MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 6    NO 70  JULIO DEL AÑO 2004    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co

Reflexión del mes

Dos aforismos de Ciorán
“Podemos estar orgullosos de lo que hemos hecho, pero deberíamos estarlo mucho más de lo que no hemos hecho. Ese orgullo está por inventar"
"No pierdas el tiempo criticando a los otros, censurando sus obras; haz la tuya, dedícale todas tus horas. El resto es fárrago o infamia. Sé solidario con lo que es verdad en ti e incluso eterno”

Emile Ciorán (Rumania 1911 - Francia 1995). Existencialista que reflexionó incansablemente acerca del vacío y la desesperación.

 
Medicina de combate a comienzos del siglo XXI
Ricardo Restrepo Guzmán MD - Boston, Estados Unidos elpulso@elhospital.org.co
Durante los últimos días hemos visto imágenes infortunadas de una pretendida guerra “limpia”, que hacia alarde de tener como premisa el respeto a los derechos humanos. El mundo seguirá siendo testigo de la injusticia que acarrea cualquier conflicto y asimismo de los supuestos “beneficios” que puedan generar. Es aquí donde las ciencias tienen la obligación de entender las problemáticas y de generar los medios para atender a los afectados.
Con este preámbulo, me permito recorrer el último año de Guerra en Irak y sus consecuencias para una “medicina de combate”. Un informe realizado por el equipo de evaluación para la salud mental en las fuerzas armadas de Los Estados Unidos reveló recientemente una serie de cifras alarmantes.
Impacto en salud mental
El número de suicidios en los soldados norteamericanos durante el transcurso de la guerra en Irak ha sido más alto que el número de suicidios en todas las fuerzas armadas en el año anterior. Al momento de escribir este artículo, al menos 24 soldados se han suicidado en las tropas estacionadas en Irak/Kuwait. Esto equivale a un promedio de 17.3 suicidios por 100.000 soldados, comparado con un promedio de 12.8 por 100.000 en todas las fuerzas armadas. Estos estudios no incluyeron suicidios de soldados después de retornar a casa, es posible entonces que las cifras sean aún más altas. En contraste, solo 2 militares cometieron suicidio durante la guerra del Golfo en 1991, tomando en cuenta que este conflicto fue de un mes de duración. El número de soldados evacuados en Irak por problemas de salud mental, se ha duplicado de septiembre a enero del presente año, pasando de 478 soldados evacuados en septiembre, a entre 800 y 1000 en enero.
A raíz de esta gran problemática, se decidieron crear equipos de salud mental en las tropas norteamericanas, llamados unidades de control de stress en combate, o en inglés, CSC (Combat Stress Control). Estas se asemejan a las unidades de intervención quirúrgica inmediata aplicadas en la segunda guerra mundial, que hoy por hoy tienen vigencia en cualquier tipo de urgencia. En ellas, la prevención de crisis relacionadas con la salud mental son de suma importancia, y cuentan con psiquiatra, trabajador social, psicólogo, terapista ocupacional y enfermero. Actualmente 9 de ellas están en pleno funcionamiento en Irak, donde la gran mayoría de soldados consultan por el stress generado en combate, depresión mayor y trastornos de ansiedad. También es sabido que muchos de ellos, preocupados por experimentar actos violentos, agresión hacia sus familias o la comunidad, buscan ayuda antes de retornar a sus casas. La intervención terapéutica se basa en psicofármacos y terapia cognitivo-comportamental.
Urgencias en el frente
La meta de esta medicina de combate ha sido desarrollar nuevas intervenciones en el campo de acción. Desde las guerras civiles, se sabe que la principal causa de muerte, durante las batallas, ha sido la hemorragia. La frase “la gran mayoría de muertes ocurre antes de que el herido llegue al hospital” es frecuente durante estos convulsionados días. Así, para intervenir antes de llegar al hospital, han surgido los siguientes avances:
QuickClot: Producto granulado parecido a la sal-Kosher, que una vez esparcido en la herida, detiene el sangrado rápidamente. Los pequeños paquetes pueden ser abiertos y autoaplicados con una mano por el combatiente herido.
Torniquete de Mano: Se puede operar por medio de un mecanismo en el que el individuo no necesita ayuda para colocarlo y así puede cumplir la tarea de contener la hemorragia sin necesidad de asistencia.
“Vendaje Natural” (Cloonan): Dispositivo creado para frenar la hemorragia inmediatamente y no ser removido una vez colocado, formando un sellante en la herida con sus agentes de coagulación que contienen chitin, un agente derivado de la cáscara de camarón que atrae los glóbulos rojos y las plaquetas para desencadenar la coagulación. Nunca había sido utilizado en humanos, pero la FDA (Food and Drug Administration) lo aprobó para su uso en operaciones militares especiales.
Actiq: Potente opiáceo sintético, 100 veces mas potente que la morfina, con una rápida acción. Ha sido aprobado para tratar el cáncer, y tiene la gran ventaja de ser administrado oralmente, facilitando la atención de otros combatientes por el personal médico.
“Loción descontaminante de acción en la piel”, en inglés RSDL (Reactive Skin Decontamination Lotion). Se aplica a personas que han sido expuestas a agentes químicos removiendo o neutralizando los efectos tóxicos de estos.
Como innovación en el campo de batalla, está el sistema de resucitación quirúrgico avanzado, que consiste básicamente en un hospital portátil que busca atender al herido en la denominada “hora de oro”. Su dotación con quirófanos, historias computarizadas y sistemas de alta tecnología, manejados por un equipo completo de especialistas en el área quirúrgica, hacen de estos una herramienta de gran beneficio. Pueden seguir a la tropa en combate dentro de un radio de acción donde se puede atender con prontitud al soldado herido.
¿Y en Colombia?
Esta medicina de combate se aplica a nuestra realidad colombiana, pues hemos estado sujetos a la vivencia continua de un conflicto que ha desangrado a nuestro país. Soldados, guerrilleros y autodefensas son hoy protagonistas de nuestra historia. Así, nuestra práctica médica se ha visto enfrentada a una gran contradicción. El clínico se enfrenta a lo inesperado, desarrollando estrategias para su sobrevivencia y la de su población. Sin embargo, la amenaza y el no respeto a los derechos fundamentales paralizan con frecuencia el poder de acción y reacción de nuestro ejercicio médico. Hoy, que empezamos a vislumbrar nuevamente el concepto de paz, hagamos que nuestra práctica médica se acomode a este anhelo, demostrando que también puede existir una medicina de paz.
 
