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Reflexión
del mes |
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Señor, las tristezas no se hicieron
para las bestias, sino para los hombres;
pero
si los hombres las sienten demasiado,
se
vuelven bestias.
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Miguel de Cervantes
Saavedra
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Corrupción
atenta
contra
institucionalidad,
imagen de marca y dignidad
William
Álvarez Gaviria, Otorrinolaringólogo - elpulso@elhospital.org.co
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Aprovechar por sus propios forjadores
una posicionada institución con todo e imagen de marca,
es relativamente inercial. No se requieren cálculos complejos,
ya que los frutos surgen por sí mismos cuando se actúa
eficiente, copartícipe e íntegramente para construir
y desarrollar una institución (1), cuyas dependencias
e imagen de marca, vía dicha sinérgica labor y
Buen Gobierno Corporativo, se posicionaron en una normatividad
legal y con muy buenos niveles de reputabilidad y competitividad. |
En contraste, aprovecharla
en beneficio particular y no del bien común (colegiado,
corporativo, nacional, etc.), requiere de deseos por el bien
ajeno, o sea de envidia o codicia, tanto como de confusas argucias
para lograrlo. Respecto de lo primero sabemos que en general
los humanos, gravitando en el temor al mañana, deseamos
lo ajeno, por lo que para inhibir tal desacierto requerimos
de concertaciones que deben ser llevadas a cabo por todos los
comprometidos. Concertaciones que pasarán por alto aquellos
cuyos oscuros propósitos están orientados a aprovecharse
de quienes den la oportunidad. |
Para llevar a cabo
sus planes parten precisamente de lo que el término envidia
etimológicamente evoca: invidere = no ver. Y es que no
ven incorrecto su codicia, ya que fuera de atenuar con esto
la ansiedad que ella conlleva, la conciben y pregonan como el
todo vale en la ley del más fuerte del otrora
capitalismo salvaje. No ven que el sistema económico
como la gestión estatal y corporativa en todo el orbe
evolucionó mediante firmes regulaciones al respecto,
por lo que tampoco experimentan desazón alguna por el
detrimento que a los demás y al entorno ocasionan.
Afortunadamente tal corrupción no es la regla. No obstante,
puede presentarse en cualquier institución y, más
aún, en aquellas conformadas por unas mayorías
indiferentes y/o con la visión centrada en su quehacer,
por necesidad, convicción o inopia, lo que les convierte
en presas fáciles a esquilmar. |
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Por esto, y pese a que aprovechar
por sus forjadores una posicionada profesión o institución
con todo e imagen de marca (marca país, corporativa,
colegial, etc.) mediante la estrategia del valor compartido
(2) es relativamente inercial, sí que amerita de gran
esfuerzo para salvaguardarla. Máxime que la principal
amenaza institucional hoy no es tanto la competencia, ya que
el buen nombre a esas alturas marca un atributo diferenciante
a sus copartícipes. Y tampoco es la mengua de usuarios
o clientes, ya que cuando se alcanzó tan buen posicionamiento
estos son cautivos y perciben la imagen de marca como un estilo
de vida, grata experiencia y/o sentido de pertenencia.
Principal amenaza para las empresas:
la corrupción
La principal amenaza, sobre todo en empresas de servicios
o en las dirigidas por líderes incapaces de movilizar
a sus copartícipes a gestionar retos de impacto, es,
además de la indolencia y falta de compromiso dentro
de la institución, la corrupción (externa o
interna) de unos pocos.
Corrupción generalmente llevada a cabo por quienes,
a más de codiciosos y perspicaces, saben que sus empleos
(3) y desempeño no dependen tanto de sus propios atributos,
como de su astucia para valerse y lucrarse de los demás.
Tal corrupción se consolida proporcionalmente a la
des-institucionalización fundacional normativa, desde
donde manipulan a su antojo el conocimiento, trabajo y erario
comunitario así como las dependencias y marca corporativa,
impidiendo el desarrollo organizacional y haciendo que el
interés monopolista y particular prime sobre el general.
Extrapolando lo anterior, se deduce que lo primero que debe
hacerse para gestionar una posicionada corporación
y su imagen de marca para el bien de sus forjadores es: no
dejárselas expoliar. Por eso lo más importante
es desenmascarar a los usurpadores y conocer cómo confabulan
para actuar en consonancia y mancomunadamente, y mantener
siempre en alto la consigna de que la dignidad humana responde
fundamentalmente a no dejarse alienar ni aprovechar unilateralmente
de otros (4).
