MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 10    No. 114 MARZO DEL AÑO 2008    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 

 
No todos los enfermos están en los hospitales: hay algunos haciendo fila en las calles para ser atendidos, otros que decidieron que ya no quieren que los atiendan y se devuelven a morirse a sus casas -al menos allá van a morir con la convicción de que no serán molestados-. Pero hay otros que no los vemos, que no los encontramos en las calles, ni haciendo fila, ni resignados a morir en sus casas de muerte natural: están en los libros.
Tu me diagnosticas, yo me enfermo
Claro que hay otros enfermos que sólo existen en la imaginación. Moliere hizo una gran contribución: “El enfermo imaginario”. Uno está enfermo no solo por que va a la consulta o porque toma medicamentos prescritos. Se puede tener la condición de “enfermo” porque se quiere, y no escatimar esfuerzos para lograr el propósito. La literatura universal ha dado a vida a tal cantidad de enfermos que creo que los otros, los que consideramos reales, son un pálido reflejo.
Argan es un enfermo simpático: quiere, ante todo, su “malestar”. Hace todo lo posible por continuar en su estado. Se queja de los médicos, pero no puede vivir sin ellos. Quiere uno en su casa: por eso compromete a su hija para que se case con uno; está dispuesto a obligarla, si ella no quiere acceder. Además de salud, le proporcionará dinero. Al principio de la obra, Argan se encuentra en su cuarto contando todos los medicamentos que debe embucharse: “Tres y dos cinco, y cinco más, diez, y diez más veinte...Tres y dos cinco . -Ítem, el día 24, una ayuda estimulante, preparatoria y emoliente, para ablandar, humedecer y refrescar las entrañas del señor-. Lo que más me agrada de Fleurant, mi boticario, es su cortesía: las entrañas del señor, seis reales-. Pero eso no basta, amigo mío: a más de correcto, es preciso ser razonable y no desplumar a los pacientes”.
Ya sabíamos por Voltaire, de esa extraña alianza entre saber e ignorancia: “La medicina es la ciencia de introducir medicamentos que no conoce, en un organismo del que sabe aún menos”. Alianza, que a pesar de lo avanzado del saber, todavía sigue cometiendo algunos exabruptos: al menos según los escritores que han hecho del saber y largos años de práctica, un saco de donde pueden sacar todos los rostros de la risa.
La vida de enfermo hay que vivirla a plenitud. Todos se tienen que dar cuenta de nuestro estado. Argan lo sabe a la perfección: viejo zorro de la enfermedad, tiene el espíritu del médico para entender su situación. Sabe que se va a morir de eso que no tiene, de cualquier otra cosa o de vejez crasa, pero todos tienen que darse cuenta de su situación. Todos a su alrededor saben que no tiene nada, pero igual terminan creyendo, porque también se van enfermando.
Por esta razón, el enfermo debe estar distraído: lo único que lo mantiene alejado de la muerte, según Louis-Ferdinand Céline, es la futilidad, la insulsez de su queja; cuando el doctor lo manda a caminar doce veces, de un lado al otro de su cuarto, lo que más le preocupa fue no haberle preguntado si debía hacerlo a lo largo o a lo ancho.
Ya sabíamos por Voltaire, de esa extraña
alianza entre saber e ignorancia:
“La medicina es la ciencia de introducir
medicamentos que no conoce, en un
organismo del que sabe aún menos”.
Alianza, que a pesar de lo avanzado
del saber, todavía sigue cometiendo
algunos exabruptos.
Su mal es la mejor defensa para neutralizar a los demás: cuando alguien insinúa que el señor tiene mejor aspecto hoy que ayer, monta en cólera, porque él siempre va “de mal en peor”. No puede equivocarse, cualquier lego, en el diagnóstico: su situación no tiene reversa. Su condición es lamentable. La enfermedad es de una ingratitud imposible de predecir: cuando se gana reconocimiento entre otros enfermos, es porque no se tiene nada; cuando ese reconocimiento es entre la familia o los amigos, es la muerte, irremediablemente, la que termina el trabajo que los médicos dejan empezado.
Pero no todos los enfermos son Argan. Hay otros, quizás menos avisados, pero no por eso menos enfermos, o lo que viene al caso, no por eso menos aliviados: el paciente de José Asunción Silva, en “El mal del siglo” :
- Doctor, un desaliento de la vida
que en lo íntimo de mí se arraiga y nace,
el mal del siglo...
El médico, sin analizarlo mucho, como hacen en las EPS actualmente, lo mira: sin desprecio, sin ningún sentimiento, como quien habla con una puerta, con una ventana o con un muro, y le espeta:
Eso es cuestión de régimen: camine
de mañanita; duerma largo; báñese;
beba bien; coma bien; cuídese mucho:
¡Lo que usted tiene es hambre...!
