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La Bioética y los Comités
de Ética
Comité
de Ética Institucional Hospital Universitario San Vicente
de Paúl, Medellín
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La bioética es
un movimiento interdisciplinar surgido en los años
60 y 70, que pretende establecer una forma mínima de
filosofía moral en el ámbito de la medicina.
Se inicia en Seattle en 1960, con la decisión conflictiva
sobre cuáles pacientes se someterían a un tratamiento
artificial de diálisis, como un medio de sustituir
la función del riñón cuando ésta
había sido perdida irreversiblemente. Estas mismas
decisiones conflictivas se extendieron a los demás
desarrollos tecnológicos que buscan expandir la duración
de la vida natural del ser humano, pero al mismo tiempo, generan
profundas incertidumbres y vacíos al iniciar, suspender
o continuar, un determinado cuidado. 
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Este movimiento bioético que incluye
médicos, enfermeras, filósofos, teólogos,
antropólogos, psiquiatras y juristas, es importante
porque procura facilitar una discusión abierta y
un examen crítico de las premisas éticas que
fundamentan las decisiones sobre la vida y la muerte en
situaciones límite; así, amplió el
campo de acción de la medicina y estimuló
a los servidores de la salud a tornarse más reflexivos
en sus decisiones.
La bioética es la búsqueda ética aplicada
a las cuestiones planteadas por el progreso biomédico;
procura encontrar soluciones a los conflictos de valores
en el mundo de la intervención biomédica;
y se ocupa del estudio de la conducta humana en el campo
de las ciencias biológicas y la atención en
salud, en la medida en que esta conducta se examine a la
luz de los valores y principios morales.
Los principios fundamentales tratados por Beauchamp y Childress
en 1970, hacen alusión a la autonomía, la
beneficencia, la no maleficencia y la justicia. Constituyen
ellos la "gramática" de la bioética
y sus principios elementales de fundamentación.
Las intervenciones médicas en situaciones críticas
y límites, la iniciación o no de procedimientos
terapéuticos invasivos que mantienen artificialmente
la vida, la suspensión de éstos, la aclaración
entre matar y omitir o retirar tratamientos inútiles,
desproporcionados o gravosos, y el vivir y el morir con
dignidad, constituyen para la acción interdisciplinar
de la bioética una apertura dialógica, por
encontrarse en el terreno de varios discursos: el médico,
el jurídico, el social, el político, el económico,
el administrativo y el filosófico, siendo este último
el llamado a aclarar los conceptos utilizados en el debate
bioético y no tanto en las discusiones cotidianas,
para que aquellos sean racionales y menos emotivos.
Dificultades de la Bioética
La primera dificultad bioética es articular el diálogo
interdisciplinar y la pluralidad de cosmovisiones. Todo
discurso, cualquiera sea su naturaleza: filosófica,
teológica o científica, parte de un determinado
conjunto de creencias o de preconcepciones acerca de la
realidad, del mundo y del hombre; estas visiones globales
y previas a la discusión, no son de naturaleza estrictamente
científica ni filosófica, sino que emergen
de la tradición cultural y de un trasfondo mitológico:
de ahí la variedad de sus percepciones.
Otra dificultad que surge acerca de las decisiones sobre
la vida y la muerte, es la multiplicidad de intereses que
hacen parte de la discusión, tanto del orden personal
o grupal, como de índole religiosa, política,
económica o social. La reflexión que surge
al considerar estas decisiones no es patrimonio exclusivo
de la ética; tiene dimensiones sociales, políticas,
religiosas, jurídicas, legales y económicas.
El debate no es entonces neutral, puesto que inciden otros
factores no racionales en la toma de decisiones.
La colonización tecnológica del mundo de la
vida transformó profunda y radicalmente los procesos
de nacer, enfermar, sanar y morir; el vivir y el morir intervenidos
biotecnológicamente, se convierten en procesos elásticos,
porque se pueden ampliar y postergar casi indefinidamente,
mediante distintos procedimientos. Justamente en esto radica
el éxito y el poder de la biomedicina, no tanto por
lo que hace sino por lo que puede hacer, y por hacer posible
hoy lo que antes no era.
La bioética tiene en este punto su papel fundamental:
no todo lo que técnicamente es posible, es lícito
desde el punto de vista ético. Prolongar la vida
de un ser humano más allá de los límites
proporcionados, lo que se denomina encarnizamiento terapéutico,
técnicamente es posible, pero éticamente es
reprobable, porque puede vulnerar el derecho de la persona
humana a morir con dignidad, como corresponde a su condición;
este proceder tiene que ver con una forma de paternalismo
médico, es una incorrecta interpretación del
exagerado poder del principio de beneficencia realizado
por el médico, por lo que se hace necesario fijar
límites al exagerado deseo de poder hacer, de poder
intervenir, proporcionando el ejercicio real de la autonomía
del paciente, y la mesura y la prudencia en el ejercicio
médico.
Mientras mayor sea el desarrollo y la depuración
que la civilización tecnológica haga de sus
componentes esenciales análisis, cuantificación,
abstracción, computación, mecanización,
sistematización y automatismo-, más se reducirá
el ser humano a un conjunto de números, códigos,
fichas, curvas, registros, desviaciones de la norma, análisis
de orina, de fecales, etc. El modelo biomédico centra
la explicación del proceso salud-enfermedad en principios
físicos reduccionistas, de tal manera que al fragmentar,
dividir y disecar el organismo para su estudio intensivo
e investigativo, también fragmenta la responsabilidad
con la persona que sufre. Este modelo positivista permite
que el hecho real y concreto de la vivencia de cada persona
enferma en su multidimensionalidad y plurirrelacionalidad,
sea convertido en signo o símbolo registrable, medible
y cuantificable, que resulta ser más importante que
el hecho real.
