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Memorias
con un patiero: 
Héctor Rojas
Herazo
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Martha
Luz Gómez y Sophia Gómez
El escritor y pintor Héctor
Rojas Herazo (1921-2002), estuvo en Medellín en abril
de 1998, invitado por la Universidad de Antioquia, con el
fin de aceptar un homenaje a su vida y su obra. Durante su
estadía nos concedió una larga y amena charla,
en la cual en compañía de su esposa y del profesor
Augusto Escobar, rememoró historias y lugares y nos
habló de manera extensa sobre sus novelas y sus procesos
creativos.
Pregunta: ¿Cuál fue la génesis
de "Respirando el Verano", ya que como Usted ha
dicho en varias ocasiones, se demoró veinte años
pensándola y en tres meses la escribió? ¿Por
qué duró tanto en esa concreción?
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Héctor Rojas Herazo: Una de
las cosas que me motivó a escribirla fue la necesidad
económica de ganarme un premio, pero esa vez no gané,
quedé de segundo. El primero fue García Márquez.
Me lo gané fue con "En Noviembre llega el Arzobispo"
. Yo tenía 25 o 30 años de estar pensando en aquel
tema pero sin concreción; de pronto apareció el
objetivo del premio y cómo estaría de meditada,
de paladiada, que la pude hacer en ese tiempo. En cambio "El
Arzobispo" tomó 5 años y "Celia"
de nueve a diez años, pues lleva mucho taller, mucha
vigilia y sobre todo la cautela que tiene que tener un escritor
latinoamericano, porque somos demasiado rápidos en la
elección de temas.
P: Usted decía en su conferencia en el Paraninfo
de la Universidad de Antioquia, que hay que estudiar y seleccionar
muy bien los títulos. ¿Por qué "Respirando
el Verano", por qué los gerundios: "respirando",
"liberando sus pájaros", "interpretando
el misterio de la paloma"?
HRH: Lo malo de cualquier vocablo es que no esté
usado a tiempo y en el lugar debido. Lo demás está
muy bien. "Respirando el Verano" es la actitud correcta
y lo que motivó la novela. Eso estaba meditado con mucho
amor, porque era el tema del patio, de la abuela. Yo estaba
acostumbrado a la columna periodística, pero cuando me
tocó escribir novela, me di cuenta de que uno como periodista
se permite ir empleando rápidamente las cosas que atesora.
Como cada ser humano es un misterio, es un recuerdo, entonces
estas cosas se van regalando a la columna, luego nos damos cuenta
de que esto es más esencial que la columna misma y que
puede aprovecharlo en la novela. La labor del periodista es
de una fecundidad extraordinaria: La persona, sobre todo en
la época contemporánea, que quiera ser escritor,
que pretenda ser escritor, debe ensayarse y modelarse en el
periodismo, porque ésa es la gran enseñanza: El
periodismo lo vincula con lo social, con el recuerdo, penetra
en los espacios de la intemporalidad; es decir, es una aventura
a una especie de narración.
P. ¿Durante la elaboración de "Respirando
el Verano", se discutió el tema con el grupo de
"El Universal" de Cartagena como Clemente Zabala,
Gustavo Ibarra, García Márquez, o fue un trabajo
a posteriori, cuando ya estaba en "El Heraldo"?
HRH: No. Yo vivía ya en Bogotá. Ya había
dejado de ser columnista de "El Universal". Con Zabala
y el grupo éste, en ese entonces no hablábamos
sino de las posibilidades que tenía la novela americana,
concretamente aquí, en el país.
P. Hay una presencia de Celia en todos los personajes,
al punto que todos se van perdiendo, se van desdibujando ante
esa imagen portentosa y mágica de Celia, la figura mítica,
la que toca a todos los seres, los envuelve, los determina en
nosotros; los demás no existen sino como encarnaciones
de ella. Esto se hace más evidente con Jorge, ese personaje
arrogante, macho, que podría perdurar y sin embargo se
diluye.
