MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 3    NO 43   ABRIL DEL AÑO 2002    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 

La Bioética y los Comités de Ética

Comité de Ética Institucional Hospital Universitario San Vicente de Paúl, Medellín

La bioética es un movimiento interdisciplinar surgido en los años 60 y 70, que pretende establecer una forma mínima de filosofía moral en el ámbito de la medicina. Se inicia en Seattle en 1960, con la decisión conflictiva sobre cuáles pacientes se someterían a un tratamiento artificial de diálisis, como un medio de sustituir la función del riñón cuando ésta había sido perdida irreversiblemente. Estas mismas decisiones conflictivas se extendieron a los demás desarrollos tecnológicos que buscan expandir la duración de la vida natural del ser humano, pero al mismo tiempo, generan profundas incertidumbres y vacíos al iniciar, suspender o continuar, un determinado cuidado.

Este movimiento bioético que incluye médicos, enfermeras, filósofos, teólogos, antropólogos, psiquiatras y juristas, es importante porque procura facilitar una discusión abierta y un examen crítico de las premisas éticas que fundamentan las decisiones sobre la vida y la muerte en situaciones límite; así, amplió el campo de acción de la medicina y estimuló a los servidores de la salud a tornarse más reflexivos en sus decisiones.
La bioética es la búsqueda ética aplicada a las cuestiones planteadas por el progreso biomédico; procura encontrar soluciones a los conflictos de valores en el mundo de la intervención biomédica; y se ocupa del estudio de la conducta humana en el campo de las ciencias biológicas y la atención en salud, en la medida en que esta conducta se examine a la luz de los valores y principios morales.
Los principios fundamentales tratados por Beauchamp y Childress en 1970, hacen alusión a la autonomía, la beneficencia, la no maleficencia y la justicia. Constituyen ellos la "gramática" de la bioética y sus principios elementales de fundamentación.
Las intervenciones médicas en situaciones críticas y límites, la iniciación o no de procedimientos terapéuticos invasivos que mantienen artificialmente la vida, la suspensión de éstos, la aclaración entre matar y omitir o retirar tratamientos inútiles, desproporcionados o gravosos, y el vivir y el morir con dignidad, constituyen para la acción interdisciplinar de la bioética una apertura dialógica, por encontrarse en el terreno de varios discursos: el médico, el jurídico, el social, el político, el económico, el administrativo y el filosófico, siendo este último el llamado a aclarar los conceptos utilizados en el debate bioético y no tanto en las discusiones cotidianas, para que aquellos sean racionales y menos emotivos.
Dificultades de la Bioética
La primera dificultad bioética es articular el diálogo interdisciplinar y la pluralidad de cosmovisiones. Todo discurso, cualquiera sea su naturaleza: filosófica, teológica o científica, parte de un determinado conjunto de creencias o de preconcepciones acerca de la realidad, del mundo y del hombre; estas visiones globales y previas a la discusión, no son de naturaleza estrictamente científica ni filosófica, sino que emergen de la tradición cultural y de un trasfondo mitológico: de ahí la variedad de sus percepciones.
Otra dificultad que surge acerca de las decisiones sobre la vida y la muerte, es la multiplicidad de intereses que hacen parte de la discusión, tanto del orden personal o grupal, como de índole religiosa, política, económica o social. La reflexión que surge al considerar estas decisiones no es patrimonio exclusivo de la ética; tiene dimensiones sociales, políticas, religiosas, jurídicas, legales y económicas. El debate no es entonces neutral, puesto que inciden otros factores no racionales en la toma de decisiones.
La colonización tecnológica del mundo de la vida transformó profunda y radicalmente los procesos de nacer, enfermar, sanar y morir; el vivir y el morir intervenidos biotecnológicamente, se convierten en procesos elásticos, porque se pueden ampliar y postergar casi indefinidamente, mediante distintos procedimientos. Justamente en esto radica el éxito y el poder de la biomedicina, no tanto por lo que hace sino por lo que puede hacer, y por hacer posible hoy lo que antes no era.
La bioética tiene en este punto su papel fundamental: no todo lo que técnicamente es posible, es lícito desde el punto de vista ético. Prolongar la vida de un ser humano más allá de los límites proporcionados, lo que se denomina encarnizamiento terapéutico, técnicamente es posible, pero éticamente es reprobable, porque puede vulnerar el derecho de la persona humana a morir con dignidad, como corresponde a su condición; este proceder tiene que ver con una forma de paternalismo médico, es una incorrecta interpretación del exagerado poder del principio de beneficencia realizado por el médico, por lo que se hace necesario fijar límites al exagerado deseo de poder hacer, de poder intervenir, proporcionando el ejercicio real de la autonomía del paciente, y la mesura y la prudencia en el ejercicio médico.
Mientras mayor sea el desarrollo y la depuración que la civilización tecnológica haga de sus componentes esenciales análisis, cuantificación, abstracción, computación, mecanización, sistematización y automatismo-, más se reducirá el ser humano a un conjunto de números, códigos, fichas, curvas, registros, desviaciones de la norma, análisis de orina, de fecales, etc. El modelo biomédico centra la explicación del proceso salud-enfermedad en principios físicos reduccionistas, de tal manera que al fragmentar, dividir y disecar el organismo para su estudio intensivo e investigativo, también fragmenta la responsabilidad con la persona que sufre. Este modelo positivista permite que el hecho real y concreto de la vivencia de cada persona enferma en su multidimensionalidad y plurirrelacionalidad, sea convertido en signo o símbolo registrable, medible y cuantificable, que resulta ser más importante que el hecho real.
Peligros del avance tecnológico
La inmensa responsabilidad de nuestro saber corre paralela con la necesidad de ser cuidadosos en el adecuado uso del enorme poder que hay en la mente y en las manos del hombre actualmente.
Todo instrumento que el cerebro del hombre ha inventado, descubierto o desarrollado, lo ha dirigido también a la destrucción de sí mismo y de su entorno. Cabe entonces acá la pregunta: ¿así como hay un crecimiento y desarrollo de la ciencia y la técnica, hay una evolución psicológica y emocional proporcional, capaz de asimilar y adaptarse a dicho crecimiento?
La tecnología, como cualquier otra invención humana, debe estar al servicio del hombre y jamás a la inversa; en general, las complicaciones y conflictos tecnológicos son consecuencia de una inversión de estas prioridades. Un principio ético importante en medicina es "ante todo no causar daño". En la ética médica, la vida no es un bien absoluto o último, así como la muerte no es un mal absoluto; sus principios se expresan en términos: a) negativos: no hacer daño, no dañar al enfermo; b) positivos: restaurar la salud o aliviar el sufrimiento; por lo tanto, prolongar la vida a cualquier precio (costo), es algo extraño y ajeno a la ética médica.
La controversia se origina a partir del conflicto entre los principios positivos de restaurar la salud (curar) o aliviar el sufrir (paliar), con los negativos de por lo menos no hacer daño, no dañar al enfermo; este límite no es claro ni fácil de definir, pues depende de factores como: actitud frente a la vida y la muerte, intereses personales, familiares o económicos, los cuales conducen a vender tratamientos o procedimientos terapéuticos que prolongan artificial y temporalmente la vida; mientras más agresivos e invasivos los tratamientos para las enfermedades, mayores son los sufrimientos para los seres humanos que las padecen. Hay una dificultad real para saber cuándo un tratamiento específico no solamente fallará sino que generará más sufrimiento al paciente.
La concepción de la muerte
No debemos olvidar que hacemos parte de una civilización que niega la muerte, que la tiene como enemiga, que la debe combatir y a la cual el médico tiene la obligación de vencer; esa es la manifestación del conflicto. Negamos algo que se desea reprimir, ignorar, evadir, escapar; esto es válido como mecanismo de defensa frente a algo que nos amenaza y nos produce miedo; se niega lo que se conoce, no se niega lo desconocido; pero, una civilización que niega la muerte acaba por negar la vida. La cultura erigida contra la muerte se identifica posteriormente con su enemigo, la muerte; la cultura adversaria de la muerte crea fuerzas portadoras de muerte que generan destrucción, daño, sufrimiento, como la iatrogenia.

