MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 10    No. 126  MARZO DEL AÑO 2009    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

Termina en varios días la convocatoria 482/08 de Colciencias para medición de grupos de investigación. Ha sido un proceso arduo y penoso, pero sobre todo desconsiderado, que ha tenido que aplazarse dos veces por la inoperancia de su sistema de captura de información, recién remodelado y sin acabar de probar, alimentado en una página de Internet que permanece cerrada horas y días enteros.
Para explicar esta problemática, hay que advertir que desde hace varias décadas existe una política de incentivar la investigación mediante “grupos”. Se trata de estimular a comunidades de personas que unidas por intereses científicos y técnicos, se ponen en la ardua tarea generar y difundir el conocimiento, usualmente dentro de las universidades ó los centros de excelencia; pero en todo caso, aglutinadas por un interés mutuo: el de investigar.
Como la generación de conocimiento es difícil de consolidar y valorar, se viene desarrollando una política de estímulo a la conformación de grupos, acompañada de financiación, evaluación, y apoyo con instrumentos como pasantías, intercambios, etc. Es una política acertada, dirigida entre otras cosas, a la asignación de recursos de manera imparcial, por fuera de amistades y preferencias. Entre estos instrumentos se viene impulsando el sistema de reconocimiento y medición “Scienti”, que tiene un módulo para registro de hojas de vida (Cvlac), de grupos de Investigación (GroupLac) y de instituciones que los acogen (InstituLac).
Debe decirse que la medición de grupos de investigación es un tema controversial, pero ineludible. Valorar la pertinencia e innovación del trabajo de los grupos de investigación es una tarea metodológicamente difícil y de resultados muy discutibles. Comparar, por ejemplo, el aporte que le hace a la sociedad el descubrimiento de un investigador frente al de otros, es algo tan espinoso que en algunos casos es necesario esperar el veredicto de la historia. Sabemos de muchos investigadores reconocidos, destinatarios de todos los favores y preferencias, que a la hora de la verdad han hecho pocos aportes al conocimiento. De manera semejante, otros han hecho aportes inmensos a la humanidad a partir de un solo escrito, ó una relatoría que oportunamente hicieron sus estudiantes.
También vemos todos los días a muchos profesores que publican y publican cosas inútiles, pero que les dan “puntos” para solicitar un mejor salario en las universidades.
Y ahí no termina. Las publicaciones científicas como tal están bastante cuestionadas como instrumento útil para difundir y democratizar el conocimiento, por su lenguaje misterioso y hermético, que escinde como vulgares a los otros, dirigido a comunidades cerradas, endogámicas, que se acicalan y se complacen de sus escritos y su jerga tribal. No exagero: varias veces me han llamado a decirme: “¿Usted por qué publicó eso en El Pulso, en vez de llevarlo a una revista científica que si le da puntos?”.
Pero es muy difícil generar una lectura amplia y discutida desde las revistas convencionales.
También está el problema de las burocracias universitarias queriendo mostrar que sí tienen investigación, forzando, juntando y revolviendo investigadores para quedar con grupos de mayor calificación, muchas veces ajenos a la realidad de cómo funcionan los grupos; pero cercanos eso sí, a los tan apetecidos puntos, indispensables para obtener la acreditación, la habilitación y los registros de maestrías y doctorados.
En fin. A pesar de todo lo dicho, Colciencias tiene que medir y tragarse de alguna manera semejante problema, y los grupos de investigación tenemos que hacer lo mismo. Peor sería que regresáramos al esquema de una ventanilla para entregar los protocolos, esperando que un funcionario en secreto decida sobre ellos. Hasta allí todo bien. Pero lo que es injusto, es la inoperancia de Colciencias cuando obliga a los grupos de investigación de universidades y centros, a dedicarle jornadas y jornadas de trabajo injustificado a diligenciar unos cuadros en internet que se caen, que no entran, que no ligan a los archivos y que en fin, son un verdadero suplicio. ¿Cuánto le ha costado al país en horas y gente todo este proceso? ¿Puede garantizarse que estas dificultades no afectarán la imparcialidad de los resultados? Son resultados de los que depende el reconocimiento y la distribución de recursos públicos.
La equidad aquí no resulta únicamente de la metodología: también depende de las diferencias de conectividad entre diferentes regiones del país, del acceso a la página y del músculo financiero de las organizaciones, unas con ejércitos enteros para digitarle a Colciencias ó para amanecer al lado del computador, esperando que la página abra, mientras que otras entidades apenas si pueden trabajar.
Debe remarcarse que no solo recibimos en el periódico la queja de varios investigadores y que esas mismas quejas circularon ampliamente en Internet: también tuvimos la oportunidad de verificar que al mismo tiempo que los funcionarios de Colciencias aseguraban que la página estaba disponible, en realidad no era accesible.
No se entiende, por ejemplo, por qué antes de la convocatoria de grupos apenas se estaban haciendo cambios a la página de Internet, ni por qué esos mismos cambios no estaban bien probados y en operación antes de abrir la convocatoria. Incluso hay que preguntarse por qué se eliminaron facilidades disponibles previamente, como los programas descargables que permitían actualizar las hojas de vida (CvLac) en el computador particular, sin conexión a internet, para sincronizarla luego. Lo más lógico sería que estas facilidades se extendieran a otros módulos como Grupos (GroupLac) y no que se eliminaran, haciendo el sistema menos accesible.
Ahora empezaremos a esperar los resultados, pero hay que decirlo como constancia desde ahora: es muy difícil aceptar que un proceso tan martirizado y lleno de obstáculos, llegue a ofrecer resultados equitativos y objetivos.
 
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