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Desde hace 17 años, Jaime Julián Granada Londoño, magíster en Musicoterapia, ha transformado los pasillos de los hospitales de Medellín en escenarios de sanación. Con su guitarra, charango, armónicas y flautas, ha acompañado a miles de pacientes, demostrando que la música tiene un poder transformador que va más allá de las palabras.
Granada ha trabajado con pacientes de alta complejidad, desde oncología y cuidados paliativos hasta neonatales, trasplantados, prequirúrgicos y posquirúrgicos. En cada caso, la música ha brindado consuelo, fortaleza y esperanza, demostrando su eficacia como complemento del tratamiento tradicional. Diversos hospitales de cuidados intensivos han adoptado la musicoterapia, reconociendo su valor sanador.
La musicoterapia se posiciona como una intervención en el cuidado paliativo, según diversas investigacioness. Estudios como el realizado por Gallagher y Lagman (2016) han revelado que esta terapia musical no solo mejora la calidad de vida de los pacientes en cuidados paliativos, sino que también reduce significativamente el sufrimiento emocional asociado. Investigaciones adicionales, como el ensayo controlado aleatorio de Gutgsell et al. (2013), han demostrado que la musicoterapia puede ser efectiva en la reducción del dolor, proporcionando alivio físico y emocional a los pacientes terminales. Estos hallazgos subrayan la capacidad única de la musicoterapia para ofrecer confort y bienestar integral, fortaleciendo la importancia de integrar esta práctica en los programas de atención paliativa para optimizar el apoyo a pacientes y familias enfrentando enfermedades avanzadas.
Según Julián, la música es un lenguaje que se asemeja a la ciencia, la matemática y la espiritualidad. Sin embargo, en este contexto, la música se convierte en terapia debido a varios elementos relacionados con la progresión de sonidos.
“La música ejerce un potencial a nivel neurogenético”, explica Julián. “Hablamos de potenciales evocados. La música tiene la capacidad de abrir emocionalmente y responder a un estímulo sonoro desde lo biológico. Pero hay principios activos de la música que están relacionados con un área llamada estados dopaminérgicos”.
Julián también afirma que la música es un sonido que penetra en el cerebro y el oído lo convierte en electricidad, lo que conduce a una reconexión neuronal, un proceso conocido como neurogénesis, que es la capacidad de regenerar células cerebrales. “Si el cerebro experimenta placer, automáticamente se activan los ciclos dopaminérgicos que envían al cuerpo un estado de bienestar, equilibrio y relajación, todos los cuales son efectos de la música”, agrega.
En el área neonatal de cuidados críticos, Julián ha observado que la música ha inducido un estado de autorregulación. “En términos psicoanalíticos, podemos ver que mientras más constante sea un estímulo para los bebés, hay un estado de autorregulación en la saturación de oxígeno, el ritmo cardíaco y la termorregulación”, explica. “Esto se logra mediante sonidos constantes y repetitivos, que biológicamente generan un equilibrio”.
La musicoterapia también se aplica en todo el proceso de trasplante. Julián recuerda a una niña de 13 años que estaba siendo sometida a un trasplante de intestino delgado y la acompañó durante su ingreso al quirófano, a petición del área de neurología. Con su música, la paciente recibió una secuencia rítmica con los mismos instrumentos y lograron un equilibrio en la extubación, observando cómo la paciente se autorregulaba.
Para las familias, la musicoterapia representa una forma de abordar las memorias de corto y largo plazo. Durante una experiencia hospitalaria, la música suaviza la estadía en el hospital y proporciona una terapia de melodías en la memoria del paciente, actuando como un amortiguador emocional.
Esta experiencia ha llevado a Julián a Europa, donde ha trabajado con pacientes adultos mayores y con depresión en Bielorrusia, Moscú, Alemania y Suiza. Actualmente, está desarrollando protocolos de intervención musical como apoyo integral para pacientes hospitalizados, con implementación en unidades neonatales, específicamente en la Clínica Cardiovascular de Medellín.
