MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 5    NO 51   DICIEMBRE DEL AÑO 2002    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co

La salud en la era Uribe

Jairo Humberto Restrepo Zea Director Centro de Investigaciones Económicas Universidad de Antioquia, Medellín jairo@catios.udea.edu.co

La elección del presidente Álvaro Uribe Vélez será registrada en la historia de Colombia con varios hechos destacados. En especial, desde cuando existe el mecanismos de las dos vueltas electorales, la elección se logró en la primera contienda; además, por primera vez y luego de haber resultado ileso de un atentado, un disidente de los partidos tradicionales ocupa la presidencia; y, como dato aún más curioso, a pesar de que el partido liberal se mantuvo dividido en la campaña electoral, no tuvo su contraparte en el partido conservador y el presidente, de todo modos, es de origen liberal.
Estos hechos, unidos a las primeras señales que ha dado el presidente, permiten sugerir que en medio de la crisis institucional, económica y social, podrían sentarse las bases para la construcción de un proyecto nacional que permita el desarrollo y rompa con los vicios y las rigideces características del siglo XX. Un nuevo liderazgo, no atado al bipartidismo, ilustrado y con visión de largo plazo, podría instalarse en el poder y abrir las puertas al nuevo siglo con un esquema de trabajo que además permita la sucesión tranquila de los líderes que ahora tendrán la oportunidad de reconstituir el sistema político.
Por supuesto, no todo es color de rosa y es importante que los ciudadanos estemos atentos a los acontecimientos y asumamos nuestra responsabilidad de control sobre los gobernantes. En particular, el resurgimiento de la tecnocracia que tuvo una participación muy activa en el gobierno de César Gaviria invita a solicitar una mayor dosis de pragmatismo y heterodoxia para contar con normas y reformas que se adapten a la realidad del país, y no al revés, que acaso tenga lugar una ola de reformas que lleven al fracaso porque el país no se adapte a ellas; además, si bien se pueden romper ataduras con los partidos políticos, podríamos enfrentamos a un mal tal vez peor y más eficaz para los intereses privados, esto es, el fortalecimiento de los grupos de presión que cuentan con la capacidad de gobernar sin las dificultades propias del debate político.
En esta etapa inicial del gobierno, es bueno apuntarle al optimismo y ofrecer ideas y críticas constructivas para que el impulso del equipo ministerial pueda reflejarse rápidamente en programas y acciones audaces que despejen el futuro de Colombia. En este sentido, en el caso de la salud, la propuesta de fusionar dos ministerios (Salud y Trabajo) y la designación de Juan Luis Londoño para la nueva cartera, muestra la intención del nuevo gobierno de modificar la estructura del Estado y contar con las personas más preparadas para buscar salidas a la crisis del país, las cuales, además, han sido llamadas para trabajar durante todo el cuatrienio.
Lo anterior constituye una señal importante para buscar estabilidad institucional, la cual podría mejorarse también mediante ajustes al Consejo Nacional de Seguridad Social en Salud, de manera que éste asuma un papel más protagónico y se aclare la función de regulación que le compete. Como aspectos críticos, la fusión de los ministerios se propone en medio de un ajuste incompleto, siendo así que no se planteó lo mismo con otras carteras en las que es más obvia la fusión, como es el caso de educación y cultura; al buscar una integración de las funciones en materia de trabajo, salud y seguridad social, se crea un Superministerio que resulta descompensado con otras carteras del área social y económica. Cabe además la pregunta de cómo organizar los diferentes procesos que están involucrados en esta temática tan amplia y el enfoque que en particular va a recibir el manejo de la salud, corriendo el riesgo, por ejemplo, de profundizar el manejo administrativo y financiero, en desmedro de las preocupaciones sobre salud pública.
En cuanto a las propuestas de cobertura y operación del sistema de seguridad social, en la intención de conformar un gabinete de unidad nacional, pareciera que Londoño trasladó al nuevo gobierno las propuestas de la campaña de Noemí Sanín. Estas propuestas se encuentran enmarcadas en lo que el ministro denomina la fórmula LQF (lo que funcione), y con alguna voluntad de reconocer los errores que puedan existir en el diseño e implementación de la reforma que él sustentó también como ministro en 1993.
Dentro de estas propuestas, sería un exceso de tozudez si se plantea la cobertura universal del aseguramiento, al menos en las condiciones impuestas por los regímenes contributivo y subsidiado: no hay plata para este propósito y la estructura financiera e institucional no lo permiten. En cambio, si se quiere dar estabilidad y contribuir a resolver las disparidades en cuanto al acceso de la población a los servicios, resulta más sensato parar el "afiliómetro" y adoptar un plan único de atención para subsidiados y vinculados que sea financiado y administrado por entidades públicas y que su prestación se encuentre guiada por compromisos de gestión; además, es fundamental darle forma y continuidad a un sistema de monitoreo que apoye la labor del Consejo e informe sobre los avances de la reforma, muy especialmente en aspectos relativos al acceso.
Otro aspecto que merece la mayor atención es el de la salud pública. Aún falta mucho por hacer, a pesar del paño de agua tibia que ofreció la Ley 715 con la entrega a los municipios de un porcentaje de la UPC del régimen subsidiado con destino a los programas de promoción y prevención. Una alternativa interesante sería la de darle un mayor rol a la Subcuenta de Promoción del Fosyga, canalizar en ella los recursos de ambos regímenes y otros aplicados hoy al plan de atención básica -PAB-, y adelantar unos programas en esta materia que vayan dirigidos a toda la población y cuenten con un direccionamiento centralizado.
Por último, si Londoño reconoce que la descentralización fue adelantada de manera errónea, con la pérdida de economías de escala en sentido económico y político, en buena hora se puede avanzar hacia la organización de la compra de servicios y la administración de hospitales con un criterio menos municipalista y corrigiendo la atomización que se provocó. Además, en el mismo marco del monitoreo del sistema, es importante contar con información para dar cuenta del comportamiento de los agentes que participan en el mercado y mejorar la regulación sobre los mismos.

