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Reflexión
del mes
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Pensar
es el trabajo más difícil que existe.
Quizá esa sea la razón por la que haya tan
pocas personas que lo practiquen.
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Henry Ford (1863 1947). Industrial
estadounidense, fundador de la Ford Motor Company y padre
de las cadenas de producción modernas utilizadas
para la producción en serie. La introducción
del vehículo Ford T en el mercado automovilístico
revolucionó el transporte y la industria en Estados
Unidos. Fue un inventor prolífico: registró
161 patentes en su país. |
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El pasado
23 de abril, las autoridades sanitarias mejicanas informaron
oficialmente al mundo que en su territorio se había
detectado un brote de gripa porcina. Que el gobierno canadiense
les había informado de un habitante de ese país
que después de vacacionar en Méjico presentó
la sintomatología que caracteriza a la Influenza tipo
A H1N1. Según las mismas autoridades mejicanas, el brote
se presentó en la comunidad de La Gloria, municipio de
Perote, Estado de Veracruz, en donde las granjas Carroll por
un manejo inadecuado de los desechos fecales y orgánicos
que producen los porcinos, y al no ser tratados adecuadamente,
generaron la contaminación del agua y del aire de esa
zona. Del enfermo canadiense, primer caso confirmado,
nada se supo de él.
Para esos días el gobierno mejicano necesitaba de un
Estado de excepción, de perturbación de la paz
pública y de una condición manifiesta de peligro
de la sociedad en general, para suspender las garantías
sociales e individuales y lograr que al presidente se le otorgaran,
por parte del legislativo, facultades extraordinarias. No había
un ambiente favorable para aprobar una serie de medidas o reformas
en materia de seguridad pública, ya que según
los analistas políticos, traían consigo serias
violaciones en materia de derechos humanos.
La pandemia fue la excusa perfecta. Desde el momento mismo en
que se oficializó dicha situación, la grave
perturbación, el estar la sociedad en peligro,
se establecieron las condiciones para declarar el Estado de
Excepción, en donde el presidente goza de un cúmulo
de libertades que incluye hasta el hacer uso de recursos económicos
sin estar obligado a rendir cuentas.
Lo sucedido en Méjico no debe causarnos extrañeza.
Es sabido que con las herramientas que brinda la microbiología,
la biología molecular y la ingeniería genética,
los científicos pueden manipular a su antojo el código
genético de las bacterias y virus llevándolos
a adquirir un mayor poder patógeno y/o resistencia a
los anti-microbianos.
Desde mucho tiempo atrás el hombre ha empleado armas
que contienen diferentes tipos de virus o bacterias capaces
de causar daño a las poblaciones, debilitar economías
y diezmar ejércitos. Son muchos los ejemplos históricos
del uso de agentes infecto-contagiosos para provocar enfermedades
en las poblaciones. A Napoleón le debilitaron sus tropas,
después de invadir Rusia, con la epidemia de tifo exantemático,
lo cual lo llevó a la retirada; la peste bubónica
en Shangai (1940), el cólera, la tularemia, la aspergilosis,
la coccidiomicosis, la histoplasmosis. La fiebre Q, la fiebre
de las montañas rocosas, la salmonelosis, el carbunco,
la neumonía por legionella, el tifus epidémico,
la arbovirosis, la disentería, el botulismo, la intoxicación
por estafilococos, la psitacosis, las lluvias de hongos y micotoxinas
provocada por Estados Unidos en Indochina (1982), la viruela
negra en Colombia - Zona de Marquetalia (Plan Laso-Latin America
Security Operation - 1994), y la Operación Mangoose agenciada
por la CIA contra Cuba (1961 - 1962) para diezmar a la población
de los cortadores de caña de azúcar e impactar
la economía de la isla con la fiebre porcina, la conjuntivitis
hemorrágica, el dengue, la roya de la caña de
azúcar y el moho azul del tabaco (Hermida, Juan), son
ejemplos claros de este tipo de prácticas perversas.
