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Reflexión del mes
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Los
buenos servicios del médico
1 Da al médico, por sus servicios,
los honores que merece, que también a él
le creó el Señor.
2 Pues del Altísimo viene la curación, como
una dádiva que del rey se recibe.
3 La ciencia del médico realza su cabeza, y ante
los grandes es admirado. |
4
El Señor puso en la tierra medicinas, el varón
prudente no las desdeña.
5 ¿No fue el agua endulzada con un leño
para que se conociera su virtud?
6 El mismo dio a los hombres la ciencia para que se gloriaran
en sus maravillas.
7 Con ellas cura él y quita el sufrimiento, con
ellas el farmacéutico hace mixturas.
8 Así nunca se acaban sus obras, y de él
viene la paz sobre la faz de la tierra.
9 Hijo, en tu enfermedad, no seas negligente, sino ruega
al Señor, que él te curará.
10 Aparta las faltas, endereza tus manos, y de todo pecado
purifica el corazón.
11 Ofrece incienso y memorial de flor de harina, haz pingües
ofrendas según tus medios.
12 Recurre luego al médico, pues el Señor
le creó también a él, que no se aparte
de tu lado, pues de él has menester.
13 Hay momentos en que en su mano está la solución,
14 pues ellos también al Señor suplicarán
que les ponga en buen camino hacia el alivio y hacia la
curación para salvar tu vida.
15 El que peca delante de su Hacedor ¡caiga en manos
del médico! |
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El
duelo por un muerto
16 Hijo, por un muerto lágrimas
derrama como quien sufre cruelmente, entona la lamentación;
según el ceremonial entierra su cadáver
y no seas negligente con su sepultura.
17 Llora amargamente, date fuertes golpes de pecho, haz
el duelo según su dignidad, un día o dos,
para evitar murmullos; después, consuélate
de la tristeza.
18 Porque de la tristeza
sale la muerte, la tristeza del corazón enerva
las fuerzas.
19 En la adversidad permanece también la tristeza,
una vida de miseria va contra el corazón.
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20 No
des tu corazón a la tristeza, evítala acordándote
del fin.
21 No lo olvides: no hay retorno, al muerto no le aprovechará,
y te harás daño a ti mismo.
22 "Recuerda mi sentencia, que será también
la tuya: a mí ayer, a ti te toca hoy."
23 Cuando un muerto reposa, deja en paz su memoria, consuélate
de él, porque su espíritu ha partido.
...
Eclesiástico, Capítulo 38, Sagrada Biblia. |
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DSS,
Determinantes Sociales de la Salud, es el nuevo y pomposo nombre
con que han venido a rebautizar un asunto tan viejo como inveterado.
Se refiere a las condiciones sociales en que viven y trabajan
las personas, y que pueden afectar su salud.
Llaman entonces DSS a las condiciones de vivienda, educación,
empleo, equidad de género y acceso a servicios sanitarios
básicos (agua potable, alcantarillado, recolección
de desechos, etc.). El problema no está en esta
nueva denominación (que hace además honor a la
tendencia esnobista de designar los conceptos con siglas), sino
en el hecho de que bautizar con términos nuevos a los
problemas viejos distrae la atención sobre el asunto
de fondo, pero poco aporta para solucionarlo.
Asistimos al descubrimiento del agua tibia. Fue probablemente
desde los orígenes mismos de la medicina que algunos
observadores perspicaces notaron que las condiciones del ambiente
influían en el estado de salud de las personas. Y fue
muy seguramente el sentido común de las mayorías
de ciudadanos el que vino a rubricar tales descubrimientos.
Efectivamente, es incontrastable la evidencia de que las condiciones
de vida afectan en gran medida la salud y la existencia de las
personas. Es cierto, no basta con los buenos propósitos
de las personas o del cuerpo médico y paramédico
para garantizar el buen suceso de la salud de la población.
Tan cierto como que sin condiciones de vida siquiera dignas,
es mucho más factible enfermar y morir.
Lo que se necesita entonces es voluntad política de parte
del gobierno para 'meterle' mano a los problemas viejos que
están sobre-diagnosticados, pero que se perpetuarán
en la medida en que la desidia y la inoperancia del Estado lo
sigan permitiendo. Acabamos de asistir como espectadores impasibles
a la dramática muerte por hambre de unos pequeños
habitantes del Chocó. No necesitamos entonces nuevas
comisiones de sabios para que realicen estudios estocásticos
y concluyan luego de sesudos análisis lo que ya sabemos:
que mientras las necesidades básicas permanezcan insatisfechas,
nuestros compatriotas seguirán subsistiendo en condiciones
miserables, cuando no muriendo de pobreza y abandono.
