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Reflexión
del mes
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Aunque
es humano errar, es inhumano no tratar, si es posible, de
proteger de fallas evitables y peligros a aquellos que confían
sus vidas en nuestras manos".
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Max
Thorek (1880 - 1960). Médico húngaro que migró
y se graduó en Chicago (Estados Unidos). Sus técnicas
innovadoras y prácticas siguen siendo muy utilizados
en la cirugía de hoy. Fundó el Colegio Internacional
de Cirujanos en Ginebra en 1935 y el Museo Internacional de
Ciencias Quirúrgicas en Chicago en 1954. Su autobiografía
"Mundo de un cirujano", fue publicada en 1943. También
fue un fotógrafo aficionado de renombre internacional
durante el movimiento pictorialista, y autor de libros sobre
el tema: "La cámara artística como un medio
de expresión (1947) y "Creative Camera Art"(1937). |
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Decreto
133 de emergencia social:
otro atropello a población
pobre de las regiones
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El artículo 7 del decreto
133 de emergencia social sobre garantía en el acceso
a prestación de servicios establece: Cuando el
acceso a los servicios de salud en un departamento, distrito
o municipio se vea restringido o limitado por efecto de la oferta
insuficiente de especialistas en Medicina Interna, Pediatría
y Gineco-obstetricia, las Instituciones Prestadoras de Servicios
de Salud podrán prestar el servicio a través de
médicos generales con entrenamiento, para que realice
actividades de baja y mediana complejidad. |
También aplicará en Anestesiología
para la realización de procedimientos que requieran
anestesia local o regional. El ejercicio de estas actividades,
sólo podrá realizarse en las entidades y por
los médicos que cumplan con lo establecido por el Ministerio
de la Protección Social al respecto. Las atenciones
prestadas en las condiciones establecidas en el presente artículo
no podrán ser motivo de glosa por este concepto.
Varias consideraciones deben hacerse respecto de dicho artículo.
El acceso a servicios de salud en las regiones del país
está restringido o limitado por razones adicionales
y diferentes a la oferta insuficiente de especialistas en
las áreas mencionadas. Veamos algunas: El deterioro
de condiciones laborales de los trabajadores de la salud,
como consecuencia de la intermediación; y el retraso
en los salarios hasta por 6 meses, que es hoy la norma en
buena parte del territorio nacional, en especial en regiones
afectadas por el conflicto armado y con presencia de organizaciones
ilegales, además de que para nadie es un misterio que
médicos y demás personal de salud son con relativa
frecuencia, víctimas de los grupos ilegales, pues estas
organizaciones no respetan la misión médica.
Es precisamente en estas regiones donde el deterioro de las
condiciones de salud de la población son más
preocupantes y el desarrollo técnico de hospitales
es más deficiente. Los especialistas de las disciplinas
mencionadas no sólo atienden la baja y mediana complejidad:
atienden pacientes con enfermedades en todas los estadios,
con mínimo apoyo logístico, en instalaciones
en condiciones estructurales miserables, en períodos
de tiempo mínimos, puesto que para muchos administradores
lo importante es el volumen de atención por encima
de la calidad y la seguridad de los pacientes. Tampoco es
un secreto que para una consulta prenatal el médico
cuenta con escasos 15 minutos y la mayor parte del tiempo
lo tiene que dedicar a diligenciar un sinnúmero de
papeles exigidos por EPS e IPS, un factor contribuyente al
preocupante panorama de Salud Sexual y Reproductiva.
Como ejemplo, el Minprotección Social (Diego Palacio),
muestra con orgullo como el 93% de madres colombianas hace
control prenatal, pero indicadores como mortalidad materna
y morbilidad obstétrica extremadamente grave muestran
una realidad preocupante, en especial en regiones donde la
inequidad es la regla y las condiciones sociales alarmantes.
Basta mirar indicadores trazadores de desarrollo como mortalidad
materna, que en estas regiones es superior a la de los países
más pobres de América como Haití: en
Tumaco la cifra de mortalidad materna es 800 por 100.000 nacidos
vivos y en Haití 585, en el municipio de Páez
(1991-2002) fue de 330 a 561 por 100.000 nacidos vivos. Para
tener una idea clara del problema, en Chile es 17, en Canadá
4 y en Colombia 104,9.
Pese a que la Constitución Política lo establece,
la educación continua a profesionales de la salud en
estas regiones no existe, y si ellos deciden financiarla de
su propio bolsillo, no cuentan con permiso para desplazarse
a las ciudades capitales, pues no hay quien los reemplace.
Según los expertos, el conocimiento médico cambia
en promedio cada 3 años, y la pérdida de competencia
de los trabajadores de la salud es una realidad que va de
la mano de graves complicaciones que padece la población
pobre que demanda servicios.
Con frecuencia se aduce que la preparación de médicos
y trabajadores de la salud en el país es bastante deficiente
y que ello contribuye a la morbi-mortalidad de la población.
Lo que el común de los colombianos no conoce, es que
el 85% de la red de prestadores es privada y la inmensa mayoría
de estas entidades no permite que en sus instalaciones las
universidades realicen docencia e investigación para
formar con idoneidad el talento humano que el país
requiere. Pero cuando del negocio de la salud se trata, sí
es posible utilizar sus clínicas y hospitales para
crear facultades propias de medicina y enfermería,
como una de las formas de integración vertical que
impunemente el gobierno les permite.
