MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 5    NO 60   SEPTIEMBRE DEL AÑO 2003    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co

Fundado en Medellín, el 30 de julio de 1998. Director: Julio Ernesto Toro Restrepo. Comite Editorial: Augusto Escobar Mesa, Juan Guillermo Maya Salinas, Javier Ignacio Muñoz. Editora: Albaluz Arroyave Zuluaga. Dirección Comercial: Diana Cecilia Arbeláez.

¿Consejo para qué?

Desde la época de Juan Luis Londoño (q.e.p.d.), no obstante haber sido él un actor muy importante en la aprobación de la Ley 100 en 1993, se sabía del deseo que se tenía de restarle importancia al Consejo Nacional de Seguridad Social en Salud (CNSSS). En el presente año sólo se ha citado una vez, a finales del primer trimestre, y ahora se entrega su Informe anual al Congreso sin que se sepa a ciencia cierta qué grado de participación en su elaboración, revisión y evaluación han tenido los miembros del Consejo en dicho informe. ¿Se preparó y publicó solamente atendiendo a la exigencia del artículo 172 de la Ley 100, que contempla la presentación del informe anual para analizar la evolución del sistema? Si así fuera, se trataría entonces del empecinamiento que pareciera existir en relegar al Consejo. Además vale anotar que en el Informe de Actividades 2002 2003 del Ministerio de la Protección Social al Congreso de la República, no se menciona siquiera al Consejo como entidad adscrita. Y restarle importancia al Consejo no es bueno, no acordarse de él es descortés, y desconocerlo es malo, muy malo; incluso, es sintomático.
Ciertamente hay muchas realizaciones que deben anotarse cuando de hacer la relación de la evolución del sistema se trata, porque la verdad sea dicha, se ha trabajado con empeño en este gobierno en materia de salud. Pero sin demeritar el esfuerzo y las buenas intenciones que se han tenido, creemos que el contenido habrá que mirarlo con beneficio de inventario y con mucha serenidad.
Al corte del año 2002, el sistema reconoció que tenía 24.6 millones de afiliados, es decir un 56.1% de colombianos. Quiere decir ello que estamos atrasados dos años en alcanzar la meta que fijó la Ley 100: cobertura total. De este monto, 11'444.030 personas corresponden al régimen subsidiado, que equivalen al 46.5% de población asegurada y al 70% respecto de la población NBI (con Necesidades Básicas Insatisfechas).
Todos recordamos los periplos que cumplieron los funcionarios públicos en aquel entonces de las discusiones de la Ley 100 y muchos recordamos sus aseveraciones, no sin negar que se sabía que habría dificultades, las propias de cualquier cambio tan trascendental, pero nada más. Sin embargo no ha sido así. Es cierto que se han presentado imprevistos mayores y problemas graves con la economía, que han tenido que sortearse con muchísimo esfuerzo, pero seamos sinceros, esto no ha sido todo el problema. En la parte de salud el cambio fue total y se incrustó profunda y férreamente la mentalidad economicista. La medicina ha quedado muy herida, con lesiones muy dolorosas, que ya está advirtiendo como inconvenientes para sus intereses el mismo público en nuestro país. Ya se escucha gente común y corriente, que sin resentimientos pero con toda claridad se lamenta de lo que se perdió en las relaciones médico - paciente. Y esto si se mira sólo desde el aspecto humano, porque en el campo de las coberturas, los logros no han correspondido al esfuerzo que ha hecho el sector de la salud. Hoy no podemos decir que estamos mejor que antes, descontado, como es lógico, el adelanto tecnológico, tanto en la línea dura como en el campo de la capacitación y formación, lo cual se ha logrado más por el afán personal de unos cuantos que por los estímulos del sistema.
La medicina nuestra, haciendo referencia al ejercicio actual que realizan en conjunto las profesiones de la salud, tiene su propio mérito y le debe muy poco al sistema. Más, el sistema específicamente en este aspecto es desobligante, desalentador y desestimulante y poco le importa y hasta considera, que es más un inconveniente que los médicos sepan mucho, que las enfermeras profundicen en sus disciplinas o que las bacteriólogas alcancen niveles superiores en su campo. Todo el progreso que se ha dado cuesta y a la vez genera costos. De ahí en adelante ya nunca más se hará un diagnóstico con dos o tres pruebas y un examen clínico. El médico juicioso querrá, como es su deber, hacer el diagnóstico lo más certero posible y un tratamiento totalmente específico. Y el paciente, lógicamente desea lo mismo. Y como el compromiso del médico, no solamente del buen médico, sino del médico bueno, está con su paciente, encontrará mil dificultades en un sistema que privilegia la tarea por encima de la eficacia, los rendimientos por encima del sentimiento humano y lo financiero por sobre todas las cosas.
El informe del Consejo al Congreso tiene importancia por lo que contiene y también por lo que no contiene. Ahí está escrito el esfuerzo de un país entero y subyace el sacrificio de médicos, odontólogos, enfermeras y en general de todo el personal de la salud, que le toca jugar en los dos campos: como ciudadanos y como los mayores aportantes de si mismos a un sistema que hasta hoy prometió mas de lo que pudo pero cumplió sólo en una cosa: lastimar la profesión médica, porque los organismos asesores externos, con la aquiescencia y simpatía local, quitaron a los profesionales de acá, lo que allá, en su tierra, no se atreven a tocar a fondo. Y no es porque nadie sea profeta en su tierra, sino porque existe cierto grado de valentía y a la vez de desapego en pelear en batallas ajenas. Con las cifras del informe, hablando específicamente de coberturas, sacrificar a los médicos para lograr lo logrado, no fue más que irrelevante. Como irrelevante es para el gobierno el Consejo Nacional de Seguridad Social en Salud, porque al fin y al cabo, parece escucharse, ¿Consejo para qué?.
 




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