|
Reflexión
del mes
|
 |
El hombre tiene dos tercios
de animal y un tercio de misterio.
|
Eduardo Sarué. Antropólogo
etno-botánico chileno, graduado en la Escuela de Altos
Estudios en Ciencias Sociales de París. Profesor de Antropología
médica y Etno-botánica UAHC y Universidad Bolivariana,
Chile. |
.
|
|
Para
cualquier ser humano es indispensable tener acceso a algún
tipo de actividad diferente a la que uno normalmente está
dedicado. Como médicos y profesionales de la salud, nos
vemos expuestos a una infinidad de dilemas en nuestra vida cotidiana
que nos llevan a cuestionar quienes somos y a dónde queremos
llegar. Tarde o temprano, el hacer o el dejar de hacer algo
repercutirá en lo que somos como individuos, dentro de
una profesión que demanda una reflexión constante
de lo que significa el equilibrio.
La perfección, el conocimiento y la disciplina son claves
en el desarrollo de cualquier profesión u actividad de
la persona. Pero muchas veces creemos que estos tres pilares
solo se deben centrar en el aspecto profesional, sin tener en
cuenta que para ser médicos necesitamos de una combinación
incesante de estos tres elementos sumados a la curiosidad de
acercarnos más a lo que somos y a lo que nos rodea. Muchas
veces, dejar ese halo de omnipotencia que se asocia con la figura
del médico, sería beneficioso para cada uno de
nosotros. Pero en una profesión como la nuestra no se
pueden reflejar debilidades, pues nos enseñaron a ser
fuertes y a no sucumbir ante ningún obstáculo.
Así empezamos a desconectarnos de esa cotidianidad que
nos lleva a pensar que estamos perdiendo el tiempo si no podemos
ser lo que somos: médicos. La medicina es un arte y es
ahora cuando deberíamos recordar que si para ser médico
se necesita ser artista, para ser artista se necesita ser más
humano.
No quiero decir que en nuestra profesión no exista el
derecho a tener pasión por lo que hacemos, pero no debemos
olvidar que podemos continuar descubriendo nuevos intereses
y a la vez desempeñar nuestro arte con conciencia y dignidad
como se menciona en el Juramento Hipocrático.
Durante mi carrera he conocido grandes deportistas, artistas,
escritores, y muchos seres humanos con alguna aptitud o dote
especial que al ingresar a la Facultad de Medicina se ven en
la disyuntiva de cambiar, pues se enfrentan a la duda de si
se puede ser médico continuando con lo que han sido hasta
entonces. Esta aventura de convertirse en médico se relaciona
frecuentemente con la decisión de dejar a un lado el
tiempo personal para poder ser profesional.
En un estudio realizado por la Facultad de Medicina en la Universidad
John Hopkins en Baltimore, en el cual se entrevistaron residentes
de 7 especialidades, se evidenció que el médico
se prepara para tener un agotamiento extremo durante su residencia,
aceptando y adoptando un desequilibrio temporal entre aspectos
de su vida personal y profesional. Los médicos entrevistados
definen bienestar como un balance en estos dos aspectos, pero
a su vez consideran la educación médica como la
base central para su realización personal, y están
dispuestos a pagar con el sacrifico personal, aún si
esto significa perder temporalmente el sentido de su identidad.
¿Es esto acaso un reflejo de lo que por generaciones
se ha repetido en nuestra profesión? Es el de decirnos
a nosotros mismos que podemos tener varias actividades, pero
con la conciencia de que no se pueden hacer al mismo tiempo.
Esto es lo que nos lleva a un momento en que pondremos en tiempo
de espera lo que nos define como personas, incluyendo: tiempo
con nuestros hijos, hacer ejercicio, pintar, jugar fútbol,
tocar nuestro instrumento musical, leer, etc. Todo esto para
lograr ser médico y alcanzar esta prometida y diferida
satisfacción.
Esta decisión tiene sentido y es gratificante al iniciar
nuestra carrera. Pero lo que se asumía como temporal
para lograr una perfección en ese proceso de entrenamiento
médico, se torna en una constante que para muchos es
difícil cambiar.
Al persistir ese desequilibrio, el crecimiento profesional no
es suficiente para la mayoría de los médicos.
En el estudio mencionado, los que se definen como más
felices son aquellos que mantienen actividades familiares, personales
y de esparcimiento, quizás no al mismo grado que antes
de iniciar la residencia, pero que logran mantener vivas esas
otras actividades. Los residentes que no lograron encontrar
este balance están en riesgo de agotamiento extremo,
depresión u otras formas de estrés. Aunque pueden
mantener su trabajo adecuadamente, en ellos se reflejan momentos
de impulsividad, irritabilidad o decisiones médicas atemporales
con sus pacientes.