Recordar que estos defraudadores (individual o grupalmente)
ávidos del bien ajeno, parten por lo general acumulando
un mayor capital monetario, accionario o intelectual, para
ir contando con el poder que dicho capital otorga y así
sustraer la mayor tajada de los botines burocráticos
y económicos. Al mismo tiempo se involucran o asocian
con otros (directivos o no) con iguales intereses, para apiñar
fuerzas de votación y poder arrasar en comicios, plenarias
o asambleas; pese, incluso, a que muchos de esos otros saquen
mejores tajadas (entre compinches no se pisan
se prorratean
lo usurpado).
Seguidamente, ya jueces y parte, afianzados en cómplice
reciprocidad en el poder y gozando por ello de cierta inmunidad
a las contravenciones que su aleve gestión conlleva,
montan una campaña de persuasión para dar a
entender que por el hecho de asistir con un mayor costo, actitud
o devoción y, dado de pronto el caso, corrido riesgos
al principio y avalado sus servicios, merecen a más
de subvenciones y remuneraciones excesivas, cargos para repartir
y los derechos a subcontratar y a la marca corporativa.
Para tal, entre otros y mediante diferentes medios, recurren
a publicidad engañosa o a certificaciones (ilegítimas
o no), que utilizan además para que no se sepa que
el alto posicionamiento institucional alcanzado ha sido principalmente
debido al cualificado y comprometido esfuerzo de sus forjadores
y al buen equipamiento y erario corporativo (erario público
en el caso gubernamental). Y a sabiendas de que, mucho más
que la certificación, lo que imprime hoy el atributo
diferenciante y la sostenibilidad institucional a largo plazo,
es saber gestionar copartícipemente retos impactantes
(5).
Toda esa artimaña, además de amparada por lacayos
y por cambios de nombre (6), o estatutos y concertaciones
leoninas suscritas y ratificadas por ellos y para sí
mismos, la efectúan mediante una estrategia a cuentagotas
que comprende: conocer a sus víctimas más que
éstas a sí mismas; propiciar el beneplácito
ilusorio de éstas apelando a emociones, sofismas, dádivas
y festejos distractores; recurrir al descrédito de
los denunciantes; y hacer sobredimensionar y empeñar
indebidamente la infraestructura corporativa, así como
distorsionar resultados y consecuencias.
Luego, para amortiguar los déficits y el barullo así
generados, y finiquitar con broche de oro, estos desleales
y corruptos individuos asisten la entrega o transferencia
de las instituciones a otras gobernanzas (monopolios, fondos
de capital de riesgo, multinacionales, países, etc.).
Gobernanzas que también utilizarán para paliar
sus propias contravenciones(7), y, dado el caso de no amortiguación
de déficits, las secuelas por venir (al mismo tiempo
que las facultan para que puedan entrar en libre connivencia
con ellos).
Consolidada la anterior estratagema, lo que deviene para estos
embarulladores es, a esas alturas, similar al aprovechamiento
solidario de una posicionada marca por sus forjadores; es
decir, expedita. Así, usurpar la imagen de marca o
ADN corporativo (el mayor activo de una institución),
ya les es tan asequible como el haberse aprovechado, entre
otras, de la mano de obra y del conocimiento de los forjadores
y copartícipes de los costos de mercadeo, equipamiento,
administración e impuestos que han costeado tanto para
acceder a usuarios y captar e intercambiar recursos, como
para desarrollar institucionalidad.
Dichos oportunistas viven pues, como cepas virales a expensas
del ADN de los hospederos. Y más aún cuando
han originado un ambiente tóxico generador de hormonas
de estrés en todos los implicados, incluido ellos mismos,
y por tanto han llevado a una mayor vulnerabilidad (diferente
de las instituciones saludables, cuya carga compartida de
deberes y valores y de hormonas de felicidad crean un clima
favorable y productivo hasta para el entorno).
Por ello, para que cualquier institución con una consolidada
marca o ADN corporativo siga adelante y beneficie a todas
sus partes, y acorde al esfuerzo de cada una y sin detrimento
del buen capital político direccional, es fundamental
deber y derecho: participar en toda decisión en que
la institucionalidad esté comprometida, así
como desenmascarar y tratar a los corruptos y abusadores de
poder como tales. Y más aún cuando la voracidad
de éstos va dirigida en última instancia al
entorno, que constituye el ambiente donde actuamos y sobrevivimos,
y donde aspiramos que lo sigan haciendo las generaciones por
venir.
Asimismo y como tratamiento complementario que no debe pasarse
por alto en bien de la institucionalidad, la marca y de todos
sus co-asociados, es en la dignidad humana (aquella que no
puede perderse en ninguna persona e instancia) donde también
está facultada la oportunidad y el derecho de rehabilitación
hasta para los mismos corruptos (8), con todo y lacayos. Y
recordar que para evitar las patologías del poder se
debe además practicar, entre otras, las siguientes
reglas de Buen Gobierno: limitar el período de las
directivas, contratar auditores capacitados y sin conflictos
de intereses, reforzar los comités administrativos
con personas competentes e independientes, y propender por
su diversidad y Educación Administrativa Continua.
