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Reflexión
del mes
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"La
profundidad, la abundancia y sobre todo el arcano misterioso
de lo real, sólo se descubre al espíritu respetuoso".
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Dietrich von Hildebrand (Florencia,
1889 - New Rochelle, 1977). Filósofo alemán.
Hijo del escultor Adolf von Hildebrand y profesor en Munich
y en Nueva York (desde 1931), fue influido por Scheler y por
Husserl. En 1914 se convirtió al catolicismo, siendo
su ideal permanente de vida una búsqueda profunda de
la transformación de la humanidad para Cristo; la naturaleza
y el valor del amor humano y religioso son dos de sus principales
temas. Sus obras más representativas son: Metafísica
de la comunidad (1930) y Actitudes fundamentales éticas
(1933). 
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Varias voces se unen para manifestar la necesidad de un cambio
profundo y estructural a la Ley 100/93 y al Sistema de Seguridad
Social en Salud. Un síntoma de la enfermedad del Sistema
se observa cuando los principios de eficiencia, universalidad,
solidaridad, integralidad, unidad y participación no
se cumplieron en estos 15 años ni se cumplirán
en los próximos 15... Las inequidades generadas entre
actores son evidentes; la falta de solidaridad, eficacia e integralidad
es notoria; en la mayor parte del país no hay ligas de
usuarios funcionales, por lo que la participación es
escasa respecto de lo planteado en un principio. |
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Otro síntoma patognomónico se observa en las
aseguradoras, que dejaron de cumplir su papel (habría
que analizar profundamente si alguna vez lo cumplieron), se
convirtieron en Empresas Atendedoras de Enfermedad
y en ocasiones de forma inoportuna, inadecuada e inapropiada.
Ejemplos hay muchos: cabe resaltar el caso de la pésima
atención a niños con cáncer, en IPS de
garaje, con un silencio profundo y 'cómplice' de la
Supersalud.
Cambiamos un Seguro Social (ISS) deficiente, incompetente,
por una multitud de aseguradores con ánimo de lucro,
donde prima la rentabilidad económica como principal
objetivo; en ocasiones -me consta-, si no se consiguen los
objetivos económicos trazados (una ganancia de X cantidad),
¡¡¡se asume como pérdida!!!
La rentabilidad social que algunas manejan es un mero sofisma
de distracción; los objetivos, llamados a veces, directrices
gerenciales, apuntan básicamente a incrementar las
arcas de sus dueños e inversores. No está mal
que si alguien invierte quiera obtener rentabilidad: sólo
que en la prestación de servicios de salud se mezclan
factores humanos y éticos altamente sensibles; pensar
en la negación de un servicio por un motivo de orden
administrativo, es contrario al desarrollo de la razón
y al crecimiento social.
Otro síntoma es la inequidad desarrollada en la implementación
del sistema: profesionales de salud con salarios inferiores
a $1'000.000 por tiempo completo, sin seguridad social, trabajando
a destajo o cuando bien les va, con un contrato de prestación
de servicios a 6 meses o un año, mientras hay directivos
con salarios 'escalofriantes', iguales o superiores a $25'000.000
o $35'000.000, similar a lo que se gana en una multinacional,
por encima del salario del Presidente de la República;
y todo, derivado de aportes de los trabajadores.
Otro síntoma es la paradoja existente entre quienes
afirman que los recursos no alcanzan para garantizar las prestaciones
del Plan Obligatorio de Salud o servicios que requieren los
usuarios, y las grandes ganancias de las aseguradoras: o no
alcanza el dinero o las ganancias son insuficientes. Cada
año, estas 'empresas de salud' aparecen dentro del
ranking de las primeras 500 empresas (más bien, dentro
de las primeras 100), que más utilidades obtuvieron
a nivel nacional.
Otro signo es la 'tutelitis': no es posible que más
del 40% de las tutelas sea para salvaguardar los derechos
constitucionales en la prestación de servicios de salud;
la tutela se creó como medida constitucional para garantizar
derechos fundamentales (en este caso, mantenimiento y recuperación
de la salud). Muchas veces, las aseguradoras la recomiendan,
debido a que los trámites burocráticos y limitantes
administrativos del Sistema impiden que un servicio sea autorizado
y prestado oportunamente, además que garantiza recuperar
un buen porcentaje del servicio demandado por vía judicial.
