MEDELLÍN, COLOMBIA, SURAMERICA No. 319 ABRIL DEL AÑO 2025 ISNN 0124-4388

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Donde el motor se detiene y avanza la vida

Autor
Por: Juan José Yath
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Es domingo en la autopista Sur. En un carril pasan carros y motos como siempre; en el otro, circulan una bicicleta, algunas personas en patines o incluso alguien que camina o trota. La ciclovía de la avenida del Río es uno de los tramos de calle que se cierran en los días de descanso y se extiende por parte del río Medellín a lo largo de la ciudad. Se trata de espacios libres de vehículos coordinados por el Inder (Instituto de Deportes y Recreación de Medellín), los cuales también están presentes en muchas otras ciudades de Colombia.

La ruta empieza a las 7:00 a. m. y está conectada a la ciclovía de Itagüí. Inicia, en dirección sur-norte, desde la estación de metro Aguacatala. Allí predominan los espacios verdes junto a zonas residenciales, en las que a veces aparece un edificio no muy grande de oficinas, un supermercado o una estación de gasolina.

Poco a poco los edificios se agrandan y las casas disminuyen. El espacio residencial da lugar a más fábricas de diferentes empresas, justo a poca distancia de la estación Industriales. La línea del metro acompaña la ciclovía hasta desviarce por unas estaciones en su recorrido por el centro de Medellín. Mientras tanto, la ruta pasa por el puente Guayaquil, desde donde varios entran y salen de la calzada sobre su camino empedrado del siglo XIX.

Diana, una trabajadora del Inder, menciona que en la ciclovía de la avenida del Río predominan los ciclistas, a diferencia de otras rutas, como en la avenida El Poblado, donde hay más personas que caminan o trotan. Ella también opina que la ciclovía es un espacio de esparcimiento para familias y amigos. “Trae vida a la ciudad”, menciona. Y no solo por quienes vienen a hacer deporte. Así como están los que arreglan bicicletas, a cada cierta distancia hay un puesto de frutas o bebidas: agua, energizantes, guarapo, salpicones y jugos, incluso de chontaduro con suplementos.

Una de las beneficiadas es María Emilce, quien tiene un puesto de jugos y fruta. “Llevo 30 años aquí en esta ciclovía. Me generó empleo y aquí estoy. Y sí, día a día mejora, hay más flujo de gente”, comenta mientras exprime una naranja.

Sin embargo, la ciclovía no siempre es sinónimo de ventas. Más adelante pasa el señor Evangelista vendiendo bonice, quien confiesa que, luego de venir unas cuatro veces por la ruta, dejará de hacerlo por el poco movimiento.

“Muy poquito se vende y para venir a andar nada más por andar y perder uno la andada... Para el transporte y la amistad, muy bueno [la ciclovía], pero para el negocio no sirve”.

La ruta a veces pasa debajo de puentes que forman avenidas cercanas, donde varios se sientan a descansar, siendode los pocos espacios de sombra ante el sol de un día despejado. En uno de ellos, descansa una pareja de esposos antes de continuar su rutina en bicicleta de cada ocho días, en la que van desde Envigado hasta el Estadio, como explica Luz Estela, la esposa.

“Por lo general, en la semana, cuando uno está trabajando, no tiene forma de hacer deporte”, dice. “En cambio, el domingo está libre y puede utilizarlo para hacer ejercicio. Sirve de esparcimiento y para mejorar el estado físico”, añade Bernardo, el esposo.

Más allá de donde están se encuentra el túnel Soterrado Norte-Sur, que pasa debajo de Parques del Río. Varios metros después está el centro de eventos La Macarena, que anuncia desde la fachada los próximos conciertos que se harán dentro. Más adelante, se cruza con la línea B del metro.

La calzada lleva al norte de Medellín. En el trayecto, las construcciones no dejan de variar, lo mismo que las zonas que rodean la vía. A veces es solo pasto, en otras ocasiones, aparecen vías del tren, algunos árboles o plantas, hasta culminar en grama seca.

Sobre la seguridad en la vía, depende de a quién se le pregunte. La pareja de esposos, junto con unos trabajadores del Inder, la considera buena por los policías que patrullan en moto a lo largo de la ruta, así como por los agentes de tránsito que están pendientes de la entrada y salida de personas para evitar accidentes con los autos. Por otro lado, Verónica, otra trabajadora, opina que depende de la zona: “El tema de seguridad en esta zona del sur es un poquito más seguro que en la zona del norte. En el norte de pronto sí se presentan cositas, pero muy rara vez, como el robo de una bicicleta o algo”.

Para Diana, por su parte, faltan más policías y agentes de tránsito ante los problemas con los ladrones. “Cuando están frente a nosotros, no lo hacen. Pero, como te digo, cada 800 metros hay un guía, y puede que a los 500 metros haya un ladrón que te robe la cicla”.

La vía atraviesa el barrio Paralelo al Río, donde predominan casas y negocios que bloquean la vista al cauce, pero permiten el cruce entre quienes hacen deporte y los que transitan por los andenes en su quehacer dominical. Desde ahí se pueden divisar los metrocables que salen de la estación Acevedo. A las 12:00 p. m., alguien del Inder avisa que, dentro de 30 o 40 minutos, se comenzará a cerrar la vía.

Más adelante, la ruta marca, con pocas señales, la llegada a Bello. Si falta poco para cerrar, quienes puedan calcular los tiempos alcanzarían a pasar por las oficinas del Sistema Metro, algunas fábricas más e incluso la quebrada García, en su camino a unirse al río Medellín, mezclando los marcados colores de sus aguas.

El recorrido concluye con una partición de caminos; ambos lados llevan a la estación Niquía, la última del metro y donde acaba la ciclovía. A las 12:30 p. m., las personas del Inder retiran los conos y vallas que demarcan la vía. Faltando más o menos 10 minutos para la 1:00 p. m., aparece a toda velocidad una moto, luego otra, después un carro. Y vuelve a ser una calzada vehicular, con poco tráfico por ser día de descanso.



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