No creo que ese doctor le haya recomendado comer pollo, por aquello de la sabiduría popular que anticipa que cuando un pobre lo come, uno de los dos debe estar muy enfermo... Además, es preferible guardarse de los enemigos pequeños; más aún, si vienen envueltos en plumas que no son perseguidas por los traficantes. Aquí es preciso volver a Moliere y oírle decir, muy bajito, al oído del paciente, esto que posiblemente lo suma en el desconsuelo: “Casi todos los hombres mueren de sus remedios, no de sus enfermedades”. Es imposible imaginar la reacción de un sujeto que espera aliviar sus males, o al menos hacerle el quite a su condición perversa mediante la prescripción del doctor, y encontrar que alguien le diga como un secreto aquello que Moliere nos confesó.
Enfermos por todas partes
Otros enfermos no menos famosos son: Hans Castorp y todos los personajes de “La Montaña Mágica” de Thomas Mann, médicos incluidos; y Don Quijote de La Mancha y Sancho Panza, que no supieron al final cual era su enfermedad y si iban a sanar o no, y tampoco tuvieron médico cerca para que los confundiera acerca de su mal.
Claro que Don Quijote murió teniendo indicio contundente de su patología. Cervantes describe este trance de manera inteligente: “...porque o ya fuese de la melancolía que le causaba el verse vencido o ya por disposición del cielo, que así lo ordenaba, se le arraigó una calentura que le tuvo seis días en la cama, en los cuales fue visitado muchas veces del cura, del bachiller y del barbero, sus amigos, sin quitársele de la cabecera Sancho Panza, su buen escudero”. Según el manco genial si tenía cura, pero no sirvió.
Es preciso volver a Moliere y oírle decir,
muy bajito, al oído del paciente, esto
que posiblemente lo suma en el desconsuelo:
“Casi todos los hombres mueren de sus
remedios, no de sus enfermedades”.
Flaubert, que pudo haber sido todos o, uno de sus personajes, al menos como lo declararía alguna vez: “Madame Bovary soy yo”, tenía dos personajes deliciosos. No parecía que padeciesen algún mal, pero ahí estaban, compitiendo por un lugar en la galería. Bouvard et Pécuchet quieren el mundo rendido a sus pies, por eso se dedican a la lectura masiva: estudian de todo para no aprender nada. Eran considerados por la maledicencia universal, “un Faust à deux têtes”. A Flaubert le criticaron siempre poner en el cerebro de dos mentecatos, la crítica al desarrollo de la ciencia y los diferentes saberes de su época: dicen que leyó más de 2.000 libros para contar una historia de lo que es el fracaso humano en todas sus manifestaciones. Eso sin contar a Charles Bovary: médico y enfermo.
¿Por que tanto enfermo en Rusia?
En la galería de enfermos también tenemos a Raskolnikov, joven estudiante de “Crimen y castigo”, que asesina a la vieja avara: aguantaba hambre como un condenado. Ese muy bien podría ser el personaje del poema de Silva, ya referido. Los personajes de “Los Demonios”, Stephan Trofimovitch Verkhovenski, su hijo Pierre Stepanovitch, Kirilov; caso aparte es el personaje de “Memorias del subsuelo”, del mismo Fiodor Dostoievski, que empieza confesando que es “enfermo... despreciable, y nada atractivo”. Este es uno bastante divertido.
Y hay muchos más...
Haciendo un recuento, vemos que la mayor cantidad de enfermos en la literatura la produjeron los escritores rusos del siglo XIX: abruma la lista de obras donde aparece al menos un enfermo, o alguien que “exulte” -aunque parezca contradictorio- enfermedad, y que sea el personaje principal:
Comencemos con “El capote”, de Nikolai Gogol , donde un oscuro empleado del gobierno, al que le roban una capa que acaba de mandar a hacerse para asistir a una fiesta, de regreso a casa: allí comienza el remate de su tragedia; también de Gogol, “Diario de un loco”, “Almas muertas “ y “La nariz”. “Oblomov”, de Iván Goncharov, de cuyo personaje derivó en el idioma ruso el término oblomovismo, que se refiere al tipo perezoso, superfluo, incapaz de hacer nada con su vida, que todo lo pospone pensando que más adelante lo hará mucho mejor. Otros más: “La Barraca” de Chejov; “Nido de hidalgos” de Iván Turgueniev; y de Dostoiesvki, “El idiota” y “Los hermanos Karamazov” que parecen más enfermos en la traducción de Rafael Canssinos -Asséns-, especialmente Iván.
La lista es más larga, pero el espacio no da para hacer una descripción detallada.
Quisiera rematar con una historia que me relataron hace poco, que muestra cómo puede ser la relación médico y los demás. A un cantante muy famoso que no podía escuchar a alguien describiendo los síntomas de una enfermedad, porque inmediatamente empezaba a padecerlos, una vez una amiga le empezó a contar lo que le estaba ocurriendo y lo que sentía: sed, cefalea del lóbulo frontal, mareo y cansancio constante, hemorragia nasal, dolor en los talones e inapetencia sexual. Inmediatamente empezó a sentir lo mismo, cuando ella, que era médica, le dijo que era imposible:
- “Lo que yo tengo se llama Clorosis y sólo afecta a las mujeres”.
- “¡Claro! Como ustedes los médicos no le creen a uno...”.
 
