MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 16    No. 215  SEPTIEMBRE DEL AÑO 2016    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 

Medicina y espiritualidad
Es posible que sea la compasión y la amistad terapéutica, en un ambiente de afecto y comunicación fluida entre el profesional y el paciente, lo que permita volver a creer: nosotros en el paciente y él en nosotros. Las investigaciones respaldan una buena comunicación y afecto hacia el paciente, como el mejor remedio para mejorar los resultados en salud y disminuir el riesgo de malos entendidos.
Hace algunos años en nuestra sociedad, los personajes de mayor credibilidad eran el maestro, el sacerdote y el médico. Todos nuestros pueblos y caseríos en la época en que la mayor parte de nuestra población era rural, sentían una fe casi ciega por aquellos. Esto es lo que cuentan nuestros abuelos.
Sin embargo, hoy podemos evidenciar la pérdida en la credibilidad en todo y en todos. En las personas y en las instituciones. Vivimos una auténtica “crisis de la institucionalidad”. Incluso, a los vecinos con los que crecimos desde niños, los miramos con desconfianza. Infortunadamente, la relación médico-paciente no es la excepción.
Como personal de la salud, nos lamentamos por los cambios que sobrevinieron como producto, no sólo de la legislación, sino de la introducción de los principios del mercado en la medicina. También sentimos que el tradicional paciente que creía y confiaba en nuestro trabajo, ya no existe, o por lo menos quedan pocos que posean esta fe.
Volvamos a la esencia de la medicina:
una relación indisoluble entre dos personas que
poseen la dignidad propia del ser humano.
Un vínculo que solo podrá sobrevivir, si la compasión
y la confianza se hacen palpables.
Pero nuestros pacientes también piensan que las instituciones y que las personas que prestan un servicio público, como el personal de la salud, también han cambiado. No pocos de ellos nos ven a veces como seres sin vocación, apáticos, desinteresados, fríos, mercantilizados... En una palabra: deshumanizados, y sin amor por lo que hacemos.
Asistimos a una relación médico-paciente que cambió por múltiples causas, pero que en muchas ocasiones está atravesada por el malentendido y el desacuerdo. Con grandes diferencias de expectativas entre uno y otro actor.
Observando lo ocurrido en países industrializados y lo que empezó a suceder en nuestro país, podríamos aventurarnos a afirmar que estamos en la era de una medicina con una gran confianza en la tecnología y paradójicamente, que cree poco en los seres humanos que la utilizan. Ahora muchos colegas abogan por practicar una “medicina a la defensiva” con el fin de evitar dificultades con los pacientes, amparándose en esa tecnología que creemos infalible.
Estamos en la era de una medicina con gran
confianza en la tecnología y paradójicamente, que cree
poco en los seres humanos que la utilizan. Muchos abogan
por practicar una “medicina a la defensiva” para evitar
dificultades con los pacientes, amparándose en esa
tecnología que creemos infalible.
Bien sabemos lo que ocurre cuando actuamos movidos por el miedo y no por la lógica. Un listado interminable de exámenes costosos e innecesarios que aumentan la probabilidad de resultados “falsos positivos”, y que generan más angustia y menos satisfacción a nuestros pacientes. Además, la tecnología no está exenta de producir daños colaterales que pueden ser más peligrosos que el diagnóstico que se está descartando.
Sin embargo, no todo está perdido, pues no es lo mismo una medicina practicada a la defensiva que una medicina centrada en los intereses del paciente y movida por la compasión. Es posible que sea la compasión y la amistad terapéutica, en un ambiente de afecto y con una comunicación fluida entre el profesional y el paciente, lo que permita volver a creer: nosotros en el paciente y él en nosotros. Las investigaciones respaldan una buena comunicación y afecto hacia el paciente, como el mejor remedio para mejorar los resultados en salud y de paso, disminuir el riesgo de malos entendidos.
Volvamos a la esencia de la medicina: una relación indisoluble entre dos personas que poseen la dignidad propia del ser humano. Un vínculo que solo podrá sobrevivir, si la compasión y la confianza se hacen palpables.
julian.ramirez.md@gmail.com
 
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