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Reflexión
del mes
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"El periodismo es
la última pinche barrera que nos impide caer en la
barbarie. Sin periodismo, sin circulación de información,
todos levantaríamos la mano cuando el 'big brother'
lo dijera. Es la voz de los mudos y el oído extra
que Dios le dio a los sordos.... Es el equivalente moderno
de la piratería ética, el aliento de las rebeliones
de los esclavos... Es lo que impide el regreso al simplismo
cavernario. Contradictoriamente, es un asunto donde nuevamente
hay cosas eternas: la verdad, el mal, la ética, el
enemigo. Es la mejor literatura, porque es la más
inmediata. Es la clave de la democracia real, porque la
gente tiene que saber qué está pasando para
decidir cómo se va a jugar la vida. Es el reencuentro
entre las mejores tradiciones morales del cristianismo primitivo
y las de la izquierda revolucionaria de fines del siglo
XIX. Es el alma de un país. Sin periodistas todos
seríamos muertos y la mayoría ciegos. Sin
circulación de información verídica
todos seríamos bobos. Es también el refugio
de las ratas, la zona más contaminada, junto con
las fuerzas policíacas, de toda nuestra sociedad.
Un espacio que se dignifica porque lo compartes con los
tipos más abyectos, más serviles, más
mandilones, más corruptos. Y por comparación
te ofrece las posibilidades de la heroicidad. Es como si
metieran el cielo y el infierno en una licuadora y tuvieras
que trabajar en movimiento. Es una albañilería
del sentido común".
Sintiendo que el
campo de batalla (fragmento)
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Paco Ignacio Taibo II (1949).
Escritor mejicano de origen español, optimista pragmático
que confía en el triunfo de las causas justas. Afincado
en Méjico desde 1958, allí estudió Sociología,
Literatura e Historia y ofició como periodista. Entre
sus obras destacan: Cosa fácil (1977), Héroes
convocados (1980), Revolucionario del pasaje (1986), La misma
ciudad, la misma lluvia (1989), La bicicleta de Leonardo (1993),
El año en el que no estuvimos en ningún sitio
(1994), Con cuatro manos (1995), Retornamos como sombras (2001),
Sombra de la sombra (1986) y Sintiendo que el campo de batalla
(1989). |
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Mundo
del medicamento
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¿Cuánto
cuesta atender
un paciente con terapias
farmacológicas ineficaces? |
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Luis
Guillermo Restrepo Vélez, QF |
Un
argumento recurrente al abogar por el uso de medicamentos producidos
por los fabricantes pioneros, sin importar cuánto haya
que pagar por ellos, consiste en cuestionar la eficacia y seguridad
de los competidores, que supuestamente no serían capaces
de lograr los mismos resultados terapéuticos del producto
de quien hizo todos los estudios. |
De acuerdo con este argumento, las abismales diferencias
de precio se justifican en aras de tener la plena seguridad
de que el medicamento va a funcionar bien, especialmente cuando
se trata de patologías que amenazan la vida de las
personas. De no hacerlo, estaríamos ante la posible
ineficacia que terminaría afectando al paciente y generando
más costos que pagar el medicamento más caro.
Se trata de un argumento poco científico, pero altamente
convincente, especialmente para el usuario final del medicamento,
y muy conveniente para quienes puedan beneficiarse económicamente
de este consumo, por lo cual tiene amplia aceptación
y respaldo social.
En productos como los medicamentos, ante la imposibilidad
de verificar la calidad de cada una de las unidades producidas,
se utilizan métodos de control de la calidad que permiten
determinar -mediante métodos de muestreo y aplicación
de análisis definidos-, la conformidad de los productos
con especificaciones que permiten asegurar con la mayor certeza
posible, que los productos contienen las sustancias indicadas
en las cantidades correctas dentro de un rango de variación
aceptable, que no están presentes elementos fisicoquímicos
o microbiológicos que puedan constituir un riesgo,
que cada unidad del producto (por ejemplo cada tableta) tiene
una composición que no varía significativamente
dentro de cada lote de producción y en comparación
con los demás, y que la formulación hace posible
que el principio activo llegue al sitio de su acción
una vez administrado.
Fabricar productos de manera correcta es responsabilidad de
los productores. Validar y adoptar especificaciones que aseguren
que los medicamentos son seguros y eficaces, y definir los
procedimientos a seguir para verificar su cumplimiento, es
responsabilidad de los gobiernos.
Por supuesto, los medicamentos deben cumplir con las especificaciones
de calidad. Si éstas son inadecuadas, por ejemplo por
omitir algún aspecto importante para asegurar la eficacia
y seguridad del medicamento, pueden presentarse fallas de
calidad aún cumpliendo las especificaciones; pero en
la práctica se trata de un caso excepcional y los sistemas
de farmacovigilancia o vigilancia post-mercadeo deben detectar
este tipo de dificultades y entregar información para
que se evalúen y realizar los ajustes pertinentes.