Entiendo que la Organización Mundial de la Salud (OMS)
constituyó una Comisión sobre los Determinantes
Sociales de la Salud, y tengo la aspiración de que esta
nueva entidad no se agote en burocracia multinacional ni en
recomendaciones de Perogrullo. No es éste un juicio a
priori, sino la invitación sincera a que tan notable
institución pase a ejercer todo el cabildeo del que debe
disponer para acometer de una buena vez verdaderos programas
piloto en la solución de la crisis humanitaria que agobia
a ese pariente pobre que es nuestro olvidado departamento del
Chocó. Confío en que así sea. Lo demás
es vana palabrería o derroche innecesario de buenas intenciones.
O ambas cosas al tiempo, para acabar de empeorar. |
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Bioética
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Liquidación
del
ISS por mercantilismo, desgreño y falta
de ética
Ramón
Córdoba Palacio, MD - elpulso@elhospital.org.co
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Los
medios de comunicación nos han saturado con una noticia
que es más trascendental de lo que a primera vista
parece: la entrega del Instituto de Seguros Sociales a manos
particulares, para que sus afiliados sean explotados en su
existencia, en su vida, como lo autoriza absurdamente la malhadada
Ley 100. Los pacientes entrarán a conformar la larga
lista de objetos, clientes, negociables en relación
con su salud, es decir en relación con su integridad
y con su dignidad.
Esta institución de medicina socializada, no obstante
sus deficiencias y desviaciones -deshumanización, politización,
etc., que critiqué en muchas oportunidades de viva
voz o por escrito- merecía ser corregida, orientada
a realizar el Bien completo de sus afiliados y de sus servidores,
pero no a ser condenada a desaparecer para que mercaderes
de la salud los exploten como objetos negociables.
Muchas veces y desde diferentes áreas se hicieron críticas
serias y bien fundamentadas, denuncias graves sobre el manejo
que se estaba dando al Instituto y, que sepamos -y el resultado
final es la confirmación-, nunca el Estado ni las autoridades
de salud realizaron un estudio a fondo ni pusieron remedio
a tan graves males. No se trataba de suministrar más
dinero, sino de analizar a fondo qué se hacía
con éste y por qué la calidad de la atención
a los pacientes era cada vez más deficiente. La superficialidad,
que puede convertirse en alcahuetería o en complicidad,
fue lo que predominó hasta el día de hoy. Más
aún, el desgreño del Instituto se inició
por el Estado mismo el día que un Presidente de la
República anuncio públicamente que se reconocía
la deuda que ese Estado tenía con la institución
pero que no la pagaba. Horrorosa y repugnante lección
de ética en el manejo del país y del patrimonio
del pueblo.
Y esa política anti-ética, agravada con la mentalidad
mercantilista con la que se están manejando los problemas
de salud, se encuentra en la decisión de liquidar el
Instituto de los Seguros Sociales, patrimonio de todos los
colombianos y especialmente de los menos favorecidos económicamente,
cuando lo correcto es pagar lo que se le adeuda e instituir
una administración con criterio de verdadero servicio
a los pacientes, una administración transparente sin
vicios de politiquería ni de sucias ganancias subrepticias.
Con el cierre definitivo del Instituto, el Estado se libera
en forma no ética de una obligación consagrada
en la Constitución Política vigente, echa mano
de la línea de menor responsabilidad, entrega el deber
-ineludible deber- de cuidar de la existencia y de la salud
de los colombianos a manos ansiosas de ganancias económicas,
a verdaderos mercaderes de seres humanos. Y, una vez más,
el Ministerio de la Protección Social (¿?) asegura
que todos los afiliados serán recibidos en esas tiendas
-verdaderos supermercados- llamadas EPS ó IPS en las
cuales la calidad de la atención deja tanto que desear
hasta el punto que el señor Procurador de la Nación
hubo de denunciar los frecuentes atropellos y solicitó
a quienes corresponda, entre ellos al Ministerio de la Protección
Social (¿?), vigilancia en bien de los pacientes.
Los medios de comunicación muestran casi a diario la
muy mediocre atención que prestan los intermediarios
creados por la Ley 100 y los crecientes y exagerados réditos
de sus balances comerciales.
También es corrupción, y grave, no atender oportuna
y diligentemente los deberes del cargo que se desempeña.
Nota: Esta sección es un aporte del Centro Colombiano
de Bioética -Cecolbe-
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