MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 8    NO 96  SEPTIEMBRE DEL AÑO 2006    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 

Afiche conferencia Parque Explora -Medellín

Cara a cara
con los reality shows
Hernando Guzmán Paniagua Periodista - elpulso@elhospital.org.co
Casi tres siglos después de aparecer la novela Robinson Crusoe del inglés Daniel Defoe, gran ejemplo de sobrevivencia, heroísmo y solidaridad, nuestra televisión produjo el reality show “Expedición Robinson”, que al margen de la originalidad, excelente realización y buenos propósitos de sus gestores, generaría como sus congéneres, polémicos efectos. El manejo de los realities tiene amenazado al país “por convivencia”.
Los reality shows son un hito en la TV contra el viejo esquema vertical de realización y producción, con formatos interactivos que plantean participación y crean otra forma de inversión publicitaria, con un jugoso nicho de mercado. No obstante, su UTILIZACIÓN puede borrar la ilusión de realidad, señalar pautas dañinas de comportamiento y envilecer vastos segmentos de programación. Sobre tal asunto de interés público entregamos los conceptos de varios comunicadores sociales, ponentes en reciente foro de Interacción- Educación y Comunicaciones, y la Escuela Colombiana de Mercadotecnia en Medellín.
¿Debate moral o tecnológico?
El realizador del Canal Universitario de Antioquia, Mauricio Velásquez, estudioso del impacto de la televisión en el espectador, expresa la visión del reality a partir de su historia: “El debate en torno del reality se fomentó desde un contexto moral: la calificación desde ópticas sociales siempre se ampara en el hecho de la degradación de la calidad del ser humano. Mi pregunta ha estado encaminada a contextualizar su aspecto formal, en tiempo y espacio, ya que el entorno natural de este formato es el lenguaje audiovisual televisivo; los debates morales se deben dar alrededor de las temáticas generadas por fuera de éste, una vez acaba cada uno de los programas o entregas de ellos”.
Y explica: “Debemos analizar uno de los aspectos fundamentales para su éxito en términos de rating, sintonía y audiencia: su estructura narrativa. En Estados Unidos comenzó a fines de los años 70's, una nueva era televisiva que proponía ocultar cámaras (hidden cameras) y realizar shows donde se sorprendía a la gente; la reacción natural del espectador fue creer que la televisión no necesariamente era aquel artificio maquillado y prefabricado en estudio, que una cámara perfectamente podía registrar entornos naturales sin alterarlos. Ese primer encuentro estaba avalado por las experiencias de directores de cine como Richard Lester, que ya en sus películas proponían estructuras similares a aquello que hoy conocemos como “Documentales”. Además, la televisión real como tal, era un término ya acuñado en la guerra de Vietnam, refiriéndose a esas escenas que ponían a los norteamericanos contra la pared de su propia moral.
El aspecto fundamental del nuevo tipo de imágenes ofrecía características nunca antes vistas: el televidente se sentía parte de un espectáculo y la brecha realidad-ficción se iba acortando cada vez más. Con la aparición de los nuevos dispositivos de videocámaras caseras, los televidentes recortaron aun más esa brecha, pues su reproducción instantánea era hecha a través del mismo televisor donde veía sus programas, algo tan simple como conectar y reconectar un cable. Sin darse cuenta, el televidente estaba haciendo televisión. Así nacieron los Crazy Videos o Locos Videos, conocidos en Norteamérica como American Funniest Videos, un show televisivo donde se presentaban videos, hasta ese entonces, caseros. La textura de la pantalla fue cambiando y el televidente demandaba cada vez más realidad, aquella que había fomentado su avidez por lo real. Fue entonces que las grandes cadenas televisivas de noticias comenzaron a aprovechar las propiedades electromagnéticas de las nuevas cámaras, para hacer crónicas y reportajes con características inéditas por su versatilidad y, ante todo, por su realismo. El público evidenció aún más la aceptación a este tipo de espectáculos con dos eventos que cambiaron sustancialmente el panorama televisivo: La explosión del Challenger y la persecución de O. J. Simpson, percibidos en otro factor determinante del concepto reality al ser registrados en vivo, y esto terminó de validar el término 'REAL'.
