MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 10    No. 130 JULIO DEL AÑO 2008    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co

Reflexión del mes

“Pensar es el trabajo más difícil que existe.
Quizá esa sea la razón por la que haya tan pocas personas que lo practiquen”.

Henry Ford (1863 1947). Industrial estadounidense, fundador de la Ford Motor Company y padre de las cadenas de producción modernas utilizadas para la producción en serie. La introducción del vehículo Ford T en el mercado automovilístico revolucionó el transporte y la industria en Estados Unidos. Fue un inventor prolífico: registró 161 patentes en su país.
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El pasado 23 de abril, las autoridades sanitarias mejicanas informaron “oficialmente” al mundo que en su territorio se había detectado un brote de gripa porcina. Que el gobierno canadiense les había informado de un habitante de ese país que después de vacacionar en Méjico presentó la sintomatología que caracteriza a la Influenza tipo A H1N1. Según las mismas autoridades mejicanas, el brote se presentó en la comunidad de La Gloria, municipio de Perote, Estado de Veracruz, en donde las granjas Carroll por un manejo inadecuado de los desechos fecales y orgánicos que producen los porcinos, y al no ser tratados adecuadamente, generaron la contaminación del agua y del aire de esa zona. Del enfermo canadiense, “primer caso confirmado”, nada se supo de él.
Para esos días el gobierno mejicano necesitaba de un Estado de excepción, de perturbación de la paz pública y de una condición manifiesta de peligro de la sociedad en general, para suspender las garantías sociales e individuales y lograr que al presidente se le otorgaran, por parte del legislativo, facultades extraordinarias. No había un ambiente favorable para aprobar una serie de medidas o reformas en materia de seguridad pública, ya que según los analistas políticos, traían consigo serias violaciones en materia de derechos humanos.
La pandemia fue la excusa perfecta. Desde el momento mismo en que se oficializó dicha situación, “la grave perturbación”, el estar la “sociedad en peligro”, se establecieron las condiciones para declarar el Estado de Excepción, en donde el presidente goza de un cúmulo de libertades que incluye hasta el hacer uso de recursos económicos sin estar obligado a rendir cuentas.
Lo sucedido en Méjico no debe causarnos extrañeza. Es sabido que con las herramientas que brinda la microbiología, la biología molecular y la ingeniería genética, los científicos pueden manipular a su antojo el código genético de las bacterias y virus llevándolos a adquirir un mayor poder patógeno y/o resistencia a los anti-microbianos.
Desde mucho tiempo atrás el hombre ha empleado armas que contienen diferentes tipos de virus o bacterias capaces de causar daño a las poblaciones, debilitar economías y diezmar ejércitos. Son muchos los ejemplos históricos del uso de agentes infecto-contagiosos para provocar enfermedades en las poblaciones. A Napoleón le debilitaron sus tropas, después de invadir Rusia, con la epidemia de tifo exantemático, lo cual lo llevó a la retirada; la peste bubónica en Shangai (1940), el cólera, la tularemia, la aspergilosis, la coccidiomicosis, la histoplasmosis. La fiebre Q, la fiebre de las montañas rocosas, la salmonelosis, el carbunco, la neumonía por legionella, el tifus epidémico, la arbovirosis, la disentería, el botulismo, la intoxicación por estafilococos, la psitacosis, las lluvias de hongos y micotoxinas provocada por Estados Unidos en Indochina (1982), la viruela negra en Colombia - Zona de Marquetalia (Plan Laso-Latin America Security Operation - 1994), y la Operación Mangoose agenciada por la CIA contra Cuba (1961 - 1962) para diezmar a la población de los cortadores de caña de azúcar e impactar la economía de la isla con la fiebre porcina, la conjuntivitis hemorrágica, el dengue, la roya de la caña de azúcar y el moho azul del tabaco (Hermida, Juan), son ejemplos claros de este tipo de prácticas perversas.
