MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 6    NO 81  JUNIO DEL AÑO 2005    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co

Reflexión del mes

"Sí; el hombre es el animal que usa relojes. Mi maestro paró el suyo -uno de plata que llevaba siempre consigo-, poco antes de morir, convencido de que en la vida eterna a que aspiraba no había de servirle de mucho, y en la Nada, donde acaso iba a sumergirse, de mucho menos todavía. Convencido también -y esto era lo que más le entristecía- de que el hombre no hubiera inventado el reloj, si no creyera en la muerte".

“Juan de Mairena” (fragmento)
5Antonio Machado (1875-1939). Poeta y prosista español, perteneciente al movimiento literario “Generación del 98”. Miembro electo de la Real Academia Española en 1927, nunca llegó a leer su discurso. De talante izquierdista y firme defensor de la República, se ve obligado a abandonar Madrid tras estallar la Guerra Civil, primero a Valencia para más tarde exiliarse en Francia, en Colliure, donde muere en 1939.

 

¿Esterilización:
¿Tratamiento médico
para la pobreza?
Ramón Córdoba Palacio, MD - elpulso@elhospital.org.co
Aparecen en Colombia personajes de relieve social por el papel que desempeñan, con actitudes pintorescas, demasiado pintorescas, tan extravagantes que podrían despertar simpatía si no fuera por el tremendo desconocimiento de la dignidad de la persona humana inherente a sus acciones, por el atropello al orden lógico de una inteligencia racional. Y, sin embargo, sus ocurrencias, por la manera de presentarlas y por el eco que le hacen medios de comunicación de masas que posan de serios, causan expectación o asombro. Los pintorescos personajes, aparecen como verdaderos libertadores, como redentores
de nuestro pueblo que padece condiciones infrahumanas. Soluciones perversas, que posan de avances humanitarios.
Así, recientemente un Alcalde y un Ministro, “de cuyos nombres no quiero acordarme”, decidieron que la mejor manera de combatir la pobreza no es educando a quienes por cualquier circunstancia la padecen para que encuentren caminos y puedan superarla, no es abriendo de verdad fuentes de trabajo, no es dignificar su existencia ofreciéndoles condiciones de progreso, sino sometiéndolos a la esterilización. ¿En qué texto de medicina encontrarían tan extravagante tratamiento?
Se esteriliza no a la pobreza sino a la mujer o al hombre pobre como se esteriliza un animal cuya descendencia no nos es útil ni agradable. Por esterilizar a cientos o miles de personas no puede argüirse que se está “esterilizando” la pobreza y que ésta desaparecerá. No por cierto; desaparecerá sí el ser humano pobre a quien se le está negando el derecho de pertenecer a la sociedad y de ser protegido y formado por el Estado sin sufrir mutilaciones, aunque éstas aparentemente sean aceptadas voluntariamente.
Detengámonos un poco en la tan cacareada solicitud o sometimiento voluntario a la cirugía esterilizante. Ésta, la cirugía liberadora de la pobreza, se ofrece a personas colmadas de angustias vitales, con poca o ninguna preparación académica, atraídas por las voces de su alcalde y de un adusto Ministro llamado de la Pro-tección Social, con el señuelo y despliegue publicitario que muestra a las personas esterilizadas como héroes o heroínas, con el apoyo que en Colombia nos deslumbra por falta de análisis serio, de organizaciones internacionales, especialmente estadounidenses, practicantes de un neoliberalismo radical, de un “capitalismo salvaje”. Desde el punto de vista ético, ¿podemos afirmar que su consentimiento a la mutilación que se les ofrece gratuitamente -quizás lo único que las autoridades competentes les han ofrecido sin exigirles alguna aparente contraprestación-, es libre, es idóneo?
Parece, sin lugar a dudas, que sería más noble, más dignificante para estas personas, para el Alcalde y para el Ministro comprometido en estas campañas, dedicar estos dineros, estos esfuerzos, en ofrecer soluciones de vivienda, educación primaria, valores humanos, verdadera comprensión y no sólo tolerancia a quienes padecen la pobreza, la indigencia no sólo material sino la más de las veces, espiritual. La solución propuesta es una forma solapada de limpieza social selectiva, menos sangrienta pero no menos cruel e inhumana que la que se practicó en otras épocas y aún se practica, contra los llamados “desechables”.
Dios nos libre de que estos dos pintorescos personajes, u otros que deseen competir con ellos en eficacia y justicia, agobiados por el progreso incontenible de los robos, no decidan que la mejor manera de luchar contra este flagelo es cortar las manos a los ladrones y “raponeros” y así impedirles efectuar sus malos hábitos o, más impactante quizás y de más resonancia para las autoridades, cortarles las piernas, pues así la policía los encontraría fácilmente y los pondría a buen recaudo ya que no tienen mayores posibilidades de fuga y la recuperación de lo robado aumentaría vertiginosamente. La diferencia está, argumentarán algunos, en que en este supuesto caso los implicados no se someterían voluntariamente a su mutilación. Lo que hace inaceptable desde el punto de vista ético la mutilación no es el consentimiento de quien la padece, sino el suprimir un órgano o una función que no está enfermo, que está en sí mismo sano y cuyo cercenamiento no es necesaria para la salud total del cuerpo.
No son las trompas de Falopio ni los cordones espermáticos los directos responsables del número de hijos que la mujer o el hombre procreen y mucho menos de la pobreza que sufren, como no son las manos ni las piernas las responsables de los robos. Ya desde los inicios de la medicina científica o hipocrática se enseñaba que el médico está autorizado a actuar sobre el órgano enfermo, siempre teniendo presente el principio llamado de totalidad, pero que no tienen justificación ética para mutilar, por ninguna razón, a las personas humanas.
¿Será que cuándo el mundo conmemora los sesenta años del holocausto judío, nuestros pintorescos personajes han olvidado la lección?.
 