El reality show como hoy lo conocemos, es un programa concurso donde se pone a los participantes a cohabitar espacios que se insinúan reales y a vivir situaciones cotidianas (eso era hasta hace unos años, porque mi madre por ejemplo cuando va a castigar a mi sobrina le dice que la va mandar a Playa baja)... Los formatos reality de ese tipo tuvieron su inicio con Endemol en Holanda y con Mtv Networks en EU. Sin embargo, Big Brother, el programa de Endemol, es el reconocido padre de estos shows; aquí vuelve a jugar aquello de la disposición de las cámaras y sobre todo su textura y tipo. ¿Quién no se ha fijado como se comporta o como se ve ante una cámara de seguridad? Todos en algún momento nos hemos visto en una de esas pantallas, en un mercado, un banco, un centro comercial. Así parte este primer indicio de aceptación a la propuesta narrativa, cámaras que auscultan como lo hace cualquier Hidden Spy Camera.
“La construcción de sentido debe ser en familia”.
Comunicadora Jenny Tamayo
Con Survivor, el fenómeno de las propuestas narrativas consolidó al televidente como posible creador de imágenes similares a las que le proyectaban en pantalla. Las cámaras abandonaron los trípodes, los steady cam y otros atributos técnicos que hacían supuestamente una televisión de calidad. Ahora las cámaras corrían con frenesí tras un concursante, hacían reencuadres de plano sin cortes, jugaban con el zoom y aún con el foco, los lentes se empañaban, se empantanaban y, en general, todos los planos se hicieron cada vez más similares a aquellos que usted o yo podemos hacer con una cámara de $2 millones comprada en un almacén de cadena. El secreto: ahora las cámaras funcionan con dispositivos CCD que permiten ser transmitidas a través de la señal televisiva, ya que sus líneas de resolución mejoran cada vez más y más. La televisión real es ahora real porque los creativos así lo hicieron, usando ese tipo de planos e imágenes que cualquier aficionado haría. La pregunta es: ¿cuál será la respuesta de los 'profesionales' de la imagen cuando todas sus convenciones han sido revaluadas?”
Por la dignidad humana
Ana Patricia García, gerente de programación de Teleantioquia, concibe así el reality y la realización de Antioquia, Belleza Real: “Nosotros partimos de una televisión pública, que respeta, que no agrede. No pretendemos manifestarnos en contra de algún reality, la idea es que haya realities que respeten al ser humano, su autonomía, la dignidad humana. Ahora, ¿por qué Teleantioquia se metió a hacer sólo un reality? Porque teníamos claro que había una opción de democratizar el reinado de belleza y ese fue el proceso que vivió la Corporación de Belleza de Antioquia. Aunque económicamente no fue rentable, se buscó el respeto a ese ser humano que estaba participando. Por eso hasta reconvinimos al director y le dijimos que no queríamos que las participantes se sintieran mal. ¿Qué vemos en general hoy en día con los realities? Que se está comercializando la ambición o la necesidad de la persona que necesita dinero, por ejemplo, en el caso de Los Llevaos, uno ve que participan por los $300 millones y exhiben sus vidas con todas sus miserias. Estamos de acuerdo con ellos para estimular al talento de las personas, teniendo reglas de juego claras, sin exhibir esa competencia y esas ruindades en las cuales por ganar, la persona maltrata al otro, hace burla de él, es tramposa”
Federico Uribe, productor de Pop Stars de Caracol TV, productor y director de Antioquia, Belleza Real, director de realización en Cambio Extremo de RCN TV, opina: “Yo los miro como un estudio antropológico de cómo es la gente bajo presión, tratando de alcanzar un sueño, de luchar por un anhelo de su vida. Como cualquier otro formato de TV, hay gente que les gusta y otras que no, uno como televidente no está obligado a ver un programa, lo ve por curiosidad, por voyeurismo o porque le gusta simplemente. Son formatos nuevos que dan mucho qué hablar. No creo que en los realities -al menos en los que he participado- atenten contra la dignidad de la persona, primero porque la presentación es voluntaria y a quienes clasifican se les explica muy bien y firman un contrato donde se dice qué pasará, cómo participarán, etc.
Algunos esquemas traen competencia, y al ser programas de entretenimiento, como tales deben tener motivos para que el televidente se 'pegue' a verlos.
Eso no significa que en ciertos realities algunos no puedan pensar que se haya jugado con la dignidad, pero en los que yo he estado han sido competencias transparentes desde todo punto de vista. En el caso de Cambio Extremo, lo que se hace es proveer la oportunidad a la gente que no tiene recursos para mejorar aspectos físicos con los cuales la mayoría cree que su vida no es buena. El programa lleva buenas noticias desde el momento de la selección hasta que se entregan las personas de nuevo a sus familias. Muchos criticarán que es vanidad, pero yo que he estado dentro me doy cuenta de que es lo que menos interesa, porque a muchos aspirantes nosotros les decimos: miren, señoras o señores, ustedes no necesitan nada, y a muchos les importa su autoestima, el sentirse bien, que mejore su vida, más que la parte estética”.
