MEDELLÍN, COLOMBIA, SURAMERICA No. 261 JUNIO DEL AÑO 2020 ISNN 0124-4388
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La pandemia generada por el Covid-19 tiene al mundo en un proceso de constante aprendizaje. Es evidente que más allá del conocimiento teórico que se tuviera sobre la manera de afrontar este tipo de situaciones, en la práctica las autoridades sanitarias y académicas se han visto enfrentadas a dilemas complejos al momento de tomar decisiones, con un agravante, las opciones sobre las cuales se trabaja, en muchos casos, tienen un soporte especulativo, o modelaciones matemáticas que por muy bien elaboradas que estén, no dejan de ser posibilidades estadísticas que varían con facilidad dependiendo de cualquier alteración en alguna de las variables, que además, también en muchos casos, son incontrolables, por ejemplo, el acatamiento social a una medida.
Esta condición de aprendizaje permanente se ha reflejado en todas las instancias sanitarias del mundo. Un ejemplo es lo sucedido en las últimas semanas con la Organización Mundial de la Salud y el manejo dado a las investigaciones en marcha sobre la efectividad de un tratamiento farmacológico para el Covid-19. El caso de la cloroquina y la hidroxicloroquina, medicamentos que ya se encontraban incluidos en los protocolos, demuestra que la velocidad en las decisiones puede estar jugándole una mala pasada a los análisis. Primero fueron incluidas en las investigaciones impulsadas por la OMS, y que incluyen a Colombia; después un artículo publicado por la prestigiosa revista Lancet, llevó a que la organización retirara este medicamento de las pruebas, pero luego, cuestionamientos a la calidad del artículo llevaron a que la entidad de nuevo ordenara el reinicio de las investigaciones, lo que para la mayoría fue la mejor decisión, pero que dejó a las claras, que hay aspectos de la pandemia de gran trascendencia donde se vienen dando pasos de ciego.
Una situación aún más grave y con origen también en la OMS, es la que se refiere al cambio de la clasificación de pandemia del Covid-19, a enfermedad endémica. Y acá valen varios análisis. Al decir que el mundo tendrá que convivir con la enfermedad durante años, es reconocer que la primera estrategia para enfrentar la transmisión fracasó, en la medida que sin una vacuna en el horizonte cercano, se hace muy difícil contener su avance. Pero esto tiene una consecuencia grave. Al levantarse la declaratoria de pandemia, los países miembros de la OMS pierden la obligatoriedad de mantener sus territorios bajo estado de emergencia, con lo que las presiones económicas consiguen un argumento nuevo y válido para exigir las reaperturas sociales. Esta situación ya se viene observando en todas las latitudes.
En el caso de Colombia, ya desde antes del cambio de postura de la Organización Mundial de la Salud, el gobierno nacional venía decretando aperturas parciales bajo el nombre de aislamiento inteligente, aplicando así de manera parcial una especie de estrategia de acordeón, sin embargo con una diferencia sustancial frente a las otras naciones del mundo, donde estas aperturas a la vida social se han dado después de alcanzar los picos máximos de la enfermedad, acá por el contrario, se tomaron cuando la curva se encuentra en proceso de crecimiento sostenido e incluso con un aumento significativo en el número de casos nuevos cada día, lo cual se puede deber al mayor número de pruebas tomadas, pero que de todas maneras significa que estamos lejos de los peores escenarios.
Esta apertura casi total a la que nos enfrentamos en Colombia, 43 excepciones abarcan a casi todos los sectores y personas, aunado a la incapacidad del estado para controlar las actividades sociales, ¿quién sabe si un menor que camina por la calle o una persona corriendo lleva haciéndolo el tiempo permitido? podrían llevar al país ante un panorama preocupante ya que si bien los hospitales y clínicas se han fortalecido en sus capacidades de atención, nada garantiza desde ya que el pico sea manejable.
Por otro lado, vale la pena pensar que la estrategia para enfrentar al Covid-19 debe tener un cambio radical enfocado hacia la creación de una conciencia colectiva de la protección, necesaria e indispensable antes de que aparezca la anhelada inmunidad de rebaño, ya que se comienza a dejar la responsabilidad en manos de cada ciudadano, y si bien el estado podrá ejercer algunas acciones, no existe la capacidad suficiente para controlar en cada momento y lugar a una sociedad que vive bajo las afugías del día a día para sobrevivir.
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