MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 7    NO 83   AGOSTO DEL AÑO 2005    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co
¿Es buena la venta de las empresas colombianas?
Reflexionando sobre que es Invertir en Colombia
Conrado Gómez Vélez Especialista en salud pública y en evaluación social de proyectos Magíster en Ciencias Políticas elpulso@elhospital.org.co
Una sensación muy extraña y de verdadera perplejidad nos causa la venta de una de las empresas más grandes del país a una multinacional sudafricana. A mí en particular me ocasiona incertidumbre y hasta risa ver como algunos periódicos y medios masivos de comunicación nacional se adelantaron a aplaudir el acontecimiento, que según su opinión demuestra la enorme confianza que ofrece nuestro país a los inversionistas extranjeros.
No faltó quien se propuso decir y soñar folclóricamente que era la empresa colombiana la que se convertía en multinacional gracias a que estaba vendida. También se alegó en los medios, sin distinguir entre lo que es vender empresas maduras de crearlas, que éramos los colombianos los que estábamos convirtiéndonos en dueños de la segunda o tercera cervecera del mundo. Sólo fue hasta que se comunicó la salida de las acciones de ésta empresa de la Bolsa de Bogotá, que a algunos la cosa les pareció un poco preocupante, mucho más, luego que algún comentarista del periódico El Tiempo se atrevió a desear nerviosamente que ojalá los dineros pagados a los antiguos dueños retornen al país para seguir impulsando la industria colombiana. También observaba éste comentarista que ahora las utilidades se irían a la casa matriz, ubicada en un país externo. Cosas de la globalización. Entre tanto, otra nota reproducía el anuncio de los nuevos propietarios, en el sentido que las marcas extranjeras se empezarán a promover en Colombia, pero que las criollas no se van a mercadear en el exterior.
Sobre como se deba interpretar lo sucedido no me atrevo a opinar más que a preguntar, porque es un asunto que interesa a la salud y al bienestar de los colombianos. ¿Porque los franceses salieron a la calle el mes pasado para protestar por la posible venta de Danone, una empresa de comestibles a Pepsi Co.? ¿Porque a los norteamericanos y al gobierno de ese país no le gusta la idea de venderle una compañía petrolera privada a la China, como también se ha sabido recientemente?
Coincidencias: más Iva, menos renta
Afortunadamente una casualidad de esas que suelen suceder alumbra el caso. El mismo día que se publicaba felizmente la venta de la cervecera, también se instalaban las sesiones del Congreso y se anticipaba una nueva reforma tributaria para extender a más productos el impuesto a las ventas IVA (que pagan los consumidores) y reducir el impuesto a la renta (que pagan quienes tienen mayores ingresos). Los que van al supermercado pagarían más, los que tienen rentas pagarían menos: Una política selectiva de impuestos que se está aplicando actualmente en Estados Unidos, con resultados entre polémicos y muy malos para la economía de ese país, porque se le acusa de incrementar el déficit fiscal sin que mejore el crecimiento económico.
Porque este anuncio coincide con la venta de la cervecera, nos debe llevar a discutir sobre los impuestos para ver que tan justa y buena es la política de rebajarle los impuestos a las empresas para fomentar la inversión, y subírselos a los consumidores, afectando su capacidad de compra, de educarse, vestirse y obtener salud.
El tema de la cerveza es un ejemplo digno de estudio porque justamente esa bebida tiene un impuesto a las ventas del 11%, mientras los licores pagan un impuesto del 25% y los otros bienes y servicios están gravados con un 16%. Tuvo durante muchos años esta bebida un IVA del 8%, a pesar que los otros bienes casi doblaban ese valor. También han estado favorecidas de impuestos las maltas y otros insumos así como algunos productos que por razones variadas no pagan como cervezas sino como refrescos. Según algunas fuentes que el periódico consultó, también la manera como se factura en la cadena de distribución a camiones y distribuidores pequeños es favorable al consumo de la cerveza, porque muchos de ellos no están obligados a declarar. Sin parecer esto suficiente, el impuesto se calcula sobre el líquido excluyendo el envase del valor total. Ventajas todas construidas, según se dice, durante años apoyando las campañas parlamentarias.
