MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 6    NO 76   ENERO DEL AÑO 2005    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co

Fundado en Medellín, el 30 de julio de 1998. Director: Julio Ernesto Toro Restrepo. Comite Editorial: Juan Guillermo Maya Salinas, Javier Ignacio Muñoz y Gonzalo Medina. Editora: Albaluz Arroyave Zuluaga. Dirección Comercial: Diana Cecilia Arbeláez. Asistente de edición: Olga Lucía Muñoz López. Web master: Santiago Ospina Gómez

Plazos que cumplir

Bien sabemos que el país tiene dificultades de gasto público desde hace años. Y también que cada gobierno procura su mejor esfuerzo para “salir del hueco fiscal”, unos con más ventura que otros. Y hemos sido testigos además, de que muchas veces las cargas se pretenden aliviar, descargando la parte más pesada en los hombros de los más débiles.
Tampoco es nuevo el insistente llamado del gobierno a resolver de una vez por todas el tema de pensiones. Desde mediados de los 90, escuchamos que es necesario desactivar la “bomba pensional” y que las reservas del Seguro Social para pensiones se van a acabar; con ello, se demuestra que el Estado nunca consideró pagar la deuda de más de $40 billones contraída con el sistema pensional desde la creación del ISS como entidad de previsión social. También se demostró, que la voluntad política de cada gobierno se orienta más a sostener el equilibrio de la economía, que a buscar salidas imaginativas para garantizar el mandato constitucional de asegurar la pensión a los trabajadores.
El tema no es fácil, y el reto de mantener garantías de la seguridad social, particularmente en pensiones, está en la agenda de organismos internacionales y de casi todos los países, debido a la importancia de estos sistemas para las economías, sobre todo por los recursos que manejan, pero también por problemas en gestión, cobertura y desempeño.
Sin embargo, la urgencia de resolver el problema no debe obligar a que una vez más, se establezca como criterio y principio la sostenibilidad financiera, por encima de la equidad social. No debe olvidarse que para miles de trabajadores, esa esperanza de recibir una pensión es su única garantía económica de supervivencia en los años donde la fuerza empieza a disminuir y las necesidades a aumentar. Tan solo por eso, la reducción del gasto público no puede ser el principal argumento para reducir por vía constitucional, la esperanza de los colombianos en las garantías que promete una pensión, así sea mínima. Que el gobierno apele a su máximo poder de inventiva para encontrar el justo medio, que no solo garantice la viabilidad financiera del sistema sino el cumplimiento de la promesa pensional a todos los colombianos en condiciones dignas, es la esperanza de las gentes.
Y para que esta esperanza no se convierta en desesperanza, es necesario que no se recurra a la vía constitucional para reducir esos derechos, y que prime el interés colectivo sobre el particular de fondos pensionales privados que aspiran a ser el principal grupo económico. También debe escudriñarse la efectividad de los ajustes, pues de qué serviría sacrificar generaciones enteras en materia económica, si no se suplen compromisos de los gobiernos. Pero no debe ser solo el criterio económico el que prime al buscar salida al problema pensional, sino los principios de equidad, solidaridad, universalidad, suficiencia, igualdad y participación, los que preserven la pensión como instrumento de justicia social.
Sin embargo, es ley de vida: No hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague. Y al parecer, es ley que ahora también aplicará el gobierno para la reforma pensional: Hay que pagarle el préstamo y hay que cumplirle al FMI el acuerdo de hacer la reforma para contribuir a aliviar el déficit fiscal. Hay que cumplir la promesa del Estado Comunitario, de reducir el tamaño de sus obligaciones con aumento de participación de los asociados en las previsiones necesarias para garantizar su propio bienestar. Y hay que cumplir a quienes invierten su tiempo de vida laboral en el sistema productivo, por lo menos la pensión del “mínimo vital”. Por eso, hoy más que nunca es válido recordar como alguna vez se escribió en El Pulso, que a la hora de tomar grandes decisiones en materia pensional, las prioridades del gobierno siempre parecen correr en este orden: “Primero la economía, segundo la política y tercero las pensiones”. El compromiso del Estado frente a las urgencias fiscales y los acuerdos con la banca multilateral y grupos políticos de presión, pesa muchísimo más que el compromiso frente a las necesidades de cada trabajador que entrega su esfuerzo productivo al país, con la esperanza de pensionarse algún día.
Por último, no faltan quienes aventuran que quizá para el gobierno y el Estado colombiano se logre más equilibrio, financieramente hablando, con millones de adultos mayores dependientes del Estado en calidad de subsidiados en programas de asistencia social, ante los cuales no obliga un derecho constitucional sino la “buena voluntad” de cada gobierno, que millones de colombianos reclamando el pago de la pensión que en buena ley ganaron, después de entregar su esfuerzo vital y laboral a la vida económica del país.
Los trabajadores tienen que cumplir su compromiso laboral con la economía y el Estado, pero ni la economía ni el Estado parecen querer cumplir con los trabajadores su responsabilidad social, y antes por el contrario, cada vez tratan de reducirla más y más, dejándola al garete del esfuerzo individual en un ambiente de economía de mercado sin el más mínimo sentido de justicia social.
 




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