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Con
Mario Rivero
se fue la
voz
de
la vida
cotidiana
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Hernando
Guzmán Paniagua - Periodista - elpulso@elhospital.org.co
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Salud a
cuantos me leyeren/ después de 542 años los saludo/
hago una venia muy gentil/ a todo lo que pasa a todo lo que
vive a todo lo que camina / en la calle -como los pobres y los
perros- / les deseo sol y lluvia y buen vino/ y un gran cuerpo
diciendo que sí a todo / porque aunque esté verdaderamente
muerto/ me gusta que todo sea real y que todo esté en
lo cierto. |
Estos versos de la Balada
a Maese Villon, escritos en algún momento del trasegar
poético de Mario Rivero, parecían brotar de
sus labios aquel 13 de abril de 2009 cuando murió en
Bogotá, día de suerte o de hado fatídico
para un hombre que tuvo la poesía como un insumo de
su vida cotidiana, tan vital como cantar tangos, realizar
acrobacias o marchar como voluntario a la Guerra de Corea.
En 1935 nació Mario Cataño Restrepo en Envigado
(Antioquia), donde fue obrero de la fábrica Rosellón.
Su vida encierra una compleja personalidad, un caleidoscopio
humano en cuyas vueltas está el Mario Rivero actor
de teatro, el crítico de arte y hasta boxeador. Desde
cualquier punto del universo donde sigue errabundo, resuena
la Balada donde encarna al malandrín Maese Villon:
Estoy desde luego mucho menos muerto de lo que calculo
/ y aún completamente vivo allá / pues bien
sé que es a mí a quien rumian / a quien aman
y a quien cosechan / vuestros poetas nuevos / que duermen
sobre mis laureles / y aunque no soy un muerto que lleve /
diademas de estrellas ni de otras constelaciones / como bien
lo estipulo en mis constituciones. No de otra forma
hablaría un transeúnte, que -al decir de Juan
Gustavo Cobo Borda- prefería ser considerado
un bacán, un Charles Atlas del trapecio, un obrero
de Rosellón, siempre enfrentado a la riqueza discriminatoria
de un Medellín clasista. Por ello asumió la
máscara del contestatario que cantaba tangos y se iba
de soldado a la Guerra de Corea. Su himno sería entonces
un canto de Cátulo Castillo, La última
curda, que le deslizaba a puticas y secretarias con
voz de madrugada: ¿No ves que vengo de un país,
que está de olvido siempre gris, tras el alcohol? Cerrame
el ventanal, que quema el sol.
Testifica su paso por el mundo con Poemas Urbanos (1963),
Noticiario 67, Baladas sobre ciertas cosas que no se deben
nombrar (1972), Y vivo todavía (1973), Mis asuntos
(1984), Los poemas del invierno (1985) y 1996), Qué
corazón (1998), La elegía de las voces (2002),
Balada de la gran señora (2004), Vuelvo a las calles
(1986), Del amor y su huella (1992), Baladas (Antología,
1980), en crítica: Arte y artistas de Colombia (1972),
Botero (1973) , Rayo (1975), Manzur (1983) y Porque soy un
poeta (Entrevista, 2000). Su obra, fue a veces fustigada por
cantar a personajes desdichados, pobres diablos, gente
fea y triste, víctimas del Frente Nacional, como
dijo Harold Alvarado Tenorio.
Anota Cobo Borda: Este hombre de disidencia y arrabal
combinaría los poemas de la noche y el bar con una
larga serie de elegías literarias dedicadas a figuras
como los asesinos de Truman Capote en A sangre fría,
a La Maga de Cortázar y, quién lo creyera, a
una mezcla insólita entre Marguerite Duras y el Trío
Los Panchos. Su producción -dice- fue un
generoso diálogo entre el bolero y la milenaria poesía
china. Creador de la revista de poesía Golpe
de Dados junto con Aurelio Arturo, Giovanny Quessep y Jaime
García, que fue hasta su muerte como un cuaderno de
bitácora, ganador de los premios nacionales de poesía
Eduardo Cote Lamus (1972) y José Asunción Silva
(2001), parte del paisaje de la carrera séptima y del
barrio La Candelaria de Bogotá, sibarita de bandejas
paisas y fuertes licores, vendedor de libros de arte, expositor
errabundo y guía de eventos artísticos por Centro
y Suramérica, y Europa, contertulio de los cuadernícolas
bogotanos, siempre desapegado de las glorias, oropeles y distinciones
del jet set literario, doquiera mantuvo su vocación
de eternidad. Parecía seguir la consigna de Andrés
Caicedo Estela: morir y dejar obra. Así
declara, como su Maese Villon: Después de faenas
y lamentos / y de amarguras y reclamos / sé que sin
duda tuvo fin mi personalidad / no sólo vitalmente
sino estéticamente.