HRH: Si, yo traté de evocar. No solo su imagen
está en el recuerdo, sino en los retratos, la ollita
aquella, la totumita que era de la abuela, donde ella guardaba
las fotografías, las mazorcas para la gallina, todo,
todo. Yo traté de acercarme lo más posible a la
pura realidad, porque por imaginativo que pueda ser un narrador,
no hay nada superior a la realidad misma. Es lo más extraordinario:
mientras más se acerque, mejor. A mí me fascinó
desde el principio el sentido de la ruina en la casa que había
sido la mejor de Tolú, la mejor hacienda, pero se convirtió
en ruina. No fue pobreza, sino ruina. Entonces yo empecé
a recordar aquello y empezaron los fantasmas de la ruina.
Celia no es sólo la abuela: es a la vez todas las mujeres
de la novela, ya que después se va volviendo una serie
de aproximaciones a lo femenino y es también la hija
de ella, también la tía, pero todas se involucran
en Celia. Lo opuesto es Jorge, porque cuando aparece el espacio
urbano ("Celia se Pudre"), la parte burocrática
y dramática, es decir, tantas cosas que eran imprecisas
en " Respirando el Verano", se van diluyendo los diferentes
personajes y ya no tienen nada que ver con Celia, pero están
empapados y tienen que ver narrativamente porque ella fue la
supermatriarca, la que se apoderó de todo: se apodera
de los hijos, se apodera del marido, se apodera de todo el mundo
y se apodera de los tres espacios novelísticos. Ella
está en todo.
P. Pero Celia se va descorporeizando; es la presencia
física en "Respirando el Verano", en "El
Arzobispo" es un fantasma en el árbol y en "Celia
se pudre" es una presencia ausente.
HRH: Es que llega un momento en que está viva,
diría yo, en "El Arzobispo": la ve él
cuando se santigua y ninguno más la vio. ¿Quién
es esa señora? Era la fantasmalidad. No es que yo quisiera
hacer eso con el personaje, pero él comandaba la narración,
él aparece, él hace lo que quiere. Como sería
que esa novela llegó a tener dos mil y tantas páginas
y después empezaron la presión, las recomendaciones
y es ahí donde se fue el tiempo, en la depuración,
"esto no", "esto no".... Llegó el
momento en que yo estaba con una novela de 811 páginas
y memoriosamente estaba pendiente de dónde faltaba una
coma ... y se va a alterar esto... y ... ese repaso se llevó
años.
P. Ese estado de ocaso que se vislumbra desde el comienzo
con los olores, el verano, un final apocalíptico, la
caída del lugar, de la casa, etc., en "Respirando
el Verano", y la descomposición de la burocracia
como una especie de algo que se desmorona en "Celia se
pudre", ¿son una alusión como escéptica,
pesimista, fatalista del mundo en una y en otra?
HRH: Quiero ser fiel. No es que uno crea en el fatalismo,
sino que al narrar lo más profundamente posible una realidad,
entra en el fatalismo, porque es inevitable en un ser humano
y era lo que recordaba Borges del papá, "Y era así
mi padre...": Como todo ser humano me tocó vivir
en tiempos difíciles, porque vivir es algo comprometedor
y terrible; como decía el día que me preguntaron
qué opinaba de la felicidad y dije: Es otro aspecto más
de la pena, a Usted le llega un momento en que le ocurre una
cosa grata y después le ocurren 4 o 5 infelicidades.
P. Pero Usted ha tenido una vida relativamente tranquila,
exitosa, de reconocimientos, y sin embargo, ¿por qué
esa carga de dolor?
HRH: Es que lo que ocurre no es. Lo otro es superfluo.
Es decir, es esencial en el hombre el padecimiento. Si yo le
contara tantas cosas terribles que me han sucedido y que a todo
ser humano le ocurren, por mucho que aparentemente sea lo cordial,
lo tranquilo que se ha vivido, no faltan estas cosas comenzando
por la ruina. Hay tensiones. Si yo voy a contabilizar los padecimientos
de cualquier ser humano... Ahora, como todo ser humano es tremendamente
único, pues ninguno se parece al otro y al entrar a la
zona narratoria, empieza a aparecer el concepto que uno tiene
del amor, de la realidad, etc. No es que lo quiera inventar:
es que todas son formas.
Una narración como "Celia..." no es de una
persona que ha vivido tranquilamente, ésa no es una forma
de la tranquilidad. Aquello es el concepto que yo tengo de la
burocracia, que es una cosa terrible.
P. El tema de la burocracia es muy reiterado, muy repetitivo:
la burocracia enajenante, deshumanizante, castradora, perversa.