Bioética
La caja de Pandora

Ramón Córdoba Palacio MD - elpulso@elhospital.org.co
Es frecuente oír decir a nuestra gente: “se necesitaron tantos muertos para que solucionaran este problema”, o, ¿cuántos muertos se necesitarán para que arreglen esto? Continúan los hospitales cerrando servicios y restringiendo atención porque no producen dinero pese a la asistencia de alta calidad para sus pacientes; se presentan con frecuencia reclamos de salarios y, más grave aún, reclamos de elementos indispensables para prestar a los pacientes la oportuna y adecuada ayuda a sus quebrantos de salud, a veces muy graves. Y las autoridades de salud, los responsables de salvaguardar la vida y la salubridad de todos los colombianos según la Constitución vigente, siguen buscando el mal y la solución en el tonel sin fondo de la economía, cuando el mal -incorregible mientras subsista la Ley 100- es el cambio de finalidad de la atención médica que en vez de prestar ayuda de alta calidad en esta área de la actividad humana, tiene ahora, por ordenamiento legal, que producir dinero que mantenga llenas las arcas de las empresas comerciales conocidas como las EPS y las IPS.
Como en el mito griego de la caja de Pandora, la caja con el deslumbrante aspecto de un regalo de los dioses, que estaba repleta de daños y desgracias, la Ley 100 con la engañosa apariencia de salud de calidad para todos, de solidaridad e igualdad para los desprotegidos económicamente, puso precio en dinero a la existencia humana y creó instituciones intermediarias que tienen como finalidad explotar tan funesto comercio y acrecentar así cada vez más sus réditos y a las que nada, absolutamente nada, las obliga con la atención médica adecuada de sus “clientes” o “usuarios”, fuera de que estén a paz y salvo, que éstos cumplan directa o indirectamente con sus cuotas. La existencia y la integridad de la persona humana y su condición de salud, se convirtió, por determinación legal -Ley 100-, en elemento de consumo, con instituciones que la venden según el dinero disponible del cliente y no de acuerdo con la dignidad incondicional de quien la requiere.
Más de una persona ha fallecido en las puertas de instituciones de atención médica -al menos así las denominan-, llevando en sus manos la evidencia para-clínica de su enfermedad, que requiere atención urgente, porque su nombre no aparece en pantalla, porque no tienen orden de remisión, porque debe volver a su pueblo a que le cambien la tarjeta del Sisbén, etc. Más de un enfermo ha soportado el deterioro de su estado de salud -realmente de su existencia-, por las mismas causas o porque las órdenes de exámenes paraclínicos o de substancias o intervenciones terapéuticas se indican para cuando la enfermedad y el tiempo las hacen inútiles y hasta humillantes. Obviamente estos pacientes figuran en la estadística como colombianos “cubiertos por el sistema de salud, Ley 100”, pero no se tiene en cuenta la calidad de la atención. ¡Cuántas evidencias al respecto guardan los expedientes en los Tribunales de Ética Médica y cuántas más dormirán el sueño del olvido en el prontuario de quejas de la Superintendencia Nacional de Salud! ¡Cuánto se revelaría sobre el engaño de la infortunada Ley 100 si esta Superintendencia evaluara adecuada y oportunamente las quejas que recibe!
Más aún, en el afán mercantilista según el cual todas las instalaciones deben rentar para que sean viables, ¿cuántos exámenes inútiles, injustificados en relación con la condición de salud del paciente y, a veces, de grave riesgo para éste se están indicando? ¿Cuántas hospitalizaciones injustificadas desde el punto de vista estrictamente médico se están exigiendo, hospitalizaciones que aportan dinero a los mercaderes de la salud, de la existencia humana, amparados por la ley?
Se habla de reformas y surge una inquietud: ¿aparecerá una ley que indique que debemos acercarnos a las ventanillas de las empresas bancarias a reclamar atención de salud en vez de dinero, una ley que cambie la finalidad de dichas entidades y ordene que produzcan salud en vez de dinero al tenor de la exaltada pero tenebrosa Ley 100, la cual cambió la finalidad de la medicina al exigir llenar las arcas de unos pocos a costa de una deficiente atención médica?
Un colega señala con descarnada certeza que en relación con la salud lo que hoy impera es: “Si eres joven y sano, ¡bienvenido!, mas si eres de edad o enfermo, mejor muérete: nos puedes costar mucho dinero que no debemos gastar en tu persona, ya que de todas maneras, tarde o temprano, morirás”.
Sólo hay una manera de evitar los daños y males de la Caja de Pandora: cerrar permanente y definitivamente dicho “regalo de los dioses” 6
Nota: Esta sección es un aporte del Centro Colombiano de Bioética -Cecolbe-

 











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