El sistema involucionó. Infortunadamente, el crecimiento
en cobertura se hace más en el papel que en la realidad,
como dice el editorial de El Tiempo de agosto 31 de 2009:
... de que sirve tener un carnet que los acredite (-se
refiere a niños con cáncer-) como afiliados
al sistema, si no se les garantiza un tratamiento integral
y digno!!!.
Me uno al concepto de algunos académicos que plantean
la falta de investigaciones serias que evidencien de forma
contundente, periódica y actualizada, los sofismas
continuos de representantes del Ministerio de la Protección
Social, acerca de la escasez de recursos: que la UPC no alcanza,
que los costos crecientes son inevitables, que existe demanda
infinita, la función social del aseguramiento y que
el sistema responde a principios éticos. Solo generando
investigación rigurosa, estableciendo procesos de monitoreo
y evaluación, será posible responder a estos
sofismas; de lo contrario, sólo se repetiría
algo sin ningún argumento que lo justifique.
De la misma forma comparto la tesis de la Dra. Cecilia López,
en la necesidad de que la salud sea reconocida como un verdadero
derecho y no como un negocio. Para eso es imprescindible reestablecer
el Ministerio de Salud: la presencia del Estado se minimizó,
permitiendo el crecimiento de emporios económicos de
forma exorbitante, regulando deficientemente la prestación
de servicios de salud y siendo cómplice de las políticas
de enriquecimiento 'lícito' de ciertos particulares.
Los principios en los que se basó la construcción
del actual Ministerio de la Protección Social fueron
el pluralismo estructurado, del cual vemos la distancia existente
con el ideal original (el 'pluralismo' pretendía evitar
los extremos del monopolio en el sector público; esto
implicó a que el monopolio y la anarquía pasara
al sector privado. 'Estructurado' evitaría los extremos
de procedimientos autoritarios del gobierno y la ausencia
anárquica de reglas del juego transparentes para evitar
o compensar las fallas del mercado); en Colombia en estos
15 años padecimos las deficiencias crecientes en la
calidad de prestación de muchos servicios de salud,
enriquecimiento de aseguradores, la primacía de la
salud como negocio y no como derecho, y en México,
de donde es otro de sus creadores, no fue posible implementarlo
luego de más de 12 años de su promulgación.
Volver a los ministerios de Salud y de Trabajo permitirá
manejar agendas específicas, tratar temas sensibles
de manera independiente de forma oportuna y proactiva. El
Ministerio de Salud debe ser el garante del cumplimiento de
la Sentencia 760 de la Corte Constitucional y velar para que
el grandísimo rubro económico que maneja el
sector quede en quienes requieren servicios médico-asistenciales:
pacientes y población beneficiaria de un nuevo sistema
de salud. Y como siempre habrá utilidades, éstas
se deben invertir en investigación (clínica,
epidemiológica y básica) y educación
continua en los profesionales de salud.
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Bioética
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Se
ha dicho que la medicina contemporánea se ubica en una
fase de poderío y perplejidad. Poderío,
pues nunca antes el avance de las aplicaciones de la tecnociencia
ha crecido y se ha ampliado hacia las masas de un modo tan acelerado
y exponencial. El crecimiento en diversos aspectos de la economía,
del desarrollo y la convivencia social, pone al alcance de millones
lo que antes fue apenas lujo de exquisitas y poderosas minorías.
Aunque persisten cuestionables diferencias en temas como el
acceso a prestaciones sanitarias y a la equidad |
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humana básica, el habitante normal del planeta, de
un modo similar a su contacto cotidiano con temas como las
telecomunicaciones o el transporte, frecuentemente tiene que
ver con la aplicación de medios diagnósticos
o terapéuticos que involucran el poder de la alta tecnología.
