MEDELLÍN, COLOMBIA, SURAMERICA No. 267 DICIEMBRE DEL AÑO 2020 ISNN 0124-4388
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Nuestros ancestros humanos se veían obligados a cambiar de lugar de residencia continuamente. Se sabe de ellos que vivían de la caza y eran nómadas. Su estilo de vida era asentarse en un territorio por poco tiempo y mantenerse en movimiento por las agrestes condiciones de vida que enfrentaban. Pero con el tiempo, y gracias al descubrimiento de la siembra y la cosecha, se volvieron agricultores y esto fue una auténtica revolución. Así, renunciaron voluntariamente a su azarosa vida y disfrutaron de una vida apacible y tranquila en un solo lugar.
No hay nada más confortable que llegar al dulce hogar, encontrarnos con todas aquellas cosas que nos son familiares, saludar a las personas y mascotas que nos hacen sentir en casa y para algunos, escuchar la algarabía de sus hijos al verlos llegar (¿han sentido cómo en esos momentos somos las personas más importantes de su mundo?).
Sin duda, la estabilidad afectiva y su concreción en un lugar de residencia son de las mayores fuentes de realización en la vida. Sin embargo, esta narrativa parece estar cambiando y para algunos es un principio relativamente obsoleto. Muchos de nuestros contemporáneos se han vuelto nómadas y pocos de ellos estarían dispuestos a tener un mismo trabajo durante todo el resto de sus vidas. Es cada vez más frecuente encontrarse con personas que trabajan la primera mitad del año, ahorran y renuncian para viajar la segunda mitad del año (algo impensable para nuestros padres y abuelos, pues una de sus metas materiales más importantes era tener una casa propia).
Aunque parece impráctico e irrealizable vivir como nómadas en la actualidad, reconocer nuestra naturaleza es darnos cuenta que estamos hechos para el movimiento. Si no fuera así, quizá no habríamos desarrollado la habilidad de la locomoción. De hecho, la enfermedad de las enfermedades en nuestra época es el sedentarismo… hacer todo desde una silla teniendo una cantidad de dispositivos al alcance la mano para no tenernos que mover (uno de los inventos que más ha impactado la salud de millones de individuos es el control remoto para la televisión, pues nos acostumbró a hacer muchas cosas a distancia, apenas sin movernos).
Un principio espiritual es el principio de la mudanza vital. De cuando en cuando, se hace indispensable este proceso interior. Va más allá de un cambio superficial o cosmético y no se resume en la edulcorada palabra de “reinvención”. Muchos animales en la naturaleza como las águilas y las serpientes mudando de plumaje y de piel. Así como ellos, cada cierto tiempo necesitamos mudarnos, hacer cambios interiores, cambiar nuestras percepciones, mirar las cosas desde otro punto de vista, salir al encuentro de otros y proceder de una forma enteramente distinta.
Si hablamos que la salud también se relaciona con el atributo humano de adaptarse a las condiciones crónicas que nos aquejan, el principio de la mudanza vital es útil para afrontar lo inesperado y lo desafiante. La mudanza vital es para la mente y el espíritu lo que la actividad física es para el cuerpo.
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