Bioética
Libertad, uno de los grandes temas

Carlos Alberto Gómez Fajardo, MD - elpulso@elhospital.org.co

CPara el estudioso de la disciplina de la Bioética, la lectura de la clásica “Etica” de José Luis L. Aranguren (2ª. edición, Revista de Occidente, Madrid, 1959), proporciona muchas enseñanzas y elementos constructivos para la reflexión, además de una exposición ordenada de los grandes temas de la ética. Hay dos de ellos que pueden destacarse por su importancia: el problema Antropológico y el problema de la Libertad. Casi sobraría aclarar que dependiendo de la respuesta al problema antropológico (la definición del Hombre), vienen variadísimas y graves consecuencias, aplicables a los problemas concretos planteados por la realidad biotecnológica del siglo XXI.
Se ha hablado de “homo sapiens”, de “homo ludens”, de “homo económicus”, también de hombre “lobo para el hombre”. Para el materialismo escéptico y pesimista, el hombre puede ser reducido a una especie de organismo (un “ratón hipercomplejo”), que reacciona de determinado y fatal modo ante un medio más o menos hostil. La libertad, llegarán algunos a imaginar, es una función de intrincadas conexiones sinápticas o de inescrutables circuitos cerebrales reverberantes. No falta el que afirma todavía que el alma es una reacción química. Para otros, un mero producto evolutivo del “azar y necesidad”, carente en lo absoluto de un sentido o explicación últimos. No pocos argumentan que se trata de un sujeto cuyo ser se reduce a producir y consumir bienes y servicios, o a un depósito de instintos y pulsiones de un primate muy evolucionado; o simplemente, de un resultante de la cultura, en visión esta última, que no deja de contener una obstinada tautología.
Por fortuna, emergen también opciones menos pesimistas, con soporte conceptual, sobre el hombre y su libertad. El ser humano, cuya entidad no se reduce a su condición meramente corporal (“yo no tengo un cuerpo, soy un cuerpo”), el hombre viajero por la existencia, abierto al misterio fundamental, de Marcel; el que se va construyendo proyecto- día a día de Ortega, el hombre abierto a los otros, a la solidaridad, a la generosidad y al amor, a las dimensiones de la trascendencia y el misterio. A la risa, a la esperanza, al servicio a los demás. El hombre, ser para el encuentro.
Quizás las opuestas visiones sobre los problemas Antropológico y de la Libertad, esquemáticamente puedan resumirse en la oposición dualismo mecanicista (cartesianismo), versus la visión unitaria propia de las tradiciones griega (homérica) y judaica-cristiana. Este problema también ha sido tratado de modo riguroso por autores como Joseph Gevaert (“El problema del Hombre”).
Pues bien. “El hombre es constitutivamente moral porque es constitutivamente libre”; el fin de la ética y la política, para Aristóteles, es la felicidad, la vida perfecta y suficiente: “Vivir Bien”. Y no vivir, hay que dejarlo en claro, “de cualquier manera”. No deja de tener actualidad esta afirmación milenaria, ante la actuante diversidad de modelos, con diferentes niveles de liviandad, de subjetivismo e incluso de absurdo, oscilantes ante modas comerciales, académicas, literarias, ideológicas. Más ahora, que con la sofística argumentación del pluralismo, se pretende otorgar respetabilidad a “cualquier” postura, así sea aquella de los que buscan “disfrutar de la adrenalina” alimentando fieras o lanzándose en paracaídas porque sí, porque así se “sienten” felices. Y porque así lo han decidido “libremente”, ignorando (deliberadamente) que sus conductas simplemente han sido impuestas por la tiranía de un programa de televisión de moda.
El hombre tiene por fuerza, que hacerse su vida. Por necesidad, “forzosidad por su propia estructura sico-biológica” diría Zubiri, es libre...
Cada acto libre lo hace protagonista activo de su destino. El intemporal ejemplo de autenticidad (filosofía como existencia) de Sócrates, es recordado oportunamente por Aranguren: “El destino de Sócrates ha sido, sin duda, el acontecimiento más importante de la vida filosófica, de la historia de la filosofía como existencia...”. El inquietante ateniense es el ejemplo del hombre que prefiere, que actúa de modo libre, deliberado. Con conocimiento de su circunstancia opta por una forma de vivir. Opta y asume las consecuencias de su acción, pues no vacila en entenderse como libre y a la vez, responsable. Lo otro es retórica. Y no pocas veces, ejercicio habilidoso del sofisma, disfrazado (en nuestra era de hermenéuticas), de “interpretación” y de discursos más o menos académicos o esotéricos.
En torno de la Libertad, cuántas manipulaciones, tergiversaciones y reducciones a caricatura de la misma, no se han sufrido a lo largo de siglos, muy especialmente después del de las “luces”. Cuántas tragedias no han tenido lugar, cuánta sangre ha corrido por los patíbulos, por los campos de exterminio o por los archipiélagos Gulag.
El discurso racional sobre los diversos problemas de la ética debe basarse en un sustrato conceptual sobre la Libertad. A ella no puede dejar de estar vinculada la Responsabilidad inherente a cada acción auténticamente humana. Estos son sustratos lógicos previos al afrontamiento racional de las variables posturas ante los problemas bioéticos contemporáneos. Son los problemas del “homo éticus”.
Nota:
Esta sección es un aporte del Centro Colombiano de Bioética -Cecolbe-.

 











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