Este es un dato que alcanza a ser algo de carácter
rutinario para muchos.
Perplejidad, también por varios motivos: el alcanzado
nivel de especialización es extraordinario, dada la
máxima complejidad de las aplicaciones. Simultáneamente
el crecimiento de sistemas logísticos, jurídicos
y administrativos aproximan el peligro de reducir el acto
médico a una especie de trámite de carácter
administrativo. Se ha querido convertir al paciente en usuario
y al médico en dispensador de servicios,
en parte de un personal operativo cuyo alcance se llega a
asimilar al de un empleado bancario que atiende tras una ventanilla
a alguien anónimo que realiza un trámite
Es explicable la perplejidad que se presenta ante la deshumanización
y la pérdida de un horizonte antropológico que
ha permitido la intromisión de terceros implacables
y todopoderosos en la relación médico-paciente.
El Estado y entes de otro orden se llegan a convertir en el
poder tras del telón, en un inmenso e intrincado
escenario en el que aquellos dos originales actores
(médico y enfermo) apenas se limitan a ejecutar un
brevísimo diálogo secundario.
Ahora cabe la pregunta: ¿Y, dónde está
el clínico? En la semiología clásica
se recuerda la raíz griega klinée (lecho), haciendo
referencia al actuar del terapeuta junto al lecho del enfermo.
El proceso de la anamnesis, recopilación de datos y
de la historia personal del enfermo, sus antecedentes, aspectos
de su entorno laboral, familiar, en fin de su existencia,
a los cuales se añade la visión -a la vez analítica
y sintética- del médico, investigador. Es el
clínico, por excelencia, quien elabora un diagnóstico,
propone un plan y por último responde al paciente a
su más difícil pregunta: ¿a qué
atenerme?. La pregunta por el futuro -prognosis- es
también constitutiva del alma del quehacer clínico.
Sólo conociendo con antelación se ejercita de
modo prudente la acción terapéutica. Ambos,
médico y paciente, reconocen que aquel encuentro de
carácter personal, un encuentro de saber y de conciencia,
tiene lugar entre seres humanos concretos, limitados, expuestos
ante la realidad misteriosa y a veces agobiante de la enfermedad
y de las situaciones del sufrimiento -propio o de los seres
amados- y de la muerte. Estos datos reales no se pueden cuantificar
según manuales de Medicina Basada en Evidencia.
Flexner, gran reformador de la educación médica
en Canadá y Estados Unidos en los primeros años
del siglo XX, trató de imprimir orden, vigor racional
y metodológico al proceso de formación de los
médicos en Norteamérica. A pesar de los logros,
sus esfuerzos no fueron del todo compensados; él mismo,
en 1925, se quejaba de una de las grandes carencias del sistema
norteamericano: reconocía que faltaba mucho por hacer
en el aspecto de la formación cultural, filosófica
y humanista de sus profesionales.
Quizás la queja de Flexner continúe teniendo
ahora validez: el clínico auténtico no puede
ocultar su rostro humano tras la intermediación de
la aparatología biotecnológica. El homo
faber o el homo económicus no pueden
abarcar la totalidad de lo que atañe al hecho de enfermar.
Enfermar es un modo individual de vivir experimentado por
cada ser humano. Más que aplicación de una mentalidad
protocolaria -propia de una impensable y rígida ingeniería-
estamos ante la necesidad del apoyo y acompañamiento
existencial de un homo viator, ser contingente,
que se pregunta y padece y que debe afrontar sus particulares
situaciones límites como un hecho de carácter
personal más que un hecho sociológico, económico
o político. El clínico, investigador e intérprete
de signos y síntomas, debe ser un integrador de conocimiento
científico que a la vez sabe asumir su compromiso humano
con el bien de su paciente. Al tratar de aceptar esta responsabilidad
lógica y afectiva, honra la dignidad del arte-ciencia
de la medicina; al esquivarla, se convierte en un operario
tecnócrata que ha cedido su obligación a otros
intereses y prioridades.
NOTA: Esta sección es un aporte del Centro Colombiano
de Bioética -Cecolbe-.
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