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Reflexión del mes
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Los
grandes quedarán en el recuerdo. Pero cada uno de ellos
fue grande en relación con lo que esperó. Uno
fue grande esperando lo posible. Otro, esperando lo eterno.
Pero quién esperó lo imposible, fue el más
grande de todos
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Soren
Kierkegaard (1813 - 1855). Filósofo danés,
padre del existencialismo. Elabora una filosofía centrada
en la existencia concreta del hombre, dominada por la angustia,
la soledad y la muerte.
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Candidatos presidenciales:
Bush, Kerry y sus propuestas en salud
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| Ricardo
Restrepo Guzmán, MD Boston, Estados Unidos elpulso@elhospital.org.co |
A pocas semanas de una elección en
donde el curso de los Estados Unidos, como del mundo entero,
está en juego, las prioridades se pueden enmarcar en
dos palabras: seguridad nacional y economía. Detrás
de ellas, está un tema que amerita una importancia mayor,
pero que los mismos medios no se encargan de divulgar: cómo
un gobierno republicano o demócrata asumirá el
problema de la salud. Esto es de suma importancia para una nación
de aproximadamente 300 millones de habitantes, en donde 44 millones
no tienen seguro de salud o acceso a servicios médicos,
y donde cerca de 5 millones de personas han perdido sus beneficios
médicos durante este último gobierno. En este
país, la población hispana es la minoría
predominante con 38 millones y ésta será de vital
importancia para que los planes propuestos se lleven a cabo.
En una nación en donde 1 de cada 7 habitantes no tiene
seguro de salud y donde se gasta US$7.4 millones por hora en
la guerra, se justifica una revaluación de éstas
políticas.
Para analizar cada una de las campañas es importante
mencionar hacia qué sectores de la salud se enfocan las
propuestas. Los programas federales originados en la seguridad
social como Medicare (salud para el paciente de la tercera edad)
y Medicaid (salud para el más necesitado), la distribución
de impuestos (taxes), los planes de cobertura, y la implementación
en servicios de salud, son puntos que afectan al norteamericano
común.
Bush y el plan de salud
En los últimos 4 años, Bush ha luchado por implementar
cambios en el Medicare, donde el objetivo primordial es crear
beneficios para la consecución de medicamentos. Este
plan aprobado por el Congreso en el 2003 y que tomará
efecto en el 2006, subsidiará medicamentos necesarios
para población de la tercera edad, y su costo será
de US$564 billones en los próximos 10 años, cifra
calculada el año anterior en US$395 billones.
El gobierno Bush también está promoviendo las
cuentas de ahorro médico (MSA: Medical Savings Accounts),
en las cuales se propone al individuo aportar un dinero aparte
en una cuenta exenta de impuestos para ayudar a trabajadores
con bajo ingreso a tener recursos médicos para un futuro
o pagar gastos inmediatos. Estas cuentas de ahorro médico
(MSA) han estado disponibles desde enero del 2004, pero hasta
este momento hay que pagar impuestos por ellas. Muchos empleadores
han expresado un gran interés en esta alternativa, pues
así el empleado puede decidir ser parte del mercado individual
de seguros en salud sin que el empleador sea el único
en ofrecerlos. El gobierno Bush niega que esto sea una forma
de suprimir el compromiso del empleador con el empleado, y argumenta
que se expandirá el mercado de las aseguradoras en salud,
planes médicos y seguros en caso de accidente, que estarán
disponibles para el trabajador norteamericano.
Bush también propone una línea de crédito
para ayudar al ciudadano sin seguro de salud, a que pueda adquirir
un seguro médico privado. A los individuos que ganan
US$30.000 o menos se les retornará US$1.000 anualmente
y con esto podrán adquirir su seguro. A las familias
que ganan US$60.000 o menos les será retornado US$3.000
después de pagar sus impuestos, y así podrán
tener seguro de salud para su familia.
Críticos del gobierno aseguran que estas medidas pueden
solo cubrir un tercio del costo real de un seguro de salud,
por lo que en consecuencia, muchas de estas familias e individuos
terminarían sin este servicio. O quizás, como
otros especulan, podrían utilizar este dinero para otras
necesidades.
El costo del plan sería de US$90 millones en los próximos
10 años y cubriría de 2.1 a 2.4 millones más
de personas en los Estados Unidos (5% de los que no tienen seguro,
de acuerdo con Kenneth E. Torpe, Ph.D de la Universidad de Emory
en Atlanta, quien ha seguido muy de cerca las campañas
de los presidenciables y sus políticas en salud).