Este estudio no es solo un reflejo de lo que sucede con los
residentes en Estados Unidos, sino también de lo que
se vive en nuestro país. Además en un sistema
donde el profesional de la salud se siente ultrajado, irrespetado
y abusado por los mercaderes de la medicina, se corre el riesgo
de que el haber dejado a un lado el balance de su ser conlleve
a frustraciones que se reflejarán en todo ámbito
o círculo de vida.
Miremos a nuestro alrededor: aquel estudiante de medicina, simpático,
inteligente y con una curiosidad por otras actividades pero
que no tuvo un mentor de vida, tendrá la expectativa
de que más tarde podrá decidir retomar sus otros
intereses. El internado llega y piensa que en el segundo año
todo va a ser mejor. Luego se culmina la residencia y cree que
todo mejorará y que finalmente encontrará un balance
en la vida. Después vendrá la graduación
y ya para cuando esté practicando, habrá postergado
ese bienestar para la hora del retiro.
No dudemos en que como médicos necesitamos meditar una
y otra vez hacia donde queremos orientar nuestras vidas. Permitámonos
sentir, dudar y pensar. Esto nos dará facultades para
tener empatía, compasión y cuidado con nuestros
pacientes, cualidades que no vienen en los libros pero que están
íntimamente ligadas a nuestro espíritu. Así,
podremos entender que en el querer puede estar el balance en
nuestras vidas. Al final, esta inversión en ser más
humanos se reflejará en nuestros pacientes, pues podremos
afirmar que el ser profesional no implica dejar a un lado lo
que somos. |
|
|
 |
Con
frecuencia se hace referencia a la necesidad del análisis
prudencial de situaciones clínicas concretas, en especial
cuando éstas se presentan en los espectros de la máxima
dificultad, tanto en los procedimientos diagnósticos
como en las propuestas terapéuticas en circunstancias
de complejidad tecnológica. En esta era en que la medicina
evolucionó hacia una alta especialización e instrumentalización,
es minuciosa la capacidad de medir o cuantificar con asombrosa
precisión determinadas realidades objetivas.
 |
Basta
ver los innumerables patrones de medición de datos y
parámetros fisiológicos, bioquímicos, hematológicos,
cardiovasculares y de funcionamiento de diversos órganos
y sistemas, que se lleva a cabo de modo rutinario en los pacientes
que han ingresado por diversas razones en Unidades de Cuidados
Intensivos.
El paradigma contemporáneo de tan alta intervención
mediada por la tecnología, hace parte del incremento
exponencial de la disponibilidad de las ayudas tecnológicas
útiles en la interpretación de las realidades
clínicas del paciente concreto. Karl Jaspers, uno de
los más destacados pensadores médicos del siglo
XX, ya lo había comentado en su significativa obra La
práctica médica en la era tecnológica:
Cuanto mayor el conocimiento y la pericia científicos,
cuanto más eficiente la aparatología para el diagnóstico
y la terapia, más difícil resulta encontrar un
buen médico, tan sólo un médico.
El psiquiatra y pensador alemán escribía esto
a finales de la década de los años cincuenta del
siglo pasado.
Por otra parte, no es de extrañar la actual preocupación
social y política acerca del exponencial incremento de
los costos de la atención médica y de la necesidad
de intervenir en ello por diversos mecanismos: auditoría,
normatización de las prácticas, medidas regulatorias,
managed care. A la gran complejidad de la práctica
clínica se añade un innegable deterioro del panorama
en el aspecto jurídico, que cada vez interviene con mayor
peso en la relación médico-paciente en un entorno
en que la autonomía del segundo a veces quisiera
aniquilar la del primero. Estos son problemas existentes en
ambos mundos, en el de la avanzada económica y tecnológica,
y en el que se encuentra en vía de desarrollo; es una
constante global.
No obstante lo anterior, tiene validez el compromiso con el
non nocere hipocrático, como principio rector
de la práctica clínica contemporánea. El
médico con capacidad de discernimiento ético -diferenciación
entre el bien y el mal de acuerdo con escalas racionales de
valor, y por supuesto, con elección deliberada, libre
y consciente del bien como opción-, está en capacidad
de poner mucho de su parte para promover y favorecer el bien
del paciente. Existe el peligro de caer en la confusión
del concepto salud, con el de venta de tecnologías
médicas. Estos son dos temas bien diferentes, comercial
el uno, de rango antropológico el otro. La realidad de
enfermar es un dato de orden existencial. La historia clínica
constituye un relato pato-biográfico, abarca
la condición existencial de ambos (médico y paciente),
y supone en toda su entidad la presencia entre ellos de una
relación de carácter interpersonal. Por otro lado,
está la realidad constantemente presente de la iatrogenia,
el abuso comercial de determinadas tecnologías y modas,
y la poderosa influencia del marketing y de los
medios masivos de comunicación en el tema del consumismo
en aspectos sanitarios. Es cierto que la amenaza del encarnizamiento
terapéutico y la pérdida del sentido de la proporcionalidad
terapéutica existen, y van de la mano de una hipertrófica
medicalización de la vida cotidiana.
