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Reflexión
del mes
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Los
doctores son hombres
que prescriben medicinas que conocen poco,
curan enfermedades que conocen menos,
en seres humanos de los que no saben nada.
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Voltaire (1694-1778).
François-Marie Arouet, quién se dio a sí
mismo el seudónimo de Voltaire, fue uno de los intelectuales
franceses más polifacéticos e importantes del
Siglo de las Luces. Escritor y filósofo, fue uno de
los principales representantes de La Ilustración, período
en que se enfatizó el poder de la razón humana,
la ciencia y el respeto hacia la humanidad. Dejó una
obra literaria heterogénea y desigual, de la que resaltan
sus relatos y libros de polémica ideológica.
Como filósofo, Voltaire fue un genial divulgador, y
su credo laico y anticlerical orientó a los teóricos
de la Revolución Francesa. 
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Lapidación
mediática contra la mujer
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La mujer ha conocido el odio de los inquisidores que a
nombre de la santa madre iglesia condenaron su cuerpo a su servicio
y a las infames llamas de la hoguera
Sería
de esperar que en pleno siglo XXI, siglo del conocimiento, del
desarrollo del hombre y del respeto por los derechos humanos,
todas las formas de discriminación contra la mujer fueran
cosas del pasado.
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Para vergüenza nuestra, en la Medellín de hoy
la lapidación no ha desaparecido, simplemente se ha
transformado, se ha nutrido de las nuevas tecnologías
de la información y ha renacido bajo la forma de lapidación
mediática, lapidación en contra de un proyecto
que busca proteger la salud y promover el bienestar de las
mujeres de la ciudad. La
Clínica de la Mujer es un proyecto de la actual administración
municipal que busca dar respuesta integral a las necesidades
más sentidas de la salud de las mujeres como son la
promoción de la salud, la prevención de la enfermedad
y en especial de todas las formas de violencia conocidas y
practicadas en nuestro medio. Este proyecto ha recibido todo
tipo de ataques liderados por el periódico El Colombiano
y algunos de sus columnistas, y todo por el hecho de que en
esta institución, además de muchos otros servicios,
se practicarán interrupciones voluntarias de embarazo
o mejor como prefieren llamarlo sus enemigos, abortos en los
casos especiales despenalizados por la Corte Constitucional
colombiana en la Sentencia C-355 de 2006.
Para ubicarnos en la problemática, demos un rápido
vistazo a la situación mundial de las mujeres sometidas
a aborto inseguro:
De los 42 millones de embarazos que se terminan voluntariamente
cada año en el mundo, aproximadamente 20 millones se
realizan por fuera de los sistemas de salud y son por lo general,
abortos inseguros, es decir, practicados por personal no capacitado
o en condiciones inadecuadas. Por esta razón, el aborto
inseguro es considerado una pandemia de carácter prevenible.
Son las mujeres pobres de países en desarrollo quienes
pagan con su vida la carencia de condiciones y de capacitación
del personal de salud responsable de su atención. Las
complicaciones del aborto inseguro, como la hemorragia y la
sepsis, se encuentran entre las primeras causas de mortalidad
materna; en cambio, en los países industrializados,
el aborto legal practicado en instituciones habilitadas y
por personal idóneo, es un procedimiento seguro con
menos de una muerte por 100.000 procedimientos.
En los países pobres hasta el 50% de los recursos destinados
a la atención de salud sexual y reproductiva se dedican
a la atención del aborto inseguro; además, las
complicaciones del mismo tienen un costo social imposible
de cuantificar en dinero: la pérdida de un miembro
productivo de la sociedad, en muchos casos la cabeza de la
familia, un número importante de niños huérfanos
expuestos a mortalidad infantil, desnutrición, analfabetismo,
violencia, abuso sexual y esclavitud laboral.
Se afirma que la atención de las complicaciones del
aborto inseguro ocupa el segundo lugar en el uso de los recursos
para la atención obstétrica en países
en desarrollo. Cada año, 5 millones de mujeres en el
mundo son hospitalizadas por complicaciones del aborto inseguro
y 220.000 niños quedan huérfanos como consecuencia
del mismo. La OMS considera que el 2% de las mujeres que se
someten a un aborto inseguro quedan infértiles luego
del procedimiento. De las 66.000 muertes maternas como consecuencia
de aborto inseguro en el mundo, 98% ocurren en países
en desarrollo y 28% corresponden a mujeres de 20 a 24 años.