Ocioso lector
Cinco centurias de la historia
del país vistas desde la medicina
La compañía farmacéutica Tecnoquímicas entregó a la sociedad colombiana la obra Historia de la Medicina en Colombia, una obra de alto nivel científico y riqueza literaria compuesta por 5 tomos, con un enfoque social e interdisciplinario, que interrelaciona la evolución de la medicina con el medio social, político y cultural de las diversas épocas.
La obra está dirigida a todo tipo de público y se entregará gratuitamente a centros de investigación, sociedades médicas, clínicas, hospitales, médicos, universidades y bibliotecas públicas y privadas en Colombia y el exterior. Se imprimirán 15.000 ejemplares por tomo y se publicarán entre 2008 y 2011.
Para desarrollar esta idea, se invirtieron más de $4.000 millones. Según el presidente de la compañía, Francisco José Barberi Ospina, “Historia de la Medicina en Colombia surge por iniciativa de Tecnoquímicas, al no existir en el país una obra que consolidara de manera integral la información disponible sobre esta importante profesión; por ello la compañía decide estructurar, escribir y publicar una colección que llenara ese vacío”.
Desde 2005, participaron médicos, historiadores, sociólogos y antropólogos, en la investigación y la producción de los textos; son 12 los autores, en su mayoría de la Universidad Nacional. El grupo está compuesto por 5 investigadores principales: doctor Emilio Quevedo, director de la obra, ex director del Centro de Historia de la Medicina de la Universidad Nacional, donde ahora es profesor e investigador; doctores Germán Pérez y Juan Carlos Eslava, co-investigadores; doctor Mario Hernández, asesor científico y metodológico, y doctor Néstor Miranda, co-investigador, de la Universidad El Bosque. El equipo lo complementan 7 investigadores asistentes.
Para llevar a cabo el proyecto, se hizo una ardua investigación en documentos del pasado (escritos, imágenes pintadas, reproducciones, objetos médicos rescatados); se recurrió al Archivo General de la Nación, archivos históricos de varias ciudades, la sala de libros raros y curiosos de la Biblioteca Nacional, la sala Colombia de la Biblioteca Luis Angel Arango, los trabajos de otros médicos de años anteriores, e historiadores, sociólogos y antropólogos actuales; también, al Archivo de la Fundación Rockefeller en Nueva York, y archivos y bibliotecas de universidades, instituciones médicas y hospitales, entre otros.
La colección es una historia que muestra cómo la medicina está vinculada a todos los procesos de desarrollo económico, político, social y cultural del país. Además, innova desde el punto de vista de los abordajes metodológicos, para comprender la medicina colombiana, producir conocimientos y enfoques nuevos desde una perspectiva multidisciplinaria. La investigación recoge 4 grandes períodos: El primero de los tomos, presentado en febrero pasado en Bogotá, Barranquilla, Medellín y Cali, es Prácticas médicas en conflicto (1492-1782): comienza en el momento del encuentro de dos mundos y de varias medicinas en 1492 y se cierra con la expresión de la Ilustración española en la medicina del Nuevo Reino de Granada y el manejo de la epidemia de viruela de 1782 en Santa Fe de Bogotá. Se presenta un proceso complejo y dinámico de interacción entre la medicina indígena, la negra y la española durante la Colonia. Los otros tomos serán: Tomo II: De la medicina ilustrada a la medicina anatomoclínica (1782-1865); Tomo III: Hacia una profesión liberal (1865-1946); Tomo IV: De la mercantilización a la renovación (1946-2000); y Tomo V: Diccionario biográfico médico colombiano.
 