La agenda Bush también considera la población
infantil sin seguro: el plan es financiar con US$3.2 billones
los denominados programas de seguros de salud estatales en la
población infantil (SCHIP, State Children's Health Insurance
Programs). Cada estado se haría responsable por la salud
integral de la niñez.
Bush propone limitar las demandas médicas por razones
no económicas (dolor y sufrimiento infringido por negligencia
médica) a US$250.000, situación que genera controversia,
pues para muchos esto es un signo de no justicia.
Kerry y el plan de salud
A diferencia de Bush, Kerry es enemigo en considerar el mercado
individual en seguros de salud para el pueblo norteamericano.
El plan de Kerry es mucho más ambicioso y esencialmente
lo quiere llevar a cabo revocando la protección de recorte
de impuestos para los más ricos (personas con ingresos
superiores a los US$200.000 anuales), implementada por el gobierno
Bush.
Su propuesta costaría US$653 billones en los próximos
10 años y reduciría el número de personas
sin seguro médico a 27 millones, equivalente a dos tercios
de la cifra actual.
También propone el acceso a un programa de beneficios
en salud con el gobierno federal, en el cual se subsidiaria
al empleador y los programas estatales para reducir el número
de personas sin seguro médico; sería un programa
menos costoso que el sistema privado en salud. Este sistema
federal cubre hoy al presidente, miembros del Congreso y empleados
federales; la condición para llevar este plan a cabo,
es que los empleados tengan un cubrimiento total en salud y
que se implementen programas preventivos en salud en cada lugar
de empleo. Con esto se reembolsaría al empleador un 75%
del seguro de salud por encima del costo total de US$50.000.
Muchos expertos aseguran que año tras año se dará
más estabilidad al sistema de salud en las pequeñas
empresas, y que cada individuo podrá obtener servicios
de salud sin importar si se trata de una pequeña empresa.
Kerry también propone una expansión de los programas
de seguros de salud estatales en la población infantil
(SCHIP, State Children's Health Insurance Programs) y el Medicaid,
en donde el gobierno federal pagaría por todos los niños
que estén en el Medicaid. Cada estado se vería
entonces en la posición de extender la cobertura a padres
trabajadores.
Kerry argumenta que el programa creado por Bush en torno del
Medicare no es suficiente para aliviar necesidades de la población
de tercera edad. El plan Kerry permite al paciente la compra
de medicamentos a bajo costo desde Canadá, lo que no
permite el gobierno Bush. Kerry busca no cerrar la puerta a
medicaciones genéricas listas para entrar en el mercado,
y negociar con grandes compañías farmacéuticas
mejores precios.
A diferencia de Bush, Kerry se opone a fijar un tope
de US$ 250.000 para limitar las demandas médicas por
razones no económicas. Argumenta que esta medida negaría
justicia para el afectado, y a su vez ofrece un plan para disminuir
las demandas por mala práctica médica, en el cual
se prohíbe la demanda a menos de que un especialista
determine que existe un argumento razonable para el reclamo.
También se establecerían sanciones obligatorias
a las demandas innecesarias.
Consecuencias del voto
Ambos planes son de una complejidad enorme, y sólo la
implementación de cada uno dará la pauta para
un análisis sólido. Sin embargo, el tema de la
salud no puede pasar inadvertido en una de las elecciones más
cruciales de los últimos tiempos. Mientras Bush se inclina
por un plan individual de salud en donde el individuo tendría
más control de sus decisiones en torno de las alternativas
ofrecidas por el sistema, Kerry se inclina por una socialización
de la medicina, difícil pero no imposible en un país
donde la salud ha recibido el estatus de negocio. |
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Bioética
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Extorsiones en el sistema
de salud
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Ramón
Córdoba Palacio, MD - elpulso@elhospital.org.co
Cuando por cualquier razón
y conscientemente se inicia un proceso de degradación,
éste, como un alud, va tomando fuerza y acrecentándose
hasta adquirir caracteres catastróficos. Así,
infortunadamente, tenemos que registrar que al amparo de la
Ley 100 ya no sólo se negocia con la existencia humana
sino que, además, se extorsiona frecuentemente y con
cinismo a los pacientes -clientes para ellos- y a los médicos
-verdaderamente, sus esclavos-.