Casi todas las muertes por aborto inseguro son prevenibles
si el procedimiento se realiza en condiciones de seguridad
y por personal entrenado, con infraestructura adecuada, vigilancia
del cumplimiento de la norma. Cuando estas condiciones están
garantizadas, la mortalidad por aborto es de 1.7 por 100.000
procedimientos realizados durante el primer trimestre de la
gestación. Por estas razones, la ONU en su Asamblea
General de 1999 consideró que en circunstancias
donde el aborto no sea ilegal, los sistemas de salud deben
entrenar y equipar a los proveedores de los servicios de salud
y tomar otras medidas para asegurar que los abortos sean seguros
y accesibles
.
No sobra recordarles a los nuevos inquisidores, que el Estado
colombiano es laico, que el aborto está despenalizado
en Colombia en tres circunstancias especiales, que por ley
(resolución 4905 del 14 de diciembre/2006), es deber
del Estado garantizar la provisión de servicios de
salud seguros y definir los estándares de calidad que
garanticen el acceso oportuno a los procedimientos de Interrupción
Voluntaria del Embarazo -IVE-; que esta obligación
cobija a EPS, entidades de medicina prepagada, entidades departamentales,
distritales y municipales de salud. Si estas entidades no
ofrecen estos servicios con calidad y oportunidad, serán
objeto de sanciones.
Es fácil condenar y lapidar a los promotores de la
Clínica de la Mujer, cuando no se conoce la triste
y desgarradora historia de miles de mujeres que hace algunos
años acudieron a las salas de obstetricia de los hospitales
de Medellín con severas complicaciones derivadas de
abortos provocados en condiciones de inseguridad, y como consecuencia
de ello, cientos de adolescentes sometidas a abortos inseguros
en clínicas clandestinas o en bodegas de farmacias,
salían luego de varios meses de hospitalización
mutiladas, sin útero, sin ovarios como consecuencia
de infecciones causadas por la introducción de sondas
con alma de alambre con las que les provocaban el aborto o
terminaban pagando con su vida por carecer de dinero para
pagar un procedimiento seguro como lo hacían los estratos
altos de la sociedad antioqueña. Porque así
nos duela, el aborto se practica en ricas y pobres, en blancas
y negras, en solteras y casadas; la diferencia radica en las
condiciones en que se practica y en quien lo hace, y por lo
tanto, en las complicaciones que el procedimiento conlleva.
Es bueno recordar que el rostro de las madres muertas por
aborto inseguro en Colombia es joven, es pobre, es marginado,
y lleva las huellas de una violencia de género que
las acompaña por generaciones desde su propia concepción
y hasta el último de sus días, y de ello es
cómplice una sociedad indolente e hipócrita
como la nuestra.
Los huérfanos que dejan estas madres generalmente mueren
en la infancia, los más afortunados: los demás
se desnutren, son presa de la violencia sexual, de la prostitución
infantil, las drogas, la esclavitud laboral o se convierten
en insumo para las bandas criminales de todas las pelambres
que pululan en nuestra ciudad, o terminan en el abanico delincuencial
que les ofrece la sociedad colombiana.
Quienes por más de 25 años hemos visto parir
la miseria en la ciudad de Medellín y hemos vivido
de cerca las consecuencias sociales del aborto inseguro, le
pedimos a los nuevos lapidadores mediáticos responsabilidad
en sus escritos y respeto por los derechos de las mujeres,
derechos adquiridos luego de años de lucha librada
por quienes ustedes de manera despectiva y grosera llaman
feminista sesentudas. Puede que sesentudas algunas,
pero tienen la satisfacción de haber invertido buena
parte de sus mejores años en la lucha por la defensa
de los derechos de las mujeres, de sus madres, de sus esposas,
de sus compañeras y de sus hijas .
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Bioética
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Clínica
de abortos
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Ramón
Córdoba Palacio, MD - elpulso@elhospital.org.co
Uno espera, como simple ciudadano, que los dineros recaudados
por impuestos sean empleados para bien de la comunidad, para
lo que se conoce como bienes comunes en beneficio de todos los
ciudadanos, al menos de una gran mayoría o de una minoría
verdaderamente necesitada que por sus circunstancias exija la
solidaridad o la caridad humana. |
Ninguna de estas condiciones aparece en la determinación
de autoridades municipales en la creación de La
Clínica de la Mujer, eufemismo para denominar
lo que según la descripción de las labores que
se adelantarán en dicha clínica, es simple y
llanamente una clínica de abortos.