Tiene especial importancia el ejercicio de la phrónesis,
la clásica virtud de la prudencia para el discernimiento
de lo que es bueno y malo por arte del médico tratante.
Es básica la confianza del paciente en ese compromiso
por parte de quien lo trata. Este concepto es aplicable también
para equipos e instituciones en las cuales el manejo interdisciplinario
es una condición pareja al nivel de complejidad e intromisión
instrumental. La medicina basada en la prudencia afirma la fidelidad
al ethos hipocrático: primum non nocere.
De ella se habla poco y debería ser motivo más
frecuente de consideración en las cátedras de
las diversas especialidades. |
|
Bioética
|
¿Cuándo
se es madre asesina?
|
 |
Ramón
Córdoba Palacio, MD - elpulso@elhospital.org.co
Si la descomposición moral de una persona o de una sociedad
se mide por lo horrible de los crímenes y la frecuencia
de los mismos, no podemos ocultar la gravedad de nuestra realidad
nacional y contentarnos con manifestaciones externas vehementes,
conmovedoras, pero que pronto se olvidan ante hechos de similar
magnitud en otras áreas. |
Hace pocos meses el país entero se manifestó
aterrado y avergonzado por la muerte del niño Luis
Santiago asesinado por su padre, y recientemente, quizás
con más dolor por ser la madre la asesina del hijo
de pocos días de nacido, se repiten con expresiones
de rechazo y con el clamor de justicia y de ira contenida
las marchas de solidaridad en defensa de los niños
contra estos progenitores homicidas y mentirosos, pues en
ambos casos lloran y suplican -con cirio encendido en sus
manos el padre de Santiago- para que quien secuestró
a su hijo lo devuelva sano y salvo, cuando ellos saben con
certeza donde está el cadáver y quien le arrebató
la vida. Humanamente, lo único de mayor gravedad que
estos asesinatos, sería la indiferencia de la comunidad
ante conductas tan abominables.
Pero estos crímenes se repetirán si no analizamos
con sinceridad y honestidad, así nos cueste reconocerlo,
que en nuestros principios culturales se han introducido conceptos
que restan todo valor al ser humano y a su existencia en cualquiera
de las etapas de su desarrollo y que, por lo tanto, puede
sacrificarse con la misma y a veces con más impavidez
que cuando se elimina la vida de un animal irracional, de
una mascota. Las mismas Instancias nacionales han resuelto
que matar al hijo no nacido es una acción no punible
y, sin embargo, se pide el máximo castigo para quien
lo asesina fuera del vientre materno. ¿Podrá
alguien demostrar con una verdadera antropología que
en la etapa de desarrollo intrauterino ese ser no es el vástago
humano, fruto de la unión de un óvulo y un espermatozoide
de la especie humana, y en cambio sí lo es cuando ha
nacido? Los partidarios del aborto dicen que en esas primeras
etapas es sólo un montón de células -criterio
que manipulan con doble moral-, pero es que un motón
de células somos siempre, pero un montón de
células que ontogénicamente son elementos fundamentales
de la estructuración esencial del ser humano, estructuración
que no es posible cambiar ontogénicamente. Es de advertir
que esta imposibilidad de cambio estructural no es condición
exclusiva del ser humano, sino propiedad de todas las especies
vivas. Nuestra legislación permisiva y falsamente humanitaria
es responsable de esta desvalorización del ser humano
y del desprecio por el hijo, cualquiera sea la condición
de su gestación.
El respeto incondicional y sumo por el ser humano desde la
concepción hasta su muerte natural no es un concepto
religioso como lo enseñan falazmente los abortistas
y los partidarios de la eutanasia, sino un principio fundamental
de toda antropología que merezca llamarse así.
Es el respeto incondicional al ser inteligente, racional,
libre y por lo tanto responsable de realizar su existencia
con sentido humano y humanitario en medio de la comunidad
en la cual convive.
La enseñanza de este respeto necesariamente debe iniciarse
en el hogar, no sólo con las palabras sino especialmente
con el ejemplo y continuarse en todas las instituciones educativas,
incluyendo dentro de éstas los medios de comunicación
de masas. Pero menguado será el resultado, o totalmente
malogrado, si desde las instancias nacionales se sigue proclamando
la impunidad a quien asesina al hijo sin nacer y castigando
a quien lo hace después de nacido, creando así
confusión y autorizando a la madre a decidir si su
hijo debe morir o puede vivir.
NOTA: Esta sección es un aporte del Centro Colombiano
de Bioética -Cecolbe-.
|
|
 |
|
|
|
|
|
|