Agregó: “Además, hay una veeduría que fiscaliza que los procesos de selección sean verdaderos y que no se juegue con las ilusiones de la gente. En un país falto de oportunidades en todos los campos, quienes se presentan se apegan a cualquier de ocasión, llámese reality o concurso para salir adelante en cualquier aspecto. Son programas que tienen reglas, sólo clasifica cierto número de personas y la producción tiene unos parámetros establecidos. En el caso de Caracol, hay que abonarle que apostó a producir sus propios formatos; que le haya ido bien o mal, es otro punto de discusión”.
Apuntarle a la verdad
El periodista Miguel Jaramillo Luján, especialista en Comunicación y Conflictos, hizo seguimiento a los realities de la TV europea, fue corresponsal del Canal Caracol y apoyó la realización del Desafío 2004. Este es su testimonio: “Yo puse una cámara muchas veces para el casting, pero sólo se grabó el primer día; el resto del tiempo, filas de personas frente a cámaras que nunca grabaron nada o grabaron cosas degradantes que nunca las tuvieron en cuenta. Los manuales de estilo de los realities contemplan una gran convocatoria para que asista mucha gente, potenciales televidentes; cuando el programa está al aire, la persona dice: 'yo participé en el casting' y tanto ella como su familia se vuelven televidentes cautivos. Los realities buscan personas complejas, con dificultades sicológicas, para generar conflictos, y que cada televidente tenga con quién identificarse de acuerdo con su personalidad. La multinacional holandesa Endemol, principal productora de estos programas, realiza El Rival Más Débil (España y Londres), donde una mujer maneja concursantes que luchan por ganar y tumbar al otro, y ella les dice frases provocadoras para hacerlos sentir mal, como Usted dejó el cerebro en la casa, para que se irriten, pierdan los estribos y salgan del concurso”.
“¿Cuál será la respuesta de los ‘profesionales’ de la imagen cuando todas sus convenciones han sido revaluadas?”.
Comunicador Mauricio Velásquez
Agregó: “Nosotros vimos la ganadora del Desafío 2004 tres meses antes de ganar, en un restaurante del municipio de El Retiro donde se reunió con su familia a celebrar. No obstante, tres semanas antes de terminar el concurso se hizo consulta con llamadas de los televidentes, supuestamente para elegir al ganador. Es un llamado a los televidentes a no caer en el juego de un reality show, programas que buscan una rentabilidad por su audiencia, pero no le apuntan a la verdad. Su gran reto está en mirar a valores importantes: la honestidad, el respeto, la integralidad en el actuar, todo lo que debe perseguir cualquier producto en comunicaciones. En Londres se hizo un reality en una casa donde varios hombres tenían que seducir a una mujer y cuando le dijeron al ganador cuál era el premio, la mujer se levantó la bata y era un travesti; el hombre indignado demandó a la programadora pero tenía un contrato firmado con letra menuda donde decía que no había lugar a demandas. Gana el que más llora o el que más lástima genera y no el más talentoso, como ocurre en algunos realities de cantantes y actores de RCN”.
Antonio Oviedo, director de la empresa Interacción-Educación y Comunicaciones, y coordinador del panel sobre el tema, hizo esta reflexión: “Los realities hay que mirarlos en el contexto de lo que está pasando en la televisión internacional; uno de los procesos experimentales asociados surgió con El Gran Hermano en Europa, prueba piloto de TV interactiva; la gente accedía al programa por internet, pagaba un número específico de cámaras y armaba su propio relato audiovisual, distinto por ejemplo del Desafío 2006, donde hay una selección de lo que el canal quiere mostrar. Además de la experiencia tecnológica hay un negocio de expectativa para que la gente haga llamadas telefónicas y esto produce miles de millones de pesos y dólares; hay programas constructivos y otros de puro negocio: el uso que se les da es decisivo, porque el Desafío 2006 se puede volver un motivo de reflexión en la familia sobre la convivencia o sólo ser algo frívolo. Uno no puede esperar que la TV haga cosas por nosotros: uno elige si prende el televisor; hoy para hablar con los hijos hay que sentarse a ver los realities que a ellos les gustan, reconvertir esa ocasión en experiencia formativa. Estos formatos son realidad puesta en escena, pero las opciones de TV son muy amplias y uno necesita conciencia de que toma decisiones para meter o no el televisor en la alcoba, o si se deja usar o no”.
