MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 8    NO 99  DICIEMBRE DEL AÑO 2006    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co

Reflexión del mes

“Grande o pequeño, todo hombre es poeta
si sabe ver el ideal, más allá de sus actos”.

“El hombre más fuerte del mundo es el que está más solo”.

Henrik Johan Ibsen (1828-1906). Considerado el más importante dramaturgo noruego y uno de los autores que más influyó en la dramaturgia moderna, padre del drama realista moderno y antecedente del teatro simbólico. En su época, sus obras fueron consideradas escandalosas por una sociedad dominada por valores victorianos, obras que cuestionaban el modelo de familia y de sociedad dominante. Sus obras no han perdido vigencia.
 
 
¿Ministerio de la
Protección Social?

Ramón Córdoba Palacio, MD - elpulso@elhospital.org.co
Periódicamente los medios de comunicación nos ilustran con horripilantes noticias, respaldadas gráficamente, sobre la crónicamente pésima atención a los pacientes que reclaman reiterada y desesperanzadamente lo indicado por el médico para recuperar la salud o evitar mayor deterioro de ella: niños que padecen diferentes tipos de cáncer, enfermos de sida, pacientes a quienes hace seis años se les indicó trasplante renal, etc.; y el gerente de la empresa anuncia auditorías, sin ninguna o muy pocas soluciones.
Son ejemplos contundentes de la forma como el Estado, con la modalidad de la malhadada Ley 100, protege bajo el principio de igualdad -mejor de desigualdad- a todos los ciudadanos colombianos. Mientras tanto, el llamado Ministerio de la Protección Social reúne a conocidas personalidades para discutir las normas técnicas de la pena de muerte que legitimó la Corte Constituyente con el eufemismo de “despenalización del aborto”, eufemismo que sirve para engañar a ingenuos y para adormecer conciencias.
La primera condición, esencial por lo demás, de una verdadera protección social, es el reconocimiento y la defensa plenos e incondicionales de la dignidad de la persona humana, la de todas y cada una de las realidades humanas que conforman la comunidad o la sociedad, pero no sólo expresada de palabra sino con hechos que confirmen un sólido compromiso en este sentido. Ese desconocimiento, que arbitrariamente legalizó la sentencia de la Corte Constitucional (C-355-06), aparece ya en la Resolución 4651 de 2005 del Ministerio de la Protección Social, en la cual el Señor Ministro de turno, médico además, señala que para «la prescripción de medicamentos sometidos a fiscalización (franja violeta)», tal prescripción debe diligenciarse en un formulario impreso, en el cual, entre otras cosas, se exige revelar la identidad del paciente con su nombre completo, documento civil o de identificación, dirección, diagnóstico, identificación del médico y duración del tratamiento. Una copia de este formulario queda en poder del expendedor de drogas en la farmacia.
Así, la Resolución 4651 del Ministerio de la Protección Social, viola abiertamente el secreto profesional que la Ley 23 de 1981 ordena guardar en los Artículos 2, 37, 38; viola el Artículo 15 la Constitución Política vigente que afirma perentoriamente: «Todas las personas tienen derecho a su intimidad personal y familiar y a su buen nombre, y el Estado debe respetarlas y hacerlas respetar». Y estas disposiciones no son caprichos de los legisladores sino el reconocimiento a una de las bases de la libertad del ser humano, a su dignidad como ente humano, miembro de la sociedad en un Estado que se proclama democrático y de derecho.
El sigilo profesional médico es una base esencial de la confianza que debe existir entre el médico y el paciente, sin ella no es posible ejercer la medicina en humanos, en miembros de una comunidad. El sigilo profesional médico es un derecho que no puede conculcarse, y menos cuando existen medios de control administrativo que no menoscaban la dignidad intrínseca del ser humano. La violación del secreto profesional médico lesiona gravemente la libertad de la persona, pues la hace bien mostrenco a merced de quien conoce esa intimidad; mengua la confianza en la seriedad de la profesión médica y destruye la convivencia social porque cada uno de los miembros de dicha comunidad no puede realmente afirmar, ni psicológica ni ontológicamente, “yo soy mío”, “yo me pertenezco” y, además, quebranta las más elementales normas de la justicia distributiva. No basta éticamente el cacareado aumento en el número de los ciudadanos “protegidos” si por la calidad de su protección se hace tan poco; son seres humanos y no ganado vacuno.
¿Podrá el Ministerio demostrar con certeza que las medidas que atropellan la intimidad y la dignidad de los enfermos son eficaces para el control de las drogas terapéuticas de “la franja violeta”, y que dicho control significa más en el contexto de la protección social que el respeto por la dignidad incondicional e intrínseca del ser humano?
Ante la frecuente ineficacia de las medidas emanadas de dicho Ministerio persistencia de los llamados -“paseos de la muerte”, cierre de hospitales porque no rinden económicamente, bajísima calidad de la atención en salud, etc.,- ¿se pretende soslayarlas al tiempo que se imponen con métodos probados en regímenes como el nacional - socialismo hitleriano?
¿El Ministerio de la Protección Social será más bien el Ministerio de la Desprotección Social?
 
