MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 15    No. 189 JUNIO DEL AÑO 2014    ISSN 0124-4388    elpulso@elhospital.org.co

Fundado en Medellín, el 30 de julio de 1998. Director: Julio Ernesto Toro Restrepo. Comite Editorial: Juan Guillermo Maya Salinas, Alba Luz Arroyave, Javier Ignacio Muñoz y Gonzalo Medina. Dirección Comercial: Diana Cecilia Arbeláez. Editora: Olga Lucía Muñoz López. Asesora comercial: María Eugenia Botero. Web master: Santiago Ospina Gómez. 10.000 ejemplares impresos


Urgencias:
antesalas de la muerte

Si algún problema es urgente en nuestro sistema de salud son las urgencias, la mejor imagen del caos de la atención. Estos servicios dan la medida de la deshumanización de la medicina, pues Colombia en este punto carece de regulación, de organización, de capacidad instalada, de una política coherente y de rectoría para garantizar la atención necesaria a los usuarios y pacientes.
Los servicios de urgencias en los principales hospitales y clínicas de los centros urbanos funcionan de manera distorsionada. Una cantidad considerable de la atención que se ven obligadas a brindar las IPS, corresponde a enfermedades que se deberían atender en los primeros y segundos niveles, suponiendo que estos hospitales tuvieran capacidad resolutiva para ello, pero no la tienen. En alto porcentaje, esos niveles iniciales perdieron el poder de curar las enfermedades comunes de la gente, lo cual significa uno de los problemas básicos de un sistema de salud: el empobrecimiento de la medicina general.
En los análisis que hacen distintos estamentos, se volvió un lugar común, una frase de cajón, aquello de que las urgencias no funcionan bien porque los usuarios no hacen uso adecuado de ellas y por ende se trataría de un “problema cultural”. Y vista la cosa de manera superficial, pareciera que tuviesen la razón quienes así diagnostican el problema. Pero es un discurso que utilizan reiteradamente muchas EPS, en especial las más incumplidas en sus pagos a la red de prestadores de servicios. Hay que decirles que esa “cultura” de mala utilización de servicios de urgencias la crearon ellas con su indisciplina e irresponsabilidad. En otras palabras, la cultura de mal uso de las urgencias está precedida por una cultura peor: la de ser ineficaces en la autorización de servicios, medicamentos y procedimientos ordinarios de ocurrencia cotidiana, y la de no pagar a los hospitales.
Cuando el usuario se cansa de solicitar una cita para muchas enfermedades comunes, la única opción que le queda es recurrir a las urgencias de algún hospital, convirtiendo estos centros de alta complejidad en puerta de entrada al sistema de salud y congestionándolos en grado sumo. Esta congestión que es ya “normal” en cualquier hospital, impide que su atención de urgencias se concentre en la alta complejidad para la cual fue concebida.
La infraestructura de urgencias hospitalarias siempre ha estado rezagada respecto de la demanda de servicios, razón por la cual muchas urgencias tienen de tiempo atrás el penoso carácter de “hospitales de guerra”. La difícil situación financiera que es común denominador en la mayoría de los hospitales y clínicas y que se agrava día a día por la asfixia financiera a que las inducen las EPS con su cultura de incumplimiento en los pagos, impide el mejoramiento de esa infraestructura. La capacidad instalada de algunas urgencias es obsoleta ante esas circunstancias adversas y el problema se agudiza con el aumento inusitado de las enfermedades crónicas en todo el mundo. Esta escalada cogió a nuestro sistema de salud sin preparación.
En este panorama, el Estado muestra de nuevo su falta de rectoría, al no disponer de un aparato regulatorio que ponga orden en el esquema general de atenciones inmediatas, iniciales y hospitalaria por niveles jerarquizados y con racionalidad. Así las cosas, la circulación de pacientes por salas de urgencias y pabellones de hospitalización queda al arbitrio de las aseguradoras que impusieron un desorden con la irregular gestión del riesgo en salud, y a merced de la buena voluntad y del sacrificio de las IPS públicas y privadas. Ante problemas tan agudos, sólo explicables en un sistema de salud “desnaturalizado”, privado de su componente humanitario, cobran vigencia de nuevo las consignas de cambio total urgente del modelo e implantación de la promoción y la prevención como diques al desbordamiento pavoroso de las urgencias que vive Colombia.

 



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