MEDELLÍN, COLOMBIA, SURAMERICA No. 266 NOVIEMBRE DEL AÑO 2020 ISNN 0124-4388
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Medio mundo, en el que están todos los actores con poder, está absolutamente seguro de que esta pandemia es un accidente, una desviación del camino (indiscutiblemente correcto) en el que veníamos, en el que veníamos bien, y al que regresaremos cuando pase esta terrible tragedia. Y la forma rápida, la que demuestre nuestra supremacía en este mundo, la que pone a la ciencia y a la técnica como nuestra gran herramienta para sustentar nuestra supremacía, es una vacuna.
Vacuna que necesariamente debe contener una cantidad de antígenos capaz de generar inmunidad en los humanos, pero que también contiene grandes cantidades de ideología, de política, de intereses económicos. Vacuna que ha desnudado la comedia del orden económico internacional que enseña que los países ricos son ricos por haber sido más inteligentes, más ordenados, más respetuosos de los acuerdos, mas “civilizados”. Y que, como corolario, dice a los pobres del mundo, que son pobres por no ser ni tan inteligentes, ni tan trabajadores, ni tan respetuosos de los acuerdos y las normas.
Vacuna que, como tiene que ser, está siendo desarrollada por los mejores científicos y empresarios de los países ricos y las empresas más ricas, con un muy importante aporte de los más filántropos del mundo. Vacuna que nos permitirá volver a la normalidad, en la que el poder de los más poderosos se verá exponencialmente fortalecido.
Si esto es o no una caricatura o una simplificación, será materia de los historiadores.
Lo que si es hoy materia de debate político global, es el descaro, la desvergüenza y la irresponsabilidad con la que, los países desarrollados han hecho trizas los principios, los acuerdos y la institucionalidad del orden internacional. El multilateralismo, tan importante para imponer acuerdos comerciales, para legitimar los desiguales términos de intercambio, tan poco favorable a los países que antes fueron colonias, ha sido destrozado. Baste citar el triste caso de la Organización Mundial del Comercio que hoy está acéfala (su director, literalmente tiró la toalla) porque cuando los países en desarrollo, los más perjudicados con todas las catástrofes, las epidemias y las pandemias, solicitaron un consenso para utilizar las medidas de emergencia, en una emergencia, los países ricos salieron a defender sus ventajas comerciales a rajatabla.
Esto fue lo que sucedió en la reciente reunión del Consejo del ADPIC en el seno de la OMC. Los países en desarrollo, África del Sur y la India a la cabeza, propusieron aplicar una exención temporal a las patentes, los derechos de autor y otros derechos de propiedad intelectual, para desarrollar vacunas, tratamientos, kits de diagnóstico y dispositivos médicos (respiradores, por ejemplo) para enfrentar la tragedia. La gran mayoría de países en desarrollo apoyaron la proposición, mientras los países ricos se negaron rotundamente. Al fin y al cabo, gracias a las patentes y los derechos de propiedad intelectual, las vacunas y los tratamientos constituyen la más importante oportunidad de negocio de esta pandemia y gracias a ellos, están en manos de sus empresas más emblemáticas.
Eso es lo que está sucediendo con las iniciativas para recoger fondos y desarrollar vacunas y tratamientos que se han organizado entre las grandes empresas y entre los grandes países y a las cuales han vinculado marginalmente a los organismos de las Naciones Unidas. Las iniciativas ,las manejan Astra Zéneca, Pfizer, Moderna, Janssen- Jhonson & Jhonson, GSK y un puñado de empresas, de la mano del gran maestre Bill Gates, gran beneficiario y en consecuencia, gran benefactor de la propiedad intelectual.
Así, mientras el Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas hace un emotivo y elocuente llamado a que enfrentemos esta emergencia como humanidad, con solidaridad, equidad y transparencia, las grandes farmacéuticas y los gobiernos de los países ricos, negocian entre ellos quien llegará primero, y sobre todo quien recibirá primero la vacuna. Los mecanismos de recolección de fondos y distribución “equitativa” no son otra cosa que una mesa de negociación de inversionistas apostando a ganar en cualquier escenario. A ganar como vendedores y a ganar como receptores de las primeras dosis de medicamentos y de vacunas.
Ha dicho Antonio Guterres que una vacuna debiera ser considerada como un bien público global. Ha dicho que su desarrollo debiera ser el resultado de un gran esfuerzo colaborativo de ciencia abierta. Vana ilusión y utopía. El orden económico y político internacional manda que cada gran empresa mantenga sus secretos cuidadosamente y, llegado el momento, obtenga patentes para poder regresar a los inversionistas el retorno a su inversión, mientras las acciones suben de precio.
El Presidente de Costa Rica y el Director de la OMS han propuesto que, al menos, se compartan las patentes de medicamentos o vacunas en un pool de licencias voluntarias. Un mecanismo que bajó la presión contra las patentes por parte de todas las organizaciones humanitarias y de sociedad civil en la crisis global del VIH. Pero tampoco. Siempre habrá alguien que resuelva que, aunque se acabe la humanidad, no se puede perder la oportunidad de hacer un buen negocio.
¿Pero que pasaría si, como ya lo han advertido algunos, y hay algunos signos de alarma, la opción de la vacuna esté mucho más lejos de lo previsto? El CEO de Merck, una empresa líder en vacunas, considera que no es sano pretender que tengamos una vacuna confiable en el tiempo que los políticos quieren y necesitan. Este no es un virus tan simple como quisiéramos, y nos recuerda que, en el caso del VIH, un retrovirus capaz de esconderse dentro del sistema inmune, tenemos más de 30 años buscando una vacuna, sin éxito. Y que las vacunas exitosas han tomado entre 5 y 10 años para desarrollarse bien.
El Imperial College of London publicó un estudio de respuesta inmune en 350.000 personas. Sus conclusiones son alarmantes. La inmunidad natural, el nivel de anticuerpos ante la infección, decae con rapidez especialmente en los pacientes asintomáticos o con infecciones leves. Rápidamente significa en tres meses. Algo que ya los virólogos sabían con respecto a las gripas comunes causadas por otras variedades de coronavirus.
Eso explica en gran medida los casos de reinfección que se han documentado ya en muchos países. Y prende las alarmas pues, de confirmarse esta hipótesis, la mayoría de las vacunas en estudio van a resultar inútiles, aún en el caso en el que generen respuesta inmune, cosa que en muchas aún no está clara o los niveles son pobres lo que nos llevaría a una eficacia limitada.
Al cierre de edición fuimos sorprendidos por el anuncio de Pfizer sobre una vacuna 90% eficaz para el fin de este año. Anuncio sobre el que hay que tener mucha cautela. Anuncio más motivado por la especulación financiera que por los triunfos de la ciencia. Subieron las acciones y algún ejecutivo recogió millones de dólares en minutos. Pero se trata de datos preliminares, no revisados por pares, no hay explicación metodológica y no es claro aún si la inmunidad es duradera. Lo que sí sabemos es que se va a requerir una nueva y muy costosa cadena de frío y que las dosis que se producirán en el 2021, se quedarán en los países ricos. A Colombia quizás lleguen en el 2022 -2023.
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