MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 11    No. 139 ABRIL DEL AÑO 2010    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co

Reflexión del mes

“Aunque es humano errar, es inhumano no tratar, si es posible, de proteger de fallas evitables y peligros a aquellos que confían sus vidas en nuestras manos".
Max Thorek (1880 - 1960). Médico húngaro que migró y se graduó en Chicago (Estados Unidos). Sus técnicas innovadoras y prácticas siguen siendo muy utilizados en la cirugía de hoy. Fundó el Colegio Internacional de Cirujanos en Ginebra en 1935 y el Museo Internacional de Ciencias Quirúrgicas en Chicago en 1954. Su autobiografía "Mundo de un cirujano", fue publicada en 1943. También fue un fotógrafo aficionado de renombre internacional durante el movimiento pictorialista, y autor de libros sobre el tema: "La cámara artística como un medio de expresión” (1947) y "Creative Camera Art"(1937).
Decreto 133 de emergencia social:
otro atropello a población
pobre de las regiones
El artículo 7 del decreto 133 de emergencia social sobre garantía en el acceso a prestación de servicios establece: “Cuando el acceso a los servicios de salud en un departamento, distrito o municipio se vea restringido o limitado por efecto de la oferta insuficiente de especialistas en Medicina Interna, Pediatría y Gineco-obstetricia, las Instituciones Prestadoras de Servicios de Salud podrán prestar el servicio a través de médicos generales con entrenamiento, para que realice actividades de baja y mediana complejidad.

También aplicará en Anestesiología para la realización de procedimientos que requieran anestesia local o regional. El ejercicio de estas actividades, sólo podrá realizarse en las entidades y por los médicos que cumplan con lo establecido por el Ministerio de la Protección Social al respecto. Las atenciones prestadas en las condiciones establecidas en el presente artículo no podrán ser motivo de glosa por este concepto”.
Varias consideraciones deben hacerse respecto de dicho artículo. El acceso a servicios de salud en las regiones del país está restringido o limitado por razones adicionales y diferentes a la oferta insuficiente de especialistas en las áreas mencionadas. Veamos algunas: El deterioro de condiciones laborales de los trabajadores de la salud, como consecuencia de la intermediación; y el retraso en los salarios hasta por 6 meses, que es hoy la norma en buena parte del territorio nacional, en especial en regiones afectadas por el conflicto armado y con presencia de organizaciones ilegales, además de que para nadie es un misterio que médicos y demás personal de salud son con relativa frecuencia, víctimas de los grupos ilegales, pues estas organizaciones no respetan la misión médica.
Es precisamente en estas regiones donde el deterioro de las condiciones de salud de la población son más preocupantes y el desarrollo técnico de hospitales es más deficiente. Los especialistas de las disciplinas mencionadas no sólo atienden la baja y mediana complejidad: atienden pacientes con enfermedades en todas los estadios, con mínimo apoyo logístico, en instalaciones en condiciones estructurales miserables, en períodos de tiempo mínimos, puesto que para muchos administradores lo importante es el volumen de atención por encima de la calidad y la seguridad de los pacientes. Tampoco es un secreto que para una consulta prenatal el médico cuenta con escasos 15 minutos y la mayor parte del tiempo lo tiene que dedicar a diligenciar un sinnúmero de papeles exigidos por EPS e IPS, un factor contribuyente al preocupante panorama de Salud Sexual y Reproductiva.
Como ejemplo, el Minprotección Social (Diego Palacio), muestra con orgullo como el 93% de madres colombianas hace control prenatal, pero indicadores como mortalidad materna y morbilidad obstétrica extremadamente grave muestran una realidad preocupante, en especial en regiones donde la inequidad es la regla y las condiciones sociales alarmantes. Basta mirar indicadores trazadores de desarrollo como mortalidad materna, que en estas regiones es superior a la de los países más pobres de América como Haití: en Tumaco la cifra de mortalidad materna es 800 por 100.000 nacidos vivos y en Haití 585, en el municipio de Páez (1991-2002) fue de 330 a 561 por 100.000 nacidos vivos. Para tener una idea clara del problema, en Chile es 17, en Canadá 4 y en Colombia 104,9.
Pese a que la Constitución Política lo establece, la educación continua a profesionales de la salud en estas regiones no existe, y si ellos deciden financiarla de su propio bolsillo, no cuentan con permiso para desplazarse a las ciudades capitales, pues no hay quien los reemplace. Según los expertos, el conocimiento médico cambia en promedio cada 3 años, y la pérdida de competencia de los trabajadores de la salud es una realidad que va de la mano de graves complicaciones que padece la población pobre que demanda servicios.
Con frecuencia se aduce que la preparación de médicos y trabajadores de la salud en el país es bastante deficiente y que ello contribuye a la morbi-mortalidad de la población. Lo que el común de los colombianos no conoce, es que el 85% de la red de prestadores es privada y la inmensa mayoría de estas entidades no permite que en sus instalaciones las universidades realicen docencia e investigación para formar con idoneidad el talento humano que el país requiere. Pero cuando del negocio de la salud se trata, sí es posible utilizar sus clínicas y hospitales para crear facultades propias de medicina y enfermería, como una de las formas de integración vertical que impunemente el gobierno les permite.
Sin duda, la base de la pirámide de atención en salud la deben conformar médicos generales en programas serios y bien estructurados de atención primaria. Otra cosa bien distinta es improvisar y poner en peligro amplios sectores de la población.
Uno se pregunta entonces: ¿Qué cambio pretende el gobierno implementar en la calidad de atención en las regiones apartadas del territorio nacional con el decreto en mención? ¿Será que la atención por médicos generales en las mismas condiciones en que trabajan hoy los especialistas, va a cambiar el panorama? ¿No será ésta una más de las múltiples medidas improvisadas y de desesperación del errático Minprotección Social? .

