En 2010, cuando se instala el gobierno del presidente Juan
Manuel Santos, en el sistema de salud se empezaron a detectar
graves irregularidades que llevaron a crear un cuerpo élite
de lucha contra la corrupción. Gracias a las indagaciones,
en 2011 se desmantela una red señalada de un gran
desfalco a la salud, con millonarios recobros a Fosyga.
Meses más tarde también se empiezan a revelar
importantes distorsiones en precios de medicamentos, tanto
desde estudios oficiales como gremiales y de la academia.
Vale recordar que los recobros al Fosyga por prestaciones
No-POS pasaron de $113.000 millones en 2003 a $2,4 billones
en 2010; se estima que los medicamentos biotecnológicos
monopólicos constituirían alrededor del 60%
de los recobros, representando así una parte fundamental
de ese crecimiento exponencial. Y según informe del
Observatorio del Medicamento (Observamed), en reportes de
farmacéuticas al Sistema Integrado de Suministro
de Medicamentos (Sismed) entre 2008 y 2013, las ventas acumuladas
de solo 10 bio-fármacos sumaron $3 billones (equivalente
al total de ventas de una muestra de 48 de ellos entre 2008
y 2011).
Según datos del Ministerio de Salud, en Colombia
se venden unos 17.000 tipos de medicamentos; de esos, 1.677
son biotecnológicos y son utilizados por unos 70.000
pacientes (de los 500.000 que padecen enfermedades de alto
costo). Según el Gobierno, como los bio-similares
o bio-competidores de medicamentos innovadores tendrán
un precio mucho más bajo, se estiman ahorros entre
$300.000 millones y $600.000 millones anuales, recursos
suficientes para construir 7 hospitales de segundo nivel
de complejidad.
Para que Colombia tuviera acceso a medicamentos biológicos
de calidad y a precios accesibles, la Ley 1438/11 estableció
que debían reglamentarse estos medicamentos, tanto
los de innovación como los bio-competidores; desde
entonces se inició un largo proceso con discusiones
nacionales e internacionales, hasta concluir con la expedición
del decreto 1782/14 que regula los requisitos y procedimientos
para las evaluaciones farmacológicas y farmacéuticas
de medicamentos biológicos en el registro sanitario.
Esta norma es considerada pionera en el mundo, por ser la
primera -incluso antes de Estados Unidos y países
europeos, o de sus agencias regulatorias- que incluye una
ruta abreviada o simplificada de comparabilidad.
Pero sacar avante este decreto no fue fácil: el gobierno
colombiano en cabeza del presidente Santos y del ministro
de Salud, Alejandro Gaviria, fueron señalados de
querer atentar contra la salud y la vida de los colombianos,
por querer implantar una norma que facilitara el acceso
a estos medicamentos. Recibieron toda clase de presiones
dentro y fuera del país, como cartas del vicepresidente
de Estados Unidos, Joe Biden, hasta de agencias de comercio,
farmacopea y biotecnología, que con falsos argumentos
pseudo-técnicos denunciaban el proyecto colombiano
como herejía y acto de irresponsabilidad.
Vale anotar que el país afianzó su soberanía
sanitaria en el tema, recurriendo a las flexibilidades
consignadas en el acuerdo de la OMPI (Organización
Mundial de la Propiedad Intelectual), concedidas para que
un país defienda sus intereses con equilibrio entre
las políticas comerciales y las de salud. Para esta
reglamentación se consideraron entonces requisitos
y procedimientos que garanticen calidad, seguridad y eficacia
de medicamentos biológicos, sin generar barreras
a la competencia.
Fue tan fuerte la discusión y la presión,
que el presidente Santos al invitar a su equipo a la firma
del decreto 1782, les indicó: Vamos a hacer
historia. Y luego en sus intervenciones de presentación
del decreto, el presidente y el ministro Gaviria reafirmaron
el propósito de abrir la competencia en este mercado
y el deseo de ofrecer a los pacientes y al sistema de salud
alternativas terapéuticas de igual calidad a menor
precio.
Tras su notificación a la Organización Mundial
del Comercio y su presentación en la última
Asamblea Mundial de la Salud, ambas instancias señalaron
que la norma colombiana no constituye un obstáculo
técnico al comercio y que se ajusta a los requerimientos
sanitarios más avanzados en la materia. Ahora solo
resta posicionar este modelo de regulación en el
mundo y defenderlo en el concierto internacional de los
embates que no cesarán desde las multinacionales
farmacéuticas que ven perder un gran nicho de negocio.
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