Notas:
1. Institución (lo
instituido o fundado: nación, corporación, colegio
profesional, gremio, empresa, equipo, etc.): Concepto identificado
con la búsqueda de intereses particulares pero cuya
consecuencia es un bien común. La institucionalidad
es mayor en cuanto menos distorsiones haya en sus regulaciones.
En el ámbito científico (colegios profesionales),
su principal finalidad es velar y defender el prestigio de
los colegiados y de la profesión. En el ámbito
socioeconómico es regida por normas que equilibran
intereses de organizaciones, gobernantes, ciudadanos, administradores,
acreedores, accionistas, empleados y el entorno.
2. Valor y Esfuerzo compartido que combina el lucro con el
bienestar social y ambiental. Y no sólo porque sea
lo más rentable y ético, sino porque de ello
depende la sostenibilidad empresarial (Porter).
3. Jefes gubernamentales, ministeriales y empresariales, directivos,
asesores y grupos de negocios intra e interinstitucionales
(particulares, dependencias, contratistas, gestores, laboratoristas,
anestesiólogos, etc.)
4. Tan inalienable es la dignidad humana que nadie puede ser
esclavizado, ni siquiera por voluntad propia o por contrato.
Ninguna persona o grupo debe beneficiarse aprovechándose
unilateralmente de otros (Kaizen o MCCT empresarial).
5. Lo que caracteriza a un verdadero líder, cuya voluntad
obedece a planteamientos más integradores y éticos.
En el caso de gobernaciones corresponde a un estadista que
es quien, además de crear estatidad o capacidad de
internalizar identidad colectiva (entre otras, apoyándose
en imágenes de marca generadoras de pertenencia), hace
del Estado un instrumento al servicio de la Nación.
6. Así tenemos en Colombia el cambio de nombre de Empresa
Promotora de Salud por Gestora de Servicios de Salud.
7. Abuso, fraude, despojo, cohecho, tráfico de influencias,
contratación encubierta, nepotismo, administración
desleal, felonía, soborno, insider-trading, culpa in
vigilando, etc.
8. El desafío de cualquier directiva se resume en saber
aumentar y manejar su poder simultáneamente con el
de la institución, y a la vez conseguir que ese poder
no corrompa y sea proactivo corporativamente sin que su bienestar
riña con el de los demás.
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Inseguridad
asfixiante
Ramón
Córdoba Palacio, MD |
Es abrumadora la inseguridad que se apoderó
de nuestro país: asesinato de un joven médico
en Medellín por robarle su vehículo, asesinatos
para robar celulares, uso de perros para facilitar el delito,
cifras oficiales de pocos delincuentes detenidos y sancionados,
etc. En otras palabras: estamos a merced de los criminales,
y poco, muy poco protegidos por quienes deben brindarnos seguridad,
por quienes deben cuidar de nuestra vida y de nuestros bienes.
Para el común de los ciudadanos se plantean dos interrogantes
igualmente graves: incapacidad de quienes tienen el deber de
protegernos o corrupción de estos estamentos. |
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Un Estado que permite el asesinato
de inocentes, de seres en condición de indefensión
-el aborto y la eutanasia-, ha perdido la autoridad moral para
combatir el crimen en cualquiera de sus manifestaciones, y como
consecuencia natural, éste se apodera ufano de toda manifestación
social.
El respeto por la vida y la dignidad del ser humano no puede
ser parcial, necesariamente para ser efectivo tiene que ser
total, sin ningún resquicio que permita evasiones, subterfugios,
distinciones, etc., porque estos son elementos que propician
la corrupción incontrolable.
Nos acostumbramos a vivir en medio de la falta de honradez,
del crimen que corroe fatalmente la vida nacional, de la putrefacción
que brota como algo natural en algunas altas esferas del Estado
porque personal de instituciones creadas para evitarla no cumplió
su deber sino que, peor aún, la fomenta para beneficiarse
económicamente de ella. Infortunadamente algunos medios
de comunicación que habitualmente proclaman a los cuatro
vientos noticias sin duda importantes, pero no de la gravedad
y magnitud de ésta, guardan hoy un ominoso silencio o
una discreta parquedad al respecto.
Nuestros niños y nuestros jóvenes carecen de la
brújula que los oriente a la realización del bien,
entendido como sumo respeto por la vida y la dignidad intrínseca
del ser humano desde la concepción hasta su muerte natural,
y del mal para evitarlo a toda costa.