En Colombia, el ministro de la Protección Social, Diego Palacio, lidera la cruzada nacional contra la pandemia de la influenza tipo A H1N1, declara el estado de “desastre nacional” definiendo acciones administrativas, ordena la compra de 400.000 tratamientos de Tamiflu (medicamento utilizado en el tratamiento de dicha enfermedad), que a un costo unitario de $38.400 genera una inversión desproporcionada de $15.360.000.000. Lo anterior es confirmado por el director de Salud Pública del Ministerio de la Protección Social, Dr. Gilberto Álvarez Uribe, al dar respuesta a un Derecho de Petición del presidente del Colegio de Médicos de Cundinamarca y Bogotá (Observatorio del Medicamento-Federación Médica Colombiana; año 19, No. 20/09, Bogotá, 11 al 17 mayo/09).
Según algunos infectólogos, los antivirales Tamiflu y Relenza son medianamente efectivos, el primero en la fase inicial de la enfermedad, y el segundo más que el primero en la fase final de la misma. El Dr. Germán Velásquez, experto de la Organización Mundial de la Salud (OMS), ha llamado la atención sobre los altos niveles de resistencia del virus de la influenza A H1N1 al Tamiflu y lo no concluyente de su utilidad.
Como caso curioso, en septiembre de 2003, Productos Roche (fabricante del medicamento Tamiflu), informó a la Comisión Nacional de Precios de Medicamentos (CNPM) que retiraba del mercado colombiano dicho producto. El medicamento Relenza de la firma GlaxoSmithKline nunca ha sido comercializado en nuestro país.
Hasta el 1º de junio de 2009, 40 días después de haberse “oficializado” el brote pandémico, en Colombia sólo se habían podido confirmar 20 casos de infectados sin muertos. Ya con antelación, el representante de la Organización Panamericana de la Salud en Colombia (OPS), Pier Paolo Balladelli, había informado que solo uno de cada 20 infectados por el virus hace un cuadro clínico grave. Las predicciones catastróficas sobre la enfermedad no se cumplieron, o se plantearon sobre bases falsas. Los resultados finales nos dan la razón a este respecto.
En otras latitudes, donde los indicadores en salud son dignos de ejemplo, se pueden dar el lujo de invertir cantidades significativas de recursos en casos como el que nos ocupa. Pero que en un país como el nuestro, en donde la Salud Pública y la Medicina Preventiva han tenido entierro de tercera con el actual Sistema de salud y Modelo de aseguramiento, causa sospecha y genera perspicacia inversiones de esta envergadura. Es preocupante la ligereza administrativa del Ministro Palacio al ordenar una inversión desproporcionada, soportada en una decisión emotiva o “no racional”, desmedida e ineficaz, ineficiente y no costo/efectiva.
Hago un llamado a los entes de control político, de control fiscal y disciplinario para que se inicien acciones contra este ministerio. En Colombia, cada 4.2 minutos muere un niño por desnutrición, en un día llegan a 14, al mes suman 420 y al año son 5.000 niños muertos por física hambre sin que medien recursos de tal nivel de significancia.
Bogotá, junio 1 de 2009.
 