 

La edición de este año de los Premios Oscar, estuvo plagada de temas relacionados con la salud: Cáncer, VIH, Alzheimer, incluso una rara secuela de los infartos cerebrales. Siete cintas de todo tipo (largometrajes de ficción, documentales y 'cortos', tanto reales como ficticios), radiografiaron desde difíciles enfermedades hasta discriminatorios sistemas sanitarios. Entre todas, acumularon 12 nominaciones. Estos son los “Oscar de la salud”: La escafandra y la mariposa (síndrome del cautiverio), Lejos de ella (Alzheimer), La familia Savages (demencia), Sicko (sanidad y sistema de salud en Estados Unidos), Om natten (cáncer), Freeheld (cáncer de pulmón) y Sari's Mother (sida).

Con más de 20 actividades, entre exposiciones temporales, series radiales, materiales didácticos, conferencias, y talleres para niños y docentes, en distintos lugares del país, el Ministerio de Cultura conmemorará el bicentenario del sabio José Celestino Mutis, precursor de los estudios de botánica en el país. Informes: www.mincultura.gov.co .
El Ministerio de Cultura hizo un llamado a editores, autores-editores, distribuidores y productores de libros de carácter científico y cultural, para que presenten sus obras a la Biblioteca Nacional de Colombia y concursen en un proceso de compras para fortalecer las bibliotecas públicas del país. Se pueden presentar publicaciones editadas en 2006, 2007 y 2008. Se reciben obras hasta el 14 de marzo. Informes: (1) 341 40 28.
Con diversas actividades se celebrará en 2008 el centenario del nacimiento de la francesa Simone de Beauvoir, una de las pensadoras progresistas más destacada de la segunda mitad del siglo XX y pieza fundamental del feminismo, movimiento que escandalizó a la sociedad de la posguerra.

 
 



Arriba

[ Editorial | Debate | Opinión | Monitoreo | Generales | Columna Jurídica | Cultural | Breves ]

COPYRIGHT © 2001 Periódico El PULSO
Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin autorización escrita de su titular
. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved