DELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 10    No. 135 DICIEMBRE DEL AÑO 2009    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 

Estudio Polifónico de Medellín - 40 años
“¡Ahora, todas las voces,
la armonía, Dios...!
Hernando Guzmán Paniagua - Periodista - elpulso@elhospital.org.co
¿Que 40 años no es nada? Pues ahí está el Estudio Polifónico de Medellín, primera agrupación sinfónico-coral de Colombia. Por ella han pasado unos 500 coristas en 1.500 conciertos, con cerca de 2.000 obras del repertorio universal desde el canto llano medieval hasta el siglo XXI; una odisea de amor a la armonía, ha vivido este patrimonio cultural de Medellín y Antioquia.
Alberto Correa Cadavid, un hombre que nació en la actividad coral y morirá en ella, padre y actual director del Estudio Polifónico, narra así la historia: “La primera etapa fue el coro masculino de 20 integrantes (24 de mayo de 1966 - septiembre de 1968), con dos antecedentes: la Coral Tomás Luis de Victoria, comienzo de algunos miembros antiguos del Estudio, y la Capilla Polifónica de Coltejer. De ahí nació el Grupo de Música Antigua de Medellín, primera agrupación coral-instrumental de su tipo en la ciudad, y Pro Música Antigua de Medellín; tomamos el nombre del Estudio de Música Antigua, que nos visitó. Con la misión de hacer música polifónica a capella, montamos piezas de los siglos XV y XVI, Negro's Spirituals de Estados Unidos (que nos encantaron después de oír en Medellín la Coral y orquesta de Robert Shaw), el oficio de Semana Santa de Tomás Luis de Victoria, algo de música latinoamericana y villancicos. Las primeras obras montadas fueron 'Válgame señora mía' y 'Ay triste que vengo', del Cancionero de Palacio español, ensayábamos los sábados en Envigado y luego íbamos al parque a comer empanadas y a mirar a las muchachas; duró dos años largos y cerró al graduarme de médico. Del primer coro sólo sobreviven: el ciclista Honorio Rúa Betancur -antecesor de Cochise-, Gustavo y Mario Yepes, Luis Alberto Restrepo, Alberto Buscató, y Gustavo Llano. Su hermano Gabriel Llano murió al caerle un ala de un avión de Tampa que decolaba del aeropuerto Olaya Herrera, el piloto era el papá de Silvia Molina, oboísta de la Filarmónica de Medellín y corista del Estudio Polifónico”.
Crece la criatura
“En el 67 y 68 -prosigue- fuimos al Festival de Música Sacra de Popayán, hacíamos ricos intercambios con coros nacionales e internacionales, había competencia sana y leal. Terminando mi año rural como médico, en Barbosa (Ant.), Irma Quevedo y Consuelo Roldán, estudiantes de Medicina en la Universidad de Antioquia, y el maestro Pedro Nel Arango me invitaron a dirigir un coro de estudiantes de esa facultad. Me negué, por la huelga prolongada en la Universidad, los ensayos eran de día y el horario no me daba. Pero me quedó la espinita, en un cuaderno de música copié de memoria 'Válgame señora mía' y 'Ay triste que vengo', cambié horario, Pedro Nel daba solfeo a 100 alumnos de Medicina, Enfermería y Odontología. Como no había fotocopiadoras, yo escribí a mano, de noche, voz por voz, unas 30 copias. Al día siguiente, 24 de mayo de 1971, ensayamos sin afinador, con una flautica dulce, en la sede de la Asociación Médica Antioqueña (AMDA). Luego nos trasladamos al Pabellón Infantil del Hospital San Vicente de Paúl, que fue la incubadora del Coro Mixto.
“Adquirimos el status de primer grupo
sinfónico-coral de Colombia, junto a la
Sinfónica Nacional, Filarmónica de Bogotá
y sinfónicas de Antioquia,
Valle y Barranquilla”.
Maestro Alberto Correa.
Mis antiguos profesores de pediatría, entre ellos el doctor Ramón Córdoba, jefe del Departamento, me dijeron: 'No hay problema, ésta es su casa'. Ensayamos en el auditorio a las 6.30 p.m. y en un aula del 4º piso, durante 10 años. El coro mixto comenzó con 40 personas, 24 mujeres y 16 hombres. En el Hospital nunca hubo problemas, muchos niños del pabellón iban a vernos ensayar, siendo estudiante de Medicina ayudé al doctor Córdoba a organizar los viernes culturales de Pediatría, con los doctores Luis Germán Arbeláez, Darío Córdoba... Al empezar las clases nocturnas, nos trasladaron a la 'ONU' (Ortopedia, Neurología y Urología) o al kiosco. Fue también la época de mis prácticas de musicoterapia, que hicimos en vivo con suicidas frustros y con maternas”.
El maestro relata la conversión del Polifónico en coro sinfónico, en 1973: “El primer montaje, El Mesías de Haendel, duró un año y tres meses, dábamos además 30 conciertos de polifonía al año. La primera partitura coral de El Mesías tardó 3 meses en llegar por barco desde Alemania y las de orquesta 8 meses más. Por la escasez, en los festivales intercambiábamos música con los otros coros y a todo el que viajaba al exterior yo le pedía de 'traído' una partitura; el coro tiene hoy cerca de 2.000 obras. El 24 de mayo de1974 lo estrenamos en el Teatro Pablo Tobón Uribe de Medellín, lo repetimos el 5 de julio y otras dos veces, y se convirtió en la obra básica del Estudio Polifónico de Medellín; cerrada la Orquesta Sinfónica de Antioquia, tuve que presentar examen para dirigir la Orquesta de Cámara de Antioquia de Harold Martina y la Orquesta de Cámara de la Sociedad Filarmónica de Medellín. Cantaron una soprano de apellido Martínez de Bogotá, Sofía Salazar, el tenor Jairo Ospina y un bajo de apellido Arango. Luego lo cantamos en Cali, Manizales, Bogotá y Cartagena”.
En Ante la necesidad de orquesta propia, el coro creó en 1976 la Orquesta de Cámara de Medellín, que duró hasta el 79 y es el germen de la Orquesta Filarmónica de Medellín, nacida en 1983. El director se enorgullece del palmarés del Coro, su repertorio cantado: “Magnificat de Bach con la Orquesta Sinfónica de Colombia, cantatas de Bach, los Réquiem de Mozart, Fauré y Scherubini, la Trilogía de Carl Orff, Misas en Sí Menor de Bach, en Do Menor y Coronación de Mozart, en Re de Dvorak, Sinfonía de los Salmos de Stravinsky, Misa Solemnis, Novena Sinfonía y Fantasía Coral de Beethoven, Israel en Egipto, Los Beatles y Queen Sinfónico, estreno americano del Oratorio de Liverpool de Paul McCartney… Siendo yo director asistente de Colcultura, cantamos las temporadas de ópera y zarzuela (Rigoletto, El Trovador, Aída, La Bohemia, La Traviata, La Viuda Alegre, Luisa Fernanda...) del 74 al 79, otro momento fundamental, con una nómina de La Scala de Milán (Meliciani, Bruni, Vicente Sardinero...) y otros grandes teatros; con la Ópera de Colombia empezó el más grande barítono del mundo, Juan Pons, se moría de miedo para cantar Tosca, su primera ópera, medía 1.90 de estatura y pesaba 100 kilos, y me tocó arrastrarlo en el Pablo Tobón Uribe. De la misma Ópera salieron Sofía y Zoraida Salazar, Carmiña Gallo, Marina Tafur, Manuel Contreras y los grandes cantantes colombianos. Así adquirimos el status de primer grupo sinfónico-coral de Colombia, junto a la Sinfónica Nacional, Filarmónica de Bogotá y sinfónicas de Antioquia, Valle y Barranquilla. En 1978 el coro subió a más de 100 personas, con miembros de las universidades Nacional y de Antioquia”.
El Pabellón Infantil del Hospital
San Vicente de Paúl fue la incubadora
del Estudio Polifónico.