HRH: Se retorna a ello porque el que convive con el tema
y lo lleva a las últimas consecuencias es el nieto. A
él le siguen sucediendo cosas hasta que llega un momento
en el cual ya él queda poseído por la novela y
de pronto, él cree que terminó todo y resulta
que está buscando la llegada a su oficina en el Ministerio,
y resulta que entró el cura, porque es que el ocurrir
es de imposibles. En el cine hay tomas fotográficas de
lo que queremos ver todos: al recordar un amigo, lo recuerdan
en una esquina saludándolo, cuando se encontraron en
una biblioteca, etc. Son tomas. Lo mismo ocurre en la narración:
son focos narrativos. Eso ocurre con la realidad.
P. Esa imagen macrocefálica es la imagen de la
burocracia de pronto . Así como Celia es la totalizante,
la burocracia es macrocefálica, es deforme y atemorizante
porque va tocando todo con los tentáculos.
HRH: Es que eso es lo bueno, lo que yo hablaba del lector
por ejemplo. ¿Qué es lo que busca el escritor?
Un lector creyente. Es que el lector es el que le da vida, lo
que le obliga a continuar el libro, es el cohacedor de la obra;
porque todo libro, sea bueno o malo, tiene un misterio que ni
el mismo autor conoce y se va descubriendo parcialmente por
medio de cada lector. Cada función crítica va
descubriendo cosas. Yo se le dije a una señora caleña
que hizo un ensayo sobre " En Noviembre...": llega
un momento en que todo el afecto, el cariño con que usted
ha leído el libro es el que descubre cosas y me las enseña.
P. En ese episodio de la novela en que hay una competencia
por llegar a un barco abandonado, ¿ese barco qué
representa?
HRH: Bueno, es otra forma de la ruina. El ser humano
es la ruina. No es la riqueza, es la ruina, comenzando por el
destino: somos polvo y en él nos tenemos que convertir.
Entonces la ruina es una de las esencias del ser humano y ahí
aparece, aparece en la burocracia, aparece en los distintos
personajes, aparece en los durmientes de la burocracia, en todos
ellos aparece.
Celia persiste en la muerte del hijo, en la muerte del marido.
Es tal, que a él lo trajeron en la misma hamaca en la
que había muerto en la hacienda; y con la muerte de él
desapareció la hacienda porque todos los hermanos empezaron
a pelear, a disputársela, cosa que debieron cuidar. Era
una hacienda de legua y media de frente y no recuerdo cuantas
de fondo, con límites por el norte con el mar, por otro
con un arroyo y por el otro lado un pantano. No tenían
ningún problema: todo les venía de la hacienda.
En vez de haberla cuidado, la vendieron y la compró un
antioqueño.
Por eso yo llamo a Tolú "Medellín Beach",
porque el Tolú que yo conocí era un pueblito sereno,
la plaza llena de tedio, con dos policías que vigilaban
ese tedio de la plaza.
P. Un tema que llama la atención en "Respirando
el Verano" es el incesto. La relación de Jorge con
Berta su hermana, del sobrino con Silvia, Milciades con la sobrina.
¿Ese tema del incesto es el que desencadena la culpa
en la novela?
HRH: Hay algo. Las relaciones de Milciades con la sobrina,
que luego se convierte en su esposa, o sea que se legitima la
relación . Es el retrato de una cultura.
Le pedimos que nos autografiara unos ejemplares de la novela
que poseíamos. Uno de ellos lo habíamos adquirido
en una anticuaria por $35. Al verlo, exclamó:
- "¡Qué maravilla! Hombre: usted tiene una
joya, un documento. ¿Usted sabía cuando valía
una casa de habitación normal con un patio grande? $130.
Y a mi tía le vendían un par de patios en la playa,
-entre otras cosas, no me han llamado la atención la
playa ni los mares, por que no se había desplegado el
pueblo hacia allá- y ella preguntó por curiosidad
cuanto valía cada patio y le dijeron que $15 pesos y
a ella le parecieron muy caros ".
Cuando uno publicaba un libro de poemas, por ejemplo, entonces
acordaba un precio y uno decía: estoy invirtiendo $3.500
pesos en vez de gastármelos en parrandas. Me daban 500
ejemplares y lo primero que uno tenía que hacer, era
regalar 100 entre los amigos, después a otros no tan
amigos, aspirando a que se vendieran por lo menos 100 en la
librería y 50 ejemplares a uno. Los otros se perdían.
