Aún después de 26 años de vigencia,
el llamado Código Sanitario Nacional o Ley Novena,
es considerado internacionalmente como uno de los más
completos en su género, y es también para
muchos conocedores un instrumento bien constituido y que
sólo requiere algunos ajustes para que esté
acorde con el desarrollo actual, y en una palabra, con la
vida moderna. Lo sanitario es entendido, en este código,
como el conjunto de actividades que se ocupan en la búsqueda,
la prevención y el control de factores de riesgo,
ubicados fundamentalmente en el ambiente y en el consumo.
No obstante que existen opiniones encontradas, está
para debatirse una revisión completa de esta ley,
de tal forma que contemple los cambios en los riesgos para
la salud, los avances científicos y tecnológicos,
las políticas y normas internacionales vigentes,
las tendencias globales en materia de vigilancia y control,
y la redefinición de las obligaciones del Estado
frente a la sociedad en general que estableció la
Constitución de 1991.
Por sí mismo no es preocupante el hecho de poner
en tela de juicio el Código Sanitario. Lo que preocupa
es el riesgo de que se desdibujen, ahora si totalmente,
los soportes legales y técnicos de la salud, de los
modos de prestación de servicios y de sus alcances
en el campo puramente humanitario. Esta preocupación
estriba en que la Ley 100, que pudo haber sido otro instrumento
importante en estos sentidos, es esencialmente una herramienta
del aseguramiento y de su modo financiero.
Es muy importante visualizar cuál es el modelo que
inspirará el nuevo código, así como
es también muy importante saber si su sustento es
de corte económico.
La tendencia de liberar al Estado de una serie importante
de funciones que siempre se han entendido como propias de
él, y transferirla a otros agentes o simplemente
no realizarlas como sería por ejemplo si se diera
el caso, el desmonte de las estructuras de control, puede
ocasionar la limitación o la incapacidad de incidir
sobre importantes factores de riesgo para la población.
Se ha pensado que existe una desarticulación entre
el Código Sanitario Nacional y la Ley 100 del 93,
y la idea de su adecuada articulación es una de las
motivaciones para su revisión. Pero la disminución
en los indicadores de salud pública que pudieran
ser consecuencia de ese desbalance, no pueden ser necesariamente
atribuibles al Código, y todo indica que son más
de responsabilidad de la Ley 100.
Lo grave no es tanto no lograr saber a cuál de los
dos elementos se le atribuyen culpas, sino que este suceso
de la revisión de la Ley Novena puede ser el principio
del fin de la institucionalidad, que se inició con
la Ley 100 del 93, para controlar los riesgos que son hoy
de su competencia.
Ahora bien, si lo que realmente se desea con la intención
de reformar la Ley Novena es posicionar la Salud Pública
a nivel de derecho esencial, caracterizar más las
responsabilidades y los deberes del Estado frente a lo colectivo,
devolverle al Ministerio de la Protección Social
el papel de organismo rector de políticas en salud
pública y llenar los vacíos que existen en
el ámbito de la vigilancia y control, vale la pena
dar el debate.
Igualmente es valioso el debate si al final se logran incluir
aspectos relacionados con avances en modificaciones genéticas
a organismos, lo del genoma humano, la reproducción
asistida, la importación y exportación de
biotecnología, la modernización de las normas
obsoletas sobre pesticidas, sobre alimentos y sobre medicamentos,
e integrar las actividades de Salud Pública y las
acciones de los diferentes actores de los sectores públicos
y privados, como el Ministerio de Agricultura, ICA, Ministerio
del Medio Ambiente, el Invima, las entidades territoriales,
etc.
Los elementos a reformar ya fueron puestos sobre la mesa,
y ya advertidos todos por casos anteriores; aceptemos que
estos tiempos ya no son para titubear o para cometer errores
que después sea imposible enmendar, como sería
hacer una norma que no consulte las verdaderas necesidades
de las gentes o que genere problemas adicionales y más
graves a los que actualmente se tienen, porque casos se
han visto.
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