pero de manera especial "Frutos
de mi tierra", "Grandeza" y "Ligia Cruz",
tienen como escenario la Villa de la Candelaria, su gente,
costumbres, constitución y hábitos; de ellas
emerge la imagen de una ciudad limpia, muy trabajadora,
seria la mayor parte del tiempo, pero también dispuesta
a la alegría; un sentido familiar fuertemente desarrollado;
devoción religiosa y una clara inclinación
por las transacciones comerciales. Sin embargo, dice creer
que "esta villa fuese completamente mercantil y filistea,
como tanta gente se lo ha propuesto", es equivocado.
Y agrega: "Aquí en este medio incipiente donde
la vida de urbe apenas si se inicia...nos acogemos al libro
como último refugio".
Quince crónicas dedicadas a diversas facetas de Medellín,
forman un cuadro pintoresco de la naturaleza de la región:
parques, plazas, el río, las quebradas, los barrios,
las calles, los cerros, las iglesias y los pueblos vecinos,
todos desfilan en sus obras significando, no sólo
una descripción de los aspectos físicos peculiares
de la capital antioqueña, sino un análisis
personal del espíritu de la región.
Quiero por último expresarles a los organizadores
de estas agradables reuniones, mi reconocimiento por la
encomiable obra de divulgación cultural que vienen
haciendo para beneficio de los socios del Club, cuya Biblioteca,
que lleva el nombre de don Tomás Carrasquilla y cuenta
con un excelente retrato del Maestro, esperamos sea lugar
propicio para disfrutar la lectura de sus obras. Mil gracias
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DAR DE SÍ ANTES DE PENSAR EN SÍ
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PLUS: ERRADICACIÓN TOTAL DE LA POLIOMIELITIS
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FONDO PARA NIÑOS CON CÁNCER Y FONDO
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DE PAÚL
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Y ADULTOS POBRES
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NIÑOS DESNUTRIDOS
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COLOMBIA SALUD 2000. DOTACIÓN DE EQUIPOS
E INSTRUMENTAL QUIRÚRGICO A HOSPITALES
COLOMBIANOS
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DOTACIÓN DE EQUIPOS PARA TRATAMIENTO ODONTOLÓGICO
EN LOS REFUGIOS DE ANCIANOS DE GUARNE Y SAN CRISTÓBAL
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