MEDELLÍN, COLOMBIA, SURAMERICA No. 266 NOVIEMBRE DEL AÑO 2020 ISNN 0124-4388 elpulso@sanvicentefundacion.com icono facebook icono twitter

La reforma que Colombia necesita debe ser bien pensada

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Cada reforma que se ha realizado en Colombia al sistema de salud durante los últimos 20 años, ha tenido como gran justificación efectuar ajustes que permitan solucionar problemas puntuales de su funcionamiento. La ley 1122 buscaba acabar con la crisis financiera que en ese momento denunciaban las EPS; la Ley 1438 fue un punto de quiebre para organizar la prestación a través de redes integradas de servicios, meta que aun no se cumple por falta de reglamentación; durante la administración anterior el proyecto de ley 210, que no llegó a materializarse por la priorización dada a la Ley Estatutaria, planteaba reorganizar todo el sistema, y así el listado podría continuarse con las demás reformas, proyectos, e incluso decretos y resoluciones, que aunque pueden estar revestidos de buenas intenciones, en esencia no han logrado corregir algunos de los problemas que continúan aquejando al SGSSS.

En esta nueva propuesta, el proyecto de Ley 010, el principal argumento señalado por el ministro de salud Fernando Ruiz, ha sido la necesidad de colocar a las personas en el centro del sistema, y nadie puede negar que sea el objetivo más loable de todos. Sin embargo, son muchas las preguntas que se desprenden de esa misma afirmación.

¿Y dónde están las personas ahora? ¿Acaso no son las personas el objetivo central de cualquier sistema de salud? Y es que sin hilar demasiado delgado, esta argumentación suena también a un reconocimiento de que el sistema se ha centrado durante ya casi tres décadas en cosas diferentes, que pueden tener algún grado de importancia, pero que no son las esenciales. La cobertura del aseguramiento supera el 95%, y eso es positivo dentro del actual modelo, pero ese logro no es un indicador de salud. La teoría permite penar que a mayor cobertura en el aseguramiento, mejores condiciones para los afiliados, y esto es cierto en aspectos como el gasto de bolsillo que en Colombia es significativamente menor que en otros países, pero de nuevo no es un indicador de salud.

Los problemas del sistema pasan por otros análisis. Pero centrándonos en las personas, como ha sido la invitación gubernamental, hay que reconocer que estar afiliado a una EPS no ha sido garantía para acceder a la atención. Las diferencias entre la calidad y oportunidad de los servicios que se prestan en las diferentes regiones del país, pueden ser abismales. No es lo mismo tener un carnet de alguna aseguradora en salud en Bogotá, Medellín, Cali, u otra de las otras grandes ciudades de Colombia, que tenerlo en los antiguos territorios nacionales, en La Guajira, Quibdó o Tumaco. Pero incluso no es lo mismo estar afiliado mientras se vive en los barrios mejor estratificados de cualquier capital, a tenerlo en los barrios marginados, donde la oferta es escasa, y los determinantes sociales impiden muchas veces acudir a los servicios de salud con la oportunidad que las personas requieren. Y si bien este último elemento puede escaparse a la órbita directa del sector salud, sí evidencia la necesidad de afrontar una reforma sanitaria con una mirada mucho más general e incluyente, una reforma que ayude no a que la maquinaria de la salud se mueva lo más aceitada posible, sino a que nuestros compatriotas tengan soluciones reales y con oportunidad a sus problemas.

En el mismo sentido podría hablarse de las demás propuestas incluidas en el proyecto de ley. El talento humano en salud merece y necesita ser reconocido en su verdadera dimensión en el país, y esto desborda el ámbito de una reforma a la salud porque involucra al sector educación, ¿qué profesionales se están formando? ¿Qué capacidad resolutiva están adquiriendo en las aulas?, y ¿cuáles son las condiciones que encuentran en el ejercicio diario para poderlas cumplir?. El asunto, como se ve, amerita discusiones amplias y que participen sectores diferentes.

Que el sistema de salud colombiano necesite una reforma parece ser un comentario generalizado, que se deba hacer ahora que el Congreso delibera desde la virtualidad, y cuando las fallas dejadas al descubierto por la pandemia muestran debilidades a granel, es otro asunto.

Si la pandemia ha generado oportunidades, la principal podría ser detectar los puntos débiles de los sistemas sanitarios en todo el mundo, y Colombia, con sus especificidades poblacionales, geográficas, políticas y económicas no debe perder la oportunidad de emprender una reforma que en realidad obedezca a esa realidad, pero que adem´pas, erradique los problemas que subsisten en el SGSSS.


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