¿Tendremos en algún momento un cuerpo legislativo
capaz de poner término a esta corrupción con medidas
justas, pero que no sean reyes de burla?. |
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Bioética
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Nunca en la historia de la medicina se había presentado
una crisis como la que hoy vivimos, gracias a la corrupta, por
decir lo menos, Ley 100. Inclusive cuando quienes ejercían
la profesión médica eran civilmente verdaderos
esclavos, con patrones reconocidos, fueron siempre acogidos,
respetados, acatados. Actualmente no sólo es la profesión
más desprestigiada, como todas las del área de
la salud, sino que muchos de aquellos que obtuvieron honestamente
su título de Médico, se ven obligados
a ser simples amanuenses |
de gerentes, médicos o no, que sólo les permiten
escribir lo que ellos consideran conveniente para su personal
beneficio o el de su empresa: es decir, les suprimen el derecho
de pensar, de razonar, inherente a su condición humana.
Más aún, al desprestigio se suma la agresión
física, a veces con lesiones de alguna gravedad. No
se considera al médico como persona honesta, digna
de ser respetada, sino como un posible criminal que debe pagar
los errores y horrores que la Ley 100 trajo consigo al convertir
la atención al paciente en negocio, al enfermo mismo
en mercadería.
El periódico ADN del jueves 13 de febrero
de 2014 en Medellín, en la página 3 denuncia
«Agresiones a personal médico una constante.
[
] Los episodios de agresiones físicas y verbales
al personal médico que atiende en los hospitales y
unidades intermedias de la ciudad, son constantes. Así
lo denuncian médicos y enfermeras de las diferentes
salas de urgencias, quienes cada vez más son víctimas
de insultos, amenazas y hasta golpes, por la intolerancia
y la impaciencia de los usuarios».
Y continúa: « [
] A finales de enero, dos
ambulancias fueron atacadas con piedras, dejando a un conductor
herido en su cuello y los vehículos fuera de servicio».
El odio de estos vándalos les impidió pensar
que esas ambulancias podían ser un elemento importantísimo
para salvar la vida de ellos mismos o de un ser querido: mamá,
hijo, cónyuge, etc.
¿Qué responsabilidad cabe a los médicos?
Algunos encontraron que es más cómodo aceptar
el destino del burócrata que la lucha por la dignidad
de su profesión; otros, ante la perspectiva del fracaso,
prefirieron la inercia, el dejar hacer; unos cuantos
encontraron un escudo que cubriera su ineptitud científica
o humana para cumplir adecuadamente su misión. Los
celos profesionales y la incapacidad de renunciar a beneficios
egoístas evitó la formación de un frente
común capaz de demostrar los perjuicios que la Ley
100 tiene para los pacientes en primer lugar, para el ejercicio
honesto de la medicina en segundo lugar, y para oponerse con
éxito a su implantación.
Infortunadamente son tantos y tan valiosos los intereses económicos
que la citada Ley permitió acumular a las instituciones
que creó y a sus dueños, que la abolición
de la misma se constituyó en problema mercantil de
tal envergadura que, por decir lo menos, impide a muchos de
nuestros legisladores apreciar el atropello a la intrínseca
dignidad humana de los pacientes y de los médicos,
pero primordialmente de los enfermos, y les hace olvidar que
en cualquier momento ellos o alguno de sus seres queridos
puede requerir del médico.
En Colombia, donde la corrupción ha permeado las clases
dirigentes y las dirigidas hasta el punto que comprar y vender
conciencias, seres humanos, etc., se convirtió en pan
nuestro de cada día y se le ha dado visos de honestidad,
de decencia, de inteligente aprovechamiento, a estos criminales
desmanes. Las Academias de Medicina, las Facultades de Medicina,
las asociaciones de profesionales que aún estamos plenamente
convencidos de la inherente e intrínseca dignidad del
ser humano por su calidad de tal, por su condición
de ser humano, tenemos el ineludible deber de
proclamarlo a los cuatro vientos, en forma oportuna e inoportuna.
Félix Martí Ibáñez, nos enseña:
«Pues ser médico es mucho más
que ser un mero dispensador de píldoras o un carpintero
médico que remienda y compone carnes y almas rotas.
El médico es una piedra angular en la sociedad humana
y un intermediario entre el hombre y Dios» (Ser
Médico. MD en español. Abril de 1975).
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NOTA:
Esta sección es un aporte del Centro Colombiano de Bioética
-Cecolbe-. |
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Maestro, ¿qué es eterno?
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La
corrupción electoral: os votos no aparecen, votan los muertos
y no aparecen los votos de los vivos, anulan votos mal anulados,
los jurados no saben contar sino los votos de su partido,
los candidatos no se respetan, compran y venden como en plaza
de mercado, le venden el alma al diablo y están untados de
todo… hasta de mermelada… Los comicios no son peleas de buenos
y malos, sino de malos y peores. ¡Pobre democracia, pequeño
saltamontes!
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