En Colombia, el ministro de la Protección Social, Diego
Palacio, lidera la cruzada nacional contra la pandemia de la
influenza tipo A H1N1, declara el estado de desastre nacional
definiendo acciones administrativas, ordena la compra de 400.000
tratamientos de Tamiflu (medicamento utilizado en el tratamiento
de dicha enfermedad), que a un costo unitario de $38.400 genera
una inversión desproporcionada de $15.360.000.000. Lo
anterior es confirmado por el director de Salud Pública
del Ministerio de la Protección Social, Dr. Gilberto
Álvarez Uribe, al dar respuesta a un Derecho de Petición
del presidente del Colegio de Médicos de Cundinamarca
y Bogotá (Observatorio del Medicamento-Federación
Médica Colombiana; año 19, No. 20/09, Bogotá,
11 al 17 mayo/09).
Según algunos infectólogos, los antivirales Tamiflu
y Relenza son medianamente efectivos, el primero en la fase
inicial de la enfermedad, y el segundo más que el primero
en la fase final de la misma. El Dr. Germán Velásquez,
experto de la Organización Mundial de la Salud (OMS),
ha llamado la atención sobre los altos niveles de resistencia
del virus de la influenza A H1N1 al Tamiflu y lo no concluyente
de su utilidad.
Como caso curioso, en septiembre de 2003, Productos Roche (fabricante
del medicamento Tamiflu), informó a la Comisión
Nacional de Precios de Medicamentos (CNPM) que retiraba del
mercado colombiano dicho producto. El medicamento Relenza de
la firma GlaxoSmithKline nunca ha sido comercializado en nuestro
país.
Hasta el 1º de junio de 2009, 40 días después
de haberse oficializado el brote pandémico,
en Colombia sólo se habían podido confirmar 20
casos de infectados sin muertos. Ya con antelación, el
representante de la Organización Panamericana de la Salud
en Colombia (OPS), Pier Paolo Balladelli, había informado
que solo uno de cada 20 infectados por el virus hace un cuadro
clínico grave. Las predicciones catastróficas
sobre la enfermedad no se cumplieron, o se plantearon sobre
bases falsas. Los resultados finales nos dan la razón
a este respecto.
En otras latitudes, donde los indicadores en salud son dignos
de ejemplo, se pueden dar el lujo de invertir cantidades significativas
de recursos en casos como el que nos ocupa. Pero que en un país
como el nuestro, en donde la Salud Pública y la Medicina
Preventiva han tenido entierro de tercera con el actual Sistema
de salud y Modelo de aseguramiento, causa sospecha y genera
perspicacia inversiones de esta envergadura. Es preocupante
la ligereza administrativa del Ministro Palacio al ordenar una
inversión desproporcionada, soportada en una decisión
emotiva o no racional, desmedida e ineficaz, ineficiente
y no costo/efectiva.
Hago un llamado a los entes de control político, de control
fiscal y disciplinario para que se inicien acciones contra este
ministerio. En Colombia, cada 4.2 minutos muere un niño
por desnutrición, en un día llegan a 14, al mes
suman 420 y al año son 5.000 niños muertos por
física hambre sin que medien recursos de tal nivel de
significancia.
Bogotá, junio 1 de 2009. |
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Bioética
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Se celebraron recientemente 60 años de la proclamación
de Los derechos humanos, importante declaración
que, infortunadamente y como otros documentos verdaderamente
valiosos, se ignoran con muchísima frecuencia por los
países firmantes, lo que no le resta a dicho documento
significación a su contenido y a su finalidad; sin embargo,
con más frecuencia de lo deseado, su filosofía
y su contenido social sólo se utilizan para tratar de
justificar inaceptables conductas. |
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Recuerdo: hace unos años tuve el honor de ser invitado
a representar a Colombia en un Congreso Internacional y parte
de mi equipaje fue robado, precisamente la maleta donde llevaba
los documentos con los temas que me habían encargado,
mi pasaporte, etc. Cerca de una hora después de ocurrido
el hecho, en la recepción del hotel y dirigido a mí,
entregaron un paquete con las conferencias y un corto mensaje
escrito a mano en el cual se me pedía no denunciar
el robo y, además, expresaba que el ladrón reintegraba
aquellos objetos y respetaba mi profesión y la misión
que iba a cumplir y, además, exigía respeto
para sus acciones ya que tenía derecho a ello porque
con su conducta él ganaba para sobrevivir y todos tenemos
derecho a vivir del trabajo.
