MEDELLÍN, COLOMBIA, SURAMERICA No. 279 DICIEMBRE DEL AÑO 2021 ISNN 0124-4388 elpulso@sanvicentefundacion.com icono facebook icono twitter icono twitter

De Insulinas, diabetes y la benemérita industria farmacéutica

Por: Francisco A. Rossi Buenaventura, Claudia Marcela Vargas Peláez. Fundación IFARMA
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Con frecuencia acusan a quienes condenan las prácticas de la industria farmacéutica multinacional, incluida IFARMA, supuestamente sin reconocerle ningún mérito. Y es que existen muchas dificultades para encontrar alguno. Y después de lo que pasó con las vacunas para la pandemia (que el director general de la OMS calificó como un “fracaso moral de la humanidad”) ni modo. Pareciera que se trata de una industria dispuesta a cualquier cosa (y que ha hecho cualquier cosa) por maximizar sus beneficios, con la más absoluta ausencia de humanidad, moralidad o solidaridad.

La historia de la insulina es bien dolorosa a ese respecto. En 1923, hace casi 100 años, Frederick Banting, Charles Best y James Collip lograron desarrollar, en la Universidad de Toronto, un método para extraer insulina del páncreas de bovinos y se lo aplicaron a Leonard Thompson, un niño de 14 años, que, interesante aspecto de esta historia, sobrevivió a sus benefactores. Antes de este descubrimiento, la expectativa de vida de alguien con diabetes tipo 1, era muy breve y muy dolorosa.

El descubrimiento fue sensacional. Los descubridores, convencidos de la necesidad de poner la insulina en manos de quien la necesitara, patentaron su descubrimiento y la patente fue vendida por un dólar, para asegurar que nadie se apropiase del producto y pudiera llegar a todos en todas partes. “La insulina pertenece al mundo”, dijeron.

100 años después, la ciencia ha permitido que tengamos insulinas mucho mejores, pero para vergüenza de la industria, hoy mueren, en los Estados Unidos de América, y en el resto del mundo, muchos pacientes por falta de insulina.

El 29 de enero de 2019, se celebró en el Congreso de los Estados Unidos una audiencia pública en la que, Antroinette Worsham, madre de dos hijas con diabetes tipo 1, relató su drama, que terminó con la muerte de su hija mayor, porque no tenía con que pagar el costo de la insulina. Empezó a combinar restricciones en la dieta con restricciones en la insulina, hasta que se le acabó el dinero y se le acabó la vida.

Kathy Sego, una profesora del sistema educativo público de los Estados Unidos, también relató la historia de su hijo Hunter, que casi muere por la misma razón, restricciones en las cantidades de insulina como consecuencia de los precios. Contó cómo, en un viaje a Hungría, descubrió que un vial de insulina que en Hungría le costó 10 dólares, en casa le costaba 487 dólares. Diariamente, pacientes diabéticos recorren cientos y hasta miles de kilómetros, para comprar en Canadá, una insulina que en casa les cuenta 10 veces más.

¿Cómo puede ser posible que eso pase en el país más rico del mundo que se precia de tener la mejor medicina del mundo? Hoy, tres empresas: Eli Lilly, Novo Nordisk y Sanofi Aventis, controlan prácticamente todo el mercado mundial de insulina. El oligopolio ha tenido como resultado global, que los precios sean increíblemente altos y que varíen de país a país, de una forma que muchos han calificado de “criminal”.

Tres estrategias se han combinado para permitir el atropello. La primera, el abuso de las patentes. En los países desarrollados se pusieron de moda, gracias a la capacidad de presión de la gran industria, las llamadas “patentes Secundarias”, que no son otra cosa que modificaciones a un medicamento ya conocido. Una combinación con protamina, una proteína de pescado, que permite una acción prolongada, da lugar a la Insulina NPH y obtiene una nueva patente por 20 años. Un dispositivo de aplicación, sin duda útil pues permite aplicaciones más precisas y controladas, obtiene otra patente y otros 20 años. Y luego la molécula sufre modificaciones para mejorar algunas de sus características, las insulinas análogas, que de nuevo obtienen patentes por 20 años más. Estas patentes sirven para excluir oferentes y poder subir los precios.

