EDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 11    No. 139 ABRIL DEL AÑO 2010    ISSN 0124-4388    elpulso@elhospital.org.co

Fundado en Medellín, el 30 de julio de 1998. Director: Julio Ernesto Toro Restrepo. Comite Editorial: Juan Guillermo Maya Salinas, Alba Luz Arroyave, Jairo Humberto Restrepo, Javier Ignacio Muñoz y Gonzalo Medina. Dirección Comercial: Diana Cecilia Arbeláez. Editora: Olga Lucía Muñoz López. Asesoras comerciales: Amparo Abril Rojas y María Eugenia Botero. Web master: Santiago Ospina Gómez


¿Guías de evidencia
o guías de obediencia?

Siguiendo el inobjetable precepto hipocrático de “Primero no hacer daño”, todo esfuerzo en aras de brindar al paciente el mejor cuidado médico para ayudarle a conservar o recuperar la salud perdida, es un noble esfuerzo. A fin de cuentas, la razón de ser de la ciencia médica es la mejor atención del paciente.
Por eso, cuando desde las autoridades de salud se proponen unas guías de práctica clínica basadas en la evidencia científica, para asistir a los médicos y a los pacientes en la toma de decisiones sobre los cuidados de salud más apropiados para determinadas circunstancias clínicas, hay que aplaudir esa iniciativa. Es apropiado y es necesario procurar la constante mejora del cuidado brindado al paciente, es conveniente entregarle cada vez más y mejor información, y es adecuado aumentar el acceso a los servicios.
Tampoco hay que desconocer los beneficios que propician las guías a los profesionales de la salud, como mejorar la calidad del servicio, ofrecer las mejores opciones de tratamiento al paciente y facilitarle herramientas para su defensa legal y administrativa cuando hubiere lugar. Y en últimas el sistema de salud, con las guías busca mejorar su eficiencia, en su propósito de recuperar o mantener los niveles de salud de la población.
Pero a la hora de adoptar dichas guías, hay que cuidarse también de los riesgos que entrañan. La evidencia científica cambia hoy más aceleradamente que en otras épocas; las guías son diseñadas para el “paciente promedio”, pero no hay dos pacientes ni dos enfermedades iguales, porque cada enfermedad puede asumir tantas formas como pacientes existan, y entonces con las guías se sacrifica el cuidado particular a cada paciente, además de reducir las coberturas y beneficios a que tiene derecho. Y lo que más se cuestiona de las guías: que puedan convertirse en camisa de fuerza que frene el desarrollo de la práctica médica y la investigación, y acabe con la autonomía profesional.
Por eso hay que defender el carácter orientador e indicativo, no obligatorio, que deben tener las guías, apelando a la autorregulación que deben aplicar profesionales de la salud honrados y comprometidos con la misión social de su quehacer. Carece de todo fundamento pretender encasillar en una guía, la práctica y el criterio médico: las consecuencias podrían ser desastrosas.
Las guías son eso, GUÍAS, referencia, orientación, indicación, no pueden ser obligatorias, no es su naturaleza ni su finalidad. Son un parámetro de calidad para mejorar la atención al paciente, no son un parámetro ético.
Con la declaratoria de emergencia social y su decreto 131, se aumentó la confusión alrededor de los estándares de obligatorio cumplimiento en la práctica médica, so pena de pagar cuantiosas multas. Y la reacción de las academias de medicina, sociedades científicas, universidades y gremios y asociaciones de profesionales de la salud, no se hizo esperar. La Academia Nacional de Medicina tachó ese elemento coercitivo de la multa para obligar a la adopción de estándares, como un atentado nunca antes visto en la medicina y en ningún país democrático del mundo. En igual sentido se pronunciaron casi generalizadamente, todos los actores del sistema de salud, excepto las aseguradoras.
Y por eso ahora, cuando iniciaría el proceso de construcción de las Guías de Atención Integral, que estarían listas en poco más de un año, se espera que el proceso de elaboración de las mismas consulte a los expertos de las sociedades científicas, que no contemplen la evidencia como único derrotero y que surjan de un consenso construido con todos los actores del sistema de salud, sin olvidar además que se debe asumir el compromiso de actualización periódica, para que no queden desfasadas en poco tiempo.
Asimismo, que más que privilegiar la racionalidad económica en defensa de la viabilidad financiera del sistema, tengan como norte la búsqueda de las mejores condiciones para la atención médica al paciente, al enfermo. Que brinden al profesional de la salud las mejores indicaciones, basadas en la mejor y actualizada evidencia científica, para resolver los problemas cotidianos en la práctica médica. Para cumplir su cometido de la mejor manera, las guías no pueden ser inamovibles ni obligatorias: deben ser cartas de navegación, brújulas que orienten al médico para decidir cuál es la mejor opción para su paciente.

 




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