Sí, es la consecuencia natural, aunque absurda, de
una educación que se impuso no sólo en Colombia
sino en otras latitudes y que permite obrar mal, con perjuicio
grave para otros, y exigir al mismo tiempo, con desfachatez,
respeto por el inicuo comportamiento.
Así lo vivimos en tiempos recientes: se trata de prohibir
la venta de leche cruda, entonces se hacen manifestaciones
exigiendo al gobierno levantar la medida porque vivimos
de esto y tenemos derecho a vivir; se fumigan
o eliminan sembrados de plantas empleadas para productos ilegales
y tóxicos, entonces se bloquean las carreteras, se
ocupan poblaciones, en protesta por la medida que menoscaba
el derecho a vivir de dichos cultivos sin pensar en las consecuencias
que traen para otras personas; se proclama con bombos y platillos
el derecho al libre desarrollo de la personalidad
en seres humanos que aún desconocen (porque no se les
han enseñado) los peligros del libertinaje, de una
libertad sin límites -absurdo ontológico- que
impide señalar que todo derecho, que toda libertad
bien entendida, tienen como ineludible fundamento un deber.
Más aún, personas de pocos años, todavía
niños, se exponen por su natural curiosidad y alcahueteados
por la absurda disposición legal de la dosis
personal, a la adicción a sustancias que destruyen
su salud orgánica, mental y social.
Los padres de familia, los educadores, las instituciones formativas,
se ven amenazados a menudo por sentencias de tutela al pretender
proclamar unas normas de honestidad, de sana convivencia,
al trazar caminos de honradez. Se proclaman de viva voz y
por escrito los derechos del niño, los de la mujer,
etc., pero se callan los deberes que implican y que fundamentan
esos derechos, desconocimiento que convierte al ser humano
en bárbaro destructor para sus congéneres y
para la naturaleza en general, en un tirano de la peor especie
que sólo piensa en satisfacer sus caprichos convertidos
en derechos sin ningún deber hacia los demás.
Sí, el niño y sus derechos deben ser protegidos,
por todos los medios, de quienes por maldad o por ignorancia
quieran menguar estos derechos, pero es necesario que el niño
y todos los que lo rodean conozcan los deberes que los fundamentan
y les dan valor incondicional: el derecho a estudiar exige
el deber de estudiar, el derecho de ser respetado es consecuencia
del deber de respetar, etc. También los derechos de
la mujer surgen de deberes lógicos y racionales: el
derecho a la salud reproductiva se fundamenta en el deber
de no exponerse a llamar a la vida a un nuevo ser y si por
cualquier circunstancia llega a concebirlo, saber cuidar de
su hijo -incluso si fuere fruto de violación-, hijo
que no participó en el acto que lo engendró,
porque no es ético ni justo condenar a muerte a quien
no ha cometido ninguna falta.
La antropología filosófica nos permite afirmar
que el ser humano, aún el más ignorante, por
su cualidad intrínseca de inteligente y racional descubre
el deber, el deber ser, como valor universal, como Bien, y
ese conocimiento le permite intuir los derechos que fundamentan
y que deben proteger ese deber. El valor del Bien que exige,
aunque algunas filosofías materialistas lo nieguen,
el reconocer el valor incondicional y absoluto del ser humano
en todas las etapas de su vida. Practicar un respeto venerante
por éste, por el ser humano, es, repito, un deber universal,
permanente, invariable. En cambio los derechos que legalmente
protegen dichos deberes cambian según la cultura y
el interés, a veces muy mezquino, de los legisladores
o del tirano de turno.
Es necesario proclamar sin descanso los deberes y los derechos
que se fundamentan en aquellos, si queremos recobrar la verdadera
paz, la más elemental convivencia. ¿Será
necesario esperar la proclamación de una carta de Los
deberes humanos? Ya existe una, tan antigua como la humanidad
misma: los Diez Mandamientos o Decálogo, que en forma
clara, contundente, marca el camino digno del vivir humano,
proclamada no para un grupo religioso, racial o cultural sino
para todo ser humano, de todos los tiempos, culturas y creencias
religiosas o políticas .
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