Peligros del avance tecnológico
La inmensa responsabilidad de nuestro saber corre paralela
con la necesidad de ser cuidadosos en el adecuado uso del
enorme poder que hay en la mente y en las manos del hombre
actualmente.
Todo instrumento que el cerebro del hombre ha inventado,
descubierto o desarrollado, lo ha dirigido también
a la destrucción de sí mismo y de su entorno.
Cabe entonces acá la pregunta: ¿así
como hay un crecimiento y desarrollo de la ciencia y la
técnica, hay una evolución psicológica
y emocional proporcional, capaz de asimilar y adaptarse
a dicho crecimiento?
La tecnología, como cualquier otra invención
humana, debe estar al servicio del hombre y jamás
a la inversa; en general, las complicaciones y conflictos
tecnológicos son consecuencia de una inversión
de estas prioridades. Un principio ético importante
en medicina es "ante todo no causar daño".
En la ética médica, la vida no es un bien
absoluto o último, así como la muerte no es
un mal absoluto; sus principios se expresan en términos:
a) negativos: no hacer daño, no dañar al enfermo;
b) positivos: restaurar la salud o aliviar el sufrimiento;
por lo tanto, prolongar la vida a cualquier precio (costo),
es algo extraño y ajeno a la ética médica.
La controversia se origina a partir del conflicto entre
los principios positivos de restaurar la salud (curar) o
aliviar el sufrir (paliar), con los negativos de por lo
menos no hacer daño, no dañar al enfermo;
este límite no es claro ni fácil de definir,
pues depende de factores como: actitud frente a la vida
y la muerte, intereses personales, familiares o económicos,
los cuales conducen a vender tratamientos o procedimientos
terapéuticos que prolongan artificial y temporalmente
la vida; mientras más agresivos e invasivos los tratamientos
para las enfermedades, mayores son los sufrimientos para
los seres humanos que las padecen. Hay una dificultad real
para saber cuándo un tratamiento específico
no solamente fallará sino que generará más
sufrimiento al paciente.
La concepción de la muerte
No debemos olvidar que hacemos parte de una civilización
que niega la muerte, que la tiene como enemiga, que la debe
combatir y a la cual el médico tiene la obligación
de vencer; esa es la manifestación del conflicto.
Negamos algo que se desea reprimir, ignorar, evadir, escapar;
esto es válido como mecanismo de defensa frente a
algo que nos amenaza y nos produce miedo; se niega lo que
se conoce, no se niega lo desconocido; pero, una civilización
que niega la muerte acaba por negar la vida. La cultura
erigida contra la muerte se identifica posteriormente con
su enemigo, la muerte; la cultura adversaria de la muerte
crea fuerzas portadoras de muerte que generan destrucción,
daño, sufrimiento, como la iatrogenia.
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Una civilización
que niega la muerte acaba por negar la vida
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Cada creencia sobre la muerte representa una manera como
los seres humanos de una cultura determinada estructuran su
imagen de realidad y de sí mismos; es la concepción
simbólica de la muerte la que configura nuestra relación
con la vida y el mundo. La actitud, como factor cognitivo,
se basa en la experiencia, la cual es condicionada por la
cultura para determinar una respuesta específica frente
a eventos relevantes y amenazantes. Toda actitud al dolor,
a la enfermedad curable o no, al miedo, al sufrimiento y a
la muerte- afecta la calidad del cuidado médico y de
la institución médica con la persona que sufre.
Precisiones
Para tomar decisiones clínicas que incluyen dilemas
éticos, es esencial considerar por lo menos cuatro
aspectos:
- La situación médica real con su evaluación
integral psicofísica y social.
- Las preferencias e intereses del paciente.
- La calidad de vida.
- El contexto y las circunstancias que la rodean y hacen
parte de la experiencia.
Es función del Comité analizar las situaciones
de conflicto que surgen durante el proceso de atención
de los pacientes y garantizarles a éstos ser tratados
con respeto y consideración, de acuerdo con su condición
y circunstancias reales; protegerlos de intervenciones que
pueden generarles más daño que beneficio y advertir
siempre de los riesgos iatrogénicos que se producen
en instituciones como la nuestra, altamente especializada
y tecnificada.
Por lo anterior, el Comité de Ética Institucional,
no es en ningún momento la instancia encargada de tomar
decisiones médicas, ni de imponer determinados tratamientos,
ni de prescribirlos en forma de recetas o formulaciones imperativas;
cualquier decisión es responsabilidad exclusiva del
personal médico y paramédico que asiste a la
persona vulnerable en su situación concreta de espacio,
tiempo y circunstancia. No es correcto pensar o entender que
el Comité tiene el poder de ordenar o prescribir un
tratamiento determinado o exigirle a alguien que lo haga;
esto sería un despropósito ajeno a la esencia
de su ser, que no es otra cosa que la reflexión crítica,
racional, discursiva, argumentativa y dialógica de
las situaciones extremas, presentes en la atención
en salud.
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