No obstante, la cerveza debería estar gravada fuertemente como bebida alcohólica que es. A las bebidas embriagantes se les deben poner impuestos elevados para reducir su demanda, porque son bienes elásticos (con pequeños incrementos del precio se reduce sensiblemente la demanda). No es para financiar la salud que se gravan este tipo de productos, sino para apuntalar la correcta política de salud pública que es reducir su consumo; sin embargo, en la reforma tributaria anterior se prefirió ponerle un 7% de impuesto a los arriendos, afectando a muchas personas que sin otra opción se “jubilan” por ese medio, buscando una renta modesta para poder vivir. También se gravó la medicina prepagada, la mitad de la canasta familiar y hasta los condones. El esquema se complementó bajando el tope para declarar renta, enclavando a miles de ciudadanos en el régimen común a medida que demuestren $80 millones de patrimonio bruto (activos sin importar deudas), valor que cualquiera tiene con un apartamento clase media y una deuda de dos terceras partes de su valor total; sólo que ahora, como el dueño del apartamento no tiene empleo fijo sino contratos, porque su puesto de trabajo lo “flexibilizaron”, debió convertirse en “empresario” y prestar servicios. En lugar de recibir salario, pensiones y salud tiene que pagar IVA. No trabaja sino que vende servicios gravados; todo un potencial evasor. La estrategia es apretar en el IVA, así se ha anunciado, pues se sabe de muchos que ingresaron a la base de declarantes no alcanzan a pagar renta, a menos que la Dian se esté "dateando" para poner un nuevo impuesto al patrimonio.
Tiene por lo tanto el Ministro Carrasquilla toda la razón cuando dice que el sistema impositivo colombiano era ejemplar hace 25 años y ahora es poco más o menos que un desorden. Mientras esas cosas pasan, la cerveza ha gozado durante décadas de un tratamiento especial y un escudo protector que ni siquiera le permitió acercarse al ex ministro Rudolf Hommes o al expresidente Gaviria. Sea cual sea la situación, la salud pública ha perdido, tanto porque un impuesto bajo significa recaudos escasos o porque el consumo de bebidas embriagantes genera externalidades negativas, es decir, accidentes de tránsito, violencia, desintegración familiar y social, etc. Luego, los colombianos contribuimos a forjar una gran empresa que ahora ya no es del país, sea pagando sus externalidades negativas o asumiendo impuestos bajos.
Vale recordar que a fines de la década anterior se generó una controversia pública porque los equipos para producir cerveza no tenían impuestos arancelarios de importación, en tanto que las máquinas para pasteurizar leche sí. No hubo poder político que cambiara las cosas a pesar que el profesor Genaro Pérez se metió a reclamar sobre esta inequidad. Todos sabemos que la leche es para los niños y los bebés pero que la cerveza no; no obstante, la opinión pública colombiana en estas cosas es indiferente o muy mal informada, por decirlo así simplemente, sin ser muy duros. ¿Dónde está la política pública sana?
Paradojas e interrogantes
Por todo lo expuesto, la situación presente nos lleva a muchos colombianos a preguntarnos que tan buena es la política de impulsar selectivamente las empresas con impuestos bajos, sobre todo cuando producen cosas como bebidas embriagantes que causan externalidades negativas. ¿Cuál es el criterio que se utiliza para favorecer la inversión? Cuando se establecen preferencias impositivas también se dejan de recaudar recursos para educación y salud, que son elementos indispensables para salir del subdesarrollo y lograr un país capaz de agregar valor económico innovando, y no sólo explotando el petróleo y el carbón como hoy hacemos.
Ojalá en la próxima reforma tributaria, que ya está anunciada, por lo menos nos sentemos a entender estos problemas, para saber por qué es mejor que todos paguemos más impuesto a las ventas y que quienes tienen rentas paguen menos por ellas. No descarto de antemano que eso sea bueno porque no conozco la propuesta, pero me parece difícil creerlo. Máxime, cuando lo que se entiende es que las empresas son de particulares y no de los colombianos, y que los impuestos si son públicos, a menos que uno hubiera estado en la jugada de comprar unas acciones para venderlas después más caras. El asunto se parece al tres por mil: los bancos son de los colombianos para rescatarlos pagando el impuesto, pero cuando los venden ellos tienen sus dueños. Lo que se invierte en salud y educación si creo que sea de todos: por eso no me cabe duda que tenemos que revisar hasta dónde y cómo se estimula la empresa y hasta donde sus utilidades nos benefician; dónde está la línea que divide el sacrificio que los colombianos tienen que hacer para que exista inversión y prospere la empresa y en donde ésta última tiene que aportar para que existan los colombianos. Un debate que en Medellín debería estar más caliente, colmando de preocupación a todos los que como antioqueños o colombianos nos hemos sentido propietarios de las Empresas Públicas de Medellín, pero que no sabemos eso de quién es y cómo se va a vender.
Un punto final. Las reformas tributarias tienden a ser, en el mundo y en nuestro país, uno de los mejores contraejemplos de la democracia. Son pactadas en medio de un intenso cabildeo (lobby) de los grupos más organizados y poderosos, ante la mirada impotente de los ciudadanos, indefensos e incapaces de acceder a la agenda pública. Sería bueno entonces que desde ahora cada ciudadano comience a llamar a su senador, representante y precandidato presidencial, a pedirle cuentas condicionando su voto en donde si exista una verdadera representación del interés ciudadano.
 
 
 







 



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