Cuenta Correa Cadavid que el actual gerente de Empresas Públicas de Medellín, Federico Restrepo Posada, hizo música con él desde el 71 ó 72, y asistía a todos los ensayos de ópera: “Una vez resolvimos cantar, le quitamos los vestidos a dos del coro, él mide 1.90 y comandaba el grupo de campesinos en una obra, el traje le quedaba muy estrecho, y al agacharse se le rompió y quedó en calzoncillos en plena escena. Otra vez, en el aria de locura de Lucía Di Lamermoor, Zoraida Salazar se arrancó el vestido, se le olvidó que no tenía ropa debajo y quedó desnuda en el escenario, tan bonita además… momento muy dramático. Los demás se abrazaron y al salir en el final del aria, quedaron pegadas las parejas, pues se les enredaron las pelucas”.
Más allá de toda fatalidad
Más fuerte que la muerte es el amor, y el Polifónico triunfó sobre la adversidad por amor a la música. El relato de Alberto Correa es elocuente: “En el 81 hicimos el Réquiem de Mozart en Marinilla y el Domingo de Ramos íbamos a cantarlo en Santa Fe de Antioquia; llegaron los dos primeros buses, los otros dos no, porque chocaron contra un camión de escalera que rodó al precipicio, hubo 35 muertos y muchos heridos, coro y orquesta quedaron ilesos, y ayudaron a rescatar cadáveres y lesionados. Cada vez que cantamos ese Réquiem o el de Fauré, pasa algo con el coro o sus familiares. Cuando fuimos en el 83 a cantar a Fauré en el Festival de Música Sacra de Popayán, ocurrió el terremoto. Íbamos a ensayar a las 8:00 a.m. y nos salvamos de morir unas 200 personas, al desplomarse el techo del teatro, porque los buses no llegaron; cuando empezó el sismo, calentábamos la voz en el seminario, todos nos tiramos de un segundo piso al patio, caímos unos encima de otros, sólo hubo un paro cardio-respiratorio, y una fractura de pierna por el desplome del techo y tuvimos que hacer una escalera humana para rescatar al niño de Manuel Tabares, de dos años, que dormía en un cuarto piso. A las 8:12 a.m. del Jueves Santo de 1983, fue el terremoto. Cuando un solista polaco del Réquiem de Fauré cantaba “quando coeli movendi sunt et terra” (cuando los cielos y la tierra se muevan) en el patio del Hotel Monasterio, vino una réplica terrible del sismo, él se arrodilló y siguió cantando, mirando al cielo, el coro no sabía si cantar o salir corriendo. Sin público, cantamos en homenaje a todos los muertos de la ciudad destrozada. El día antes del temblor llovió de 8:00 a.m. a 7:00 p.m., y el clavicembalista Rafael Puyana me dijo al terminar su concierto de la tarde: “Maestro, ayúdeme a llevar mis clavicémbalos, me voy de aquí porque presiento una cosa extraña...”.
“Otro miembro del coro murió en Bogotá y otros dos fueron asesinados en sus apartamentos en Medellín, la semana de un Réquiem de Mozart, y la mayoría de los papás de coristas eligen morir dos o tres días, antes o después de esta obra. Recuerdo muy bien que tres días después de un Réquiem, un carro nos mató a una chica del coro. Lo curioso: Esta obra no la buscamos, se pone sola en la programación. También pasa en otros países: cuando la Schola Cantorum de Caracas, por ejemplo, viajaba a España a cantar el Réquiem de Mozart y otras obras, el avión de la fuerza aérea venezolana cayó al mar, murieron 75 coristas”.
Los logros en estos 40 años venciendo dificultades, son rosas tan fragantes como punzantes las espinas del sendero. Papá de la Orquesta Filarmónica de Medellín, cómplice de temporadas de ópera y zarzuela con Colcultura, Prolírica de Antioquia y Fundación Arte Lírico de Bogotá, animador de actos públicos y privados, cantor de villancicos en pueblos y barrios y de los funerales de dos expresidentes de la República, alternante con 70 solistas nacionales y foráneos, protagonista de 10 trabajos discográficos, la Asociación Coral Estudio Polifónico de Medellín, con su director Alberto Correa Cadavid, se perfila como un canto perenne que nos recuerda el verso de Barba Jacob: “Armonía, oh profunda, oh abscóndita armonía”.



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