Por televidentes activos
Jenny Tamayo Montoya, asistente de dirección del canal Televida, aborda los reality desde su uso en familia: “Según investigación de la Universidad Nacional entre 2002 y 2004, la televisión copa 96% de la audiencia, seguida de la radio con 77%. Ahora, 80% de niños y jóvenes entre 10 y 25 años de edad que vieron al menos tres capítulos de Expedición Robinson, Pop Stars y Protagonistas de Novela, lo hicieron acompañados, 56% de ellos por sus padres, 57% tuvieron opinión buena de los programas, 6% muy buena, 27% regular, 6% mala y 4% muy mala. Si se ve en familia la TV y en especial los realities, la construcción de sentido debe ser también en familia; el acompañamiento es vital para aprender a ver los programas y para no confundir la realidad con el show. El ideal propuesto en los realities es ser calculador, desleal, pícaro y hasta perverso para ganar un lugar. Es deseable formar televidentes activos, pues es la familia el contexto típico donde se reciben los contenidos mediáticos”.
Un 'reality show' interactivo no pone como eje de valores el individualismo ni sacraliza el dinero como supremo bien del hombre.
El reality show en sí mismo es neutro. Su bondad deviene de la interactividad como filosofía de realización en términos éticos. Perniciosos son la mercantilización disfrazada de realidad cotidiana y los antivalores que avala, aspectos que no dependen del formato sino del entorno comunicacional y corporativo en que se inscriben, y del contexto socio-político que los legitima. Un reality no desmonta el autoritarismo del mensaje televisivo si cae en nuevas manipulaciones del comportamiento, si postula el sálvese quien pueda y manosea a las personas con un esquema conductista. El monopolio del sentido y la domesticación de la realidad criticados por Mattelart, no pueden servir como patente de corso para nuevas imposturas mediáticas. Un reality show realmente interactivo no pone como eje de valores el individualismo ni sacraliza el dinero como supremo bien del hombre. Y menos en una sociedad en conflicto con grandes sectores permeados por el afán de enriquecimiento fácil y por encima de normas éticas o jurídicas.
El Robinson Crusoe de 1719 dibuja valores más edificantes que nuestras versiones posmodernas. Robinson salva la vida de su criado Viernes, lo arrebata a los caníbales y a pesar de ser también antropófago, esto dice sobre él: “...nunca hombre alguno tuvo un sirviente tan fiel, amante y sincero como lo fue Viernes conmigo. Sin violencias, enojos o mala intención, se mostraba profundamente adicto y dispuesto; su afecto por mí parecía más bien el de un hijo por su padre y me atrevo a decir que hubiera sacrificado voluntariamente su vida para salvar la mía en cualquier ocasión”. El canibalismo en este contexto es pauta cultural y asunto de supervivencia. En muchos realities es maraña de provocaciones e intrigas con fin de lucro.
El manejo inadecuado de los realities afecta la salud mental al propiciar la liberación de las energías primarias más destructivas e innobles. En 1949 el escritor George Orwell imaginó en su novela 1984 un mundo deshumanizado, bajo el mando de un Partido Único y a su cabeza el Gran Hermano (vaya, coincidencia). ¿Qué tan distinta es la Casa Estudio del país totalitario de Ingsoc, vigilado por telepantallas? En Colombia o España no falta un O´Brien como el de 1984, que advierte: “El hombre es un ser infinitamente maleable. Si usted cree ser un hombre, Winston, considérese como el último ejemplar de esa especie”. ¿Qué tanto distan nuestros cara a cara de los dos minutos de odio que narra Orwell? ¿Qué tanto las reglas de los realities de las tres consignas del Partido Único: “La guerra es la paz, la libertad es la esclavitud, la ignorancia es la fuerza”? Un mundo igualmente aterrador anticipó el estadounidense Rad Bradbury en Fahrenheit 451, donde se queman los libros y los hombres son dominados por medios electrónicos.
Bienvenido el reality show, siempre y cuando sea televisión interactiva democrática y humanista. Lo contrario es crear fantasmas de libertad; el desafío más que tecnológico es ético, como lo dijo Gonzalo Arango: “El mundo no gira alrededor de los inventores de nuevos ruidos sino de nuevos valores”. Inevitable recordar el humor negro de Alfred Hitchcock, al concluir en 1965 su serie de suspenso: “Diez años es mucho tiempo para estar cometiendo crímenes. No estoy seguro de cuál va a ser el castigo, pero sospecho que voy a ser atado a una silla y colocado frente a un aparato de televisión encendido” .
 
 



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