Una civilización que niega la muerte acaba por negar la vida

Cada creencia sobre la muerte representa una manera como los seres humanos de una cultura determinada estructuran su imagen de realidad y de sí mismos; es la concepción simbólica de la muerte la que configura nuestra relación con la vida y el mundo. La actitud, como factor cognitivo, se basa en la experiencia, la cual es condicionada por la cultura para determinar una respuesta específica frente a eventos relevantes y amenazantes. Toda actitud al dolor, a la enfermedad curable o no, al miedo, al sufrimiento y a la muerte- afecta la calidad del cuidado médico y de la institución médica con la persona que sufre.
Precisiones
Para tomar decisiones clínicas que incluyen dilemas éticos, es esencial considerar por lo menos cuatro aspectos:

  • La situación médica real con su evaluación integral psicofísica y social.
  • Las preferencias e intereses del paciente.
  • La calidad de vida.
  • El contexto y las circunstancias que la rodean y hacen parte de la experiencia.

Es función del Comité analizar las situaciones de conflicto que surgen durante el proceso de atención de los pacientes y garantizarles a éstos ser tratados con respeto y consideración, de acuerdo con su condición y circunstancias reales; protegerlos de intervenciones que pueden generarles más daño que beneficio y advertir siempre de los riesgos iatrogénicos que se producen en instituciones como la nuestra, altamente especializada y tecnificada.
Por lo anterior, el Comité de Ética Institucional, no es en ningún momento la instancia encargada de tomar decisiones médicas, ni de imponer determinados tratamientos, ni de prescribirlos en forma de recetas o formulaciones imperativas; cualquier decisión es responsabilidad exclusiva del personal médico y paramédico que asiste a la persona vulnerable en su situación concreta de espacio, tiempo y circunstancia. No es correcto pensar o entender que el Comité tiene el poder de ordenar o prescribir un tratamiento determinado o exigirle a alguien que lo haga; esto sería un despropósito ajeno a la esencia de su ser, que no es otra cosa que la reflexión crítica, racional, discursiva, argumentativa y dialógica de las situaciones extremas, presentes en la atención en salud.

 



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