El Diccionario de la Real Academia Española define
extorsión como: «Acción y efecto de usurpar
y arrebatar por fuerza una cosa a uno». Y sobre usurpar
dice el mismo diccionario: «Apoderarse de una propiedad
o de un derecho que legítimamente pertenece a otro,
por lo general violentamente».
La sola definición muestra lo repugnante de estas conductas,
pero se hacen aún más condenables cuando lo
que se arrebata es la intimidad de una persona humana o la
libertad y el derecho de trabajar honestamente. Algunos altos
mandos de algunas de las intermediarias comerciales creadas
por la malhadada Ley 100, protegidos en su inexpugnable trinchera
-inexpugnable no siempre por la claridad y lo ético
de sus acciones, sino por la ineficacia de las entidades encargadas
de su fiscalización- exigen perentoriamente a los médicos
enviar la historia clínica de su paciente para satisfacer
unos honorarios -tarifa, para ellos- ya devengados, para el
pago de unas prestaciones ya cumplidas por éstos, burlando
así olímpicamente lo ordenado en el Artículo
34 de la Ley 23 de 1981 y en la Constitución Política
de Colombia que en el Artículo 15 proclama: «Toda
persona tiene derecho a su intimidad personal y familiar y
a su buen nombre, y el Estado debe respetarlos y hacerlos
respetar», y el Artículo 74 que indica: «El
sigilo profesional es inviolable».
Derecho a la intimidad que no es sólo un ordenamiento
legal sino, y primordialmente, un derecho inherente e inalienable
a la condición del ser humano, un factor indispensable
para poder participar de una vida social sana, para poder
convivir en comunidad, que se enseña en el hogar y
reafirma el despreciado pero valioso tratado de urbanidad
de Carreño. Al respecto, Vidal afirma: «Dentro
del secreto confiado se admiten grados, el más importante
de los cuales es el secreto profesional»; y, un poco
más adelante, agrega: «En el orden de los principios,
el secreto profesional tiene toda la urgencia del secreto:
obliga rigurosamente y siempre en razón de la justicia».
Todo lo anterior adquiere mayor compromiso si tomamos conciencia
de que siempre, o casi siempre, en el secreto médico
está involucrado el secreto llamado «natural»,
es decir, «cuando la revelación está prohibida
por la propia naturaleza de la cosa que se conoce»,
enseña Taliercio, porque traería daño
o simple disgusto, injustamente proporcionado, al dueño
de lo revelado. «Ser depositario de un secreto íntimo
constituye, por tanto, un don que nunca se merece. El confidente,
al descubrirnos su intimidad, nos ha entregado lo más
sagrado de su ser, nos hace partícipes de su riqueza
interior, que sólo quiere compartir con aquella persona
que considera digna de confianza». Nada de esto cuenta
para quienes exigen conocer la intimidad del paciente, consignada
en la historia clínica, para cubrir unos honorarios
que en conciencia y legalmente deben.
No es menos grave que cuando un médico, en cumplimiento
de su deber profesional y humano pretermite algunas de las
disposiciones que le imponen, disposiciones arbitrarias y
casi siempre injustas y lesivas de la integridad del paciente,
se lo castigue o amenace con despedirlo, pues las órdenes
que rigen en esos comercios de seres y vidas humanas no permiten
ninguna desviación ni a derecha ni a izquierda -si
se permitieran correrían peligro las ganancias económicas,
su única razón de ser-. Y la extorsión
y las exigencias arbitrarias, injustas y lesivas de la dignidad
del ser humano-paciente, han llegado hasta a amenazar con
cancelar contratos a clínicas y hospitales que conserven
en su nómina médicos que tienen como principio
ético primordial la existencia e integridad de quien
se confía a sus cuidados, atentando así desvergonzada
e impunemente no sólo contra el paciente que cayó
en sus manos sino también contra el derecho al trabajo
honesto que protege la Constitución Política
de 1991.
Y nuestras gentes siguen engañadas con la propaganda
de que es una Ley igualitaria, que protege los derechos fundamentales
de todos los colombianos, entre ellos el de la salud mediante
una atención honesta, oportuna y diligente. La Ley
100 con las instituciones intermediarias, cohíbe la
atención médica fundada en el valor primario
del paciente como ser humano, y permite ponerle precio a éste
en dinero contante y sonante.
¿Hasta cuándo tendremos que soportar la displicencia
de las autoridades encargadas de hacer cumplir las determinaciones
de la Constitución Política, de defender la
dignidad de todos los colombianos?.
Nota: Esta sección es un aporte del Centro Colombiano
de Bioética -Cecolbe-
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