Para su coterráneo Juan Manuel Roca, Rivero cierra
la puerta a los grandes ademanes retóricos de nuestro
pasado lírico, pero abre otro portal a los poetas que
vendrán luego de él: un espacio de palabras
despojadas que buscan la esencia de las cosas que se evaden,
añade que ese espíritu independiente,
antigregario, desconfiado frente a los programas de cualquier
ismo, se hace fundamental a la hora de establecer eslabones
y señala que es ese diálogo a una voz,
ese monólogo sin interlocutor que establece Rivero
con el tiempo, el que creo nos ha deparado sus más
bellos poemas. En Mario Rivero, vida y obra hablan un
mismo lenguaje, cuentan una misma historia, tan clara como
indescifrable. Por ello, bien serviría como colofón
a esa existencia maravillosa estos sus versos: Bocarriba
en la tierra / lo veo todo claro / pienso en esto no como
quien piensa como quien respirara / y se desentumeciera /
Porque el mañana es mío / miro los poetas y
sonrío / -no sé si ellos me comprenden- / porque
de espaldas a la muerte / el viejo Villon aún vive
y se divierte
.
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Meira Delmar:
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el amor y demás
imposibles
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Si Meira
Delmar hubiese dado un recital póstumo, ese 18 de marzo
de 2009 cuando la diabetes liquidó en Barranquilla su
vida de amor y sueños, tal vez habría recitado:
Nada deja mi paso por la tierra / en el momento del callado
viaje, / he de llevar lo que al nacer me traje: / el rostro
en paz y el corazón en guerra... O: Cuánto
te quise, amor, cuánto te quiero, / más allá
de la vida y de la muerte. / Y aunque ya nunca más he
de tenerte, / eres de cuanto es mío lo primero.
Y también: "La muerte no es quedarme / con las manos
ancladas/ como barcos inútiles / a mis propias orillas,
/ ni tener en los ojos, / tras la sombra del párpado
/ el último paisaje / hundiéndose en sí
mismo. Versos apenas lógicos en una poetisa que
siempre declaró el amor, la muerte y el olvido, como
los protagonistas esenciales de su obra.
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"Ha de pasar la
vida. Ha de llegar el largo
dolor de estar sin verte. Acaso el grito amargo
de tu angustia la tierra estremezca un momento...
Mas, después, poco a poco callará tu lamento".
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Con ese rostro
en paz se despidió Olga Isabel Chams Eljach, o
Meira Delmar del mar que la vio nacer el 21 de abril de 1922,
de ese Mar de mi infancia. Caracolas, / arena de oro,
velas blancas. / Si alguien cantaba entre la noche / a las sirenas
recordaba. |
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De ascendencia libanesa,
pariente de Shakira Mebarak, nunca se casó porque el
amor no tocó a su puerta, es reconocida como la presencia
femenina más importante en la poesía colombiana
del siglo XX. Recién publicado su primer libro Alba
de olvido en 1942, Juana de Ibarbourou le escribió
desde Montevideo: Acuérdese siempre de esta profecía:
si no se deja copar por las cosas de la vida, si le es fiel
a la poesía, será Ud. uno de los grandes valores
líricos de su patria y de América. Tiene un extraordinario
buen gusto, una potente seguridad, algo parecido a las líneas
puras y seguras de la adolescente que ha de ser una mujer muy
hermosa. En 1999, 57 años después, la revista
Semana incluyó el libro entre las 100 mejores obras colombianas
del siglo XX, como única mujer en la sección de
poesía.
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Vengo de la tristeza
de tu olvido futuro
como de alguna extraña ciudad deshabitada. |
Un aura neblinosa de melancolía
envuelve su obra: Alba de olvido (1942), Sitio del amor (1944),
Verdad del sueño (1946), Secreta isla (1951), Huésped
sin sombra, Antología (1971), Reencuentro (1981), Laúd
memorioso (1994), Alguien pasa (1998) y Pasa el Viento: Antología
Poética 1942-1998 (2000), donde quedó registrado
todo aquello que amó y dejó atrás, todo
lo que evoca en El Llamado: Tú estarás lejos.
/ Yo dejaré la vida / como un ramo de rosas / que se
abandona para / proseguir el camino, / y emprenderé la
muerte. / Detrás de mí, siguiéndome, /
irán todas las cosas / amadas, el silencio / que nos
uniera, el arduo / amor que nunca pudo / vencer el tiempo, el
roce / de tus manos, las tardes / junto al mar, tus palabras.