Sin duda, la base de la pirámide de atención
en salud la deben conformar médicos generales en programas
serios y bien estructurados de atención primaria. Otra
cosa bien distinta es improvisar y poner en peligro amplios
sectores de la población.
Uno se pregunta entonces: ¿Qué cambio pretende
el gobierno implementar en la calidad de atención en
las regiones apartadas del territorio nacional con el decreto
en mención? ¿Será que la atención
por médicos generales en las mismas condiciones en
que trabajan hoy los especialistas, va a cambiar el panorama?
¿No será ésta una más de las múltiples
medidas improvisadas y de desesperación del errático
Minprotección Social? .
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Bioética
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La
relación entre el médico y el paciente fue herida
seriamente por leyes, decretos y resoluciones que, como meteoritos,
cayeron en medio de esa relación y crearon un cráter
entre los dos sujetos de ella. Porque en la relación
médico-paciente que durante siglos pervivió, no
había un solo sujeto y un objeto, no era como las gentes
a veces han creído y como ahora resulta en gracia de
todo lo que hemos dicho, un sujeto -el médico- y un objeto
-el paciente-. |
Eran dos seres humanos cada uno sujeto para el otro, que intercambiaban
ideas: las del uno -sus preocupaciones, angustias y dolores-,
las del otro -sus palabras de consuelo, de esperanza, de apoyo
fraterno y de guía en el tratamiento-.
Cada uno era para el que estaba frente a él en la consulta
el otro, un ser humano, con sentimientos humanos,
con preocupación humana, era en resumen «el otro»,
y esa otredad establecía para cada quien la obligación
moral de un diálogo, una relación humana que
respetara siempre la dignidad del hombre.
El médico conocía a su paciente, y lo recordaba
cada que era necesario; el paciente conocía al médico
y podía llamarlo por su nombre, lo cual hoy en día
no se da. Pacientes anónimos, médicos anónimos,
han sido el resultado de todo lo que hemos visto.
¡Qué triste que hoy en día al médico
no le importe el nombre de su paciente y ni siquiera le interese
recordarlo, o qué triste que al paciente no le importe
quién es el médico que lo atendió, no
conozca su nombre ni le interese conocerlo!
¿Hay aquí una relación verdaderamente
humana entre un hombre que necesita la ayuda del otro y éste
que está en capacidad de dársela ? ¡En
absoluto! Hay simplemente una relación formal entre
uno más de los enfermos y uno más de los médicos
posibles. Para el médico ya ese paciente no es el
otro, sino uno más, y así como hemos criticado
el que en los hospitales aprendan a veces los estudiantes
a hablar del paciente 238, 241, etc., sin siquiera mencionar
el nombre de la persona, o, lo que es peor, del cáncer
de la cama 122, del infarto de la cama 140, así también
resulta deshumanizado ese trato actual del médico con
su paciente y de éste con aquél.
¡Cómo recordamos con nostalgia aquel acto médico
en el que el paciente era recibido con afecto por el profesional
que lo saludaba por su nombre y le preguntaba incluso por
su familia, e introducía aunque fuera una corta relación
de ser humano a ser humano antes de entrar a la consulta propiamente
dicha, cuando vemos hoy esa despersonalización en la
consulta médica! No es raro que cuando uno pregunta
al paciente al que ve por primera vez, o ha visto ya en otras
ocasiones, quién lo atendió en determinado servicio
médico, le responda: No sé su nombre.
Pero además si le pregunta qué le dijo el doctor,
qué exámenes le hizo, responda: Ni siquiera
me examinó, solamente me preguntó qué
sentía y me dio esta fórmula. Esto bien
pudiera cumplirlo una máquina a la que no hay que pagarle
salario ni prestaciones sociales. El médico-máquina
es una de las desgracias del momento actual en la medicina,
así como lo es el paciente-objeto.
Ojalá se pudiera rescatar la otredad en la relación
médico- paciente, para que hubiera la armonía
necesaria entre dos seres humanos que se complementan, cada
quien desde su respectivo campo, aportando lo que le es propio,
para que el uno -el médico-, pueda cumplir su función;
o para que el otro -el paciente-, pueda recibir la atención
necesaria como brindada con conocimiento médico, pero
sobre todo con afecto humano, que es una gran parte del tratamiento
que debe dársele.
Si en la relación médico-paciente, yo, además
de no involucrar mi mismidad (yo soy yo mismo),
ignoro la otredad humana del paciente y éste hace lo
mismo recíprocamente, esa relación bien pudiera
decirse no sólo que nace resquebrajada, sino que es
verdaderamente mortinata.
Los grandes maestros de la medicina tuvieron siempre centrada
su atención médica en el ser humano enfermo,
antes que en la enfermedad como tal. Cuando alguno de esos
médicos acuñó la frase que nos presentaban
a los estudiantes de medicina al comienzo de la enseñanza
clínica: «No hay enfermedades, sino enfermos»,
se nos estaba diciendo que la enfermedad puede tener distinta
forma de presentación según quien la padezca,
pero se nos estaba diciendo también que ese quién
es un ser humano igual que nosotros, pero necesitado no sólo
de un tratamiento para su mal, sino de la acogida fraterna
del médico. «¿En dónde está
eso ahora?»
NOTA: Esta sección es un aporte del Centro Colombiano
de Bioética -Cecolbe-.
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