Una editorial necesitaba 5 años para publicar una edición
y se ganaba un milloncito de pesos.
P. Hay una frase que nos llamó mucho la atención
en esta novela que dice: "las palabras no sirven sino para
enturbiar y envilecer lo que sentimos". ¿Por qué
esa expresión tan desgarrante? ¿Cree Usted que
hay una enajenación en las palabras? ¿Qué
significa ese concepto?
HRH: Imagínese. Yo tengo que ver el contexto.
Las palabras las pronunciamos y nos quedamos vacíos.
Quiero decir que la palabra es una aproximación a lo
que se desea decir, no es una exactitud. Sería un fracaso
si fuera la precisión misma, si en la palabra no hubiera
dubitación. Seríamos otros seres. Pero a la hora
de la verdad tiene más potencia una mirada a fondo que
diez mil palabras. Estas son sólo aproximaciones. Es
lo mismo que digo de la poesía. Digamos el deseo de aproximación
al cuento y que apenas rocía la palabra. La significación
misma de la palabra es muy difícil, y además nunca
la alcanza uno plenamente. En un momento dramático de
la voz uno quisiera decir exactamente eso, pero no puede. Por
eso es una aproximación.
P. ¿Por qué la miseria y los patios, que
son una constante temática en la narrativa, no aparecen
en su pintura?
HRH: (Refiriéndose a uno de sus cuadros: "La
vendedora") Ahí está también en la
vendedora, están los dientes, están los peces...
P. Pero están como una representación,
no como ese lugar sacramental...
HRH: No es que sea una representación de la novela.
No es una ilustración. Es una referencia específica
a la novela, pero hay que ver el contenido, por ejemplo, que
tiene una vendedora. Los bodegones son todos abstracciones del
novelista. Lo que pasa es que no ilustramos con el retrato de
Celia ni con el autorretrato. Tal vez algún día
ensaye.
P. Celia nunca sale de su lugar y solamente sale para
entrar al mar; del mar emerge un niño en un caballo y
el brillo del sol se le interpone. ¿Es la imagen del
mar que da vida a la vez que atrapa y destruye?
HRH: Esa imagen del niño emergiendo de las olas
en un caballo ha persistido en mi memoria y siempre he dicho
que es la imagen más bella que he visto: Es como si fuera
la imagen de un lucero temprano. Corresponde también
con la llegada del hijo cuando regresa y al momento en que a
Celia le traen el marido arrastrando en un caballo y ella habla
del horror de la guerra civil.
P. Usted habla de que nosotros somos recuerdo, que nos
habita el recuerdo, pero los más nítidos en su
obra son los de la infancia.
HRH: Todos los recuerdos son anclaje. Por eso yo amo
la pintura, porque pintarlos es una forma de darme libertad.
Excepto el recuerdo del burócrata. Es que el burócrata
es algo aterrador porque a él le pusieron ocho horas
diarias de esclavitud. Ocho horas de muerte. Eso es terrible.
¿Qué sueldo puede pagar eso? Nada.
Además, todos cumplimos penas. Cuando se aproxima la
muerte, nos damos cuenta de que por mucho que hayamos hecho
no hemos hecho nada. La vida es un fracaso. Fue lo mismo que
dijo "el gringo" que hizo una novela en la cual hablaba
solamente de sus experiencias sexuales: Arthur Miller, a quien
le preguntaron: "¿Usted por qué pone esto
así?" y él decía: "es que eso
no lo he inventado yo o, ¿entonces yo inventé
la maldad?, pero en vez de eso inventé el sexo. Eso es
vivir. Si uno no inventa nada, en nada se queda".
P. Usted es severo con Dios. Sin embargo, hay un determinismo
siempre acusador, un origen culposo que afirma una condición
teológica del destino humano, y no obstante, contra Dios
usted siempre es contestatario.
HRH: Siempre estoy y ése es mi gran interrogante,
los famosos interrogantes que son los elementos que habitan
en mi existir: de dónde vengo, dónde voy, quién
soy, hacia dónde voy; ahora, ahí está metido
Dios, -imagínese en qué forma- y está la
nada y están todas las cosas. O es Dios el responsable
o no existe, si no existe, está el drama de a quién
invocamos. Por eso yo he procurado ser deísta: no me
interesa la empresa religiosa. Toda la creación tiene
que tener un inventor. Entonces creo en Dios. No se qué
forma tiene ahora. El hombre ha procurado aproximarse y traer
a Dios y lo que lo llena de él mismo, le pone todas las
diabluras, lo pone celoso, lo pone vengativo. Imagínese
un Dios así.
P. ¿Cual es su razón para la utilización
de lo que se ha denominado fisiologismo grotesco? ¿Es
con el objeto de mostrar esa condición miserable de la
vida humana?
HRH: Es que ése es el existir: Es decir: todo
lo que ocurre en el existir. Lo que le ocurre a uno en la vida
tiene una trayectoria bien amplia. No es que yo tenga ninguna
predilección temática al narrar. Cualquier personaje
representa al ser humano: con su equipaje de angustias, valores,
soledades... Imagínese que los escritores hubiéramos
inventado la soledad, la cuenta que nos iban a pedir por esto.
La soledad, la muerte, el destino. Mire usted el terror que
nos produjo la noticia del Ministro que estaba en ejercicio
y a los cinco minutos estaba muerto, ¿qué tal
ese destino? Es que no vamos a negar el destino. El destino
tiene un plan contigo. Entonces, ¿por qué vamos
a preocuparnos? Lo que le va a ocurrir a uno, le ocurre.
P. ¿La muerte de Celia en "Respirando el
Verano" en una fecha que es bastante representativa para
la historia en 1948, alude, indica algo? Nace en el momento
de la república liberal, en el año de 1855 y muere
en una fecha que es una especie de catástrofe, de revolución
inconclusa. ¿Es una premonición ese desmoronamiento
de la casa, con ella, con todo?
HRH: Es una coincidencia, pero yo no pensé en
eso. Es que no tenía idea. Lo que estaba era narrando.
No tenía objetivos concretos ni simbólicos. Narrando,
narrando como cohacedor de la novela. Era una cosa que yo no
había observado. Lo que le digo: el misterio está
allí. Cada libro, por el solo hecho de haber sido fraguado,
encierra un misterio. Esa acumulación de palabras, de
conceptos, proporciona una apertura y uno no sabe en qué
termina y se vuelve misterio. Uno está tratando de aproximarse
a los diferentes misterios del ser humano. Uno concibe un misterio
privado para escribir un libro o un poema. Todo tiene su misterio.
El abuso del hombre con la palabra, ya eso es un misterio.
P. Usted tiene un vocablo que utiliza reiteradamente:
"la compasión". ¿Cuál es el propósito?
HRH: Hay que compadecer, hay que compartir el padecimiento
en el sentido nato de la palabra. Hay mucha gente que no tiene
capacidad de compasión y entre otras cosas porque no
ha acabado de descubrir al otro en uno. Cuando uno compadece
al otro, se está compadeciendo a uno mismo a través
del otro. Uno cree que la compasión es arbitraria.
P. Usted decía en una autobiografía que
sigue creyendo que todo malestar fisiológico en un hombre
tropical tiende a convertirse en un sistema fisiológico.
HRH: Como decía Celia: "y no te metas en
esas cosas de Dios porque terminas dándole gracias al
Partido Liberal". Es que hay que ver el candor del ser
humano. Hay que ver como el dolor nos muerde y nos tritura.
P. ¿Quién es hoy Héctor Rojas Herazo?
HRH: Un individuo más que va hacia su final. Eso
es lo que somos. El hombre se da cuenta a medida que avanza
en años de que se aproxima su final. Eso es todo. Lo
demás es cosa de esto y de lo de más allá.
Uno se va dando cuenta porque va apreciando cada día
más lo que le resta del existir. A veces se asombra y
el asombro es un árbol, el asombro es un amigo. Uno profundiza
más ese asombro, lo degusta más, porque se va
a ir. Eso es lo que me pasa a mí. Por eso no entiendo
cómo tiene un individuo tiempo de ser vanidoso. A mí
no me queda tiempo. Lo que sí siento es que hay cierto
rigor en haber existido y eso es lo que he tratado de plasmar.
Lo que angustia a uno es que el misterio de la palabra devele
el misterio de la vida. |
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