Miembro de la Academia Colombiana de la Lengua, del Centro Artístico
de Barranquilla, de la Comisión Interamericana de Mujeres,
entre otras entidades; llevan su nombre el Premio Nacional de
Poesía Meira Delmar, y la Biblioteca Pública Departamental
del Atlántico que dirigió por 36 años,
Doctora Honoris Causa en Letras de la Universidad del Atlántico,
Premio Nacional de Poesía por Reconocimiento de la Universidad
de Antioquia, Gran Orden del Ministerio de Cultura de Colombia,
Medalla Simón Bolívar del Ministerio de Educación,
Medalla Puerta de Oro de Colombia de la Gobernación del
Atlántico, Orden al Mérito Cultural Luis Carlos
López de la Gobernación del departamento de Bolívar,
entre muchas distinciones.
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El amor
como forma de vida
Meira Delmar cantó al
amor como opción de vida, como símbolo de lo imposible,
pero también como signo de su unión marital con
el cosmos. Ariel Castillo Mier, uno de sus mejores amigos, conoció
a fondo su estro poético que describió como una
cuidadosa música que utiliza metros tradicionales
como el soneto, el romance, la décima y la copla, un
mundo poético personal, regido por la concepción
neoplatónica del amor, una evolución de
un inicial piedracielismo a la madurez de una voz propia,
independiente de sus maestros y contemporáneos.
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En Allá, dice:
Si acaso al otro lado de la vida / otra vez, por azar,
nos encontramos, / ¿se reconocerán nuestras
miradas / o seremos tan sólo un par de extraños?
/ de todos modos te amaré lo mismo. / Juntos. O separados.
Son ingredientes de esa propia voz que dice haber alcanzado
en 1951 con Secreta Isla.
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Gabriel García Márquez habla
del dominio del instrumento que ha venido purificando,
que le da posesión de su claro universo interior
y rescata la correspondencia íntima del mar exterior
que ella tanto ama, de las golondrinas que tanto persigue, del
amor que tanto la alegra, que le duele en una dimensión
diferente de las conocidas, y sólo de ella. Para
Eduardo Zalamea Borda es una de las mejores obras poéticas
escritas por una mujer colombiana de esta época, si no
la mejor.
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"...Y el corazón enamorado
siente
más clara la presencia del latido... |
Leyéndote me siento
transportado a un antiguo país cuyo refinado espíritu
sobrevive en tus versos, lejos de las armas que allá
se disputan la tierra y los poderes de la tierra, dijo
Jaime Jaramillo Escobar, mientras que Fernando Charry Lara señaló: |
La dicción de Meira
Delmar es asimismo, por sus altas calidades, incorruptiblemente
poética, y Juan Gustavo Cobo Borda vio en su obra
una paulatina asimilación de la tradición
hispánica, de Garcilaso de la Vega a Antonio Machado,
y acorde con sus orígenes, el conocimiento de la incomparable
herencia poética árabe. Meira reconoció
la influencia de Gabriela Mistral, Alfonsina Storni, Delmira
Agustini y Juana de Ibarbourou, pero no tengo el acento
de ninguna de ellas, dijo en entrevistas. Y declaró:
El amor en mi poesía es de tonos medios, no es
un amor que grita, no es un amor que exige, es un amor que se
está siempre yendo, eso podía ser lo que hace
que mi poesía sea siempre diferente. Un buen ejemplo:
Dejo este amor aquí / para que el viento / lo deshaga
y lo lleve / a caminar la tierra.
Antes de ser cremada, así la despedía el columnista
Diego Marín Contreras: Querida amiga: ¿ya
no habrá más atardeceres sonreídos mirando
las acacias y el desconcierto de los pájaros huérfanos?".
Era Diego quien le leía novelas y ensayos, pagado por
García Márquez, tres veces a la semana, ante su
ceguera progresiva, como María Kodama le leía
a Jorge Luis Borges. Ese 18 de marzo, en el Jardín Cementerio
cuyo nombre parece hecho para ella: La Eternidad,
el viento y la brisa del mar Caribe parecían cantar los
versos de Meira Delmar: Ninguna voz repetirá la
mía / de nostálgico ardor y fiel asombro. / La
voz estremecida con que nombro / el mar, la rosa, la melancolía. |
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Ocioso
lector |
A propósito
de la epidemia...
Neumotórax
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Fiebre, hemoptisis, disnea y sudores nocturnos.
La vida entera que pudo haber sido y no fue.
Tose, tose, tose.
Mandó llamar al médico:
Diga treinta y tres.
Treinta y tres... treinta y tres... treinta y tres...
Respire.
El señor tiene una excavación en el pulmón
izquierdo e infiltrado el pulmón derecho.
Entonces, doctor, ¿no es posible intentar el neumotórax?
No. Lo único que resta por hacer es tocar un tango
argentino.
...
De Libertinagem (1930). Manuel Bandeira (Traducción:
José Javier Villarreal)
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