Bioética
Bioética: un método triangular

Carlos A. Gómez Fajardo, MD - elpulso@elhospital.org.co

Tal como sucede en otras áreas académicas del ámbito humanístico, se han propuesto diversas aproximaciones a un método de reflexión propio en el campo de la bioética. Hay varias escuelas de pensamiento cuyos procedimientos conducen a las más diversas y paradójicas conclusiones. En medio de un aparente maremágnum, poco a poco puede discernirse la existencia de puntos fundamentales cuando el estudiante comienza a ahondar en la búsqueda de las raíces filosóficas que sustentan las diferentes posturas. No se puede alcanzar, por ejemplo, iguales conclusiones sobre el tema de la justicia en la asignación de recursos sanitarios, cuando quien emite opinión lo hace a partir del entendimiento materialista marxista del hombre, (homo económicus), mientras que desde otra orilla se considera la posibilidad de la realidad trascendente y solidaria del ser humano (homo viator) -ser con y para los demás- entendido desde la reflexión antropológica personalista del siglo XX. No causan asombro las grandes diferencias teóricas subyacentes; de ellas se derivan consecuencias enormes, aún, fatales.
Apuntando al tema de la exigencia metodológica de un proceso que necesariamente debe afrontar las más complejas realidades prácticas, el reconocido autor Elio Sgreccia ha propuesto el método triangular de la reflexión en bioética. Así tiene lugar el acercamiento a la seriedad exigida por el diálogo que debe propiciar el acercamiento entre la biología, las ciencias positivas y las humanidades. El método triangular se refiere a la necesidad permanente de tener en consideración tres ángulos de perspectiva bajo los cuales pueden afrontarse los diversos problemas en esta disciplina: se trata de la tecnociencia, la antropología y la ética.
Tecnociencia: el conocimiento sólido del “estado del arte” de los adelantos en biotecnología y en otros temas técnicos como la macro-bioética, la ecología, o el bio-derecho.
Antropología: consideración de envergadura metafísica acerca de la propia definición del hombre y la sociedad, de las preguntas básicas por su significado y sentido último.
Ética: el tema de la axiología, los valores, su polaridad, sus escalas, su universalidad; aquí queda incluido de modo necesario el asunto central de la ética, la libertad. Solamente es posible entrar en el campo de la ética si se hace referencia a la evaluación del acto humano libre, despojado de determinismos.
Con el método triangular propuesto por Sgreccia y explicado en su texto “Manual de Bioética”, se hace un aporte de carácter didáctico y operativo a una disciplina que se ocupa quizás de los problemas más complejos y urgentes que hoy afectan al individuo y a la sociedad. La seriedad de la ética contrae su exigencia de rigor, de honestidad, método e idoneidad en quienes se ocupan de ella. A esta disciplina finalmente hay que acudir en busca de esclarecimiento de realidades prácticas muy complejas: no todo lo legal es ético; no todos los sistemas normativos están verdaderamente fundamentados en la justicia; no todo lo que técnicamente es posible en realidad debe éticamente hacerse; no todo lo que se acepta por consenso colectivo es necesariamente cierto y vinculante. Al enfrentamiento de problemas serios corresponde un método sensato y exigente; así adquiere realidad plena una de las definiciones que se ha dado de la Bioética: “recta razón práctica aplicada a la civilización tecnológica”.
Nota: Esta sección es un aporte del Centro Colombiano de Bioética -Cecolbe-

 











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