  Bioética
Se celebraron recientemente 60 años de la proclamación de “Los derechos humanos”, importante declaración que, infortunadamente y como otros documentos verdaderamente valiosos, se ignoran con muchísima frecuencia por los países firmantes, lo que no le resta a dicho documento significación a su contenido y a su finalidad; sin embargo, con más frecuencia de lo deseado, su filosofía y su contenido social sólo se utilizan para tratar de justificar inaceptables conductas.

Recuerdo: hace unos años tuve el honor de ser invitado a representar a Colombia en un Congreso Internacional y parte de mi equipaje fue robado, precisamente la maleta donde llevaba los documentos con los temas que me habían encargado, mi pasaporte, etc. Cerca de una hora después de ocurrido el hecho, en la recepción del hotel y dirigido a mí, entregaron un paquete con las conferencias y un corto mensaje escrito a mano en el cual se me pedía no denunciar el robo y, además, expresaba que el ladrón reintegraba aquellos objetos y respetaba mi profesión y la misión que iba a cumplir y, además, exigía respeto para sus acciones ya que tenía derecho a ello porque con su conducta él ganaba para sobrevivir y todos tenemos derecho a vivir del “trabajo”.
Sí, es la consecuencia natural, aunque absurda, de una educación que se impuso no sólo en Colombia sino en otras latitudes y que permite obrar mal, con perjuicio grave para otros, y exigir al mismo tiempo, con desfachatez, respeto por el inicuo comportamiento.
Así lo vivimos en tiempos recientes: se trata de prohibir la venta de leche cruda, entonces se hacen manifestaciones exigiendo al gobierno levantar la medida porque “vivimos de esto” y tenemos “derecho a vivir”; se fumigan o eliminan sembrados de plantas empleadas para productos ilegales y tóxicos, entonces se bloquean las carreteras, se ocupan poblaciones, en protesta por la medida que menoscaba el derecho a vivir de dichos cultivos sin pensar en las consecuencias que traen para otras personas; se proclama con bombos y platillos el “derecho al libre desarrollo de la personalidad” en seres humanos que aún desconocen (porque no se les han enseñado) los peligros del libertinaje, de una libertad sin límites -absurdo ontológico- que impide señalar que todo derecho, que toda libertad bien entendida, tienen como ineludible fundamento un deber. Más aún, personas de pocos años, todavía niños, se exponen por su natural curiosidad y alcahueteados por la absurda disposición legal de “la dosis personal”, a la adicción a sustancias que destruyen su salud orgánica, mental y social.
Los padres de familia, los educadores, las instituciones formativas, se ven amenazados a menudo por sentencias de tutela al pretender proclamar unas normas de honestidad, de sana convivencia, al trazar caminos de honradez. Se proclaman de viva voz y por escrito los derechos del niño, los de la mujer, etc., pero se callan los deberes que implican y que fundamentan esos derechos, desconocimiento que convierte al ser humano en bárbaro destructor para sus congéneres y para la naturaleza en general, en un tirano de la peor especie que sólo piensa en satisfacer sus caprichos convertidos en derechos sin ningún deber hacia los demás.
Sí, el niño y sus derechos deben ser protegidos, por todos los medios, de quienes por maldad o por ignorancia quieran menguar estos derechos, pero es necesario que el niño y todos los que lo rodean conozcan los deberes que los fundamentan y les dan valor incondicional: el derecho a estudiar exige el deber de estudiar, el derecho de ser respetado es consecuencia del deber de respetar, etc. También los derechos de la mujer surgen de deberes lógicos y racionales: el derecho a la salud reproductiva se fundamenta en el deber de no exponerse a llamar a la vida a un nuevo ser y si por cualquier circunstancia llega a concebirlo, saber cuidar de su hijo -incluso si fuere fruto de violación-, hijo que no participó en el acto que lo engendró, porque no es ético ni justo condenar a muerte a quien no ha cometido ninguna falta.
La antropología filosófica nos permite afirmar que el ser humano, aún el más ignorante, por su cualidad intrínseca de inteligente y racional descubre el deber, el deber ser, como valor universal, como Bien, y ese conocimiento le permite intuir los derechos que fundamentan y que deben proteger ese deber. El valor del Bien que exige, aunque algunas filosofías materialistas lo nieguen, el reconocer el valor incondicional y absoluto del ser humano en todas las etapas de su vida. Practicar un respeto venerante por éste, por el ser humano, es, repito, un deber universal, permanente, invariable. En cambio los derechos que legalmente protegen dichos deberes cambian según la cultura y el interés, a veces muy mezquino, de los legisladores o del tirano de turno.
Es necesario proclamar sin descanso los deberes y los derechos que se fundamentan en aquellos, si queremos recobrar la verdadera paz, la más elemental convivencia. ¿Será necesario esperar la proclamación de una carta de “Los deberes humanos? Ya existe una, tan antigua como la humanidad misma: los Diez Mandamientos o Decálogo, que en forma clara, contundente, marca el camino digno del vivir humano, proclamada no para un grupo religioso, racial o cultural sino para todo ser humano, de todos los tiempos, culturas y creencias religiosas o políticas .

 
 











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