Entonces, ¿será ético, honesto, emplear
el patrimonio de la comunidad en la construcción y
mantenimiento de una clínica que servirá a unas
cuantas personas para satisfacer la difusión de su
ideología con el apoyo de las autoridades de turno?
¿Podremos sospechar que detrás de estas determinaciones
sólo existe el interés de progresar en la carrera
política con el apoyo de los jóvenes que se
beneficiarán porque sus aventuras sexuales carecerán
de la responsabilidad debida a su propia dignidad humana,
a la de su compañero o compañera sexual -mejor
aún genital- y a la de la criatura que engendraron
irresponsablemente y que luego condenan a la pena de muerte
sin que haya cometido ningún delito?
Los interrogantes que plantea el aborto son antropológicos,
antes que legales o religiosos. ¿Qué es, ontológicamente,
lo que se elimina o suprime? ¿Cuál es el estatuto
del embrión humano? ¿Es realmente sólo
un cúmulo de células y órganos o posee
estructuralmente la condición de ser humano, de persona
humana? ¿Cuándo adquiere y por qué razón
la calidad de persona humana? La biología y la antropología
filosófica nos permiten afirmar que desde la fecundación
el nuevo ser, el zigoto resultado de la unión del óvulo
y el espermatozoide humanos, es: una realidad humana, una
persona humana en acto, que realmente es un montón
de células -como afirman despectivamente los
partidarios del aborto- porque todos lo somos en las diferentes
etapas de la existencia, pero un montón de células
constitutivas de una persona humana, porque los seres humanos
no tenemos cuerpo sino que somos cuerpo, no tenemos espíritu
sino que somos espíritu: cuerpo animado o espíritu
encarnado.
Es persona en acto, no una persona posible. Realizada la fecundación,
el nuevo ser inicia por su propio impulso vital -«autonomía
teleológica» o «autonomía intrínseca»-
la división en células y, posteriormente, la
formación coordinada de los diferentes órganos.
La madre le proporciona el ambiente propicio a su desarrollo
autónomo, lo que no mengua la dignidad intrínseca
e incondicional de ese nuevo ser humano, único, irrepetible,
pues todo ser vivo, cualquiera sea la etapa de su desarrollo
o maduración, necesita de un ambiente propicio para
poder sobrevivir. Si el ambiente es propicio, las primeras
etapas de desarrollo del embrión ocurren también
en la reproducción asistida, en la reproducción
fuera del vientre materno.
La biología nos enseña que desde la concepción,
el zigoto o embrión es ser humano porque posee -mejor,
porque es- la estructuración genética fundamental
y ontogénicamente inmodificable propia del ser humano
y no de otra especie, y que expresa su existencia en cada
momento según su circunstancia. A este carácter
estructural de la persona lo denomina Xavier Zubiri personeidad
-diferente de personalidad- y nadie puede ser persona si no
posee, mejor, si no es personeidad. En consecuencia:
esencialmente y por naturaleza somos personas desde la fecundación
porque estructuralmente somos personeidad desde ese instante.
Entonces, ¿qué del tan manoseado concepto de
preembrión de Ana McLaren? Al respecto
enseña Jerôme Lejeune, gran médico y genetista:
« [
] nuestros colegas británicos inventan
el término pre-embrión. Esto no
existe ni ha existido nunca. No necesitábamos ninguna
subclase a la que llamar pre-embrión, porque
no hay nada antes del embrión. Sólo el espermatozoide
y el óvulo, eso es todo».
El rechazo ético al aborto voluntario no es religioso
en el sentido de confesión religiosa, como lo expresan
los abortistas, sino antropológico, de convicción
de respeto al ser humano. Ya en el Juramento (Hórkos)
llamado Hipocrático
-finales del siglo V- se proclama en el voto IV: «No
daré a nadie, aunque me lo pida, ningún fármaco
letal, ni haré semejante sugerencia. Igualmente tampoco
proporcionaré a mujer alguna un pesario abortivo. En
pureza y santidad mantendré mi vida y mi arte»
Me pregunto: cuándo presenten públicamente cuenta
de su gestión administrativa, los promotores de La
Clínica de la Mujer dirán con toda franqueza
cuántos seres humanos han asesinado en el vientre materno;
asesinado, porque según el Diccionario de la Real Academia,
asesinar es «matar a una persona con premeditación,
alevosía, etc.», que es lo que ocurre en cada
aborto voluntario.
NOTA: Esta sección es un aporte del Centro Colombiano
de Bioética -Cecolbe-.
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