MEDELLÍN, COLOMBIA, SURAMERICA No. 322 JULIO DEL AÑO 2025 ISNN 0124-4388
Aunque últimamente se acostumbra a darle palo al premio Nobel, por sus imperdonables olvidos, sus nombramientos más que cuestionables y sus escándalos sexuales, sigue teniendo una ventaja que, por lo menos a mí, me parece esencial y es que nos da a conocer a escritores que, de otra manera, no nos hubieran llamado la atención.
Me sucedió con la última galardonada, Han Kang, de quien nunca había escuchado hablar y cuyos libros me apresuré a comprar en una librería del pueblo en el que me encontraba. Como la noticia sorprendió a todo el mundo, el librero tampoco la conocía y tuvo que encargar un ejemplar de urgencia de La vegetariana (2007) que no alcanzó a arribar a tiempo y que tuvo que traerme mi suegra, varias semanas después. Eso hizo que el libro pasara por varias manos y me llegara ya analizado y comentado.
Aunque Han Kang no hace parte de los escritores estrella y “nobelizables”, como todos esperábamos, no es tampoco una perfecta desconocida en el paisaje literario. Desde hace por lo menos dos décadas es una voz discreta, y sobre todo discordante, en un país que nos tiene habituados a los dramas de caramelo y al multitudinario y muy estereotipado K-pop.
Su página web, que sólo está en inglés y en coreano, es tan simple y lacónica que parece improvisada. Sin embargo, después de recorrerla un poco, uno se da cuenta de que está concebida para no contener sino lo esencial: las carátulas de las diferentes ediciones de sus libros en varias lenguas, la información sobre un par de performances en las que participó y unas cuantas entrevistas en las que habla sobre su arte. Todo eso en un estilo casi fantasmagórico de tonalidades grises.
Aparece también una biografía sucinta que es más una bibliografía que un resumen de su vida. En ella, nos enteramos de que es hija del también escritor Han Seung-weon y de que, al igual que él, fue ganadora del premio Yi Sang, por su cuento “La mancha mongólica” que luego pasará a formar parte de la novela La vegetariana. Estudió literatura coreana en la prestigiosa universidad privada Yonsei de Seúl y luego trabajó tanto como profesora de escritura creativa para el Instituto de las Artes de la misma ciudad, así como periodista para las revistas Publishing Journal y Samtoh, e, incluso, como administradora de una libraría.
Su carrera literaria empezó de manera tímida con la publicación de cinco poemas en la revista Literatura y sociedad, en 1993. Al año siguiente ganó el premio de primavera del diario Seoul Shinmun con el cuento “El ancla escarlata” y, cinco años después, el Premio de Novela Coreana con el cuento “Bebé Buda”. Han Kang es autora de una colección de poemas, de tres libros de cuentos y de ocho novelas, de las cuales hay cinco traducidas al español.
Sin embargo, su reconocimiento internacional comenzó en 2016 con la traducción al inglés de “La vegetariana”, que le valió el Man Booker International Prize, el más prestigioso galardón de lengua inglesa dedicado a traducciones de otras literaturas, y la inclusión en lista del New York Times de las diez mejores novelas del año. En 2023, recibió, en Francia, el Premio Médicis de literatura extrajera por su novela Imposible decir adiós. Para rematar, el año pasado, la academia sueca de la lengua fijó sus ojos en ella y decidió recompensarla “por su prosa poética intensa que afronta los traumatismos históricos y expone la fragilidad de la vida humana”.
Al recibir, por fin, mi ejemplar de La vegetariana, que había comprado sin mucho entusiasmo y cuya lectura se me había convertido casi en una obligación, traté de no dejarme influenciar por los comentarios atónitos de mi familia que no lograban digerir una historia tan espeluznante.
Sin embargo, bastaron unas cuantas páginas para quedar subyugado por el encanto perverso de esta novela sin concesiones cuya trama no quiero revelar por respeto a los lectores. Baste decir que no se trata de un manifiesto político contra el consumo de carne animal, ni una diatriba contra aquellos que optan por una alimentación vegetal. El vegetarianismo es casi una excusa para sondear las imposiciones que pesan sobre cada individuo, más aun tratándose de una mujer en un país tan codificado como Corea del Sur. La negación pacífica, a la Bartleby, abre todo un espacio de posibilidades existenciales y pone en marcha la maquina infernal como en la tragedia griega.
Las repercusiones son múltiples y poco deseables pero lo que más sorprende es quizá la pasividad que habita los personajes. Una pasividad férrea que no se contenta con soluciones a medias, sino que va hasta el límite, como las plantas que prefieren morir a vivir en un espacio inadecuado.
Es tan chocante la pasividad de Yŏnghye, la protagonista, que la primera traductora al inglés habría modificado la novela para hacerla “más activa” pues su actitud sería casi incomprensible para nosotros los lectores occidentales.
Sin embargo, esa pasividad y esa discreción no aparecen solamente en La vegetariana, sino que es consustancial a todas las novelas de Han Kang. Sin ser melancólicos, sus personajes son enfermizos, mediocres y, sobre todo, frágiles.
Pero si los personajes principales están habitados por una fragilidad sin límites, no se debe tanto a su fuerza física o mental, sino más bien a unos lazos misteriosos que les hacen vivir con la mirada y la sensibilidad puestas en el pasado.
No es de extrañar que Han Kang dedique dos de sus novelas a retratar la memoria histórica de su país y de que su nombre haya hecho parte, por eso mismo, de la lista negra de autores en Corea del Sur bajo la presidencia de Park Geun-hye.
En Actos humanos (2014), la novelista toma como tela de fondo la masacre de Gwangju, acaecida en su ciudad natal cuando ella tenía diez años. La novela explora la violencia y sus repercusiones como una herida mal cicatrizada. Se trata de una obra experimental de una crudeza difícilmente soportable, que nos hunde en los peores aspectos de la especie humana. En Imposible decir adiós (2021), Han Kang vuelve sobre la realidad histórica, poniendo su atención sobre una masacre que fue por largo tiempo tabú en el país: el asesinato de 30 civiles comunistas entre 1948 y 1949 en la Isla de Jeju. En la novela, una joven artista descendiente de sobrevivientes de la tragedia vuelve a su tierra natal para trabajar en una película documental para luchar contra el olvido.
Al recompensar a Han Kang, la academia sueca decidió no sólo reconocer el trabajo de una gran novelista, sino, sobre todo, una obra necesaria que nos confronta a nuestros peores fantasmas y que es capaz de darle una forma poética, no tanto a la violencia, como a los traumas que arrastramos todos y que nos consumen desde adentro. Quizá después de leerla, podamos nosotros también, colombianos, mirarle la cara al horror de nuestra historia para encarar el presente más ligeros.
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