Lo importante es resaltar que el concepto de calidad de los
medicamentos trasciende el cumplimiento de las especificaciones,
y cubre todos los aspectos que individual y colectivamente
afectan la aptitud de un producto para satisfacer las necesidades
en salud.
Por ejemplo: la presencia en el mercado de medicamentos con
ventas multimillonarias, que utilizan amplios grupos de personas
para los cuales su uso no tendría justificación
-más allá de la comercial-, constituye un serio
problema de calidad. En 2010, según informe elaborado
por Public Citizen, la industria farmacéutica se convirtió
en el mayor defraudador del Gobierno Federal de los Estados
Unidos de América bajo la Ley de Falsas Reivindicaciones,
superando en el deshonroso lugar a la industria militar, especialmente
por la intensa promoción de usos no autorizados de
sus productos.
Y en los últimos 20 años, la industria farmacéutica
pagó casi 20.000 millones de dólares en multas,
de los cuales más del 70% se causaron durante los últimos
5 años. Más del 50% del total de las multas
fueron pagadas por 4 compañías: Eli Lilly, GlaxoSmithKline,
Pfizer y Schering-Plough.
Lo que debe preguntarse sobre la calidad de los medicamentos
es si los productores y los reguladores están haciendo
bien su papel para garantizar que disponemos de productos
que ayuden a hacer efectivo el derecho a la salud de las personas.
La respuesta parece negativa, pero no sólo en Colombia
sino en todo el mundo. Definitivamente, el uso de medicamentos
ineficaces e inseguros cuesta mucho y todos lo estamos pagando.
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Bioética
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Descendencia de Caín:
reflexiones antropológicas
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Ramón
Córdoba Palacio, MD - elpulso@elhospital.org.co
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La
Sagrada Biblia, libro fundamental en la cultura occidental así
muchos pretendan negarlo, relata en el capítulo IV del
Génesis el primer homicidio en la historia de la humanidad,
cometido con alevosía por Caín contra su hermano
menor Abel. Ante el terrible auge de muerte de inocentes a causa
del terrorismo y de otras modalidades -especialmente del aborto-,
y dejando de lado por mi incompetencia e ignorancia los aspectos
teológicos y de exégesis bíblica, considero
pertinente mirar aspectos antropológicos al respecto.
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Caín mata con alevosía a su hermano menor Abel.
Con alevosía se asesinan en cada acto de terrorismo
personas inocentes que no han cometido ningún delito,
acto que fuera de satisfacer una conciencia criminal y provocar
escándalo y dolor no soluciona los graves problemas
actuales de la humanidad y en la mayoría de los casos
ni siquiera promueve una posible solución a los mismos.
Con alevosía se asesinan en el vientre materno niños,
seres humanos, cuyo único delito es ser el resultado
de un proceso biológico en el cual no intervinieron
para nada y el ser engendrado por una madre que descarga sobre
él la irresponsabilidad de ella misma o la culpabilidad
del delito cometido por otro que casi siempre queda sin castigo,
impune.
Caín no sólo fue el primer homicida sino que
ostenta el triste mérito de ser el primer fratricida.
Y fratricidas son los terroristas, los abortistas, los que
eliminan vidas por considerarlas desechables, sin valor. Son
herederos legítimos del espíritu criminal de
Caín. ¿Fratricidas de seres que aún no
han nacido, de seres que no conocemos? No es el nacimiento
ni el conocimiento personal del otro ni la etapa
de desarrollo que vive, lo que concede valor y dignidad absolutos
al ser humano, sino el pertenecer al linaje humano. Y ontológicamente
todo descendiente de seres humanos es, querámoslo o
no, un ser humano, una persona humana, y causarle la muerte
voluntariamente es fratricidio. En este juicio carecen de
importancia las teorías poli o monogenistas y adquieren
valor pleno el de pertenecer al mismo linaje, género
o especie.
Los cainitas del siglo XX y del siglo XXI han avivado el odio
o enemistad contra allegados o afines (DRAE), y consideran
que mientras más sangre de hermanos fluya de sus manos,
mayores son las prebendas económicas, sociales, políticas,
etc., que recibirán por sus homicidios. Y en su odio
llegan a exigir con determinaciones legales, que quien no
cometa directamente dichos fratricidios tenga que hacerse
cómplice de los crímenes indicando quien los
lleva a cabo, y niegan así el derecho y el deber intrínseco
de todo ser humano de no obrar contra los dictámenes
de la propia conciencia. Les ofende profundamente ver manos
limpias de sangre de hermanos y aspiran a que toda persona
sea como ellos un homicida, un fratricida.
Además, olvidan que el derecho y el deber de la objeción
de conciencia no lo otorgan las leyes, sino que es inherente
a la dignidad y a la libertad del ser humano.
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NOTA:
Esta sección es un aporte del Centro Colombiano de Bioética
-Cecolbe-. |
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