Para Julián, hacer música para los pacientes tiene un significado profundo y trae consigo la expresión de todo un universo interior. Ha llevado a cabo estos procedimientos en diversos hospitales, incluyendo el Concejo de Medellín, Clínica Soma, León XIII, Clínica Las Américas, San Vicente Fundación, Clínica Bolivariana, Pablo Tobón Uribe y Clínica Santa Ana, entre otros.
María de los Ángeles Montoya Urrego, familiar de un paciente, describe cómo la intervención musical ayudó a su ser querido a encontrar paz en sus últimos momentos. “La música llegó a un espacio donde mi familiar pudo entregarse al proceso de la muerte con calma y tranquilidad”, comenta.
Xiomara Carmona Montoya, enfermera especialista en dolor y cuidados paliativos, destaca el efecto relajante de la música en pacientes y familias. “La música los lleva a otras dimensiones, permitiéndoles sentirse libres y no enfermos”, afirma. Este efecto es crucial al final de la vida, facilitando la aceptación de la muerte. Carmona señala que la expansión de la musicoterapia en cuidados paliativos responde a la búsqueda de alternativas para brindar confort y sanar sentimientos negativos. “El reto del sistema de salud es conocer los beneficios, contar con personal calificado y permitir que la musicoterapia se incluya en los servicios ofrecidos a los pacientes”, concluye.
La doctora María del Pilar López, médica de la Universidad CES y especialista en derecho médico, experimentó la musicoterapia cuando su hija, diagnosticada con esclerodermia, ingresó a la fase terminal en 2016. Para López, la música llegó en un momento crucial, brindando tranquilidad y felicidad a su hija. “La música fue un bálsamo para el alma, así lo sentí. Está establecido a nivel internacional que la música tiene un efecto sobre el dolor, tanto que en los hospitales más grandes del mundo tienen departamentos y áreas especiales debido a que disminuye los niveles de analgesia, mejora el estado de confort y bienestar de los pacientes y de los acompañantes”, afirmó.
Juan Camilo Jaramillo Bustamante, pediatra intensivista, destaca la importancia vital de la música en el ser humano. Según él, los efectos de relajación y meditación de la música son especialmente beneficiosos para los pacientes hospitalizados, quienes a menudo enfrentan monotonía, dolor y la percepción de que el tiempo transcurre lentamente. “La música puede ayudar a que esta transición sea más tranquila, a transitar esos momentos difíciles y a tener las condiciones fisiológicas necesarias para enfrentar la enfermedad”, señala Jaramillo. Las intervenciones con personal calificado son más efectivas, ya que estos profesionales comprenden el proceso médico de cada paciente.
Daniel Arango Soto, pediatra del Hospital General de Medellín, ha observado cómo los pacientes sonríen, liberan estrés, cambian su foco de pensamientos y se tranquilizan durante las sesiones de musicoterapia. Además, el equipo de salud también suele integrarse de manera receptiva y positiva en estas actividades.
Algunos expertos consideran que las terapias no farmacológicas, como la musicoterapia, son muy beneficiosas. Brindar espacios grupales o individuales a los pacientes en cuidados paliativos o al final de la vida es esencial, ya que permite que los pacientes exploren otras esferas de su sentir y vivan mejor sus procesos.
Para instaurar la musicoterapia en los sistemas hospitalarios, “se necesita de una voluntad administrativa para incorporar grupos y personas con las capacidades idóneas para hacerlo en los procesos de atención diaria”, afirman los expertos. Las intervenciones musicales dirigidas en los hospitales deberían ser tan comunes como las aulas lúdico-pedagógicas, ya que no causan daño y sus beneficios son considerables.
Bustamante también señala la necesidad de un “músculo financiero” que apoye estos procedimientos musicales, ya sea a través de organizaciones externas o de un voluntariado dentro del propio hospital que cubra los costos. Destaca que el bienestar de un paciente hospitalizado siempre tendrá una ventaja de costo-efectividad.
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