MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 10    No. 120  SEPTIEMBRE DEL AÑO 2008    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co


Reviven expectativas y cuestionamientos
¿Es conveniente un manual
de tarifas mínimas en salud?
Redacción El Pulso - elpulso@elhospital.org.co

Hoy más que nunca, cuando desde abril pasado el presidente Uribe anunció la inminente expedición del manual de tarifas para el sector salud, está vivo el temor de que en dicho manual, la tarifa mínima se convierta en la tarifa máxima a pagar, porque a fin de cuentas, ¿quién pagaría más y por encima de lo que la ley exigiría? Se pretende que la calidad sería el elemento diferenciador, pero de ser sinceros, la tendencia general es a no sacrificar rentabilidad por calidad en el servicio, y de ahí que la tarifa mínima sea preferida al momento del contrato, más cuando existe sobreoferta e imperfecciones en el mercado de servicios de la salud, con muy pocos compradores y muchos vendedores.
El manual tarifario para salud tiene una accidentada historia: fue promesa del Manifiesto Democrático en 2002 y desde entonces hasta hoy, siempre “ha estado en el horno, a punto de salir”, con plazos presidenciales hasta de una semana, que hasta ahora no se han cumplido. Sin embargo, al ser declarado exequible en la Sentencia C-377/08 de la Corte Constitucional y estar incluido en el Plan Nacional de Desarrollo 2006-2010, en la Ley 1122 y 1164, lo obvio sería la pronta expedición y entrada de vigencia del manual.
El artículo 146 de la Ley 1151/07 (Plan de Desarrollo), reza así: “El gobierno nacional establecerá un manual de tarifas mínimas de obligatoria aplicación para las Empresas Administradoras de Planes de Beneficios y los prestadores de servicios de salud públicos y privados, para la compra y venta de actividades, intervenciones, procedimientos en salud y servicios hospitalarios, contenidos en el Plan Obligatorio de Salud del régimen contributivo y régimen subsidiado”. Y en su parágrafo, establece que las tarifas mínimas serán fijadas en salarios mínimos diarios vigentes y deberán ser expedidas a más tardar a los 6 meses de expedida la presente ley.
Claro que ante el reciente mandato de la Corte Constitucional de unificar los planes de beneficios, se desprendería entonces que el nuevo manual tarifario debería estar sujeto a fijar las tarifas para un solo plan.
Y la 1122/07 delega en la Comisión de Regulación en Salud (CRES), el establecimiento y actualización de un sistema de tarifas que incluiría “un manual de tarifas mínimas que será revisado cada año, incluyendo los honorarios profesionales. En caso de no revisarse el mismo, será indexado con la inflación causada”. A casi dos años de esta ley, todavía no se conforma la CRES, pero al parecer, el gobierno expedirá el manual. Además, la 1122 también establece que los recobros a Fosyga por Comité Técnico-Científicos y tutelas, se reconocerán sobre la base de dichas tarifas mínimas, y que se diseñará un “sistema de clasificación de IPS con base en indicadores que provea el Sistema Obligatorio de Garantía de Calidad en Salud relacionado con el Sistema Tarifario, de manera que incentive a las IPS para ascender en su clasificación y optar por mejores tarifas”.
Entre lo real y lo ideal
Podría decirse que la regulación de tarifas busca evitar la guerra de precios que lleve a que los prestadores comprometan la calidad en su afán de ofrecer precios más bajos que sus competidores; asimismo, permitir a los prestadores obtener ganancias en sus operaciones, si el piso se establece de manera que los precios cubran los costos de producción y generen excedentes.
Pero ha sido tal el tira y afloje para la expedición del manual entre los involucrados en el tema, como la Asociación Colombiana de Hospitales y Clínicas (ACHC) que ha promovido y defendido siempre el manual, el gremio de las EPS (Acemi), los ministerios de Hacienda y de la Protección Social, las sociedades científicas y agremiaciones de profesionales y trabajadores de la salud, entre otros, que las expectativas de que el manual logre sus objetivos, queda en duda. Más aún, cuando hay posición dominante de los pagadores, y al parecer salen mejor libradas algunas actividades y profesionales, que otros.
De ahí que se tema que una vez más, sean las IPS las que tendrán que cargar en sus hombros la responsabilidad de la financiación del sistema, hasta que colapsen; y el país no está preparado para enfrentar un colapso de los prestadores, que indefectiblemente arrastraría a su paso al sistema de salud. La salud en esencia se apoya en la prestación de un servicio, y si no hay quién preste ese servicio, ¿qué pasaría?
Por poner sólo un ejemplo: en estudio de costos realizado por el Hospital Universitario San Vicente de Paúl de Medellín en abril pasado, se concluyó que de aplicarse el manual tarifario propuesto con el tope mínimo, el Hospital perdería anualmente $4.284 millones; dicho estudio fue posible de realizar gracias a que el Hospital cuenta con un estructurado sistema de costos para hacer este tipo de proyecciones, pero la mayoría de grandes, pequeños y medianos hospitales del país todavía no han dimensionado con certeza el impacto que tendrían con la aplicación de un manual de tarifas mínimas, y solo lo sufrirán cuando entre en vigencia y ya el caso sea irremediable.
Y ni hablar de profesionales y trabajadores de la salud, que se preguntan qué tan mínimos serán los mínimos que les traerá el manual, y en qué condiciones quedarían ahora, cuando ya tienen la experiencia de la desmejora que les implicó entrar al competido mercado del talento humano en salud, nivelado la mayoría de veces por lo bajo.
Por eso entonces, las dudas, expectativas y temores ante la expedición del nuevo manual tarifario están a la orden del día, en un momento en que el sector salud está reorientando su rumbo, con la esperanza de tener un sistema de salud justo y equitativo, para todos aquellos que intervienen en él.
 
 
 







 



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