 
  Bioética
La destrucción de la
otredad en el acto médico

Mario Montoya Toro, MD - elpulso@elhospital.org.co
La relación entre el médico y el paciente fue herida seriamente por leyes, decretos y resoluciones que, como meteoritos, cayeron en medio de esa relación y crearon un cráter entre los dos sujetos de ella. Porque en la relación médico-paciente que durante siglos pervivió, no había un solo sujeto y un objeto, no era como las gentes a veces han creído y como ahora resulta en gracia de todo lo que hemos dicho, un sujeto -el médico- y un objeto -el paciente-.

Eran dos seres humanos cada uno sujeto para el otro, que intercambiaban ideas: las del uno -sus preocupaciones, angustias y dolores-, las del otro -sus palabras de consuelo, de esperanza, de apoyo fraterno y de guía en el tratamiento-.
Cada uno era para el que estaba frente a él en la consulta “el otro”, un ser humano, con sentimientos humanos, con preocupación humana, era en resumen «el otro», y esa otredad establecía para cada quien la obligación moral de un diálogo, una relación humana que respetara siempre la dignidad del hombre.
El médico conocía a su paciente, y lo recordaba cada que era necesario; el paciente conocía al médico y podía llamarlo por su nombre, lo cual hoy en día no se da. Pacientes anónimos, médicos anónimos, han sido el resultado de todo lo que hemos visto.
¡Qué triste que hoy en día al médico no le importe el nombre de su paciente y ni siquiera le interese recordarlo, o qué triste que al paciente no le importe quién es el médico que lo atendió, no conozca su nombre ni le interese conocerlo!
¿Hay aquí una relación verdaderamente humana entre un hombre que necesita la ayuda del otro y éste que está en capacidad de dársela ? ¡En absoluto! Hay simplemente una relación formal entre uno más de los enfermos y uno más de los médicos posibles. Para el médico ya ese paciente no es “el otro”, sino uno más, y así como hemos criticado el que en los hospitales aprendan a veces los estudiantes a hablar del paciente 238, 241, etc., sin siquiera mencionar el nombre de la persona, o, lo que es peor, del cáncer de la cama 122, del infarto de la cama 140, así también resulta deshumanizado ese trato actual del médico con su paciente y de éste con aquél.
¡Cómo recordamos con nostalgia aquel acto médico en el que el paciente era recibido con afecto por el profesional que lo saludaba por su nombre y le preguntaba incluso por su familia, e introducía aunque fuera una corta relación de ser humano a ser humano antes de entrar a la consulta propiamente dicha, cuando vemos hoy esa despersonalización en la consulta médica! No es raro que cuando uno pregunta al paciente al que ve por primera vez, o ha visto ya en otras ocasiones, quién lo atendió en determinado servicio médico, le responda: “No sé su nombre”. Pero además si le pregunta qué le dijo el doctor, qué exámenes le hizo, responda: “Ni siquiera me examinó, solamente me preguntó qué sentía y me dio esta fórmula”. Esto bien pudiera cumplirlo una máquina a la que no hay que pagarle salario ni prestaciones sociales. El médico-máquina es una de las desgracias del momento actual en la medicina, así como lo es el paciente-objeto.
Ojalá se pudiera rescatar la otredad en la relación médico- paciente, para que hubiera la armonía necesaria entre dos seres humanos que se complementan, cada quien desde su respectivo campo, aportando lo que le es propio, para que el uno -el médico-, pueda cumplir su función; o para que el otro -el paciente-, pueda recibir la atención necesaria como brindada con conocimiento médico, pero sobre todo con afecto humano, que es una gran parte del tratamiento que debe dársele.
Si en la relación médico-paciente, yo, además de no involucrar mi “mismidad” (yo soy yo mismo), ignoro la otredad humana del paciente y éste hace lo mismo recíprocamente, esa relación bien pudiera decirse no sólo que nace resquebrajada, sino que es verdaderamente” mortinata”.
Los grandes maestros de la medicina tuvieron siempre centrada su atención médica en el ser humano enfermo, antes que en la enfermedad como tal. Cuando alguno de esos médicos acuñó la frase que nos presentaban a los estudiantes de medicina al comienzo de la enseñanza clínica: «No hay enfermedades, sino enfermos», se nos estaba diciendo que la enfermedad puede tener distinta forma de presentación según quien la padezca, pero se nos estaba diciendo también que ese “quién” es un ser humano igual que nosotros, pero necesitado no sólo de un tratamiento para su mal, sino de la acogida fraterna del médico. «¿En dónde está eso ahora?»
NOTA: Esta sección es un aporte del Centro Colombiano de Bioética -Cecolbe-.

 

 
 











Arriba

[Editorial | Debate | Opinión | Monitoreo | Generales | Columna Jurídica | Cultural | Breves ]

COPYRIGHT © 2001 Periódico El PULSO
Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin autorización escrita de su titular
. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved