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Me quedo con mi patria y
con mi pueblo: César Uribe Piedrahíta
Hernando
Guzmán Paniagua Periodista - elpulso@elhospital.org.co
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No es fácil ser a
la vez creador y protagonista de novelas, como lo fue César
Uribe Piedrahíta. Pues nada más novelesco que
su vida, eterna aventura por el saber, y por el mundo. Aventura
es forrarse el cuerpo en papel periódico para resistir
el frío como estudiante de Harvard, por no tener con
qué comprar un abrigo; es vivir los rigores de la explotación
cauchera en la Amazonía y de la explotación
petrolífera en Venezuela; es transportar armas en una
noche tempestuosa para los rebeldes que quieren derrocar al
dictador venezolano Juan Vicente Gómez; aventura es
ser secuestrado por tropas alemanas y atender al mariscal
Rommel, enfermo de paludismo cerebral en el desierto africano.
Médico, naturalista, investigador, antropólogo,
profesor internacional, parasitólogo, salubrista, etnólogo,
diplomático y congresista, aún le quedó
tiempo para las artes y las letras. Todo ello y su inmensa
calidad humana, lo hacen el colombiano que más
amaba a Colombia, al decir de Enrique Uribe White.
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César Uribe
Piedrahíta nació en 1896 en Medellín, en
la calle Perú, entre Sucre y El Palo, donde hoy está
la Avenida Oriental; lo bautizaron en la Iglesia de La Candelaria
y estudió el bachillerato en el Colegio de San José.
Su padre, Emilio Uribe Gaviria, murió en 1905 en Guaduas
(Cundinamarca) de paludismo, el mal que el científico
analiza profundamente en su tesis de grado sobre la geografía
médica del Ferrocarril de Urabá, brillante tratado
de patología, parasitología, biología y
antropología. Su madre, Margarita Piedrahíta Villa,
murió en 1913. En orfandad, estudió en la Facultad
de Medicina y Ciencias Naturales de la Universidad de Antioquia.
En 1926 casó en la Ermita de la Veracruz con su pariente
lejana Lucrecia Uribe Lince, su cara mitad, su cero a
la derecha, su novia de toda la vida, su alma gemela y compañera
inseparable de aventuras. De estas aventuras dirá
al regresar de varios continentes: Me varé en Jerusalén,
en Atenas, en Roma, en todas partes. En Constantinopla me metieron
a la cárcel porque no dejé que le pegaran unas
patadas a un marinero. En cambio, en El Cairo, el rey
Fuad I de Egipto lo condecoró con la orden del Nilo en
grado de Caballero. Ya resaltamos la labor médica y científica
de Uribe (EL PULSO No. 3, noviembre/1988: César
Uribe Piedrahíta: El hombre que dignificó un oficio.
En: www.periodicoelpulso.com/ediciones anteriores), cuyos estudios
de las lenguas aborígenes de la Amazonía colombiana
están en el archivo de Paul Rivet en París. |
Para Jorge Moreno Clavijo,
Uribe Piedrahíta
era uno de los mejores acuarelistas de Colombia,
pero siempre se creyó un aprendiz en la pintura y en
las letras.
Una vez le pidió a Dios la gracia de los primeros tres
millones de años de eternidad para aprender a pintar.
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Bajo el seudónimo
de Emilia, un periodista dijo en 1951 que Uribe
nació en el trópico pero derrotó
a todos los parásitos, los metió en un frasco
para hacer un experimento un día cualquiera. Y
el médico Hernando Groot, su discípulo y compañero,
expresó: Nos inculcó el valor de la medicina
preventiva y la necesidad de estudiar tanto al paciente como
su entorno, y de estudiarlos bien. 'No quiero que sean médicos
sólo de pulso, lengua y sulfato' -nos decía- y
fue el primer profesor que nos señaló: Él
médico cura unas pocas veces, mejora otras, pero consuela
siempre.
El médico Fernando Serpa Flórez lo pinta así:
Alguna vez lo observé de lejos y me impresionaron
su cabello rojo, su piel muy blanca manchada por las efélides
oscurecidas del trópico, su mirada desafiante y arisca
(
) Sus amigos recuerdan los dones del maestro, su entrega
a la investigación, su charla amena. Y señala
la común admiración por su capacidad en todos
los campos de la ciencia, la literatura y al arte, desde
el asombrosamente pequeño de los protozoarios al inconmensurable
de la selva y sus anchurosos ríos y el ilimitado de las
constelaciones (Bosquejo de la historia de la medicina
colombiana, Bogotá, 1999).
Artista y bohemio
Contertulio no oficial de los Panidas en
el café El Globo -decorado con sus primeras caricaturas
y dibujos-, fue amigo de Ricardo Rendón, quien llegaría
un día a morir en la casa de Uribe en Bogotá,
con el disparo que se dio en la cabeza.
Amigo de Pepe Mexía, artista, arqueólogo y humanista
como él; de los consagrados León De Greiff, Tomás
Carrasquilla y Fernando González, como lo documenta el
médico, historiador y musicógrafo Luis Carlos
Rodríguez Álvarez (César Uribe Piedrahíta,
un científico fuera de serie, Revista Academia
Colombiana de Ciencia, diciembre 1996), quien alude a su bohemia
en el célebre Café Windsor de Bogotá, con
la élite intelectual santafereña: Los dos
Zalameas -Jorge y Eduardo-, los dos De Greiff -León y
Otto-, Umaña Bernal, Gilberto Owen, Eduardo Caballero
Calderón, Juan Lozano y Lozano, Uribe Prada y Edgardo
Salazar Santacoloma, entre otros. Allí se corroboró
su fama de extraordinario conversador y contertulio. |
Uribe Piedrahíta
disfrutaba como
pocosla virtud, la fuerza y las disposiciones necesarias
para producir belleza. Sentía en su interior las vibraciones
del sonido del color o de la luz. Más que imitar la
naturaleza,
sabía amarla, comprenderla e interpretarla.
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Manuel
Luque |
Adolescente,
recibió del maestro Francisco Antonio Cano lecciones
de pintura, cristalizadas en preciosas acuarelas que fueron
pasto del fuego en los sucesos luctuosos del 9 de abril de 1948
en Bogotá, junto con su amplia biblioteca, manuscritos,
plantas, animales y el completo instrumental de laboratorio.
Cuentan que en ese episodio, César Uribe exclamó:
Lo he perdido todo
Sin embargo, me quedo con mi
patria y con mi pueblo. En las xilografías tituladas
Maderas plasmó paisajes de Coconuco,
patria chica de su novela Toá. También
empleó el lápiz y la témpera. Para Rodríguez
Álvarez, Uribe era un maestro del buril y consideraba
el grabado como la cima de su expresión artística.
Fue crítico de arte: en Comentarios a Un repique
insonoro (Revista Universidad de Antioquia, enero de 1938),
polemizó en contra de una andanada puritanista
del bacteriólogo Alonso Restrepo, sobre los murales de
Pedro Nel Gómez y otros tópicos (Ver Ocioso
lector en esta edición).
De su conspicuo círculo de la plástica eran Pedro
Nel Gómez, Oswaldo Guayasamín, Ricardo Rendón,
Eladio Vélez, Ignacio Gómez Jaramillo, Rodrigo
Arenas Betancur, Eduardo Ramírez Villamizar, entre otros,
más de uno patrocinado por sus Laboratorios CUP
(César Uribe Piedrahíta).
Expuso Paisajes, flores, árboles y frutas
y Muñecos en el Club Médico de Bogotá
(1943) y participó en una muestra colectiva de acuarelas
en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional, con
Eduardo Ramírez Villamizar y Eduardo Ibáñez.
Para Jorge Moreno Clavijo, Uribe Piedrahíta era uno de
los mejores acuarelistas de Colombia, pero siempre se creyó
un aprendiz en la pintura y en las letras. Una vez le pidió
a Dios la gracia de los primeros tres millones de años
de eternidad para aprender a pintar; sus últimos días
los pasó vestido de sayal, pintando y dibujando en el
Convento del Santo Ecce Homo en Boyacá.
La música tampoco escapó a su actividad artística.
Nombrado rector de la Universidad del Cauca en 1932 por el presidente
Enrique Olaya Herrera, y emulando a los maestros Antonio María
Valencia, en Cali, y Pepe Bravo Márquez en Medellín,
formó un orfeón, para poner a cantar a toda Popayán.
En 1945 fue nombrado Agregado Cultural de la Legación
de Colombia ante el Kremlin. Aprendió los dialectos Huitoto,
Bora y Siona y escribió sus músicas, y tocó
para sus amigos melodías clásicas en el violín.
Manuel Luque expresa de él: Disfrutaba como pocos
la virtud, la fuerza y las disposiciones necesarias para producir
belleza. Sentía en su interior las vibraciones del sonido
del color o de la luz, y su temperamento de verdadero artista
palpitaba al calor de sus sueños y de sus emociones.
Más que imitar la naturaleza, sabía amarla, comprenderla
e interpretarla. |
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César Uribe Piedrahíta:
Un científico genial
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Retrato de César Uribe Piedrahíta, 1932, elaborado
por Alberto Arango.
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El
doctor Roberto Serpa Flórez, amigo de César Uribe
Piedrahíta, recuerda que el médico antioqueño
encarnó en su tiempo los ideales del humanismo renacentista,
el espíritu aventurero de los conquistadores y colonizadores,
y la sensibilidad humanitaria del socialismo decimonónico.
Doctor en Medicina Tropical de la Universidad de Harvard, director
del Instituto Nacional de Higiene, impulsó el desarrollo
de una de las mayores colecciones de flora y fauna, y aprendió
varias lenguas aborígenes. Fundó en la Universidad
Nacional el departamento de Parasitología. En 1931-1932
fue rector de la Universidad del Cauca. Elaboró el primer
antídoto fabricado en Colombia contra el veneno de serpientes.
Estudió el curare y los venenos y tóxicos indígenas.
(Extractos de César Uribe Piedrahíta,
columna en Vanguardia Liberal, junio 19 de 2011). |
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Uribe Piedrahíta,
eterno aventurero del saber |
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El largo camino literario de Cesar
Uribe arrancó a los 13 años cuando tradujo poemas
del escritor portugués Teixeira de Pascoaes, textos hoy
perdidos. De su época estudiantil es Diario de
estudiante, con ensayos notables, en la columna literaria
Hojas de mi cartera. En Revista de las Indias
escribió Contribución al estudio del arte
Quimbaya, entre otros textos, y en la revisa Pan
el discurso inaugural de una exposición del pintor Carlos
Correa, Teotil en Santa Marta, su versión
del relato tradicional Sebastián de las Gracias,
etc. Para sus alumnos era el Mono Uribe, o el Estafilococo
dorado. Del poeta Guillermo Valencia, mereció el
apelativo de Caballero del Renacimiento. |
Toá
dentro de su contexto
continental seinstituye como
una expresión de rechazo a una
civilización europeizante que no
tiene ni idea de lo que en verdad
constituye la realidad hispanoamericana.
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Yolanda Forero |
Quince días
le bastaron a Uribe Piedrahíta para escribir su más
célebre novela: Toá. Narraciones de caucherías
(1933), en la hacienda Coconuco, situada en las
faldas del volcán Puracé, y vieja residencia del
general Tomás Cipriano de Mosquera. Es la historia de
un joven médico que intenta remediar la explotación
de los indios y colonos caucheros por comerciantes peruanos
y brasileños, marco para un romance selvático
con la india Toá. Para algunos, una novela menos lograda
que La Vorágine de Rivera.
Elisa Mujica, Antonio García y otros la valoran como
gran novela americana, aunque sin el estro poético
de José Eustasio Rivera. García, en la Nota
preliminar de Toá, dice: Rivera describe
fantásticos volúmenes policromados, César
Uribe paisajes sombríos de colores crudos. Juan
Gustavo Cobo Borda la elogia por la sobriedad en la denuncia,
porque sus personajes se presentan a sí mismos
a través de un lenguaje que es simultáneamente,
su acción, por el conocimiento de la naturaleza,
por sus episodios de congelado horror cinematográfico
y como un intento por romper los esquemas de una narrativa
convencional. |
El profesor Augusto Escobar Mesa,
de la Maestría en Literatura de la Universidad de Antioquia,
conceptuó que Uribe, adonde iba, observaba y constataba
cómo la llaga social se acrecentaba en todas partes y
de diversas maneras, bajo la acción de latifundistas,
siringueros, capitalistas, compañías multinacionales,
gobernantes ineptos o dictadores, que asolaban al campesino,
al colono, al indígena, al obrero, sin mostrar el menor
escrúpulo moral.
Y debieron pasar varias décadas para un ejercicio similar
de creación en la literatura colombiana con Álvaro
Cepeda Samudio o García Márquez, y en Latinoamérica
con las experimentaciones formales de Cortázar,
Severo Sarduy o José Lezama Lima (Prefacio a la
reedición de Apuntes para la geografía médica
del Ferrocarril de Urabá). |
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Elisa Mujica, Antonio
García y otros
valoran a Toá como gran novela
americana, aunque sin el estro poético
de José Eustasio Rivera.
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La investigadora Yolanda Forero
Villegas observa: La separación entre personajes
pertenecientes a la cultura oral y a la cultura escrita ha permitido
una comprensión de la dicotomía existente en la
novela. (
) Toá dentro de su contexto
continental se instituye como una expresión de rechazo
a una civilización europeizante que no tiene ni idea
de lo que en verdad constituye la realidad hispanoamericana
(Toá o el rechazo a la civilización
dominante, Centro Virtual Cervantes, 1991). Es una de
las tres novelas colombianas dos veces editada por la Espasa-Calpe
argentina, junto con María y La Vorágine,
y además traducida al ruso con 20.000 ejemplares.
A la obra pertenece este diálogo:
De dónde eres, Toá? preguntóle Antonio
una mañana y la muchacha contestó ingenuamente:
Yo
señor?... Yo soy del río
Sí, era hija del agua, había nacido de la cópula
del río con la selva.
(Colección Bicentenario de Antioquia, Universidad CES,
2013, página 94).
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En junio de 1935 salió
su segunda novela, Mancha de aceite, con el sambenito
de anti-imperialista, y sí que lo era: recrea
la explotación feroz de los campesinos por las compañías
petroleras multinacionales en el golfo de Maracaibo, vivencia
personal y directa. En la revista Pan se publicó
el primer capítulo de su novela inconclusa Caribe,
que prometía ser un libro de aventuras, y
en Revista de las Indias, Pesca de perlas (1939),
señalado como tercer capítulo de Caribe,
y que retrata el universo de traficantes y contrabandistas gringos
en el mar Caribe.
Eduardo Zalamea Borda conceptúa: No creo que fuese
César un estilista. Su lenguaje directo mostraba más
cuidado por la exactitud que por el primor.
Para Álvaro Medina: Uribe Piedrahíta no
era un narrador fluido, pero sí vigoroso. En contraste
con el adjetivismo de la prosa de Rivera, la suya en cambio
era sustantiva. En la revista de la Universidad Javeriana,
el profesor Jaime Alejandro Rodríguez Ruiz señala:
La novela (Toá) de César Uribe Piedrahíta
es un compromiso social de doble objetivo: uno de defender la
causa nacional, mostrando las razones por las que esa parte
de la Amazonía pertenece a Colombia, y otro de defender
los derechos de los indígenas de esa región.
Como si fuera poco, Uribe Piedrahíta acompañó
a María Cano en la fundación del Partido Socialista
Revolucionario. Para hombres así, sobran los calificativos.
Basta decir, como en el poema que le dedicó Maruja Vieira:
Amaba las orquídeas y los animalitos del campo
/ y era definitivamente bueno. |
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Ocioso
Lector
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Comentarios a Un repique insonoro' |
¡Hay
que ver el gusto de nuestros críticos de arte, embobados
hace algunos meses en la exposición de calcomanías
agropecuarias que se hizo en el centro social de nuestra élite!
Recortan monitas de jabón de Reuter y adornan su oficina
con abanicos del Tricófero de Barry y tablitas untadas
con óleos donde figuran calaveras sobre libros abiertos
junto a un manojo de pensamientos y un cirio agonizante. ¡Hay
que ver tantas cosas lindas! |
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¿Y
son ellos lo que se atreven a llamar mamarrachos al tríptico
de la minería en Antioquia de Pedro Nel Gómez?
¿Porque las mulatas, las negras -nuestras mujeres- no
tienen los pechos como poma-rosas y las caderas ondulantes y
embelesadoras? ¿Creen que Horizontes de Cano
es el reflejo de la raza emprendedora que puebla nuestras tierras
ásperas y duras? Pues bien, no es así nuestra
gente. Con todo el respeto y el amor que tengo a la memoria
de Cano, mi amigo de siempre, creo que ese ensayo, no respondió
a la realidad. Pido a todos los que no tengan las retinas cubiertas
de pomadas y ungüentos europeos que digan si nuestros campesinos
no son pura tierra, resecos por nuestros soles,
deformados por la brega contra el suelo rocoso, el río
cargado de oro y de muerte, y el socavón estrecho o el
organal que los obliga a penetrar al lecho aurífero,
como entran las raíces en terreno pedregoso.
¡Nuestros niños! ¿Quieren que se reproduzcan
en el muro grandioso de nuestra municipalidad como avisos de
Leche Dryco o como una repetición de Las Quíntuples?
¡Imposible! El muro no está colgado con guirnaldas
ni angelotes nalgudos. El muro está hecho con la tierra
de nuestros montes, con el esfuerzo de un pueblo que se quema
en el sol y en la fiebre. En ese muro humanizado por Pedro Nel
y enriquecido con la fuerza del color de tierra dorada, de carne
morena como el pan, aparecen los niños de nuestro pueblo.
(Extracto de Comentarios a 'Un repique insonoro',
César Uribe Piedrahíta - Revista Universidad de
Antioquia, enero de 1938). |
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