La segunda estrategia es la “obsolescencia tecnológica”. La insulina bovina mejoró mucho cuando pudo ser purificada mediante procesos cromatográficos. Así, la insulina cromatográficamente purificada, reemplazó a su predecesora con un notable incremento en el precio. A su vez, fue desplazada de la terapéutica por la insulina humana, uno de los primeros productos de la biotecnología del siglo pasado. Otra vez un salto en el precio. Luego, los dispositivos de aplicación, (los lapiceros y las bombas) significaron un nuevo incremento, y finalmente, las insulinas análogas, que siendo modificaciones moleculares de la vieja conocida molécula de la insulina, multiplicaron por tres y hasta por diez los precios. El Ministerio de Salud encargó en el año 2018 a la Universidad Nacional un análisis de las ventajas clínicas de las nuevas insulinas y su significación clínica. Ifarma, que tuvo a su cargo tal análisis, presentó una revisión sistemática llevada a cabo por la colaboración Cochrane. De acuerdo con su análisis, se evidenció que, de acuerdo con los datos de los estudios clínicos examinados, NO había superioridad de las insulinas análogas sobre la insulina humana. Interesante; tampoco había diferencias relevantes entre la humana y los extractos de insulina bovina. Este tipo de resultados hicieron que, en Ecuador, la Insulina Glargina que se pagaba con recursos públicos, fuera eliminada del formulario nacional. A pesar de tales resultados, en Colombia todas las insulinas fueron incorporadas al POS.

La tercera estrategia se llama Lobby, que no es más que capacidad de presión y tráfico de influencias con varias caras. Por ejemplo, que un ejecutivo de la industria sea nombrado Ministro de Salud. ¿Alex Azar les suena? O que un ex Supersalud (Gustavo Morales) o una ex Ministra (Janeth Giha) lleguen a AFIDRO, la oficina de lobby de la industria farmacéutica multinacional. El gasto en lobby en los Estados Unidos es enorme, y ha permitido, entre otras cosas, que no exista regulación alguna en los precios, lo que permite que, por ejemplo, Eli Lilly, Novo Nordisk y Sanofi Aventis suban los precios varias veces al año sin ninguna consecuencia. Aquí en Colombia, durante las negociaciones del TLC con los Estados Unidos y presión mediante, AFIDRO financió un estudio que llevó a cabo Econometría, y que recomendó una desregulación de precios de todos los medicamentos, que nos llevó a pagar en algunos productos, más que en países de Europa, como lo denunció en su momento Juan Gossain en una inolvidable serie de reportajes.

Los defensores del acceso a los medicamentos, categoría en la que en IFARMA nos sentimos muy cómodos, partimos de la base de que la salud es un derecho humano, es un derecho fundamental, y el acceso a los medicamentos es un componente inevitable de la satisfacción del derecho. Este derecho se hace evidente cuando hablamos de los medicamentos que salvan la vida. Los antiretrovirales para el SIDA, los antivirales para la hepatitis C, la insulina para la diabetes tipo 1. Si un sistema de salud no es capaz de ofrecer estos medicamentos a los que los necesitan, algo anda muy mal.

Si los sistemas políticos y los sistemas de salud de los países no son capaces de privilegiar el derecho a la vida de los diabéticos tipo 1 sobre las metas de ingresos y la valorización de las acciones de los monstruos farmacéuticos, estamos en malas manos. Como nos pasó con las vacunas.

Lecturas recomendadas:

Parra Salas Luis Edgar. Determinación social de la inequidad en el acceso a los medicamentos biotecnológicos en el capitalismo cognitivo; el caso de la insulina recombinante en Colombia. Tesis para optar al título de PhD en Salud Pública en la Universidad Nacional de Colombia. 2021.

Health Action International. ACCISS Project. Challenge and Constraints of Insulin Sources and Supply. 2021. Disponible en: https://haiweb.org/what-we-do/about-acciss/

WHO. Keeping the 100 years old promise; Making insulin Access universal. 2021. Disponible en: https://www.who.int/publications/i/item/9789240039100


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