MEDELLÍN, COLOMBIA, SURAMERICA No. 322 JULIO DEL AÑO 2025 ISNN 0124-4388
La alimentación es más que una necesidad física, es también una práctica que está conectada con las emociones, la cultura, el entorno social y el placer. La función básica de un intestino sano es absorber los nutrientes, el agua y los electrolitos que el cuerpo necesita para mantenerse vital y cumplir adecuadamente sus procesos fisiológicos después de la ingesta de alimentos.
La falla intestinal, según la Organización Mundial de la Salud, es la incapacidad del intestino para absorber adecuadamente los nutrientes y líquidos necesarios para mantener la salud y el crecimiento, requiriendo a menudo suplementación intravenosa. Esta situación puede producir consecuencias graves, como la desnutrición, deshidratación, pérdida de peso, fatiga, debilidad y, en casos crónicos, una falla multiorgánica que puede comprometer la vida del paciente.
Generalmente, esta patología suele presentarse en personas que han tenido complicaciones derivadas de procedimientos quirúrgicos, enfermedades graves de base o enfermedades funcionales genéticas.
En línea con la necesidad de brindar a los pacientes estrategias médicas que mejoren su calidad de vida, los programas de rehabilitación intestinal surgieron al interior de los programas de trasplante, porque hace algunos años el trasplante era la única alternativa terapéutica para los pacientes con falla intestinal; sin embargo, ante la baja efectividad de los trasplantes en algunos casos, los cirujanos comenzaron a implementar técnicas de reconstrucción gastrointestinal que permitieran recuperar parcial o totalmente la función del intestino, evitando así la necesidad de un trasplante.
Es por esto que, hace aproximadamente una década, el Hospital San Vicente Fundación Rionegro puso en marcha su propio programa de rehabilitación intestinal. Tras una reestructuración en 2018, el programa ha logrado mejorar indicadores clave como la supervivencia de los pacientes, su calidad de vida y el tiempo de estancia hospitalaria. El objetivo central del programa es buscar que el paciente logre la autonomía digestiva sin requerir nutrición intravenosa o un trasplante de intestino.
Rehabilitar al paciente lo más pronto posible para que retome su vida social, laboral y familiar marca una diferencia significativa en la región. Por lo general, los programas tratan al paciente de forma ambulatoria, lo que impide una recuperación óptima y prolonga el proceso entre dos y cuatro años. Esta demora, además, incrementa el riesgo de mortalidad.
“Nosotros apostamos por la atención intrahospitalaria, retornamos la función intestinal al paciente entre el tercer y sexto mes en el 84 % de las veces; de ahí la importancia de un equipo dedicado y comprometido con la rehabilitación”, agregó el médico cirujano de trasplantes y especialista en rehabilitación intestinal, Jaime Alberto Ramírez Arbeláez.
Este programa funciona a través de un equipo multidisciplinario conformado, en el área médica, por un cirujano de trasplantes, un nutricionista, una enfermera gestora, una enfermera de accesos vasculares, enfermeras expertas en heridas, terapeutas físicos y respiratorios, y un químico farmacéutico, en aras de garantizar el bienestar físico del paciente. Sumado a esto, la atención integral es un compromiso fundamental del Hospital; por lo tanto, los servicios de psicología y trabajo social están inmersos en el programa, participando de una forma activa.
De acuerdo con el doctor Ramírez Arbeláez, la reconstrucción gastrointestinal se compone de cirugías de complejidad superlativa, en las que el paciente y su red de cuidado comparten un punto de partida indispensable: la educación.
“El paciente debe estar entrenado y hacer parte del equipo, se debe involucrar con adherencia porque nuestro programa es como un deporte de alto rendimiento: ellos van al gimnasio, levantan pesas, cada vez recuperan más su autonomía y se transforman”.
Pese a que esta es una condición médica con alta mortalidad, a raíz de infecciones, disfunción o falla hepática relacionada con la alimentación parenteral, disfunción renal asociada a la deshidratación por la pérdida de líquidos y problemas neurológicos vinculados a los trastornos hidroelectrolíticos, los avances médicos han permitido mejorar significativamente los desenlaces. Entre estos, se destacan el desarrollo de nuevas técnicas quirúrgicas como el alargamiento intestinal, mejoras en la administración de medicamentos que favorecen la multiplicación de la superficie de absorción, el diseño de catéteres que reducen el riesgo de infecciones y trombosis, y la evolución en las formulaciones lipídicas utilizadas en la nutrición intravenosa. Gracias a estas innovaciones, hoy es posible aumentar la supervivencia y alcanzar mejores cifras de desenlaces exitosos.
La gran mayoría de pacientes con falla intestinal en nuestro contexto se da por fístulas a causa del abdomen abierto; por lo tanto, es importante procurar el cierre abdominal en cuanto sea posible. El panorama es alentador, pues la mortalidad, en el Hospital San Vicente Fundación Rionegro, es baja y, aunque es una condición compleja, hay esperanza de recuperar la calidad de vida.
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