Bioética
Crisis en el área de la salud
Ramón Córdoba Palacio. M. D.
Nunca antes se había presentado un deterioro en el área de la salud de las magnitudes y de la gravedad de la que hoy por hoy presenciamos. Las dificultades económicas, la falta de recursos monetarios, siempre habían servido de excusa para encubrir deficiencias que, a veces, tienen otras causas, pero ahora se afirma que hay más recursos de dinero y, sin embargo, la situación en general empeora. No soy quien para hacer algún comentario en el aspecto económico y las personas competentes deberán darnos a conocer los resultados de sus investigaciones.
La crisis económica es grave, pero en el fondo del problema hay otro elemento sin duda más deletéreo y de peores consecuencias en el futuro, como es el cambio de objetivo que en mala hora introdujo la Ley 100 al quehacer del médico y a la finalidad primordial de los sitios de hospitalización públicos y privados. Con la creación por esta Ley de instituciones esencialmente mercantilistas y su ineludible intermediación entre el paciente y el médico, ya que todos los colombianos tenemos por fuerza de dicha ley que inscribirnos en alguna de ellas, el médico, los hospitales y clínicas tienen la necesidad primaria de producir réditos para aquéllas, sacrificando frecuentemente la calidad científica y, especialmente, la humana de la atención a quienes requieren sus servicios. Para no dejar escapar estas ganancias se exige atender un número de pacientes en tiempos límites, se establece control a solicitudes de exámenes paraclínicos, a formulaciones terapéuticas, al tiempo de hospitalización poniendo límites arbitrarios a la evolución del proceso de enfermar - o de recuperarse de cada persona -, cohibiendo el ejercicio de la medicina según el adecuado y honesto criterio del profesional. La finalidad de la actividad de cada uno de los médicos y de las entidades hospitalarias, ya no es, según esta ley y los decretos que la regulan, la prevención, el tratamiento y la rehabilitación de los trastornos de salud del paciente sino el mayor número de afiliados atendidos y al menor costo posible, así la calidad del servicio se deteriore, pues lo importante es obtener ganancias en dinero. Y es lógico a la luz de la Ley 100, pues las instituciones creadas estructuralmente tienen esa finalidad: ganar dinero, aumentar sus ganancias económicas. Esta es la razón para que se contrate con las que más porcentaje de ganancias proporcionen al contratista. El aumento de cobertura es un valioso sofisma populista mantenido por la propaganda pero realmente lo que la Ley pretende es pedirle "peras al olmo", en el sentido de que entidades que fundamentalmente deben procurar la salud, den dinero y, las creadas esencialmente para conseguir dinero, den salud.
Más aún, y como forzosa consecuencia de las condiciones creadas en el sistema actual de atención médica, los hospitales y clínicas que antes ostentaban con orgullo y como timbre de la buena calidad de sus servicios el ser "Universitario" o "Universitaria", evitan lo más posible ofrecer sus instalaciones para fines docentes, pues, como lo afirma ASCOFAME en la publicación "Recurso humano en medicina: formación, distribución y bases para una propuesta política" (febrero de 2000), «[...] la Universidad se ha convertido en un socio incómodo para las instituciones de salud», pues no están seguras de que los intermediarios creados por la Ley 100 reconozcan costos alegando que se incrementaron por la docencia y se ponga así en peligro su propia supervivencia. La docencia ha pasado a un segundo lugar y muchos ilustres profesores, médicos de excelente calidad académica y humana, han visto menguada substancialmente su misión formativa. ¿Qué será de los futuros médicos, de su preparación ética, académica, humana, social, cuando el actual sistema de atención médica crea tales dificultades?
Crisis en la atención del paciente que requiere los servicios del médico y que éste en sana justicia debe cuidar de él honestamente - según su leal saber y entender - sin motivación diferente a la de ayudar a aquél de acuerdo con su estado clínico patológico, sin interferencia alguna que desvíe el resultado de sus esfuerzos a alguien o a algo que no sea el paciente mismo, o que deje siquiera la duda de que así sucederá, porque se rompe la necesaria confianza entre ambos, paciente y médico. Crisis tan grave como ésta, -o quizás mayor, en la formación integral de los futuros médicos, ya que las generaciones de profesionales con deficiencias en su preparación ética, científica y técnica-, acrecentarán los errores en la práctica médica con graves consecuencias para los seres humanos como individuos y para la sociedad como tal.
¿Por qué insistir en pedir "peras al olmo" si existen otros sistemas de seguridad social y de seguridad en la atención de salud que no privan al paciente de la libertad de elegir a su médico -no su EPS, etc.- y a éste de la libertad de obrar en conciencia, honrada, razonable y responsablemente, sin intermediarios que exijan rendimiento económico? Es un deber del Estado vigilar y fiscalizar los gastos en la atención médica y en la promoción de salud, pero su gestión no debe llegar hasta menguar la libertad del paciente y del médico y a alterar gravemente la formación de los profesionales del aérea de la salud.
Nota: Este articulo es una colaboración del Centro Colombiano de Bioética -CECOLBE-. Las opiniones en él expresadas son responsabilidad de su autor.

 











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